Traducción del Comentario de los Padres de TRADITIO.
La temporada de la Septuagésima comienza tres domingos antes de la Cuaresma: La Septuagésima, Sexagésima y Quincuagésima son una especie de “precuaresma” para prepararnos para la Cuaresma propiamente dicha, que comienza el Miércoles de Ceniza.
La Nueva Iglesia anticatólica Novusordita ha borrado esta antigua temporada que se remonta a la Iglesia primitiva, tal vez compuesta por el mismo San Benito.
«Queridos Padres de TRADITIO: ¿Podríais explicar el significado de la actual temporada de Septuaginta que estamos celebrando? ¿Por qué se la ha borrado de la inválida (falsa) “Nueva Misa” protestante-masónico-pagana de 1969, usado casi exclusivamente por la Iglesia Novusordita?».
RESPUESTA DE LOS PADRES DE TRADITIO
Para hacer una transición entre la alegría de la Epifanía y el carácter penitencial de la Cuaresma, la Septuagésima es una especie de “precuaresma” o “antecuaresma” antes de que la Cuaresma propiamente dicha comience el Miércoles de Ceniza, diecisiete días después del Domingo de la Septuagésima (5 de Marzo de 2025). Vemos el altar revestido no del verde de la esperanza, sino del violeta de la penitencia. La palabra “Septuagésima” viene del latín y significa “setenta”, ya que desde hoy hasta Pascua hay unos setenta días, aunque no exactamente setenta; el término se usa como un número redondo.
El número setenta se asocia con los setenta años que los judíos estuvieron cautivos en Babilonia en el siglo VI antes de Cristo. Para ellos, este fue un tiempo de tristeza y de reparación por sus transgresiones contra Dios. Como lo describe el Salmo 136: «En las márgenes de los ríos del país de Babilonia, allí nos sentábamos, y nos poníamos a llorar, acordándonos de ti, ¡oh Sión!» (Salmo 136, 1/versión de Mons. Félix Torres Amat). Ahora bien, la verdadera Iglesia observa este período de setenta días espiritualmente en reparación por nuestros pecados, tal como los judíos hicieron penitencia física mediante su cautiverio.
Durante la temporada de la Septuagésima, la Sagrada Liturgia nos quita el canto gozoso de los Ángeles, el Aleluya. No volverá a aparecer en el Oficio Divino y en las Misas de la temporada hasta la Vigilia de Pascua, cuando los mismos Ángeles proclamen en la tierra el triunfo de la Resurrección de Nuestro Señor. A partir de ahora, ya no oiremos el Glória in Excélsis ni el Te Deum en el Oficio Divino y en las Misas de la temporada. El Ite, Missa Est al final de la Misa es reemplazado por el sencillo Benedicámus Dómino, Bendigamos al Señor. El celebrante no dice ni canta este llamado a la oración de cara a la congregación, sino que se da vuelta para mirar al Señor.
Esta eliminación de la alegría de la Sagrada Liturgia de la Septuagésima es bastante antigua, y se remonta al menos a la Regla de San Benito del siglo VI (cap. XV). Sin embargo, la Nueva Iglesia apóstata del Nuevo Orden fundada en 1964 en el Anticoncilio Vaticano II, que ciertamente NO es la Iglesia Católica, borró esta antigua estación en su inválida (falsa) “Nueva Misa” Protestante-Masónica-Pagana.
Los Evangelios de estos tres domingos centran su mensaje en un único tema: nos invitan a comprometernos con nuestra fe con mayor fervor. Los Propios de estas Misas son unos de los más antiguos del Misal Romano, compuestos en tiempos del Papa San Gregorio Magno, tal vez por el mismo gran santo.
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