martes, 11 de febrero de 2025

SAN GREGORIO II, PAPA

   
Los historiadores le llaman el mejor Papa del siglo VIII, y en él se advierte muy bien la paradoja de los pontífices -constructores de puentes, según la etimología- que resume de modo espectacular la de todo cristiano obligando a la dualidad de atender a las cosas de este mundo y de no vivir más que para Dios.
   
Hijo de Marcelo y Honesta, Gregorio era romano de nacimiento y ya prestó grandes servicios a la Iglesia bajo los pontificados de Sergio I y Constantino I; a este último le acompañó en un viaje a Oriente como asesor, contribuyendo a resolver de manera pacífica -y desgraciadamente, también provisional- una enconada controversia: la canonicidad del Concilio Quinisexto, base del derecho canónico oriental. Al final, el emperador aceptó que el Papado podía rechazar cualquier decisión de un concilio que considerase lesiva para la Iglesia..
   
Desde el 715, cuando fue elegido Papa, se desvive por una parte en la doble labor de defensa y de conquista espiritual: reconstruir monasterios como Montecasino, cuna de la orden benedictina, y consolidar las murallas de Roma, pero pensando también en pueblos paganos a los que había que llevar el Evangelio (él fue quien mandó a san Bonifacio a la Germania).
   
Bifronte tuvo que ser así mismo su actitud política: por el norte los lombardos amenazaban con engullir el papado, por el sur los bizantinos aumentaban sus exigencias, y con el emperador León Isáurico, que favorecía a los iconoclastas, el reto adquiría especial gravedad.
  
San Gregorio tuvo que jugar arriesgadamente a dos tableros, el humano y el divino, el de la fe y el de la diplomacia, conteniendo a la vez a los bárbaros y a los archicivilizados bizantinos. No sólo Roma o Italia, el orbe entero, la plenitud de la fe y toda la política del mundo pesaban sobre sus hombros, como sobre los de cualquier Papa, cruzando el puente del tiempo hacia la orilla de la eternidad. 

Decretó que en Cuaresma, los jueves, la gente debía ayunar, tal como se requería durante los otros días de la semana (en siglos anteriores, los papas no lo aceptaban, ya que los paganos habían ayunado los jueves como parte de su adoración a Júpiter), y prescribió los oficios que se debían decir durante los servicios religiosos los jueves de Cuaresma (antes de esto, la misa del domingo anterior se decía esos jueves).

A San Gregorio II se le atribuye un milagro en la batalla de Tolosa (9 de Junio del 721): el Liber Pontificális, antigua crónica de los Papas, refiere que el año anterior, le envió a Odón el Grande, duque de Aquitania, tres esponjas benditas (o canastas de pan bendito), de las cuales él distribuyó pequeñas porciones a sus soldados en la víspera de la batalla, en la cual derrotó y dio muerte al valí (gobernador) musulmán Al-Samh ibn Málik al-Jawlani. Todos los que las consumieron regresaron ilesos de la batalla.
  
Murió el 11 de Febrero del 731, siendo sepultado en la antigua Basílica de San Pedro.
  
ORACIÓN
Oh Dios, que constituiste a tu bienaventurado Confesor y Pontífice San Gregorio defensor de la Fe y ejemplo en tu Iglesia de sabiduría y firmeza apostólica, concédenos te suplicamos que, afrontando por tu Nombre con humilde corazón toda adversidad, consigamos la gloria eterna. Por J. C. N. S. Amén.

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