Traducción del artículo publicado por Marco Tosatti en STILUM CURIÆ, visto en ACTA APOSTATICÆ SEDIS.
Caros amigos y enemigos de Stilum Curiæ, hoy Super Ex realmente escribe cosas para pensar y meditar, y para debatir. Porque su artículo trata sobre lo que parece, si no un misterio, una rareza: esto es, la obsesión migrantista del Pontífice reinante; y dada la cantidad y la repetitividad de las intervenciones, realmente creo que se puede usar en este punto, por lo menos en un tono lúdico, el término obsesión. Leed a Super Ex con atención.
EL INMIGRACIONISMO DE BERGOGLIO ES UNA HEREJÍA ENSEÑADA POR CARLO MARÍA MARTINI.
Esta es la tesis, veamos el desarrollo.
¿Por qué se trata de una herejía? Porque no se funda, como se podría creer a simple vista, sobre la ignorancia absoluta de los hechos. No es simple ignorancia y crasa superficialidad.
¿Realmente podemos creer que Bergoglio no sepa qué hay bajo la inmigración hodierna? ¡Imposible! Los obispos africanos lo han denunciado a menudo, invitando a los hijos del África a no dejarse engañar, a no dejar su tierra, su familia, sus raíces, para irse a una Europa secularizada, en la cual se encontrarán marginados, explotados, al capricho de una cultura materialista y nihilista que les reducirá a autómatas “celularizados” noche y día.
¿Realmente podemos creer que Bergoglio no sepa qué hay bajo la inmigración hodierna? ¡Imposible! Los obispos africanos lo han denunciado a menudo, invitando a los hijos del África a no dejarse engañar, a no dejar su tierra, su familia, sus raíces, para irse a una Europa secularizada, en la cual se encontrarán marginados, explotados, al capricho de una cultura materialista y nihilista que les reducirá a autómatas “celularizados” noche y día.
Es de veras imposible que Bergoglio no sepa que los menores migrantes acaban, en gran parte, explotados sexualmente, aproximadamente 7 u 8 de cada 10 mujeres. Imposible que no sepa que el tráfico de carne humana genera ganancias astronómicas para los traficantes africanos y para los occidentales, y que es movido por innumerables intereses de las distintas mafias. Las cuales, mucho antes que “Roma Capitale”, habían comprendido, con Raffaele Cutolo (fundador de la Nueva Camorra Organizada), el potencial criminal presente en los fenómenos migratorios incontrolados.
Imposible realmente que Bergoglio no haya entendido que una buena parte de los inmigrantes acaba, después de ser pasada por el mercado de la droga, en las prisiones de Occidente, después de haber dejado solas a sus mujeres y niños en África (¿es claro o no que la gran parte de aquellos que huyen, esto es, hombres jóvenes y fuertes, abandonan en la miseria y la desesperación a mujeres, niños, y ancianos que se quedan?).
No, Bergoglio sabe bien todo, como también sus amigos, George Soros y Emma Bonino, que son de todo menos ingenuos incautos. Por esto no se oyen, ni cuando las denuncias arriban de la Rama Judicial (ver las declaraciones del fiscal de Catania Catania Carmelo Zuccaro).
¿Y entonces? Y entonces la herejía esposada por Bergoglio es una suerte de utopía comunista: él sueña con una fraternidad universal, multicolor, en la cual no existan más fronteras, culturas, raíces, religiones diferentes…
El primer dogma de esta utopía es el ecumenismo absoluto: todos los dioses son iguales, y Cristo no es en absoluto “el Camino, la Verdad y la Vida”; el segundo es el optimismo de Rousseau: no existe ningún pecado original, los hombres todos son naturalmente buenos, y el pecado está en quienes primero ponen un “recinto” en sus propiedades (“recinto” es la palabra usada por el protocomunista Rousseau; Bergoglio diría “muro”).
¿Recordáis a Marx? Quería construir el mundo perfecto, en el cual no existirían más las clases sociales, propiedad privada, policía, prisiones, llaves, puestas… El paraíso en la tierra.
Se llama utopía, y toda utopía es construída precisamente sobre la idea de que el mal no sea salvado por Dios, sino por los hombres. El mundo de Bergoglio no es el de las hadas, como podría parecer, en el cual todo se obtiene, basta la varita mágica (que en este caso es la palabra “acogida”); no, es aquel de la utopía: el mundo multiétnico, multicolor, multirreligioso, sin muros, puertas, llaves, pecado… es el sueño de un hombre que, como es bien evidente por tantos otros aspectos, no tiene una visión trascendente, sí inmanente de la existencia.
Vayamos al segundo punto: el jesuita Martini como maestro de Bergoglio (independientemente del juicio negativo que el ex-arzobispo de Milán tuviera del cardenal argentino, considerado culturalmente demasiado grosero y de un caracter nada confiable).
Martini fue un alfil del diálogo ecuménico llevado hasta el exceso, esto es, al indiferentismo moral y religioso, y en particular del diálogo con el Islam (no obstante en ciertas circunstancias había también comprendido los peligros de éste). Fue él el ideólogo de una sociedad “interracial, intercultural y también interreligiosa”, llegando a alabar la inmigración en sí misma y a auspiciar una “sociedad multi-cultural y multi-integrada” (“Avvenire”, 10 de febrero de 1990).
¿Cómo? A través de gestos de varios tipos (como lavar los pies el Jueves Santo a los extranjeros, cosa que Bergoglio repite de continuo), la afirmación de Cartas de los “derechos del migrante”, el elogio de la apertura de todas las fronteras, y oíd atentos el componente utópico-marxista, ¡la invitación a la supresión de las mismas cárceles, en nombre de un superamiento del mal, de la culpa, del pecado por medio del diálogo! (entrevista otorgada al periodico “Un’ora d’aria” -Una hora de aire-, editado por los brigadistas rojos de la cárcel “San Vittore”, “Avvenire”, 2 de marzo de 1988).
Si fuésemos a releer un poco la prensa católica de los años Noventa, encontraremos los mismos actores de hoy: a modo de ejemplo la Cáritas que coreaba a la ley Martelli [Ley 39 del 28 de febrero de 1990, Disposiciones en materia de asilo, N. del T.] y a la Turco-Napolitano [Ley 40 del 6 de marzo de 1998, Disciplina de la inmigración y Normas sobre la condición del extranjero, N. del T.], y que suscribía llamados junto a los comunistas de la ARCI (Asociación Recreativa y Cultural Italiana) y del diario Il Manifesto, por una “sociedad multicultural y multirreligiosa”.
Era evidente, entonces, que no existía una verdadera urgencia migrante, sino solamente un sueño, una ideología immigrazionista. La misma ideología que, hoy funge como caballo de Troya para la destrucción tanto del Occidente como de la misma África.
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