Traducción del artículo publicado en CONFEDERAZIONE CIVILTÀ CRISTIANA (Italia).
Estamos para vivir los setenta años de la República Italiana. Y, como siempre, desde siempre (exactamente desde 1948), el 2 de Junio es fiesta nacional, la “fiesta de la república”. Junto al 25 de Abril, es la única fiesta de carácter histórico que este Estado ha conservado (adviértase que el 4 de Noviembre, día de la victoria de la Primera Guerra Mundial, fue abolido, mientras que se conserva el 25 de Abril, el de la derrota en la Segunda Guerra Mundial…), con tantas paradas militares incluso hoy, «Frecce Tricolori» [N. del T. «Flechas Tricolores», escuadrón de acrobacias aéreas de la FAI] y desfiles de políticos de todo género y tipo.
Dejemos
por un instante el hecho –que varias veces habíamos ya confrontado– que
ahora el Estado italiano, y por ende la República, está en
liquidación, tanto del punto de vista estrictamente estatal como del
político-democrático y económico, y concentrémonos en los sucesos de
aquel 2 de Junio (y los días subsiguientes) hace setenta años. Siempre
se ha dicho, “corre la voz”, “todos saben”… que el plebiscito fue
trucado con evidente fraude electoral, pero como siempre no se quiere
hablar, no nos quieren creer, se evitan polémicas, no solo
obviamente de parte de todo el gran bloque republicano, sino también de
parte de aquel monárquico saboyano, hoy reducido al mínimo, pero en
aquellos tiempos, aún durante todos los años cincuenta, más que
secundario. El mismo Humberto II, como se sabe, aceptó abandonar la
Italia para evitar la guerra civil, siendo claro que la victoria
republicana era fruto de fraudes, siendo bien sabido que todo el
Meridión era casi completamente monárquico y que también en el norte
habían pesadas minorías antirrepublicanas (para no hablar del
grandísimo riesgo –de parte republicana– que constituían las fuerzas
armadas). Se puede discutir la decisión del “Rey de Mayo”, pero
permanece indudable y evidente el hecho de que él quiere evitar la
guerra civil aceptando el exilio forzado, lo que demuestra
inequívocamente que los
meros “números” eran todo menos que definidos, y que los italianos no
sólo estaban divididos en dos, sino que lo estaban también
geográficamente (lo que
indudablemente favorece una guerra civil), con la diferencia de que el
norte republicano era mucho menos compacto que el sur monárquico.
Pero
no sólo esto. Toda la operación fue ideada por exponentes radical y
fanáticamente republicanos (y esto también por responsabilidad
democristiana, especialmente de Alcide De Gasperi): esto es,
Giuseppe Romita (PSI) como ministro del Interior y Palmiro Togliatti
(PCI) como ministro de Gracia y Justicia.
Romita escribió también un libro sobre aquellos eventos, titulado Dalla monarchia alla repubblica (Pisa,
Nistri & Lischi, 1959), cuya lectura es muy instructiva. No
podemos ahora describir todos los pasajes, las preocupaciones de Romita
cuando es claro que con la llegada –con retardo– de los votos del Sur,
la ligera ventaja de la república hubiera sido superada junto
(preocupación no solo ideológico-personal, sino, como él mismo
admite cándidamente, sobre todo ante Togliatti y Pietro Nenni) con sus
esfuerzos para apurar la historia de Italia,
especialmente entre el 4 y el 5 de Junio. Pero limitémonos al punto
esencial de los
eventos, para entender cómo sucedió el “incidente”.
Como
es de todos sabido, el mismo Romita admite que hubo una noche en la
cual era clara la ventaja monárquica, precisamente a las 2 de la mañana:
del resto, lo escribe en su libro a posterióri, pero habíalo
dicho más veces, casi desde el día siguiente del plebiscito. Ahora,
supuesto que el resultado de la victoria republicana fue divulgado el 5
de Junio, es claro que la única noche posible de la “ventaja
monárquica”
no puede ser la del 3 al 4. Y esto, de hecho, es lo que él escribe
en su libro de 1959.
Es
una lástima que los primeros resultados llegaron al Viminal solo a las 8
de la mañana del 4 de Junio (y, además, esto es lógico: ¿cómo se podía
pensar, en aquellos tiempos, en tener los resultados tan grandes antes
de tan mínimo umbral cronológico?). No solamente: estos resultados
provenían casi completamente del norte, donde la mayoría era
netamente republicana. Se trataba de 3.922 sesiones observadas (de las
cuales solo 427 pertenecían a las regiones de inclinación monárquica,
del
Lacio abajo) sobre 35.206 globales. Y, de hecho, el “parcial” era
favorable a la República, con 1’508.851 votos contra 847.851.
Ahora,
es evidente por tanto que la noche favorable a la monarquía no podía
estar entre el 3 y el 4, sino, por exclusión, sólo la transcurrida entre
el 4 y el 5. Pero es exactamente aquí donde nace el problema. En la
noche del 4 al 5 habían llegado no sólo la totalidad de los votos del
norte, sino también casi todos los del centro-sur. Si a las 2 de la
noche entre el 4 y el 5 el voto era favorable a la monarquía, y faltaba
sólo una parte de los votos del sur –que, como está dicho, era
cohesivamente monárquico–, ¿cómo sucedió
que a la mañana del 5 de Junio venciese la República con una diferencia
de dos millones de votos? ¿De dónde los sacaron?
¡Un verdadero milagro! Un milagro republicano.
Ciertamente,
en su libro de 1959, Romita retrocede en la fecha la noche de la
victoria de la momentánea ventaja monárquica al 3-4 de Junio. Pero
habíamos visto que no es posible tal cosa, porque aquella noche no había
llegado ningún voto, ni del norte ni mucho menos del sur, y por tanto
no podía haber ninguna ventaja momentánea de la monarquía. ¿Por qué
entonces escribió una falsedad evidente? Simple: ahora estamos en el año
1959,
trece años después, sepultado el peligro comunista, la república
estable en manos de la clase dirigente democristiana, y, sobre todo,
conviene considerar
dos factores clave posteriores: 1) estamos en la vigilia de la
centro-izquierda…
2) Hacía poco falleció el Papa Pío XII, y se inició la revolución
roncalliana del nuevo curso de la Iglesia, que culminará en el Concilio
Vaticano II. No era exactamente el momento, mucho menos para los
democristianos más conservadores y quizá todavía monárquicos en su
corazón, ir a “perturbar” el clima general querido sobre todo por el
mismo Vaticano de entonces
(¿analogía con el presente?). Esto explica por qué Romita pudo cínica,
pero tranquilamente modificar la realidad histórica sin arriesgarse a la
crítica, ni del mundo cultural (siempre en poder de la izquierda), ni
la del mundo mediático-político, sea de la Sinistra o
de los democristianos.
Más
allá del incontestable procedimiento cronológico susodicho y de las
voces (siempre existentes pero nunca obvia ni concretamente
demostradas),
del hecho que Romita tuviese en las estancias del Viminal valijas
llenas de papeletas electorales “marcadas” y que se vieron personas
entrar y salir con estas valijas en los días decisivos del
post-referéndum, hay también otras pruebas de la victoria monárquica.
Por ejemplo, una carta de De Gasperi del 4 de Junio donde se habla de la
casi cierta
victoria monárquica. En la edición del Gazzettino di Venezia
del 5 de Junio, Enrico Mattei devela que no solo es cierto que también
las Marcas y Umbría apoyaban la monarquía, sino que también muchos
socialistas del norte votaron por la monarquía, tanto así que
deseaba una futura apertura radical de la Casa de Saboya a una adecuada
política social y luego concluye con la noticia del adelanto de la
monarquía con la llegada de los votos del sur a las dos de la noche
apenas transcurrida (o séase, la del 4-5 de Junio: quod erat demonstrándum).
En
la práctica, el cálculo sobre la progresión en los votos de las dos
formas institucionales se reconstruye así: antes de la medianoche (del
4-5), de los casi 16 millones de votos, la ventaja republicana de cerca
de 800.000 votos (8’400.000 contra 7’600.000); desde la medianoche a las
dos, con
el arribo de la masa de los votos centro-meridionales, por 19 millones,
ventaja monárquica en el orden del millón (10’000.000 contra
9’000.000).
Pero, ¡en la mañana del 5 ha vencido la república con una diferencia de dos millones de votos!
Si
el rey Humberto II hubiese pedido, como habría debido hacer, una
pericia técnica del voto, este hecho objetivo habría podido constituir
el punto de partida. Pero nadie pidió el peritazgo. El “Rey de Mayo” se
fue de la Italia, con el estilo y la
sobriedad que le eran propios y con el aura del rey pacífico que se
sacrifica
a sí mismo y a su dinastía para no precipitar a su pueblo en la guerra
civil, pero, es oportuno decirlo, en el fondo, imitando, al menos en la
sustancia fáctica, a su padre, que en el momento crítico del 8 de
Septiembre
de 1943 deja a Roma sin custodia y a los italianos en manos de los
invasores. Siendo históricamente honestos: el padre se comportó como un
infame cobarde, el hijo como un bien pensante “padre de familia”
burgués. Por tanto, desde el punto de vista tanto humano como político y
moral, hay un abismo cualitativo entre los dos soberanos: pero queda el
hecho de que ninguno de los dos se comportó como un Rey. A menos que,
al hijo no le hicieran saber que si se hubiese quedado sucederían cosas
para las cuales el exilio era absolutamente el mal
menor… Pero, también en tal manera, su decisión quedaría siempre como
una elección no regia. Sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que –y
Humberto no tenía ninguna duda al respecto, habiéndolo dicho claramente–
el
referéndum fue invalidado por los fraudes de Romita y sus socios.
Concluyamos
con una reflexión histórico-política sobre la República
Italiana. La República Italiana nunca fue un Estado realmente
soberano e independiente, teniendo, casi desde el primer día de su
nacimiento, fuerzas militares extranjeras en su territorio y finanzas
controladas por estos extranjeros, pero al menos en la primera parte de
su existencia pudo conseguir pagar este innato déficit garantizando a
sus ciudadanos una
suerte de bienestar generalizado, la libre iniciativa económica y una
cierta libertad personal. Pero luego esta república escogió “mirar a la
izquierda” en los hechos (como dijera De Gasperi) y vino la república de
los servicios secretos “desviados”, de las masacres al pueblo, del
terrorismo ideológico, de la criminalidad organizada, de la corrupción
endémica, del fracaso de toda política burocrática y social, de la
desocupación, del des-funcionamiento en todos los sectores de la vida
pública, además de ser también la república del Sessantotto (Sesenta y ocho), con divorcio, aborto, droga, pornografía, etc., etc. Luego,
desde Tangentópolis [Investigación sobre la corrupción política y empresarial en Italia; «Tangente» en italiano significa «soborno», N. del T.]
en adelante, esta república se ha vendido no sólo a los
estadounidenses, sino también a la Unión Europea, renunciando a la
propia
soberanía monetaria, y posteriormente a la política, y de ahí a la
democracia misma, para acabar hoy invadida y destruida (una destrucción
concreta de la cual apenas estamos en los inicios). Una república así –y
¡cuántas otras se pueden y deben agregar!– podía solo nacer del engaño y
de la mentira, y avanzar con el engaño y la mentira; y, podemos estar
seguros, morirá pronto en el engaño y en la mentira. ¿Qué festejamos el 2
de Junio?
Y
ahora una reflexión metahistórica sobre la Casa de Saboya. Los Saboya
son
una de las dinastías más antiguas de Europa, cuyo fundador Humberto I
“de blanca mano” ¡devino Conde en el año 1032! Desde entonces fue
siempre una dinastía Católica y fiel a la Iglesia. Ha dado a la sociedad
cristiana varios santos y beatos, y grandes condottieros, entre los más
célebres. Pero
en 1834 la línea directa se extinguió con Carlos Félix, y devino al
trono la
rama cadete de los Carignano, precisamente quienes, adhiriendo a la
Revolución Italiana y a las fuerzas subversivas y masónicas, permitiendo
la guerra a la Iglesia y a la sociedad Trono-Altar, ocupando
militarmente los otros Estados italianos y robando literalmente los
tronos ajenos, reprimiendo despiadadamente y a veces en forma bárbara
las revueltas de los italianos fieles a las antiguas dinastías
legítimas, privando al Papado del Estado Pontificio, depredando las
arcas de los Estados pre-unificación,
reduciendo al Meridión a colonia de explotación y provocando así
la emigración de millones de italianos, tienen el “mérito” de la
unificación estatal de la Italia.
Esta
unificación, en el bienio 1859-60 y después en 1866 en el Véneto,
fue siempre formalmente ratificada por ridículos plebiscitos populares,
donde votaba el 2% de la población (y el voto era abierto y no secreto…)
y cuyos resultados eran favorables en un 99% a la Casa de
Saboya… Un verdadero y auténtico hurto organizado.
Esta
misma dinastía, en 1946, ochenta años exactos después de la
farsa del plebiscito del Véneto, fue víctima de un plebiscito trucado.
La historia tiene una justicia propia y los pueblos, los Estados, y las
dinastías, son premiados o castigados sobre esta tierra, no pudiendo
tener
una persistencia en la otra vida. Los griegos la llamaban Némesis
histórica.
Nosotros la llamamos Providencia y Justicia divina.
Quien
escribe ciertamente no es republicano, sino más bien monárquico. Pero,
sobre todo, su corazón y su mente no adhieren a la República
Italiana en la cual, a su pesar, nació y vive hasta ahora. Pero, debe
admitir que, al solo pensamiento de quien habría subido al Trono
italiano
a la muerte de Humberto II y de quien podría subir a la muerte de éste…
agradece con todo corazón a la Providencia divina, que ve
infinitamente más lejos que nosotros y que se sirve también de Giuseppe
Romita
para iniciar a hacer triunfar su Justicia. He dicho iniciar, porque el
triunfo verdadero de la justicia divina en Italia será el día de la
restauración de una dinastía o de más dinastías y gobernantes
verdaderamente católicos. ¿Es un sueño? Bah, por el momento tenemos dos
certezas: 1) cómo está reducida humanamente la dinastía saboyana; 2)
cómo está reducida estatual, política, económica, militar y humanamente
la República Italiana. Si se piensa en esto, nos acordamos que quizá
todo sueño es posible, y en tiempos que podrían resultar inesperadamente
breves. Visto también lo que está sucediendo en el mundo entero. Pero,
mucho depende de los italianos mismos. Y aquí el
discurso, sin embargo, se complica. Nosotros podemos solo buscar ayudar a
hacer luz histórica y política.
Prof. MASSIMO VIGLIONE
Secretario de la Confederación Civiltà Cristiana
1 de Junio de 2016
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