domingo, 15 de julio de 2018

A LOS ALTARES CONCILIARES, “SAN” PEDRO ARRUPE

  
De acuerdo a lo publicado en GLORIA.TV, el cardenal Angelo de Donatis, vicario de la Diócesis de Roma, aprobó un pedido de la Compañía de Jesús para abrir una causa de santificación para el padre Pedro Arrupe y Gronda (1907-1991), quien se desempeñó como prepósito general (“Papa negro”) de los jesuitas desde 1965 a 1983. Así lo confirmó el reverendo Arturo Sosa Abascal, el actual superior general de la Compañía, en un encuentro con 300 jesuitas en Bilbao.
 
Incluso Time magazine, en enero de 2008, tuvo que admitir que el reinado de Arrupe estuvo marcado por “desafíos progresivos al establishment de la Iglesia, incluyendo enfrentamientos con Pablo VI y Juan Pablo II” y por el activismo izquierdista del movimiento contrario a la guerra en Estados Unidos, durante la década del ’60, hacia la teología de la liberación.
  
Bajo el reinado de Arrupe, los jesuitas expresaron su desacuerdo con la doctrina católica, en temas como la naturaleza del sacerdocio, la necesidad de la Iglesia Católica y la aceptación de la homosexualidad.
  
Durante el período en que Arrupe estuvo en su cargo, los jesuitas experimentaron una declinación dramática, tanto en números (de 36.000 jesuitas que había en 1965, a 29.000 diez años después) como en calidad, hasta el punto que se llegó a decir: «Un vasco (San Ignacio de Loyola) fundó los jesuitas, y otro vasco (Pedro Arrupe) los va a destruir».
  
HECHOS QUE RESALTAR DURANTE EL GENERALATO DE ARRUPE
  • La acción política de los jesuitas del Centro San Roberto Belarmino y el Centro para el Desarrollo Econónico y Social de América Latina (fundados por el jesuita belga Roger Vekemans van Cauwelaert) en Chile preparó el camino para que el marxista Salvador Allende se convirtiera en presidente del país (1970-1973);
  • La participación del padre jesuita Ernesto Cardenal Martínez en el Frente Sandinista de Liberación Nacional [FSLN] que tomó el poder en Nicaragua (1979). Cardenal se convirtió en el Ministro de Cultura en el nuevo gobierno comunista.
  • El propio Bergoglio fue protegido de Arrupe, hasta el punto que lo designó provincial de Argentina en 1972 (con solo 36 años de edad), y lo usó como sicario liberal en la XXXII Congregación General (2 de diciembre de 1974 a 7 de marzo de 1975), que marcó el no retorno de la deriva marxista de la Compañía iniciada en San Lorenzo del Escorial en 1972. Allí estaba Bergoglio para silenciar a un grupo de jesuitas (los españoles Luis María Mendizábal Ostolaza, José María Alba Cereceda, José Ramón Bidagor Altuna y Rodrigo Molina Rodríguez; y el venezolano Tomás Morales Pérez) que querían conservar el apostolado ignaciano tradicional pidiendo al Vaticano ser erigidos en provincia independiente (petición denegada a instancias del cardenal Tarancón y el propio Arrupe).
ADENDA (Tomada de RELIGIÓN LA VOZ LIBRE): Para comprender la grave deriva doctrinal que es observable entre los jesuitas desde hace unos 40 años, es necesario encontrar el momento en que la compañía de Jesús inició su camino hacia el abismo. Añadiendo a esto que, los jesuitas del presente no tienen nada que ver con san Ignacio de Loyola.
   
Tampoco debemos ignorar que fueron notoriamente infiltrados por la masonería durante todo el siglo XX y, en especial en fechas previas y posteriores al Concilio Vaticano II.
    
¿En qué momento se inicia este camino de los jesuitas hacia el abismo? Para comprenderlo tenemos que situarnos en el año 1972, y más exactamente en la localidad madrileña de San Lorenzo del Escorial, a unos 60 km de la capital de España. Pues bien, en esa localidad, en 1972, los jesuitas celebraron un simposio “Fe cristiana y cambio social el América Latina”. Se reunieron entonces no pocos de los teólogos de la teología de la liberación. Fue precisamente en ese simposio cuando los jesuitas se inclinaron por la tesis del ideólogo marxista y dominico peruano, padre Gustavo Gutiérrez, fundador de la Teología de la Liberación.
    
Es a partir de ese momento cuando los jesuitas se decidieron por seguir la línea del socialismo marxista. Y desde ese momento, nada ni nadie ha conseguido enderezar la compañía de Jesús, de manera que se implicaron en la rápida expansión del marxismo por toda Sudamérica y por toda la Iglesia. Partiendo de esa reunión en El Escorial en 1972, los jesuitas se entregaron en cuerpo y alma a esa tarea. En un par de décadas, inclinaron la Iglesia, a través de los teólogos, hacia posiciones doctrinales donde la influencia del socialismo marxista era indiscutible.
     
No debe sorprendernos por lo tanto que sean los jesuitas quienes en estos momentos controlan toda la Iglesia y, tampoco debe sorprendernos que el actual Papa Francisco sea precisamente un jesuita.
     
Esta elección de Francisco confirma por sí misma que, la deriva teológica-doctrinal hacia el socialismo popular que se ha infiltrado profundamente dentro de la Iglesia a través de los jesuitas, tuvo sus raíces en ese famoso encuentro en El Escorial, provincia de Madrid en el año 1972.
     
Se inició a partir de ese momento la “deformación teológico-doctrinal” que han recibido durante décadas, quienes, al mismo tiempo, a través de las universidades católicas y centros de enseñanza, consiguieron que el socialismo ideológico se infiltrara en el actual pensamiento de la Iglesia. Esto fue llevado a cabo por parte de los más conocidos teólogos jesuitas, ateos en su mayor parte.
       
Pues bien, Francisco es el resultado de esta deriva doctrinal y teológica y, quien piense que volverá a la ortodoxia doctrinal de la Iglesia Católica, defendida por siglos y siglos de tradición apostólica, está muy equivocado. Francisco es un hombre de ideas muy fijas. Fue formado “teológicamente” en el socialismo popular a través de la influencia marxista marcada por la llamada “teología de la Liberación”. Dicha teología, posteriormente se dividió en cuatro tendencias diferentes, una de las cuales, la llamada teología del “pueblo”, fue en la se formó el actual Papa Francisco, y en esto, tuvo una influencia decisiva el padre Scannone, también jesuita.
      
No son pocos los que quieren ignorar que fue a partir de finales del Concilio Vaticano II cuando la Iglesia fue profundamente infiltrada por la masonería. Fueron precisamente los jesuitas quienes llevaron a cabo esta labor de demolición doctrinal y, que actualmente, continúan en esa demolición de la Iglesia. Todo el desastre teológico, doctrinal y Magisterial que ha llegado sobre la Iglesia católica, tiene sus orígenes en este desgraciado evento del Concilio Vaticano II.
     
Desconocer que también fueron ellos quienes expandieron la “teología de la liberación” por Sudamérica y por la mayor parte de la Iglesia, es ignorar igualmente los hechos que hicieron variar el destino histórico de la Iglesia. Un destino histórico cuyas consecuencias estamos padeciendo todos.

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