En 1954, el Papa Pío XII pidió a los Católicos ofrecer los días entre
el 8 y el 11 de Septiembre para hacer reparación por las muchas
blasfemias que diariamente se cometen alrededor del mundo y que atraen cual imán la cólera de Dios. El último día, el Santo
Padre recitó la siguiente oración en Radio Vaticana, enriqueciéndola con
1000 días de Indulgencia cada vez que se rece:
¡Oh, Augustísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que aun siendo infinitamente feliz en Ti y por Ti por toda la eternidad, te dignas aceptar benignamente el homenaje que de toda la Creación se alza hasta tu trono excelso!
Entorna tus ojos, te rogamos, y
cierra tus oídos divinos ante aquellos desventurados que, o cegados por
la pasión o arrastrados por un impulso diabólico, blasfeman inicuamente
contra tu Nombre y los de la Purísima Virgen María y los Santos.
Detén, ¡oh, Señor!, el brazo de tu justicia, que podría reducir a la nada a quienes se atreven a hacerse reos de tanta impiedad.
Acepta
el himno de gloria que incesantemente se eleva desde toda la
naturaleza: desde al agua de la fuente que corre limpia y silenciosa,
hasta los astros que brillan y recorren una órbita inmensa, en lo alto
de los cielos, movidos por tu Amor.
Acepta en
reparación el coro de alabanzas que, como el incienso ante el Altar,
surge de tantas almas santas que caminan, sin desviarse jamás, por los
senderos de tu Ley, y con asiduas obras de caridad y penitencia intentan
aplacar tu justicia ofendida.
Escucha el canto de
tantos espíritus elegidos que consagran su vida a celebrar tu gloria, y
la alabanza perenne que a todas horas y en todo lugar te ofrece la
Iglesia.
Y haz que un día, convertidos a Ti los
corazones blasfemos, todas las lenguas y todos los labios entonen
concordes en este tierra aquel canto que resuena sin cesar en los coros
de los ángeles: «Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los Ejércitos.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria». Amen.
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