Novena
compuesta por el Padre Dr. Tadeo Galván, Catedrático de Vísperas y
Vicerrector del Seminario de San Antonio Abad del Cuzco, e impreso en
Lima en 1794 con aprobación del Obispado de Cuzco. Las meditaciones
fueron tomadas del Arco Iris de Paz del Padre Fray Pedro de Santa María de Ulloa OP. Puede rezarse nueve días antes del Jueves de la Ascensión, o desde la Vigilia y durante toda la Octava.
NOVENA A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN EL MISTERIO DE SU ADMIRABLE ASCENSIÓN
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, mi Dios, mi Salvador, mi Redentor, y objeto de todo mi
amor. ¡Qué glorioso os contempla el alma, cuando os considera subiendo
por esa región celestial a recibir de mano de vuestro Eterno Padre el
honor, la corona y la dominación correspondiente a vuestros méritos
infinitos! Vuestro amor os hizo bajar de los Cielos y salir del seno de
vuestro Padre, os hizo sufrir tantas tribulaciones, dolores, afrentas y
muerte en una Cruz, para que por este medio se nos franquease la
bienaventuranza, de la que habíamos sido desposeídos por el primer
pecado; pero ya, mi Jesús, ha pasado el tropel de vuestras aflicciones:
el amargo Cáliz de vuestra Pasión, que por nosotros bebisteis amoroso se
os ha convertido ya en eternas dulzuras y glorias, y revestido de
vuestra inmortalidad subís triunfante de la culpa y del Infierno,
después de haber despojado de su imperio al príncipe de las tinieblas;
llevaos también por despojo este mi corazón, que hasta hoy ha sido
siervo del pecado, y pues no suben con Vos nuestros vicios, y ninguna
cosa inmunda ha de entrar en vuestro Reino, limpiarlo de sus manchas con
esa mano poderosa y llena de clemencia, que yo de mi parte quiero desde
luego purificarlo por medio de mi dolor y arrepentimiento, y digo que
me pesa de haberos ofendido, y de haber sido tan ingrato a vuestras
finezas: muera desde ahora mi deslealtad, y reinad en mi alma solo Vos,
para que así consiga subir con Vos a gozaros eternamente. Amén.
ORACIÓN AL PADRE ETERNO
Oh
Padre Eterno, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación:
vuestra infinita bondad, y el amor indecible que nos tenéis os hizo que,
compadecido de nuestras miserias, nos dieseis a vuestro Unigénito Hijo,
a fin de que Él nos libertase del estado lamentable en que nos
hallábamos por la culpa, a costa de tantos dolores y tormentos, porque
fuésemos redimidos al precio infinito de su Sangre, del cautiverio en
que tenía oprimida nuestra naturaleza. ¿Con qué dones y obsequios
satisfaremos, Señor, tan grande amor? ¿Qué lengua, ni entendimiento, podrá acertar a daros las debidas gracias por un beneficio tan inmenso?
No hay, ¡oh gran Dios!, caudal en nosotros para una digna retribución,
aun cuando nos empleásemos eternamente en serviros y alabaros. Y pues no
hay de parte nuestra cosa alguna con qué poder recompensaros
dignamente, os ofrecemos los méritos de vuestro Divino Hijo, que son las
prendas y tesoros que nos dejó para complaceros, os lo ofrecemos a Él
mismo con todos sus dolores y penas, pues Él quiso ofrecerse a Vos en el
ara de la Cruz por víctima para nuestra salud: os lo ofrecemos también
triunfante y lleno de gloria, como lo veis subir a vuestro Divino Solio.
Él va a ejercitar ante Vos el oficio de Abogado y protector nuestro,
como nos lo tiene prometido, y esperamos que esos ruegos que escucháis
con sumo agrado, por ser de vuestro Hijo dilectísimo, nos han de servir
de defensa en las tentaciones, de aliento y vigor para poder levantarnos
de las caídas en la culpa, de viático en nuestra peregrinación, y de
escala para ascender a gozaros en la Gloria en donde vives y reinas con
el mismo Hijo y el Espiritu Santo, Dios, por todos los siglos de los
siglos. Amén.
DÍA PRIMERO
Considera
con San Buenaventura (Meditación de la Vida de Cristo, cap. XCIX) y San
Vicente Ferrer (Sermón único sobre la Ascensión) cómo en aquel último
convite que refiere San Lucas en el capítulo primero de los Hechos
Apostólicos en que se halló el Señor con sus Apóstoles, le declaró era
ya llegado el tiempo en que volviese al que lo había enviado y dejase el
mundo, el cual pasado no lo verían más con la vista corporal: que se
esforzasen y avivasen la fe para verle con los ojos del alma, a cuya
vista no faltaría, porque estaba siempre con ellos, aunque se iba.
Habiendo oído los Apóstoles estas palabras, fue grande la turbación y
susto de sus corazones, y prorrumpieron todos en un llanto muy triste, y
derramando muchas lágrimas le dijeron: «Bien sabéis, Señor, que por
Vos dejamos cuanto teníamos, y dimos de mano a parientes, amigos, y a
cuanto podíamos esperar en esta vida, y todo esto lo hicimos con mucho
gusto, porque teniéndoos a Vos, nos teníamos por dichosos y
bienaventurados, pero ahora que os vais, y nos dejais huérfanos y
destituidos de vuestra presencia, ¿qué ha de ser de nosotros? ¿A dónde
hemos de ir, ni a quién nos hemos de juntar, y más cuando todos nos
aborrecen y desean vernos fuera del mundo? Llevadnos con Vos, y no nos
dejéis en medio de nuestros enemigos». A estas quejas amorosas les
repetiría el Señor aquellas palabras llenas de consuelo, que ya les
había dicho la noche de su sagrada Pasión: «No se turben vuestros
corazones, hijos míos, ni tengáis miedo, que no os dejo huérfanos ni
desamparados, como pensáis. ¿Creéis en Dios? Creed en mí, que soy
verdadero Dios, y si me creéis Dios, también debéis creer que no os
puedo faltar. Voy, y vengo a vosotros, porque como ya os dije, ha de
venir mi Espíritu sobre vosotros, y viniendo él, vengo Yo y viene mi
Padre, y estaremos con vosotros, haremos mansión en vosotros, y en aquel
día conoceréis cómo Yo estoy en mi Padre, y mi Padre en Mí. Si vosotros
me amárais, os habríais de alegrar, porque voy a mi Padre, y así
alegraos por ello, y juntamente por vuestro bien. Os conviene que me
vaya, lo uno, porque voy a disponer y prepararos las sillas y el lugar
donde habéis de descansar eternamente en mi compañía, y lo otro, porque
si no me voy, no vendrá a vosotros el Espíritu Consolador, mas así que Yo
me vaya, os lo enviaré para que os enseñe y dé a entender la verdad, y
entonces se alegrarán vuestros corazones». Estas, y otras palabras
de gran consuelo y ternura les diría a sus discípulos el Señor para
confortarlos, según meditan San Buenaventura y San Vicente. Ve tú ponderando cada palabra de por sí, y conocerás el espíritu de amor, de
ternura y compasión que reina en tu Dios y Señor para con los que le
aman y le sirven, y enamórate de tanta bondad y ternura.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh
Señor! ¡Oh Rey de la Gloria! Ya llegó aquel dichoso día en que vuestro
Eterno Padre os llama para daros el premio infinito que han merecido
vuestras Santísimas obras para exaltar vuestra Humanidad Sacratísima
sobre todos los Justos y sobre todos los Ángeles. Ya llegó el día en que
entréis en vuestro Reino a tomar asiento a la diestra del Padre, que
este solo es el lugar correspondiente a vuestra eterna habitación.
Infinitos plácemes os doy por tanta gloria que gozáis. En esta vuestra
partida tan gloriosa, y de tan grande regocijo para el Cielo y para la
tierra, ¿qué festejos podré haceros, Amado mío? ¿Qué himnos os cantaré?
¿Con qué obsequios podré hacer se aumente la gloria de vuestra admirable
Ascensión? Pero bien sé, dulcísimo Jesús, que la gloria que queréis
recibir de mi mano es el cumplimiento de vuestra Divina voluntad, mas ya
sabéis, pues Vos mismo lo habéis dicho, que nada bueno podemos obrar
sin Vos: dejadnos pues vuestro Espíritu, dejadme ese Espíritu de
caridad, ese Espíritu de Santidad y Celador de vuestro honor, para que
sepa agradaros en esta vida, y después llegue a gozaros eternamente.
Amén.
Tres
Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri, en reverencia de los
treinta y tres años que habitó el Señor entre nosotros.
GOZOS
Como águila generosa
Remontas, mi Dios, el vuelo
Al Empíreo, pues el Cielo
Sólo es tu mansión dichosa;
Puesto que el alma ansiosa
Seguirte quiere, Señor:
Llévanos a donde vas,
Soberano Triunfador.
En alas de Querubines
Subes al Cielo glorioso,
Y ellos llenos de alborozo
Te hacen sagrados festines,
Gózome que así camines;
Y pues vas con tanto honor:
Llévanos a donde vas,
Soberano Triunfador.
¡Qué contentos y qué ufanos
Entre gozos excesivos,
Contigo van los cautivos
Que libertaron tus manos!
Despojos son soberanos
De tan gran Libertador:
Llévanos a donde vas,
Soberano Triunfador.
En coros muy concertados
Los Príncipes de la Gloria
Cantando ellos tu victoria
Descienden regocijados:
«Sean, dicen, alabados
Triunfos de tal vencedor»:
Llévanos a donde vas,
Soberano Triunfador.
Gime Luzbel abatido,
Porque su imperio tirano
Por tu brazo Soberano
Hoy se mira destruído;
Y pues nos has redimido
Del poder de este traidor:
Llévanos a donde vas,
Soberano Triunfador.
Dan voces con grande gozo
Los Ángeles, porque abiertas
Y apartadas sean las puertas
De ese Alcázar prodigioso,
Porque ha de entrar victorioso
Los Ángeles, porque abiertas
Y apartadas sean las puertas
De ese Alcázar prodigioso,
Porque ha de entrar victorioso
Su Monarca y su Señor:
Llévanos a donde vas,
Soberano Triunfador.
ORACIÓN FINAL
¡Oh
Amado Redentor de mi alma! ¡Oh León de Judá! ¡Oh Señor y Rey inmortal,
vencedor de la muerte y del Infierno! Ruégoos, Señor mío, por aquel
glorioso triunfo con que entrásteis victorioso en vuestro Reino, me deis
fortaleza para vencer a los enemigos de mi alma, perdonéis la tibieza
con que celebro este admirable Misterio, atendáis a mis humildes ruegos,
y me deis vuestra Santa gracia, para serviros y agradaros hasta la
muerte. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera,
que como dice San Lucas, acabado el convite que fue en Jerusalén, los
sacó de la ciudad, y los condujo al monte Olivete, y aunque Tomás de Vío
Cayetano dice que el Señor les mandó se fuesen ellos, no obstante uno y
otro se compadece según la contemplación de San Bernardo y San Vicente
Ferrer, y es que el Señor les dijo que se fuesen al monte Olivete porque
allí había de ser la despedida, mas ellos con el sentimiento que
tenían, puedes considerar, le dirían estas palabras: «Señor, ya ves
que es cerca de medio día, y saliendo todos juntos por medio de la
ciudad, nos han de ver nuestros enemigos, y quizás nos estorbarán el
paso, y no os podremos ver, por lo cual os rogamos nos acompañéis,
porque con Vos nada tenemos». Piensa que el Señor les concedió lo
que pedían, y los ordenó su Majestad en forma de procesión, porque eran
los que estaban juntos más de ciento, y así salieron del Cenáculo, yendo
el Señor delante, y ellos en dos coros siguiéndole, y así pasaron por
medio de Jerusalén a vista de todos sus enemigos, que como dice San
Bernardino de Siena (Sermón I, art. I, cap. III), se quedaron pasmados
así que vieron la Santa Compañía que pasaba por delante de ellos tan sin
temor, y comenzaron a bramar de coraje y enojo contra ellos, pero el
Señor les puso tan gran miedo y pavor, que se quedaron como atónitos
mirándolos pasar sin atreverse a decir palabra. Pondera aquí cuán
justamente temían los Apóstoles, y con cuánta razón suplicaron al Señor
los acompañase. Toma tú ejemplo, Cristiano, y mira que andas entre
muchos y más crueles enemigos, que son los demonios, el mundo y la
carne, y teme mucho andar solo. Procura andar en gracia del Señor y
traerle muy presente a cualquier parte donde vayas, que así se
verificará en ti lo que dijo el Espíritu Santo, que «caerán mil a tu
lado, y diez mil a tu diestra, mas ninguno se llegará a ti» (Salmo XC, 7),
porque el Señor, que va contigo, los aterrará, y podrás decir
justamente: El Señor está a mi diestra, para que no me asuste ni me
perturbe: por esto se ensancha mi corazón, y la flaqueza de mi carne
descansa en la esperanza de quien me ha de librar: Mas, ¡ay de ti si
caminas solo!, porque si caes en manos de tus enemigos, ¿quién te
librará? Sacó el Señor a sus discípulos de la ciudad y del peligro, y
como dice San Buenaventura (Meditación de la vida de Cristo, al final),
les dijo que prosiguiesen el camino del monte Olivete y le esperasen
allí, y su Divina Majestad pasó por Betania y apareció a Lázaro y a
otros amigos, y les mandó se fuesen al monte Olivete a juntarse con los
demás. Pondera el amor del Señor, y cómo habiendo sacado del peligro a
sus Apóstoles, mandó que prosiguiesen ellos por sí solos, para que veas
cómo Él siempre está con los suyos en las tribulaciones; por eso solo se
debían amar los trabajos, y abrazar cualquier género de adversidad.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh
mi Jesús! ¡Oh sagrado dueño mío! Disponed ya la dichosa compañía de
vuestros amigos, para que celebren vuestra gloriosa Ascensión:
Preveníos, felicísimos Patriarcas y Profetas del Altísimo, para
acompañar a vuestro libertador, que os ha sacado de la prisión en que
gemíais por espacio de tantos siglos. ¡Oh, qué dicha tan incomparable la
vuestra, pues salís de la cárcel a tomar juntamente con vuestro Señor
la posesión de su Reino lleno de eternas delicias! Preparad los dulces
himnos con que habéis de celebrar sus victorias. Preveníos también
vosotros, discípulos amados, para conducir a vuestro Divino Maestro
hasta el Sagrado Monte, que pues fuisteis testigos de sus tormentos,
ahora quiere lo seáis de sus glorias y de su triunfo. Preveníos vos, ¡oh
María!, para el inmenso gozo que tendréis al ver al Hijo de vuestras
purísimas entrañas volar con grande gloria y majestad al seno de su
Padre. Preveníos para ver toda la celestial comitiva y toda la pompa con
que se ha de elevar a esa región sagrada del Empíreo, que a Vos como a
Madre suya nada podrá ocultarse. ¿Y yo, Señor, no os acompañaré con
vuestros Apóstoles? ¿No iré con Vos, Señor, a veros subir, y
encomendaros mi espíritu? ¿Me quedaré con Judas, excluido de tan santa
compañía? ¡Ay de mí, que así me lo asegura mi vida desordenada y
perversa! ¿Qué cadenas, qué prisiones son esas, mi Dios, que me estorban
el caminar con Vos? ¿Pero cuáles han de ser éstas, sino mis culpas?
Vos, Señor, que tenéis tanto poder, que quebrantasteis las puertas del
Infierno a pesar de satanás, ¿no habíais de romper las duras prisiones
de mis delitos? Ea, amor mío: rompedlas, para que pueda seguiros con
libertad; rompedlas conmigo, rompámoslas los dos, Vos con vuestro fuerte
brazo, y yo con mi dolor: vamos todos a ese monte sagrado, y veréis qué
himnos os he de cantar, para que algún día logre yo también la felicidad
de subir a gozaros en vuestro Reino. Amén.
Tres
Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA TERCERO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera
el cuidado que tiene de los amigos, que si no hubiera pasado por
Betania, se hubieran quedado Lázaro y los demás que estaban allí, y no
le vieran en su triunfo: habíanle servido en sus trabajos, y así va el
mismo Señor en persona a convidarlos para que le vean glorioso. Sírvele
con la fidelidad que aquellos, que el Señor no te desamparará. Pondera
el gozo que sintieron los Santos Padres al contemplar que ya era llegado
el día en que habían de subir a la Gloria y tomar posesión de aquel
bendito Reino eternamente. Aliéntate por esto al desprecio del mundo, y
al amor de las cosas del Cielo, a las cuales te convida el Señor, si le
sirves con fidelidad.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh
Divino Redentor! ¡Oh Señor, todo caridad y clemencia! ¡Qué liberal os
mostráis en convidar vuestro Reino a los hijos de los hombres, para
quienes vais a preparar las sillas y las eternas mansiones! Vuestra
partida a los Cielos no sólo es para gloria vuestra, es también para que
nosotros la gocemos. Esa vuestra Corte Celestial no sólo la conoceremos
adelante como patria, sino también como herencia nuestra, porque Vos a
costa de vuestra Pasión y Muerte habéis adquirido para nosotros el
derecho que no teníamos a ella, y habéis abierto sus puertas con esas
manos divinas, que fueron enclavadas en la Cruz por nuestro rescate. ¡Oh
caridad incomprensible! Vos habéis puesto los méritos para que sea
nuestro el premio; habéis trabajado para que percibamos el fruto; habéis
peleado para que recibamos la corona. ¿Qué os obligó, mi bien, a tanto
amor? De parte nuestra no hay merecimiento, porque en nosotros solo se
hallan ofensas e ingratitudes. Pero bien se conoce que Vos obráis como
quien sois, movido solo de vuestra bondad y misericordia. Ea, alma mía,
aliéntate a corresponder esas finezas, amando a un benefactor tan
grande. Seamos, Señor, amigos desde hoy, dadme esa mano soberana, y
jamás me desamparéis, para que jamás os deje yo hasta aquel día dichoso,
en que me llegue a habitar con Vos en vuestra Gloria eternamente. Amén.
Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA CUARTO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera
cómo habiéndose congregado los Apóstoles, Discípulos y amigos del
Señor, todos como ciento y veinte con Nuestra Señora en el Monte
Olivete, postrados en tierra adoraron al Señor, y aunque la alegría de
verle era grande, con todo eso la pena de ver que se les iba y los
dejaba les hacía derramar muchas lágrimas. En donde puedes considerar
que el Señor nuevamente les consoló con tiernísimas palabras y
dulcísimas razones, asegurándoles el amor que su Padre les tenía, que le
pidiesen en su Nombre lo que quisiesen y se les concedería, y que les
dejaba a su Santísima Madre por su Protectora, en quien hallarían ellos
todo consuelo y alivio. Y en esto puedes considerar que los llamó para
sí, y con grande cariño y amor los fue abrazando, dándoles a besar sus
sacratísimas manos y llagas, de las cuales era tanta la suavidad, olor y
fragancia que salía, que les recreó inefablemente los corazones, y
confortó las almas con incomparable deleite, con lo cual se templó la
pena de los Discípulos, y ellos se confirmaron más en la fe, esperanza y
amor de su Divina Majestad (Venerable Padre Luis de la Puente,
Meditación de la Ascensión).
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh
amorosísimo Jesús! ¡Oh Salvador amabilísimo! Caminad ya al seno de
vuestro Eterno Padre, ofrecéos a Él por nosotros miserables, mostradle
esas sacrosantas Llagas, cuyas señales lleváis más hermosas y
resplandecientes que que el Sol, en vuestras manos, pies y costado: a
presencia de ellas se aplacará toda la ira del Señor, y no vendrán sobre
nosotros los rayos de su Justicia; mas no sólo esperamos alcanzar
auxilios eficaces para salir del pecado, y que nos lloverá por vuestra
protección un abundante rocío celestial de gracias, porque ¿qué cosa
podéis pedir compasivo de nuestra miseria a vuestro amoroso Padre, que
Él os la niegue, en especial cuando le representéis que fuiste enviado
por Él para remediar nuestros males? ¿Ni qué podremos pedirle por Vos,
que no nos lo conceda? Así nos lo prometisteis, Señor, cuando
asegurásteis que no no negará cosa alguna de las que le pidamos en
vuestro Nombre. Vos os presentaréis en su solio como Sumo Sacerdote, ya
no ofreciéndole la sangre de los animales, sino la vuestra misma. Cuando
nos opriman las tentaciones, nos acercaremos llenos de confianza al
trono de vuestra misericordia con el conocimiento de que Vos tolerasteis
mayores angustias y congojas que nosotros. Estas consideraciones, mi
Dios, nos sirven de consuelo y nos confortan en nuestro penoso
destierro. Rogad a vuestro Padre especialmente por todos los que nos
hemos congregado a celebrar el Misterio grande de vuestra admirable
Ascensión, para que así logremos ser participantes de vuestra gloria.
Amén.
Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA QUINTO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera
que después de todo lo referido, elevó nuestro Señor sus manos
Santísimas, como dice el sagrado texto, y dio su bendición a los
Apóstoles y demás Discípulos, se elevó de la tierra, y subió a los
Cielos mirándolo todos, hasta que una nube lo ocultó (Lucas XXIV; Actos
I, 9). Atiende lo primero a estas palabras, «que elevó las manos y les
dio su bendición». Elevó ambas manos, porque como dice San Basilio, hizo
primero oración por ellos (Libro del Espíritu Santo, cap. XXXVII). Ya
puedes entender que repetiría el Señor aquella que hizo antes de la
Cena: «Padre Santo, guarda estos Discípulos que me diste. Cuando Yo
estaba con ellos Yo los guardaba, mas ahora los dejo y vuelvo a Ti, y
así te ruego por ellos: Yo vengo a Ti, y ellos quedan en el mundo,
ruégote, Padre piadoso, que me los libres del mal, y me los santifiques
en la verdad; y no solo te ruego por ellos, sino también por aquellos
que por su predicación creyeren en Mí». Hecha la oración les dio su
santísima bendición, formando sobre todos una Cruz con la mano derecha,
como dicen muchos Doctores (San Gregorio Niseno, Oración sobre los
Inocentes; San Jerónimo, De la vida de Moisés, etc.), o poniendo los
brazos en cruz en el aire sobre todos ellos, como quieren otros, y fue
para darles a entender, lo primero, que habían de cargar la Cruz, a la
cual vinculaba su bendición; lo segundo, para que pusieren los ojos en
sus Llagas, y con eso se les quedasen estampadas en los corazones y
memorias, que es la ayuda para llevar la Cruz; y lo tercero, que
poniendo sus brazos en Cruz sobre ellos, los abrigaba con las alas, como
el ave a sus polluelos, para que a su sombra esperasen y confiasen en
su Providencia, que no les había de desamparar ni faltar.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh
Monarca soberano de la Gloria! Subid victorioso a ese trono de luz
inmarcesible que os tiene preparado vuestro Padre, y pues os vais de
nuestra presencia y os apartáis corporalmente de la tierra, ruégoos que
lleveis con Vos nuestros gemidos y lamentos, nuestras súplicas y
oracones, para que las presentéis ante Él, juntamente con vuestros
merecimientos infinitos. Esos brazos Divinos, que mis culpas extendieron
sobre el madero de la Cruz, los extiende ahora vuestro amor
incomparable, olvidando mi ingratitud, para que yo conozca que jamás me
ha de faltar vuestro paternal amparo, cuantas veces os busque
reconocido. Gózome, amor mío, al veros el alma con tanto honor
acompañado de Ángeles y Santos, Patriarcas, Profetas, Reyes, y todos los
demás Justos. ¡Oh, si fuese yo tan dichoso que mereciese también
acompañaros! ¡En sagrada compañía, ejércitos celestiales, contemplad
reverentes a nuestro adorable Redentor, alabadlo, glorificadlo y dadle
todo honor, pues es infinitamente digno de todo obsequio y veneración!
¡Oh Monte Olivete, en que mi Señor puso sus plantas Divinas, cómo
pudiera poner mi corazón bajo de ellas en lugar tuyo, para que como en
ti quedasen impresas para siempre sus sacrosantas huellas, que así no
pudieran borrarlas ni los halagos del mundo, ni las tentaciones, ni la
persecución, ni la prosperidad! ¡Oh monte dichoso! Monte enriquecido con
el precioso licor de la Sangre que sudó mi Jesús en la oración: en otro
tiempo fuiste el teatro de sus penas y agonía, y ahora lo sois de sus
triunfos y glorias, sea mi corazón tu imitador: Imprimid, Señor, en él
la memoria de vuestra Pasión Santísima, para que vean también en él los
triunfos de vuestra gracia, y después merezca los eternos gozos. Amén.
Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA SEXTO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera y atiende a las otras palabras que nos dice el sagrado texto, «que se elevó por el aire, mirándole los Apóstoles»,
e iba subiendo poco a poco, dice San Bernardo (De los grados de
humildad, cap. I), y era porque el amor que tenía a sus Discípulos y
Amigos lo atraía de abajo, dice el Santo, y parece que lo dieron a
entender los Evangelistas, porque siendo de Fe Católica que subió por su
propia virtud, uno de ellos dice que era llevado (Marcos XVI), como si
dijese que era asido por otro (Lucas XXIV), era el amor que tenía a los
suyos vehementísimo, y este amor era como una gruesa cadena que lo
detenía, y así cuando el Espíritu Santo nos da a conocer la venida del
Salvador al Mundo, dice en una parte, que venía saltando de monte en
monte, y de collado en collado (Cánticos II, 8); y en otra dice que
corría con pasos de gigante (Salmo XVIII), esto era cuando venía a vivir
entre los hombres, y ahora, que se va a vivir entre los Ángeles, va tan
despacio, que aparece que lo llevaran como por fuerza (Lucas XXIV, cf.
Apocalipsis XII). ¡Oh amor abrasado y encendido de nuestro Dios! ¡Oh
tibieza y frialdad terrible de nuestros corazones! Cargáronlo de
oprobios, afrentas y azotes, crucificándolo entre dos ladrones, y con
todo no hay quien lo pueda separar de entre los hombres, y si esto pasa
entre aquellos rebeldes y obstinados judíos, ¿qué pasará con las almas
que le aman y le sirven? ¿Quién podrá ponderar el amor con que las
asiste? Por esto dijo que sus deleites eran estar con los hijos de los
hombres (Proverbios VIII). Esto pasa en aquel amoroso pecho, mas en los
pechos humanos sucede muy al contrario: por nada lo dejamos, cualquier
gustom aunque solo tenga la apariencia de gusto, nos aparta de Él.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh
dulcísimo Esposo del alma! ¡Oh Padre amantísimo! ¿Qué es lo que os
detiene para remontaros con rápido vuelo a esa región celestial? Sin
duda que es el peso del amor que nos tenéis. ¿Es posible, Señor, que ni
nuestras ofensas tan repetidas, ni los ultrajes que experimentasteis en
vuestra adorable persona, hayan acelerado vuestro vuelo? ¡Oh amor
infinito! Nosotros a porfía os agraviamos y repetimos las ofensas, ¿y
Vos continuáis en amarnos, y multiplicáis finezas? Nosotros nos
retiramos de esta hermosura, ¿y Vos dificultáis en apartaros de
nosotros? ¡Oh corazón humano!, ¿qué haces que no te abrasas de amor?
¿Tan insensatos somos, Dios mío, que no acertamos a corresponderos?
Extendidos los brazos os vemos subir, como el águila que provoca a sus
polluelos a volar, alumbradnos, Maestro soberano: enseñadnos a tomar el
vuelo en vuestra compañía, y esas demostraciones de vuestro amor no sean
para mayor confusión nuestra en el Día del Juicio, sino para que
sepamos corresponderlas. Avecillas canoras, que pobláis el aire,
congregaos todas conformes a bendecir y alabar a vuestro Criador:
vosotras que saludais al Sol cuando amanece, saludad a coros con dulces
trinos y gorgeos al Sol de Justicia, que pasa por vuestra región. Ea
Señor, llevadnos tras de Vos, correremos al olor de vuestros ungüentos,
para gustar eternamente de vuestras dulzuras. Amén.
Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA SÉPTIMO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera en las otras palabras: «Que una nube lo ocultó a los ojos de los Discípulos», y esta nube, dijo Simón de Casia (Libro XIV, al final), que se puso delante de los Apóstoles, no porque el Señor la necesitase para subir, sin que como el Cielo estuviese con grandísimas ansias de recibir en sí al Señor, envió aquella nube que lo ocultase del mundo que lo atraía, y con eso entrase aprisa, y así dijo Cornelio Alápide que mientras los Apóstoles lo miraban, subía muy poco a poco, mas así que la nube se puso de por medio, subió como en un rayo, usando del dote de la agilidad, y en un instante llegó al Cielo Empíreo (Comentario en el cap. I de los Actos Apostólicos). Saca de aquí una consideración muy útil para tu alma, y es que mientras tuvieres limpios los ojos del alma y mirares a Cristo, no se apartará el Señor de ti y le tendrás, como la piedra imán detiene al acero. Por eso, habiendo el Esposo ponderado la hermosura y pureza del Alma santa, dijo que quien con más fuerza le hacía volar a su corazón era la vista de sus ojos, esta era como un escuadrón armado que lo detenía, cautivaba y no lo dejaba ir (Cánticos VI, 4). Esto acontece en el Alma pura y limpia, pero en atravesándose de por medio la nube de la culpa, entonces vuela, y como rayo se retira. La nube que ocultó al Señor era de gloria, formada de resplandores del mismo Señor, como dice Cayetano, o como otros dicen, una nube milagrosa, pura y transparente, y si esta nube de tan nobles calidades esconde al Señor, y hace que con tanta velocidad se aparte de sus Amigos cuando se pone por medio, ¿qué no hará la nube del pecado y la putrefacción del amor terreno de las creaturas corruptibles? ¿Qué no harán la gloria vana del Mundo, y los lucimientos mundanos? Mira que no te dejen cegar: arroja esas cosas, que te esconderán al Señor, y por más que apliques la vista, no lo verás ni le hallarás, porque se ausentará en no viendo tu alma limpia y pura.
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera en las otras palabras: «Que una nube lo ocultó a los ojos de los Discípulos», y esta nube, dijo Simón de Casia (Libro XIV, al final), que se puso delante de los Apóstoles, no porque el Señor la necesitase para subir, sin que como el Cielo estuviese con grandísimas ansias de recibir en sí al Señor, envió aquella nube que lo ocultase del mundo que lo atraía, y con eso entrase aprisa, y así dijo Cornelio Alápide que mientras los Apóstoles lo miraban, subía muy poco a poco, mas así que la nube se puso de por medio, subió como en un rayo, usando del dote de la agilidad, y en un instante llegó al Cielo Empíreo (Comentario en el cap. I de los Actos Apostólicos). Saca de aquí una consideración muy útil para tu alma, y es que mientras tuvieres limpios los ojos del alma y mirares a Cristo, no se apartará el Señor de ti y le tendrás, como la piedra imán detiene al acero. Por eso, habiendo el Esposo ponderado la hermosura y pureza del Alma santa, dijo que quien con más fuerza le hacía volar a su corazón era la vista de sus ojos, esta era como un escuadrón armado que lo detenía, cautivaba y no lo dejaba ir (Cánticos VI, 4). Esto acontece en el Alma pura y limpia, pero en atravesándose de por medio la nube de la culpa, entonces vuela, y como rayo se retira. La nube que ocultó al Señor era de gloria, formada de resplandores del mismo Señor, como dice Cayetano, o como otros dicen, una nube milagrosa, pura y transparente, y si esta nube de tan nobles calidades esconde al Señor, y hace que con tanta velocidad se aparte de sus Amigos cuando se pone por medio, ¿qué no hará la nube del pecado y la putrefacción del amor terreno de las creaturas corruptibles? ¿Qué no harán la gloria vana del Mundo, y los lucimientos mundanos? Mira que no te dejen cegar: arroja esas cosas, que te esconderán al Señor, y por más que apliques la vista, no lo verás ni le hallarás, porque se ausentará en no viendo tu alma limpia y pura.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh
Soberano Maestro! ¡Oh Caudillo invencible! ¡Qué lágrimas no debíamos
derramar al ocultársenos vuestra hermosura, y vernos privados de vuestra
presencia corporal, pero el amor que nos tenéis no nos permite llorar
vuestra ausencia, cuando por consolarnos compasivo nos aseguráis que no
nos dejáis huérfanos, porque aunque os vais, también venís a nosotros
con frecuencia. Caminad, Señor, a ilustrar esos Cielos: caminad, que os
desean ansiosos los Ángeles para el aumento de su gloria: caminad, que
ya os aguarda vuestro Padre con los brazos abiertos para recibiros, para
colocaros dignamente a su diestra y daros el imperio y la dominación
sobre todo lo creado, y pues nos habéis prometido vuestra asistencia, y
os habéis hecho cargo de ampararnos y de remediar nuestras miserias, no
permitáis que se hallen en nosotros las nubes tenebrosas del pecado que
nos aparten de Vos, y nos impidan el teneros a la vista; enviadnos
vuestras luces, sagrado Sol de Justicia, que así sabremos seguiros, y no
erraremos vuestros caminos. Astros resplandecientes, que sois
habitadores del lugar por donde ha de transitar con sus celestiales
cortesanos el Rey de la Gloria, avivad vuestras luces, y adornaos con
nuevos brillantes resplandores, porque ha de pasar por entre vosotros
aquel Divino artífice que os dio tanta hermosura. Vosotros cuando Él
expiró en el Calvario, os vestisteis de triste luto, escondiendo
vuestras luces: justo es que os vistais de gala cuando se celebran sus
sagradas victorias. Detended vuestro curso, y congregados salid al
camino por donde ha de pasar el Hombre Dios, llevando cautiva la
servidumbre, y adoralo postrados. ¡Oh Señor!, ¿y cómo pudiéramos
nosotros disponer los mayores festejos y aclamaciones para celebrar
dignamente vuestro triunfo? Y pues nos falta el poder para ello, recibid
nuestros deseos, y llevadnos a vuestra Gloria, para que allí os
festejemos eternamente. Amén. Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA OCTAVO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera en aquel triunfal aparato y gloriosa grandeza con que sube el Señor, de que habando en profecía el Salmista, dice que subió en un carro o carroza asistido de millares de millares de Ángeles (Salmo LXVII). Este era el carro triunfal en que subió nuestro Emperador: el acompañamiento era de innumerable multitud de Ángeles, dijo San Jerónimo, y Cayetano dice que eran los despojos de la victoria, y los prisioneros que libertó de la cautividad del mundo, los cuales dispuestos y ordenados a coros, cantaban dulcísimas alabanzas al Señor con grande júbilo y alegría inefable de todos: iba delante de todos estos escuadrones el Señor, como lo dijo por boca del Profeta Miqueas (cap. II, 3), y así que se acercó a los orbes celestiales, y como lo dice San Buenaventura (Meditaciones de la vida de Cristo, cap. C), no quedó espíritu bienaventurado alguno en la Gloria que no bajase a recibirlo. Venían todos por sus órdenes, y postrados ante el Señor con suma reverencia le adoraron, y luego juntos los que iban con los que venían, se ordenaron en dos coros, y empezó la música de voces e instrumentos, y fue prosiguiendo la más solemne, grande y gloriosa procesión que jamás vio la Corte militante ni triunfante. Ponte aquí a pensar, Cristiano, y trae a la memoria las fiestas, alegrías, regocijos, júbilos, danzas, clarines, trompetas, cajas, y cuanto pudieres alcanzar y entender de dulzura, suavidad y deleite, pompa, majestad, grandeza y aparato, tanto imagina en aquel gloriosísimo triunfo. Allí los Serafines y Querubines, los Tronos, Principados y Potestades de Cielo, todos hacen fiesta, todos cantan gloriosas alabanzas al Señor. ¡Oh, qué suavísimos ecos! ¡Oh, qué dulcísimas canciones suenan por todos esos orbes celestiales!
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera en aquel triunfal aparato y gloriosa grandeza con que sube el Señor, de que habando en profecía el Salmista, dice que subió en un carro o carroza asistido de millares de millares de Ángeles (Salmo LXVII). Este era el carro triunfal en que subió nuestro Emperador: el acompañamiento era de innumerable multitud de Ángeles, dijo San Jerónimo, y Cayetano dice que eran los despojos de la victoria, y los prisioneros que libertó de la cautividad del mundo, los cuales dispuestos y ordenados a coros, cantaban dulcísimas alabanzas al Señor con grande júbilo y alegría inefable de todos: iba delante de todos estos escuadrones el Señor, como lo dijo por boca del Profeta Miqueas (cap. II, 3), y así que se acercó a los orbes celestiales, y como lo dice San Buenaventura (Meditaciones de la vida de Cristo, cap. C), no quedó espíritu bienaventurado alguno en la Gloria que no bajase a recibirlo. Venían todos por sus órdenes, y postrados ante el Señor con suma reverencia le adoraron, y luego juntos los que iban con los que venían, se ordenaron en dos coros, y empezó la música de voces e instrumentos, y fue prosiguiendo la más solemne, grande y gloriosa procesión que jamás vio la Corte militante ni triunfante. Ponte aquí a pensar, Cristiano, y trae a la memoria las fiestas, alegrías, regocijos, júbilos, danzas, clarines, trompetas, cajas, y cuanto pudieres alcanzar y entender de dulzura, suavidad y deleite, pompa, majestad, grandeza y aparato, tanto imagina en aquel gloriosísimo triunfo. Allí los Serafines y Querubines, los Tronos, Principados y Potestades de Cielo, todos hacen fiesta, todos cantan gloriosas alabanzas al Señor. ¡Oh, qué suavísimos ecos! ¡Oh, qué dulcísimas canciones suenan por todos esos orbes celestiales!
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh
Gran Señor de los Cielos y de la tierra! ¡Oh Hijo del Altísimo! Con qué
grandeza y majestad entrais en vuestra Corte celestial para reinar en
ella eternamente. El alma queda toda absorta y ocupada de gozo al
contemplaros en tanta gloria. Digno sois, Divino Rey y Señor supremo, de
recibir el honor que se os tributa, y cuando todas las criaturas se
hiciesen lenguas y entonasen vuestras alabanzas, todo sería inferior a
vuestro merecimiento. Ea, celestiales espíritus, pues vuestro Señor os
adornó liberal de tanta Sabiduría, empleadla con especialidad en este
día en admirable composición de sagrados metros, y de la más suave y
armoniosa música: avivad vuestros sonoros instrumentos, que este triunfo
del Salvador debe ser celebrado con la mayor solemnidad y pompa.
Avivemos también nosotros nuestros afectos y entonemos alabanzas, pues
nuestro Libertador entra a tomar posesión de su Reino. ¡Oh, cómo
quisiera, Señor, cada uno de nosotros tener la destreza y sabiduría de
todos los Ángeles, para excederlos en obsequiaros! ¡Oh Príncipes
Angélicos que habitáis felices en la Corte del Altísimo!, abrid esas
puertas resplandecientes de la Gloria, para que entre en ella el Rey de
los Reyes y el Señor de los Señores a dominar, y a reinar sin fin.
Prevenid los arcos triunfales que anuncien en todo su Reino su entrada
victoriosa: adornad las hermosas calles y plazas de esa Celestial
Jerusalén, para su majestuoso y sagrado recibimieto. ¡Oh Caudillo
Triunfante! Hoy que es el día de vuestra coronación, lo es también de
hacer mercedes: no queremos, Señor, perder tan bella vocación:
concedednos la merced de vuestra gracia. Cuando los Reyes se coronan,
hay indulto general para todos los reos: perdonadnos, piadoso Padre,
nuestras iniquidades, para que limpios y purificados os agrademos en
esta vida, y después os alabemos en vuestro Reino eternamente. Amén. Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA NOVENO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera la entrada del Señor en la Corte Celestial, pero ¿qué entendimiento puede comprender, ni qué criatura puede ponderar cuán célebre, cuán gloriosa, cuán magnífica y soberana fuese? Llegó en fin nuestro glorioso Príncipe al trono de su Padre, y reconociéndose en cuanto hombre inferior, postrado a sus plantas adoró su Divinidad con suma reverencia, y puedes considerar que le dijo: «Padre Santísimo, Altísimo y amabilísimo, aquí teneis a vuestro hijo obediente a vuestro precepto. Bajé al mundo, manifesté a los hombres vuestro Santo y Divino Nombre, glorifiqué vuestra grandeza en la tierra, consumé la obra de la humana Redención que me habéis encargado, entré en batalla con el Príncipe del mundo, lo vencí, le quité el reino y lo arrojé fuera, lo dejé desarmado y en prisiones, y le quité el despojo de sus victorias, el cual pongo a vuestras Divinas plantas, a quien se debe toda reverencia, toda honra y alabanza. Vuestro es el Reino, que he conquistado; vuestro el Imperio, que he ganado; vuestra la potestad y el poder, con que yo vencí; vuestra es la gloria, vuestro el triunfo, y vuestra la victoria». Pondera y considera la alegría, el contento y amor con que el Padre recibiría a su Hijo, y cómo le da la mano, y cómo lo abraza, ensalza y engrandece mandando que toda la Corte Celestial celebre las gloriosas victorias de su Hijo: siéntalo a su diestra en su mismo trono sublimado y engrandecido con infinitas ventajas a todas las criaturas, luego le da la corona imperial, el cetro y el gobierno universal sobre todo lo criado: manda que todos los Cortesanos por sus órdenes y jerarquías, postrados a sus plantas le rindan la obediencia. Mira aquí, Cristiano, la humana naturaleza qué honrada es. Mira aquí la tierra sobre todos los Cielos, al hombre sobre todos los Serafines, y tu misma naturaleza sobre todos los Ángeles y soberanas jerarquías. Aprende aquí a despreciar todas estas bajezas, aprecia tu dignidad, reconócete miembro de aquella cabeza, y no quieras, degenerando de lo que eres, sujetarte a las vilezas. Mira, por último, y considera el gloriosísimo cuerpo de tu Redentor, encumbrado en aquel trono: mira aquella hermosura que alegra a todos los Ángeles, los cuales al verla tan resplandeciente y llena de luz, y absortos, y llevados del deleite y admiración, prorrumpieron sin cesar, diciendo: «Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos, lleno está el mundo, llenos el Cielo y la tierra de la Majestad de tu Gloria: viva, viva nuestro Rey en la altura y grandeza inaccesible de su trono», y así sucesivamente le alababan y alabarán eternamente.
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno.
Considera la entrada del Señor en la Corte Celestial, pero ¿qué entendimiento puede comprender, ni qué criatura puede ponderar cuán célebre, cuán gloriosa, cuán magnífica y soberana fuese? Llegó en fin nuestro glorioso Príncipe al trono de su Padre, y reconociéndose en cuanto hombre inferior, postrado a sus plantas adoró su Divinidad con suma reverencia, y puedes considerar que le dijo: «Padre Santísimo, Altísimo y amabilísimo, aquí teneis a vuestro hijo obediente a vuestro precepto. Bajé al mundo, manifesté a los hombres vuestro Santo y Divino Nombre, glorifiqué vuestra grandeza en la tierra, consumé la obra de la humana Redención que me habéis encargado, entré en batalla con el Príncipe del mundo, lo vencí, le quité el reino y lo arrojé fuera, lo dejé desarmado y en prisiones, y le quité el despojo de sus victorias, el cual pongo a vuestras Divinas plantas, a quien se debe toda reverencia, toda honra y alabanza. Vuestro es el Reino, que he conquistado; vuestro el Imperio, que he ganado; vuestra la potestad y el poder, con que yo vencí; vuestra es la gloria, vuestro el triunfo, y vuestra la victoria». Pondera y considera la alegría, el contento y amor con que el Padre recibiría a su Hijo, y cómo le da la mano, y cómo lo abraza, ensalza y engrandece mandando que toda la Corte Celestial celebre las gloriosas victorias de su Hijo: siéntalo a su diestra en su mismo trono sublimado y engrandecido con infinitas ventajas a todas las criaturas, luego le da la corona imperial, el cetro y el gobierno universal sobre todo lo criado: manda que todos los Cortesanos por sus órdenes y jerarquías, postrados a sus plantas le rindan la obediencia. Mira aquí, Cristiano, la humana naturaleza qué honrada es. Mira aquí la tierra sobre todos los Cielos, al hombre sobre todos los Serafines, y tu misma naturaleza sobre todos los Ángeles y soberanas jerarquías. Aprende aquí a despreciar todas estas bajezas, aprecia tu dignidad, reconócete miembro de aquella cabeza, y no quieras, degenerando de lo que eres, sujetarte a las vilezas. Mira, por último, y considera el gloriosísimo cuerpo de tu Redentor, encumbrado en aquel trono: mira aquella hermosura que alegra a todos los Ángeles, los cuales al verla tan resplandeciente y llena de luz, y absortos, y llevados del deleite y admiración, prorrumpieron sin cesar, diciendo: «Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos, lleno está el mundo, llenos el Cielo y la tierra de la Majestad de tu Gloria: viva, viva nuestro Rey en la altura y grandeza inaccesible de su trono», y así sucesivamente le alababan y alabarán eternamente.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh
Rey inmortal de los siglos! ¡Oh Señor de incomprensible Majestad!
Recibid la Corona, el Imperio y la Dominación sobre todas las criaturas
visibles e invisibles, y el mundo todo se goce de tener un Señor justo,
sabio, poderoso y benigno. ¡Qué justamente os ciñe vuestro Padre lleno
de amor la Corona, y pone en vuestra Divina mano el cetro del gobierno
del Cielo y de la tierra! ¡Qué premio tan bien merecido! ¡Qué corona tan
bien ceñida! ¿Con qué razones os daremos el parabién de vuestra
exaltación? ¡Oh dichosos hijos de Adán, alegraos en el Señor!, démonos
todos recíprocamente los plácemes, pues nuestra naturaleza ha subido con
Cristo a colocarse en el mismo Solio de Dios sobre todos los Ángeles.
¡Oh inefable honor del hombre! ¡Oh dicha imponderable! No la ha
concedido el Señor aun a los más elevados Serafines. ¡Oh Eterno Padre,
infinitas gracias os damos por tan excelsa prerrogativa, como es la que
habéis otorgado a nuestro linaje! Vos, piadosísimo Dios, habéis
levantado a tan sublime dignidad a nuestra naturaleza, y ya no nos queda
otra cosa que emplearnos eternamente en alabaros y bendeciros por tan
inmenso beneficio. Bendito y glorificado seáis, ¡oh gran Dios!, pues ya
por vuestra bondad, es vuestro Hijo Unigénito nuestro hermano según la
carne; y pues nos vemos tan honrados de Vos, ya desde hoy renunciamos
todas nuestras inclinaciones a los bienes de este mundo, y todo nuestro
anhelo lo pondremos solo en Vos, que sois todo nuestro bien y nuestras
riquezas, para que así lleguemos a vivir y reinar con Vos eternamente.
Amén.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA ESTE DÍA
¡Oh
Sacratísima María, Madre dignísima de Jesús! Infinitos parabienes os
damos por el honor inmenso que goza vuestro Divino Hijo. Cuando las
madres ven logrados a sus hijos, es muy crecido el gozo de su corazón,
¿cuánto sería, Señora, vuestro júbilo, al ver con tanta gloria y
majestad al Hijo de vuestras entrañas? Por este gozo os suplicamos,
Madre amorosa, no os olvidéis de nosotros: Haced que se dilate vuestra
alegría, al ver también logrados por vuestro Patrocinio a estos vuestros
hijos menores, que os claman en este valle de tantas miserias,
interceder por nosotros, y encaminadnos a esa Patria celestial, donde
gozáis de vuestro Hijo eternamente. Amén.
Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
Tres Padrenuestros, y tres Avemarías con Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Preferiblemente, los comentarios (y sus respuestas) deben guardar relación al contenido del artículo. De otro modo, su publicación dependerá de la pertinencia del contenido. La blasfemia está estrictamente prohibida. La administración del blog se reserva el derecho de publicación (sin que necesariamente signifique adhesión a su contenido), y renuncia expresa e irrevocablemente a TODA responsabilidad (civil, penal, administrativa, canónica, etc.) por comentarios que no sean de su autoría.