«La
Inmaculada, en Lourdes, en una de sus apariciones, no dijo: “Yo fui
concebida inmaculadamente”, sino: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Con
estas palabras Ella no sólo determina el hecho de la Inmaculada
Concepción, sino también el modo con el cual este privilegio Le
pertenece. Por ende, no es algo accidental, sino que hace parte de Su
misma naturaleza. Ella, pues, es la Concepción Inmaculada... Por
consiguiente, Ella es tal también en nosotros y nos transforma en sí
misma como inmaculados... Ella es Madre de Dios; y también en nosotros
Ella es Madre de Dios... y nos hace dioses y madres de Dios que
engendran a Jesucristo en las almas de los hombres... ¡Qué
dignidad!...».
(BIENAVENTURADO MAXIMILIANO MARÍA KOLBE, Carta a los Franciscanos Conventuales. Nagasaki, 28 de Febrero de 1933. En Scritti di Massimiliano Kolbe, 486. Editora Nazionale della Milítia Immaculátæ, Roma 1997 - Selección y traducción de fray Contardo Miglioranza OFM Conv., Ed. Apostolado Mariano, Sevilla 1991).
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