lunes, 23 de diciembre de 2019

LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS EN CONSTANTINOPLA

Reflexión publicada en PRAVOSLAVIE.RU - Traducción propia.
 
LA “GUERRA DE LOS CIEN AÑOS” CONSTANTINOPOLITANA
La cuestión ucraniana del Fanar no es una banal venganza por la ausencia de la Iglesia ortodoxa rusa en el Concilio de Creta, sino un elemento de una estrategia plurienal dirigida a eliminar cualquier otro centro de influencia en la ortodoxia fuera de la Iglesia de Estambul.

El Patriarca Bartolomé y el Papa Francisco
  
Cuanto más se desarrolla el conflicto entre el Patriarcado de Constantinopla y la Iglesia rusa, más claro resulta que el problema principal del mundo ortodoxo no es tanto la “cuestión ucraniana” en sí, sino, más que todo, la crisis de los mecanismos interactivos entre las modernas Iglesias ortodoxas.
  
Casi desde el inicio de las activas acciones del patriarca Bartolomé en Ucrania, muchos expertos han notado que su objetivo principal no era la ayuda desinteresada a los “cismáticos” fuera de los confines de la Iglesia, sino la afirmación de su autoridad sobre todo el mundo ortodoxo. El tomos ucraniano se ha convertido sólo en la punta de diamante que el patriarca Bartolomé ha lanzado contra sus adversarios, adversos al completo dominio de Constantinopla en la Iglesia ortdoxa.
  
Es necesario afirmar la actual existencia de una lucha entre dos modelos alternativos de estructura eclesial, cada uno de los cuales afirma ser exclusivamente conforme a la tradición ortodoxa y al derecho canónico. El Patriarcado de Constantinopla promueve activamente una de estas alternativas, la segunda es menos activamente propuesta por la Iglesia ortodoxa rusa, también por un cierto número de jerarcas de Iglesias locales.
  
La Ucrania en este contexto es un campo de “batalla general” cuyo resultado, sin exagerar, depende del futuro de la Ortodoxia en su conjunto y de la Iglesia ortodoxa rusa en particular. Este artículo intentará explicar el por qué
  
La Guerra de los cien años
Para los lectores que no conocen a todo la historia de la Iglesia, podría surgir la pregunta: ¿por qué hoy aparece la cricis en las relaciones de las Iglesias ortodoxas? ¿Es una especie de conflicto local limitado que desaparecerá en el tiempo y después todo recuperará su equilibrio?
  
En efecto, se puede decir que la crisis asociada a las ambiciones de Constantinopla, en un modo o en el otro, se ha desarrollado desde… el IV Concilio Ecuménico (451). Y si hablamos de la actual fase de existencia de la Iglesia, el fundamento de la oposición fue puesto a inicio del siglo XX por el Patriarca de Constantinopla Melecio [Meletios Metaxakis].
  
La ruina del Imperio otomano y la revuelta del nacionalismo griego, que Melecio sostiene con entusiasmo, desencadenó otra crisis. Todavía, las ideas utópicas por el renacimiento del Imperio bizantino colapsaron y para “sobrevivir” los fanariotas deberán cambiar su estrategia. En cuanto tal, la internacionalización de las actividades de Constantinopla fue escogida sobre la base de la idea del primado del patriarca ecuménico en la Iglesia ortodoxa. Al mismo tiempo, los fanariotas contaban activamente sobre la ayuda de los países occidentales y obtuvieron de la Turquía un status especial para el Patriarcado griego, si bien con derechos limitados.
  
Por entonces, la lógica de la supervivencia (y de la orientación hacia los países occidentales) se convirtió en uno de los principales motores de la política del Fanar. Si, en el interior del Imperio otomano, su dominación eclesiástica fue lograda por medio de los otomanos (gracias a la cual los griegos de Estambul llegaron a asimilar los viejos patriarcados orientales –Antioquía, Alejandría y Jerusalén– y asumir el control de las iglesias serbias, búlgaras y rumanas), sin el soporte de los emperadores y de los sultanes, fueron constreñidos a seguir un camino de falsificación de sus particulares “privilegios” y primados en el mundo ortodoxo.
  
Fue durante el Patriarcado de Melecio aparecieron las primeras tesis propagandistas de que Constantinopla es el “centro de toda la Ortodoxia”, la voz universal de la Iglesia, “la Iglesia madre y el centro hacia el cual todas las Iglesias ortodoxas locales convergen y se originan” y que el Patriarca de Constantinopla es, ni más ni menos, “el primado de los primados de todas las Iglesias ortodoxas”.
  
Aparte de las reivindicaciones históricas y canónicas del primado, el Fanar inició a difundir agressivamente su influencia administrativa en todo el mundo, abriendo nuevas diócesis y absorbiendo a los no griegos.
    
Como ejemplo más destacado de la agresión fanariota, podemos citar sus acciones contra la Iglesia rusa. Aprovechándose de la persecución contra la Iglesia ortodoxa rusa por parte de los bolcheviques, Constantinopla intentó destruirla casi completamente, quitándole la Iglesia de Finlandia, concediendo ilegalmente la autocefalia a la Iglesia polaca y sosteniendo a los “renovadores” rusos [la denominada ‘Iglesia Viva’ –Живая Церковь, Zhiváya Tsérkov– (sic) de siniestra memoria].
  
Por tanto, la “guerra” de Constantinopla contra la Iglesia ortodoxa rusa no es una venganza ordinaria por no haber participado en el Concilio de Creta. Es una estrategia a largo plazo que quiere eliminar todos los otros centros de influencia en la Ortodoxia, a excepción del Fanar. Este es el motivo por el cual Constantinopla no se detendrá hasta cuando haya completamente destruido la Iglesia multinacional rusa: después de Finlandia, Estonia y Ucrania, probará hacer lo mismo en Bielorusia, Moldavia, en Kazajistán, etc.
   
El Fanar puede producir una destrucción similar ante la Iglesia serbia y, en general, en cualquier Iglesia que se interponga en su camino. Va notado que el Fanar busca someter la autocefalia apenas creada imponiendo un tomos en el cual son prescritos los especiales “privilegios” de Constantinopla. El tomos ucraniano en este contexto es un buen ejemplo. La autocefalia de tales Iglesias adquiere así un carácter relativo y su soberanía se vuelve casual.
  
Afortunadamente, al inicio del siglo pasado, el Fanar no logró realizar plenamente sus planes y la crisis fue de nuevo puesta en segundo plano. Todavía, implícitamente, el asunto Metaxakis ha continuado viviendo y desarrollándose.
   
En 1948, el hermano de armas de Melecio, Atenágoras (Spira) deviene patriarca de Constantinopla con el apoyo de los Estados Unidos. Él ha reasumido todas las actividades de Metaxakis en particular, realizando los preparativos para el Concilio pan-ortodoxo y abriendo las puertas al ecumenismo radical. Sucesivamente, el curso de Constantinopla no ha cambiado.
    
La trampa cretense.
   
Catedral de Creta
  
Después de muchos años de preparación, el Concilio de Creta fue la apoteosis de los planes “papistas” de Constantinopla. No obstante la ausencia de cuatro Iglesias, el patriarca Bartolomé ha conseguido parcialmente resolver su objetivo principal: imponer un nuevo modelo de relaciones interortodoxas.
  
Un atento estudio de las reglas de tal Concilio asegura los límites, considerablemente en el principio de colegialidad, y afirma la dictatura de los patriarcas de Constantinopla.
  
En primer lugar, Constantinopla tiene el derecho exclusivo de convocar concilios pan-ortodoxos, si bien ningún canon de los concilios ecuménicos le confiere tal derecho (históricamente, los emperadores han siempre convocado concilios, también cuando era necesario deponer a los mismos patriarcas).
   
En segundo lugar, el procedimiento para el examen de los documentos presentados al Concilio es sorprendente. A la vista del artículo 11, parágrafo 2, no es tomado en consideración todo el documento en su conjunto, sino solamente las enmiendas que pueden ser adoptadas solo por consenso (luego Constantinopla goza del veto universal sobre cualquier modificación).
  
En tercer lugar, para someter una cuestión en el Concilio para ser examinada o para tener el derecho de hablar, es necesario pasar por medio del “cedazo” de una comisión especial, luego obtener la autorización del presidente del Concilio (al ejemplo, el Patriarca de Constantinopla).
   
Todas estas esfumaduras han provocado el rechazo a participar en el Concilio por parte de la Iglesia búlgara. En junio de 2016, en una entrevista el metropólita Gabriel Lovchansky, ha explicado las acciones de la IBC [Iglesia Ortodoxa Búlgara]:
«Estamos invitados a la catedral, donde todo está previsto. Sí, también, hasta ahora –hasta en el último momento– no había decisión alguna de ir al Concilio. Pero ahora, en todo caso, la verdad es clara».
Según el metropólita Gabriel, los proyectos de los documentos del Concilio de Creta fueron preparados también antes de la adopción de los reglamentos, y los representantes de las Iglesias han pensado poderlos modificar sustancialmente o rechazarlos durante el encuentro, por tanto han cedido a las presiones de los fanariotas. Todavía, después de la adopción del reglamento, esto se ha convertido en algo casi imposible.
«Se esperaba que estas cosas pudiesen ser revisadas en el Concilio. Por consecuencia, la Sinaxis adopta el estatuto que –te lo he dicho– no consiente ninguna modificación en el Concilio».
Se agrega que la comisión para la preparación de los documentos fue controlada –y en el caso su renovación continuará siendo controlada– por los fanariotas. Algunas fuentes sostienen que en la preparación del Concilio, han ignorado abiertamente los comentarios de cierto número de Iglesias locales, insistiendo constantemente sobre su versión de los textos, hasta cuando las firmas de los representantes de la Iglesia sobre los documentos no fueran puestas.
  
Hoy, hay un misterio sobre cómo la mayor parte de las Iglesias locales habían aceptado tales reglamentos dictatoriales y fueron al Concilio. ¿Bajo qué influencia hipnótica han perdido de vista el evidente peligro asociado a la concesión de poderes injustificados a Constantinopla? Parece que para ellos la catástrofe de Creta está comenzando a suceder solo ahora.
   
La publicación griega Oukraniko ha recientemente publicado la transcripción de una conversación con uno de los denominados primados de la iglesia “griega”. Probablemente estamos hablando del Patriarca Teófilo de Jerusalén.
«Toda la responsabilidad espera a nosotros los primados. ¡Debemos inculparnos por haber creído en la institución! [Al Patriarca constantinopolitano] Lo habíamos elevado al tercer cielo, dándole el primado. […] Habíamos cometido un error y fuimos al Concilio de los Príncipes. Cierto, entonces teníamos buenas intenciones, no pensábamos a dónde habrían llevado los eventos… Ahora nos dicen: “Has reconocido el primado del patriarca y no se puede volver atrás”», le explicaron al obispo.
Por tanto, las Iglesias que desean preservar el principio católico de la Ortodoxia y, en el complejo, preservar la Ortodoxia en cuanto tal, son simplemente obligadas a elevar la cuestión de la revisión de las reglas de los Concilios pan-ortodoxos.
  
Para renegar de los reglamentos cretenses, existen todos los motivos.
  
En primer lugar, no fueron firmados por la Iglesia de Antioquía (que se puede también elevar la cuestión de la legitimidad del Concilio mismo, que según las reglas debería ser convocado con el consenso de todas las Iglesias sin excepciones).
  
En segundo lugar, no fueron aprobados por el Concilio mismo, por tanto no pueden y no deben ser vistos como una suerte de “dogma”.
    
Unión en marcha.
  
     
Aparte de la amenaza de destrucción del sistema católico ortodoxo, hay otro peligro que no es siempre visible tras los combates en en torno a los detalles. Esto puede parecer paradójico para algunos, pero la afirmación del Fanar sobre su status de “primero sin iguales” en el mundo ortodoxo está estrechamente ligada a sus planes ecuménicos para una nueva unión con la Iglesia católica.
  
Esto es demostrado por numerosos hechos que no son solamente los recientes y frecuentes encuentros entre los fanariotas y los católicos o las declaraciones sobre la inevitable unificación de las Iglesias. No son siempre visibles, pero estos procesos clave requieren una atención especial.
   
Sobre todo, en el ámbito del mencionado Concilio de Creta, fue adoptado un documento sobre la conducta de la Iglesia ortodoxa ante el resto del mundo cristiano. Muchos expertos han observado que, aparte de hacer valer su derecho de convocar los concilios, la adopción de este documento fue uno de los objetivos principales del patriarca Bartolomé.
  
Sus formulaciones vagas y ambiguas consienten la metamorfosis de la teología ortodoxa y legalizan el ecumenismo radical rechazando usar los conceptos de cisma y herejía en relación a los cristianos heterodoxos.
 
Notemos también algunos puntos (9º y 10º) vinculados al diálogo con los heterodoxos.
  
¡Tal diálogo es presentado como un resultado que puede ser anulado solo por consenso! Vale decir, la misma lógica perversa es aplicada aquí como en el voto sobre la enmienda a los documentos: es casi imposible influenciar la salida del diálogo, porque la última palabra será siempre del Fanar. Incluso si algunas Iglesias abandonaren este proceso, el diálogo continuará.
  
Además, Constantinopla asume el status injustamente elevado de una comisión que conduce el diálogo con los católicos. Desde su punto de vista, los documentos que son el resultado del trabajo de tal comisión son obligatorios para todas las Iglesias locales, incluso si no es claro cuándo la representación en estas comisiones ha iniciado a significar una implicación en algo más que una simple discusión teórica.
  
Controlando esta comisión, el Fanar lleva esencialmente a las Iglesias locales a reconocer el primado del Papa.
  
Desde el 2006, luego de una larga interrupción de los trabajos y después que la comisión fuese presidida por el metropólita Juan de Pérgamo [Zizioulas], el tema de sus encuentros se ha concentrado solo sobre el primado del jefe del Vaticano. En junio de este año, el patriarca Bartolomé en su carta al papa Francisco ha anunciado el completamiento de los trabajos respecto al primado del papa. La decadencia está prevista para noviembre del próximo año.
   
En segundo lugar, en la vigilia del Concilio de Creta, el copresidente de la comisión mixta para el diálogo ortodoxo-católico, el arzobispo Job (Getcha) (sucesor de Zizioulas en el 2016) ha publicado un artículo que puede ser considerado una declaración programática de la iglesia de Constantinopla. En tal documento, ha afirmado que ¡entre la Iglesia ortodoxa y la religón católica romana, no hay cisma, sino solo una interrupción de comunicación!
  
Estos dos hechos indican que el Patriarca Bartolomé está preparando una unión con la Iglesia católica bajo forma de restauración de la comunión eucarística y reconocimiento del primado del Papa sobre la base de una fórmula que será preparada para el próximo año.
  
Parece difícil: ¿cómo combinar las pretensiones de primado y la concesión de este primado a Roma? En realidad, no hay contradicción.
  
En primer lugar, la imposición agresiva de la idea de la existencia obligatoria de un único primado en la Igleisa [ortodoxa] es un paso intermedio hacia la unión con los católicos. Los fanariotas enseñan que tal primado es algo natural para la Iglesia, lo que significa que el primado del papa en caso de restablecimiento de la unidad con los católicos, según su opinión, no debería provocar indignación.
  
En segundo lugar, probablemente entre Roma y Constantinopla, hay algunos acuerdos que dejarán a este último [Bartolomé] como “primero” en el mundo ortodoxo. Los grandes griegos no lo necesitan. Además, en la fase inicial, el primado de Roma será formulado en términos sencillos, a fin de no provocar un rechazo inmediato por las Iglesias locales. Los fanariotas pueden incluso afirmar que Roma ha aceptado la Ortodoxia, no que Constantinopla ha concluido una unión con Roma.
  
En tercer lugar, como habíamos dicho, el Fanar está motivado por la “lógica de la supervivencia”. El hecho es que los griegos son un pueblo relativamente pequeño. Su peso político y económico en la Unión europea deja mucho que desear y la diáspora estadounidense se está disolviendo gradualmente en el ambiente angloparlante. Para no quedar al margen de la historia durante el proceso de globalización, están obligados a buscar un patrocinador frente a los Estados Unidos y al Vaticano, que son capaces de ofrecerles un “puesto en el sol”.
  
Por tanto, la Ortodoxia de los fanariotas es una suerte de “mercancía” exclusiva, con la cual negocian para el “mundo griego” un boleto para el “tren de la historia”, hasta cuando este “tren” no les sea completamente desaparecido.
  
“La última batalla es la más difícil”
A la luz de lo anterior, es necesario traer algunas conclusiones prácticas.
  1. No debemos olvidar que un compromiso no resolverá el problema, y Constantinopla no se detendrá sobre el camino de la destrucción de la Iglesia ortodoxa rusa, así como sobre la afirmación de la plenitud de su poder en el mundo ortodoxo. El único modo para detener la promoción de los fanariotas en sus respectivos campos es condenar sus errores teológicos. El inicio de esto puede ser establecido por el Concilio de los obispos de nuestra Iglesia, durante el cual es necesario presentar la cuestión de la apropiación ilegal, por parte de Constantinopla, del status de “primero sin iguales” y del “privilegio” de recibir apelaciones del clero de otras iglesias locales.
  2. No podemos aceptar tener un Concilio pan-ortodoxo sobre las condiciones del Fanar, porque es una de las partes en conflicto y no puede fungir como organizador de la revisión de sus propias acciones en Ucrania. Volver al “formato cretense” será un error. Tenemos necesidad de nuevos reglamentos y reglas para la interacción de las Iglesias locales. El escenario más ventajoso sería un encuentro pan-ortodoxo presidido por una tercera parte. 
  3. En ningún caso el “problema ucraniano” puede ser reducido a la cuestión de la legalidad de la “jerarquía” de la “Iglesia ortodoxa cismática ucraniana”, omitiendo el hecho de la invasión de Constantinopla en la jurisdicción de la Iglesia ortodoxa rusa. A juzgar por las declaraciones de los albaneses, chipriotas, rumanos y de otras iglesias, se ignora la abrogación de la ley del 1686 y se reconoce indirectamente el derecho de Constantinopla a conceder la autocefalia en Ucrania. Es necesario evitar ignorar este problema y exigir la creación de una comisión pan-ortodoxa para estudiar los documentos históricos ligados a la transferencia de la metrópolis de Kiev al Patriarcado de Moscú.
  4. Deben ser desarrolladas las críticas teológicas a la nueva eclesiología del Fanar. En nuestros tiempos, la teología no debería permanecer confinada, sino que debería tener el valor práctico de proteger la fe ortodoxa. En particular, se deberá prestar atención al análisis de la teología modernista del metropólita Juan (Zizioulas), cuyas debilidades son evidentes y que son un cómodo objetivo de críticas. Es también necesario crear plataformas internacionales para el diálogo teológico, alternativas a aquellas controladas por los fanariotas.
  5. La Iglesia ortodoxa rusa debe formular principios eclesiológicos comprensibles a todas las Iglesias locales y se puede erigir como un estandarte en torno al cual se unirán todos aquellos que se oponen al “papismo” de Estambul. Estos principios deberán ser: la verdadera soberanía de las Iglesias locales, independientemente de los caprichos de Constantinopla; el respeto de los confines canónicos de las Iglesias y –cosa aún más importante– el primado de una colegialidad real y no falsa en la Iglesia. En particular, es necesario garantizar el derecho para cualquier Iglesia local de dirigir la convocación de un Concilio pan-ortodoxo.
  
ALEXÉI SMIRNOV,
Grupo analítico del canal de Telegram ‘Pravblog’, especialmente para “Pravoslavie.ru”
11 de Diciembre de 2019

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