Por la Sangre que Jesucristo derrama, caminan la Virgen Pura y Santa y San Juan en su compañía; es tanto lo que madruga que las campanas de Belén le hacen la señal del alba.
“Señora”, le dijo Santa María a una campesina, “¿ha visto pasar por aquí al Hijo de Mis entrañas?”, y ella le contesta: “Sí, por aquí pasó, Señora, antes que el gallo cantara, con un madero como verde bien pesado, que a cada paso arrodillaba”.
La Virgen, al oír todo esto, cayó al suelo desmayada, y San Juan como un buen Discípulo, corría y la levantaba:
“Levanta, Levanta, María, que esto es para más tardanza. Que en el Calvario Sangriento está el Hijo de Tus entrañas. Ya le pusieron la Corona, ahora le remachan los clavos, y muy pronto le tiran la lanza por su Divino Costado”.
El que este poema dijera todos los viernes del año, sacará un alma en pena y la suya del pecado, el que la sabe y no la dice, el que la oye y no la aprende, el día del Juicio Final sabrá lo que esta oración contiene.
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