«Compara un santo [San Pedro Damiano] a los que se excusan al erizo, que cuando siente que le quieren tomar o tocar, encoge con grandísima velocidad la cabeza y los pies, y queda por todas partes rodeado de espinas, hecho una bola, que no le podréis tomar ni tocar, sin punzaros primero. De esta manera, dice este santo, son los que se excusan, que si los queréis tocar, y les decís la falta que hicieron, luego se defienden como el erizo. Y unas veces os punzarán a vos, dándoos a entender que también vos habéis menester aquello; otras diciéndoos que también hay regla que no reprenda uno a otro; otras diciendo que otros hacen mayores faltas y se disimulan. Llegaos a tocar al erizo y veréis si punza.
Todo esto nace de la mucha soberbia que tenemos, que no querríamos que se supiesen nuestras faltas, ni ser tenidos por defectuosos, y más nos pesa de que se sepan y de la estima que por ello perdemos, que de haberlas hecho, y así las procuramos encubrir y excusar cuanto podemos.
Y hay algunos tan inmortificados en esto, que aun antes que les digan nada, ellos previenen y se excusan, y quieren dar razón de lo que les pueden oponer; “si hice aquello fue por esto, y si hice lo otro, fue por esotro”. ¿Quién os pica ahora que así saltáis? El estímulo y aguijón de la soberbia que tienen allá dentro en las entrañas, eso les pica y les hace saltar con eso, aun antes de tiempo».
SAN ALONSO RODRÍGUEZ SJ, Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, tomo II, tratado III, capítulo XXVIII, página 320.
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