sábado, 2 de noviembre de 2019

DE LA DEVOCIÓN A LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO, POR SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

La devoción hacia las ánimas del purgatorio, rogando a Dios por ellas a fin de que las alivie en las grandes penas que padecen, y las lleve pronto a su gloria, es muy agradable al Señor y a la vez muy útil para nosotros. Porque aquellas benditas ánimas son sus eternas esposas, y además muy agradecidas hacia los que les obtienen su libertad de aquella cárcel, o al menos algún alivio en sus tormentos, por lo que reunidas que se hallen una vez en el cielo, no se olvidarán ciertamente de los que hubieren rogado por ellas. Y se cree piadosamente que Dios les manifiesta nuestras oraciones, a fin de que rueguen por nosotros aun antes de salir del purgatorio.
 
Es verdad que aquellas benditas almas no están en estado de rogar por sí mismas (los ruegos solo son útiles por nosotros mismos en la Iglesia Militante), porque están allí como reas satisfaciendo por sus culpas; con todo siendo como son muy amadas de Dios, pueden muy bien rogar por nosotros y obtenernos gracias. Santa Catalina de Bolonia, cuando deseaba obtener alguna gracia, recurría a las ánimas del purgatorio, y al momento era oída, y afirmaba que había obtenido por medio de las ánimas del purgatorio muchas gracias que no había podido obtener recurriendo a los Santos levantados a los altares por la iglesia. Por lo demás, son innumerables las gracias que los devotos refieren haber recibido por medio de estas santas almas.

Mas si nosotros buscamos y queremos el socorro de sus oraciones, es justo y aún también es un deber que les socorramos con las nuestras. He dicho que es un deber, puesto que la caridad cristiana exige que socorramos a los prójimos necesitados de nuestra ayuda. ¿Y qué prójimos están en tanta necesidad de socorro como aquellas santas almas prisioneras? Ellas están continuamente en aquel fuego que atormenta mucho más que el fuego de esta tierra; además, están privadas de la vista de Dios, pena que les aflige mucho más que las demás. Pensemos que es muy posible que sufran allí todavía las almas de nuestros progenitores, o hermanos, parientes, bienhechores, y amigos que esperan nuestros socorros; pensemos que aquellas santas reinas no pueden ayudarse por sí mismas, puesto que están en el estado de deudoras por sus faltas. Este pensamiento debe inflamarnos en gran manera a aliviarlas cuanto podamos. Y en esto no solo daremos gran gusto a Dios, sino que adquiriremos grandes méritos, y aquellas benditas almas no dejarán de obtenernos muchas gracias de Dios y en especial la salvación eterna. Yo tengo por cierto que una alma liberada del purgatorio por los sufragios recibidos de algún devoto, llegada que sea al cielo, estará siempre diciendo a Dios: «Señor, no permitáis que se pierda aquél que me ha libertado de las prisiones del purgatorio y me ha hecho venir más pronto a gozar de vos».

Esfuércense, pues, todos los fieles en aliviar y librar a aquéllas benditas almas del purgatorio con misas, con limosnas, o al menos con sus oraciones e indulgencias ganadas.
 
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO. Del gran medio de la Oración.

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