lunes, 22 de octubre de 2018

UN GRAN INICIADO: RENÉ GUÉNON

René Jean Marie Joseph Guénon Jolly/Abd al-Wâhid Yahyâ
   
INTRODUCCIÓN
La persona y la obra de René Guénon no pueden ser indiferentes a quienquiera se ocupe de la verdadera y la falsa Tradición.
   
Un viejo adepto de la escuela guénoniana, Jacques Albert Cuttat ha definido la doctrina guénoniana: «Un neotradicionalismo... como si Guénon hubiera retomado y puesto al servicio de un conocimiento más vasto..., del Oriente, las tres tesis fundamentales del tradicionalismo de comienzos del siglo XIX (especialmente de Joseph de Maistre y de Félicité Robert de Lamennais); a saber: el Antirracionalismo, la Unanimidad tradicional como criterio de la verdad y, sobre todo, la Primacía espiritual del Oriente» [1].
  
Es notorio que Guénon relativiza y reduce la Mística cristiana (que por lo demás, no es solamente occidental), al nivel de un sentimentalismo o “devocionismo” (que no tiene nada que ver con la verdadera Mística, pero que sí tiene puntos de contacto con el falso misticismo). Y aquí se evidencia un conocimiento insuficiente de la Teología ascética y mística católicas por parte de Guénon, y su espíritu anticristiano. En efecto, en la obra guénoniana los dogmas principales de la Religión Católica están mal comprendidos y vaciados de su verdadera significación. Guénon, imbuido de esoterismo cabalista y masónico, ha tratado de infiltrar en los medios católicos tradicionales la falsa idea de una Tradición primordial universal fundamental que engloba a todas las distintas religiones, mientras mantiene en secreto su afiliación al sufismo monista y a la masonería escocesa.
  
Con «el Concilio Vaticano II, él observa que la intelligentsia católica... es orientada en el sentido de una perspectiva que tiene en cuenta la intención de unidad de las nuevas generaciones. (...) de privilegiar los puntos de encuentro... con las religiones no-cristianas... El tono ya no está puesto en refutar y excluir, sino más bien en asumir la diversidad del potencial humano y del patrimonio religioso universal» [2]. Fue así que el Tradicionalismo masónico-esotérico abrazó al Modernismo esotérico-masónico [3].

LA PERSONALIDAD DE GUÉNON
La más grande especialista de Guénon, Marie France James, afirma que su temperamento se caracterizaba por el «nerviosismo y la sensibilidad, a lo que se añade la inestabilidad, la impulsividad y la irritabilidad... [nerviosismo] templado por la presencia de lo intelectual (...) predisponiéndolo a los estudios filosóficos y religiosos. A todo esto se agrega una susceptibilidad exacerbada y una fuerte sensualidad» [4].
  
LA INFANCIA
René Guénon nace en Blois, el 15 de noviembre de l886. De salud frágil, hace sus primeros estudios en una escuela católica, donde, a pesar de sus numerosas ausencias, llega a ser pronto un alumno brillante. En el otoño de l901, se produce un incidente banal en sí, pero muy significativo respecto de su personalidad: René es el mejor de la clase, pero el profesor Simon Davancourt lo pone segundo en un trabajo de francés. René hace un drama y cae en cama con una fuerte fiebre; su padre lo saca de la escuela y lo inscribe en el colegio Augustin Thierry [5].
  
M.F. James comenta: «Vimos ya en la secundaria la necesidad, obsesiva en Guénon, de ser el mejor... A la vuelta de las vacaciones largas... nuestro joven perfeccionista es presa de la misma obsesión, debemos decir de la misma culpabilidad, el mismo anonadamiento... de no ser más que el cuarto... Irritado, el joven René reacciona con una gran susceptibilidad... se suceden escenas tras escenas, que conocerán, ante los ojos de algunos, el desenlace definitivo aproximadamente treinta años más tarde, con la partida irreversible de Guénon hacia tierras del Islam» [6].
  
Parece evidente que el deseo, la misma necesidad de llegar al cénit, es una tendencia profunda de la personalidad de Guénon. «Es alguien que no solamente quiere, sino que debe ganar en todos los terrenos...» [7]. Estar en el medio para él significaba fracasar, estar condenado a la imperfección lo deprimía.
   
René Guénon, luego joven bachiller, conoce al canónigo Ferdinand Gombault, doctor en filosofía escolástica. Durante más de treinta años, hasta la partida de Guénon para El Cairo, los dos intelectuales mantienen contactos regulares, a pesar de que se ubican en dos campos distintos, incluso opuestos: el canónigo, estricto tomista, se dedica a la apología del catolicismo; Guénon, influenciado por las corrientes masónico-ocultistas, se vuelve hacia la Gnosis. Según M.F. James, el canónigo, como todos los amigos católicos de Guénon, ignora, al menos hasta finales de los años ‘30, su elección.
  
LOS MAESTROS DE RENÉ GUÉNON
Hacia los veinte años, Guénon es introducido en la Escuela Hermética dirigida por Papus (seudónimo del doctor Gérard Encausse) y sigue los cursos que le son impartidos. Es recibido en la orden Martinista, y en diversas organizaciones masónico-ocultistas anexas. En 1908, colabora en la preparación del Congreso espiritualista masónico; sin embargo, tiende a apartarse de la línea general (calificada por él de materialista), de los medios ocultistas de su tiempo, por entonces toma posición contra ciertas ideas de Papus.
  
La hipótesis más probable, sin pruebas determinantes, es que Guénon, a más tardar en 1909 (época de su elevación al episcopado gnóstico, bajo el nombre de Palingenius), había sido beneficiado por contactos hindúes de la corriente vedantista, decisivos; también durante el mismo año, se afilia a la Logia masónica Thebah (Gran Logia de Francia). En 1912, es iniciado en el Sufismo y se casa... ¡en el rito católico! En el mismo año, confirma su afiliación masónica en la Logia Thebah, filial de la Gran Logia de Francia de Rito escocés antiguo, y es aceptado. De 1913 a 1914, colabora con La Francia cristiana antimasónica, bajo el seudónimo de La Esfinge; precisamente en las páginas de esta revista sostendrá (como una verdadera “esfinge”) una polémica con Charles Nicoullaud y Gustave Bord, colaboradores de la Revista Internacional de las Sociedades Secretas, respecto de la cuestión de los Superiores Desconocidos.
  
En 1915, Guénon conoce a una joven estudiante tomista: Noële Maurice Denis, que en 1916 le presenta a Jacques Maritain. En 1916, suspende la participación activa en los trabajos de su Logia, a los cuales había continuado asistiendo, ¡incluso durante su colaboración en La Francia cristiana antimasónica! Esta suspensión no fue una ruptura, sino solamente un alejamiento táctico, en vistas de «llevar al catolicismo a fomentar una élite llamada a buscar, a partir de una perspectiva... sincrética, la fuente única perdida... el verdadero Conocimiento metafísico, de esencia gnóstico. Es así que, desde comienzos de los años ‘30, Guénon se abstendrá de tratar de manera directa y abierta de la Francmasonería, limitándose a deplorar la “decadencia” y a denunciar las “influencias anti-tradicionales” de las que ella es víctima en su mismo seno» [8]. Para Guénon, el Catolicismo no es nada más que una de las formas parciales y veladas a través de las cuales la tradición primordial fundamental se manifiesta en su plenitud. En efecto, según él, el Cristianismo tuvo en sus orígenes un carácter esotérico-iniciático, del que se conocen pocas cosas, ya que los orígenes del Cristianismo estarían rodeados de una oscuridad casi impenetrable. Oscuridad querida por quienes condujeron la transformación de la Iglesia de una organización oscura y reservada, a una organización abierta a todos, puramente exotérica. Sin embargo, esta transformación del Cristianismo en Religión exotérica ha sido providencial, puesto que el mundo occidental hubiese quedado sin ninguna tradición si no hubiese tenido la Religión cristiana; ya que la tradición greco-romana, entonces predominante, había caído en una gran decadencia. El Cristianismo levanta al mundo occidental, pero a condición de perder su carácter esotérico. Parece notarse en este rechazo de la dimensión pública, la actitud de aristocratismo intelectual típico de las diferentes corrientes gnósticas.
  
En 1921, Guénon firma un artículo en la Revista de Filosofía, de inspiración neo-tomista. En 1922, retoma la enseñanza de la filosofía en un instituto de los Hermanos de las Escuelas cristianas. En 1925, comienza a colaborar con la Revista universal del Sagrado Corazón, Regnabit, pero en 1927 cesa su colaboración, y retoma a su vez la polémica con la R.I.S.S. [9].
  
Los medios católicos, después de una breve vacilación debida al carácter de “quinta columna” de la obra guénoniana de aquellos años, refutan las teorías de Guénon; viendo fracasar su proyecto de infiltración, emigra al Cairo. Pero prosigue su tarea de formar una élite tradicional occidental para intentar unir la metafísica oriental, llamada “universal” (o Gnosis esotérica), y el Catolicismo, según él substancialmente idénticos. Para Guénon, la Gnosis debe apoyarse en la Tradición fundamental, que substancialmente es la misma en todas partes, a pesar de las diferentes formas que ella reviste cuando se rebaja al hacerse religión, para adaptarse a cada raza y a cada época. La finalidad esotérica de Guénon es entonces reinterpretar, rebajar, minimizar y hacer volver al Cristianismo a un fondo común “tradicional”, de inspiración gnóstica. Este tendría en sus orígenes un carácter esencialmente esotérico e iniciático, pero a partir de la época constantiniana y del Concilio de Nicea lo habría perdido, para volverse una religión en el sentido propio del término, con sus dogmas, su moral universal y sus ritos públicos. Guénon niega entonces la divinidad e indefectibilidad de la Iglesia, su trascendencia por sobre las culturas, el valor universal del Evangelio, la comprensión inalterada de la doctrina evangélica tal como ha sido revelada por Cristo. No obstante, como ha escrito N. Maurice Denis: «Ciertamente su ignorancia, su falta de comprensión del Cristianismo han sido totales» [10]. Pero, ¿se trata verdaderamente de ignorancia? Lo veremos más adelante.
  
GUÉNON Y LA «REVISTA INTERNACIONAL DE LAS SOCIEDADES SECRETAS»
  
MONSEÑOR ERNEST JOUIN
   
Mons. Ernest Jouin, protonotario apostólico
  
Monseñor Jouin, el último de cinco hermanos, nació el 21 de diciembre de 1844, en Angers. Huérfano de padre siendo muy joven y con una débil salud, en 1862 se une a su hermano Amadeo en el noviciado de los Dominicos de Saint-Maximin, transferido luego a Flavigny. En agosto de 1866, algunos problemas de salud lo obligan a renunciar a la austeridad de la vida dominica; por esta razón vuelve al seminario de Angers, donde será ordenado sacerdote en febrero de 1868. «Pasa sus primeros años de vida sacerdotal en la tristeza, el desaliento, la duda y los escrúpulos» [11]. En julio de 1882, es nombrado párroco de Joinville-le-Pont (Seine), donde sufre el asalto de los medios anticlericales, y comienza así a conocer las primeras luchas antimasónicas. En 1910, adquiere una importante biblioteca masónico-ocultista de aproximadamente 30.000 volúmenes, y en enero de 1912, funda la Revista Internacional de Sociedades Secretas, compuesta de una parte judeo-masónica (parte gris) y de una parte ocultista (parte rosa).
  
«El Padre Jouin cree en la existencia de una voluntad judía de dominación universal, resumida en estas palabras: “Israel es el rey, el Masón es su sirviente, y el bolchevique su verdugo”. Su tesis era... que la judería y el protestantismo están detrás de la francmasonería; que los tres persiguen un mismo fin: la destrucción de la Iglesia Católica» [12]. Elevado a la prelatura por Benedicto XV, y hecho protonotario apostólico por Pío XI, muere en 1932, con la bendición y la aprobación pontificia de su revista, que continuará apareciendo hasta 1939; su causa de beatificación ha sido introducida en Roma por “los amigos americanos de Monseñor Jouin” [13].
  
Mons. Jouin no es el primero en sostener la tesis de la inspiración judía de la Masonería. Fue precedido en el siglo XIX por el Padre Barruel, Mons. Deschamps, Crétineau-Joly, Gougenot des Mousseaux, Mons. Delassus, Mons. Meurin. Partidario del Catolicismo íntegro, estaba convencido que «los grupos nacionalistas y fascistas son impotentes por sí mismos para curar el mal. La guerra es religiosa. Nuestra conversión es el único remedio» [14]. También escribió: «Cuando los católicos no retrocedan más, cuando demuestren su valor en la práctica de la virtud... cuando retomen el camino del sacrificio para seguir a su Mesías pobre hasta el Gólgota, cuando no mendiguen más su salvación a la derecha o a la izquierda, sino que formen, según el pedido de Su Santidad Pío X, el partido de Dios, el problema judío estará solucionado (...) Pero que los católicos se den cuenta que dándole la mano a los Judíos, viviendo en el fondo como ellos... ¡preparan... el reino despótico del Kahal universal!» [15].
  
LA R.I.S.S. (1912-1939)
La R.I.S.S., en la parte gris (judeo-masónica) trataba sobre aspectos exteriores de la secta infernal; y en la parte rosa (parte ocultista), sobre sus aspectos interiores. Era conocida en el mundo entero, y alimentada por las informaciones de Mons. Umberto Benigni, fundador del Sodalitiun Pianum. Si en orden cronológico Mons. Jouin pone en primer plano la crítica de la obra política y exterior de las sociedades secretas, en orden de importancia prefería estudiar su comportamiento interior, esotérico, secreto. Él estaba convencido, con razón, que solo un motivo religioso, y a menudo preternatural, podía explicar el furor por demoler todo lo bueno, que caracteriza al proceso revolucionario puesto en marcha por las sociedades secretas; y, que en el origen de estas últimas, estaba el Judaísmo postemplario [es decir, después de la destrucción del Templo de Jerusalén], cuyo padre, como Jesús lo ha revelado, es el diablo [16].
  
Fue precisamente contra la R.I.S.S. de Mons. Jouin, que Guénon sostuvo una larga controversia, polemizando en particular sobre el ocultismo, intentando desacreditar a los colaboradores de Jouin y ponerse a sí mismo como la única persona competente en la materia.
   
DIVERGENCIAS EN EL SENO DEL MOVIMIENTO ANTIMASÓNICO
Es necesario recordar que existía la división incluso entre aquellos que se oponían a la Masonería. Por una parte, estaban los antimasones nacionalistas (Copin-Albancelli y Clarin de la Rive), que querían combatir a la secta únicamente por defender los valores nacionales y patrióticos; la lucha antimasónica para ellos debía ser esencialmente política o nacional. Por otra parte, estaban los antimasones religiosos (Nicollaud, Jouin, Benigni), para quienes la Masonería es una “contra-iglesia”, que busca ridiculizar las investigaciones sobre el elemento preternatural en las logias ocultas [ver la maniobra Taxil] [17]. Según Mons. Jouin, para ser antimasón es necesario ser ante todo cristiano; se enfrentará pues con Copin-Albancelli y Clarin de la Rive, que para él no eran verdaderos adversarios del enemigo. La sustancia de la divergencia residía en el hecho de que los antimasones nacionales rehusaban estudiar la influencia satánica en la dirección oculta de la Masonería. Fue así que el proyecto de una federación antimasónica fracasó, y que las polémicas entre antimasones, alimentadas por un recién llegado... el francmasón René Guénon, alias la Esfinge, continuaron, causando un grave daño para la buena causa.
  
LA COLABORACIÓN DEL FRANCMASÓN GUÉNON EN “LA FRANCIA ANTIMASÓNICA”
En 1896, Clarin de la Rive llega a ser director de La Francia cristiana antimasónica, sucediendo a Léo Taxil. A partir de 1913, y hasta 1914, ¡el francmasón Guénon colabora con esta revista! «Es de suponer que Clarin de la Rive no tuvo ocasión de consultar los registros de la Gran Logia de Francia del año 1912, sin embargo no podía ignorar... la conferencia del masón Guénon sobre La Enseñanza iniciática, publicada en El Simbolismo, de enero de 1913. La R.l.S.S. incluso tuvo cuidado de incluir una pertinente crítica en su Índice documental (febrero de 1913, pág. 561)» [18]. Entonces, ¿cómo explicar la colaboración de Guénon con Clarin de la Rive, precisamente en el terreno antimasónico? ¿Como pudo consultar Guénon, con el permiso de Clarin de la Rive, el dossier sobre el caso Taxil (ex-director de La Francia antimasónica), a partir del cual concluirá que sostener la influencia del Satanismo sobre la Masonería es hacer una contra-iniciación? Y que si existen grupos luciferinos y satanistas, están bien lejos de pertenecer a la Masonería, que es una organización tradicional que se quiere denigrar a todo precio. Pareciera que Clarin de la Rive y los amigos católicos de Guénon, hubieran subestimado su iniciación en la secta, como si Guénon hubiera roto completamente con la Masonería.
  
Como muchos otros, Guénon utilizó la campaña anti-taxiliana para presentarse corno el hombre de la Tradición que viene a devolver a la Masonería su verdadero rostro, desfigurado por Taxil. Pretende combatir a los masones contemporáneos por su “modernismo”, como infieles a la verdadera vocación iniciática, para que la Masonería pueda volver a ser aquello que nunca dejó de ser virtualmente. Este trabajo taimado fue emprendido en La Francia antimasónica, con la complicidad (o la estupidez) de sus amigos católicos.
  
Guénon astutamente quería cambiar desde el interior el pensamiento antimasónico, e inspirar una corriente católica favorable a la Masonería tradicional, revisada y corregida a la luz de la metafísica oriental. «Por una parte, afirma, es necesario llevar a los masones a la comprensión de sus principios y a la conciencia de sus funciones; y por otra, hacer admitir a los católicos que están equivocados al combatir a la Masonería en sí misma y que deben, mientras luchan contra los masones desviados, desear la restauración de una Masonería auténtica» [19]. Y, «después de recordar la opinión ya expresada por Joseph de Maistre, afirmaba que: “Todo anuncia que la Masonería vulgar es una rama separada, quizás corrompida, de un viejo y respetable tronco”; y que la Masonería moderna no es más que el producto de una desviación» [20]. El golpe le resulta con Clarin de la Rive, pero Mons. Jouin le cerrará el paso.
  
LOS SUPERIORES DESCONOCIDOS
En 1913, hubo una larga polémica entre Guénon, alias la Esfinge, por La Francia antimasónica, y Charles Nicoullaud con Gustave Bord, por la R.I.S.S., relativa a la cuestión misteriosa de los Superiores Desconocidos, de quienes Bord negaba la existencia como simples hombres de carne y hueso. Los Cuadernos Romanos, órgano de la Agencia internacional Roma, de Mons. Umberto Benigni, respondieron (14 y 28 de septiembre de 1913) que el juicio de Bord era un poco apresurado, y que no había presentado ningún argumento probatorio contra el poder central oculto humano de la secta. Quizás, añadían los Cuadernos Romanos, consistan incluso en una alianza constante entre los jefes para dirigir la masa de las diferentes sectas, de las cuales la más conocida y extendida es la Masonería. Charles Nicollaud respondió en la R.I.S.S. del 20 de octubre de 1913, que si el redactor de los Cuadernos Romanos entendía designar como jefes a hombres ordinarios de carne y hueso, se equivocaba. Los Superiores Desconocidos, para los verdaderos iniciados, existen, pero viven en los astros (son ángeles caídos o satélites de Satán; es decir, hombres que han vendido cuerpo y alma al diablo, y que son por eso su instrumento privilegiado). De allí que, por medio de la magia, ellos dirijan a los jefes de las sectas, constituyendo una especie de alianza continua entre los jefes humanos de las diferentes sectas. En cambio, para Gustave Bord, como existía una rivalidad entre los diversos ritos masónicos, no había ningún poder humano central (lo no excluye una dirección preternatural). En este punto, Guénon, alias la Esfinge, baja a la arena y sostiene que Nicoullaud y Bord eran dos antimasones ignorantes, y ataca la tesis de la “mística” diabólica como raíz de la Masonería. Guénon rehabilita a los Superiores Desconocidos, como los inspiradores y guardianes de la iniciación y de la Tradición esotérica. En 1914, Bord responde desde las páginas de la R.I.S.S. que los antimasones están divididos en dos campos: aquellos que creen en el poder central de la Francmasonería, representado por jefes de carne y hueso llamados Superiores Desconocidos o miembros de las logias ocultas; y aquellos que creen que la Francmasonería es conducida por una idea nefasta, y que los Superiores Desconocidos son el diablo o sus agentes. Él se inclina hacia estos últimos. Bord añade que jamás se ha hallado rastros de directores supremos humanos conocidos de toda la Francmasonería; más aún, pudo constatar la existencia de lo contrario: obediencias masónicas en lucha entre sí, fundadas por personas conocidas. Guénon responde que esta cuestión no ha podido ser resuelta por los historiadores, que pretenden basarse únicamente en hechos positivos, probados con documentos escritos, que los Superiores Desconocidos han dejado rasgos muy precisos de su acción en circunstancias similares. Ellos serían libres de esta vida, exentos de toda limitación exterior, establecidos en un estado fuera de todo condicionamiento y absoluto, en contacto directo con el Principio fundamental del universo. Seres de carne y hueso que habrían alcanzado las más altas cimas de realización espiritual; dotados, según la tradición de extremo oriente, ¡de longevidad, posteridad, un gran saber y una perfecta soledad! Los Superiores Desconocidos son los verdaderos amos del mundo, y no los pobres hombres.
  
En resumen, mientras Nicoullaud ve una influencia preternatural y diabólica en la Masonería; Guénon en cambio ve la acción de un Principio trascendental que concurre a la plena realización espiritual. Para Nicollaud, Satán resume el Poder oculto sectario; mientras que Guénon, mediante la teoría de los “estados múltiples del ser” (una especie de intermediarios astrales, de derivación cabalista) complica todo, relativizando la noción de individuo, y sobre todo las categorías de bien y mal, suministrando una máscara al diablo [21].
  
Frente a esta enorme masa de argumentos, el pobre lector de La Francia antimasónica no sabía más a quien dar crédito... La Esfinge había obtenido su resultado, había embrollado las cosas, sembrado la cizaña entre los antimasones (sirviéndose incluso de los Cuadernos Romanos, tratando de oponerlos a la R.I.S.S.); en resumen había hecho obra de despiste.
  
GUÉNON Y EL INSTITUTO CATÓLICO DE PARÍS
En 1915, Guénon obtiene la licenciatura en letras por La Sorbona, y durante el otoño se inscribe, con su amigo íntimo Pierre Germain (afiliado también a la iglesia gnóstica), en el curso de filosofía de las ciencias del profesor Milhaud. Allí, como ya se dijo, conoce a una joven tomista de diecinueve años, formada por el Padre Sertillanges y por Maritain, Noële Maurice Denis (más tarde, Boulet); quien introdujo a Guénon ante Maritain, en 1916. Durante el verano, su amigo Germain, que había recuperado la Fe en Lourdes, informa a Noële Maurice Denis del pasado de Guénon y le facilita la colección completa de La Gnosis. N. Maurice Denis, si bien no participa de las ideas de Guénon, admira su claridad para exponer y la seriedad de su pensamiento. El hecho que él haya sido consagrado obispo gnóstico a los veintitrés años no la sorprende; ella lo atribuye solamente, ¡a un error de la juventud! La joven tomista ignora, como también Germain, la “confirmación” masónica de Guénon en la Gran Logia de Francia, y su iniciación en el Sufismo en 1912. Ella sabe que Guénon no utiliza más el opio y el hachís como ayuda para la... “contemplación”, ¡y eso le parece suficiente!
  
En diciembre de 1916, Noële Maurice Denis intenta hacer publicar en la Revista de filosofía la tesis de Guénon. El Padre Peillaube, director de la revista, se muestra favorable, pero Maritain se opone; lo conocía hacía seis meses y había comprendido cuál era su orientación filosófica. Nada de esto desalentó en modo alguno a la joven e ingenua Maurice Denis
  
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LAS DOCTRINAS HINDÚES
En junio de 1920, Guénon termina la redacción de la Introducción General al Estudio de las las Doctrinas Hindúes, y se pone en búsqueda de un editor; para este efecto, se pone en contacto con el judío Levy-Brühl, y luego lleva el manuscrito a Marcel Riviére, que acepta publicarlo. En febrero de 1912, Noële Maurice Denis publica un artículo sobre la naturaleza de la Mística; mientras en una carta del 27 de marzo, Guénon reafirma su posición según la cual la “metafísica” es algo más sobrenatural que la mística. N. Maurice Denis atribuye la posición guénoniana a una ignorancia substancial de la doctrina católica, a pesar de la educación religiosa que Guénón había recibido, minimizando una vez más el alcance de su error. Como Henry de Lubac también sostendrá más tarde [22], la posición de Guénon no era atribuible a la simple ignorancia del Cristianismo, sino más bien a una hostilidad hacia el Evangelio y al espíritu cristiano. Noële Maurice Denis responde a la carta del 27 de marzo en dos artículos aparecidos en la Revista universal (el 15 de julio de 1921), bajo el título Las Doctrinas Hindúes; Maritain toma parte, ya que deseaba que la autora sostuviera que la “metafísica” guénoniana es radicalmente inconciliable con la Fe Católica. Él mismo incluso escribió la última frase de la conclusión del primer artículo de N. Denis: «R. Guénon quisiera que el Occidente decadente vaya a pedir al Oriente lecciones de metafísica y de intelectualidad. Es exactamente al revés, es en su propia tradición y en la religión de Cristo, que el Occidente hallará la fuerza para reformarse...» [23]. «Si Guénon, a pesar de todas sus críticas conserva por Grecia una cierta estima, por el contrario, Roma no le inspira sino desprecio» [24]. La reacción de Guénon, en conformidad con su carácter, fue de una gran irritación.
  
Pero tratemos de analizar el contenido del artículo de Guénon. La “metafísica” hindú es para él un Gnosticismo perfecto y absoluto, ya que termina en el Panteísmo (incluso si Guénon no cita jamás la palabra Gnosis, emplea sin embargo el término sánscrito jñāna (ज्ञान), que es el equivalente, y prefiere usar el término “metafísica” que “guénonianamente” significa “conocimiento” o... Gnosis). Para Guénon, la moral está excluida de la filosofía, mientras que para la metafísica aristotélica la moral natural o filosófica existe, y es de ella que deriva la ética. Además, la contemplación se puede lograr con técnicas humanas sin el auxilio de la Gracia (cosa que para un cristiano es inadmisible); en fin, la Religión es una tendencia “sentimental” o “devocionismo” con la cual se relaciona la moral, mientras que para la teología católica la Religión no es una pura emoción de la sensibilidad, sino una disposición de la voluntad y de la inteligencia por la cual el hombre conoce que existe un primer Principio, se inclina a amarlo y a rendirle el culto que le debe por causa de su excelencia. En el otoño de 1922, Guénon había perdido toda esperanza de iniciar a su joven amiga, ya que la juzgaba incapaz de recibir la filosofía eterna fuera de la forma específicamente cristiana.
   
COLABORACIÓN DE GUÉNON EN LA REVISTA REGNABIT
En 1925 (agosto-septiembre), Guénon publica un artículo titulado El Sagrado Corazón y la leyenda del Santo Grial, aparecido en la revista Regnabit, con el fin de mostrar el perfecto acuerdo de la Tradición católica con las otras formas de la Tradición universal; es decir, la unidad trascendente y fundamental de todas las religiones sobre la base homogénea de la Tradición primitiva. En 1925-26, en tres artículos sucesivos, formula la hipótesis de que los documentos masónicos anteriores a 1717 (destruidos por James Anderson y Jean Théophile Désaguliers), contenían la fórmula de fidelidad a Dios, a la Iglesia y al Rey, e invita por esta razón a los lectores de Regnabit a ver el origen católico de la Masonería originaria (!), y a combatir las tendencias de la Masonería actual, religiosa pero filo-protestante en los países anglófonos, y decididamente antirreligiosa en los países latinos. La hostilidad de ciertos medios neo-escolásticos en 1927, impide que Guénon continúe escribiendo en la revista Regnabit.
  
EL REY DEL MUNDO
En el mismo momento en que Regnabit publica su último artículo, Guénon escribe Cristo, sacerdote y rey, en la revista Cristo Rey (mayo-junio de 1927), y El rey del mundo, donde «desarrolla el tema inspirándose en la teoría de los “estados múltiples del ser”, emparentada con la teoría cabalística de los “intermediarios celestes”» [25]. Guénon presenta allí su versión del misterioso centro iniciático “Agartha”, centro del mundo a la vez real y simbólico, subterráneo e invisible, donde domina el “rey del mundo”. La teología católica ve en el “rey del mundo” guénoniano al “príncipe de este mundo”, del cual nos habla el Evangelio, y que no es otro que el diablo.
  
LA CRISIS DEL MUNDO MODERNO
En 1927, Guénon publica La crisis del mundo moderno, en donde retoma el proceso de la civilización occidental y reitera el llamado por la constitución de una “élite tradicional” sensibilizada por la verdadera intelectualidad siempre conservada en Oriente, el único que podrá restituir al Occidente su tradición específica, una especie de “Cristianismo” revisado y corregido. El error y la decadencia han comenzado en Occidente, y precisamente por eso, está obligado a regenerarse en la fuente de las doctrinas “metafísicas” orientales.
  
AUTORIDAD ESPIRITUAL Y PODER TEMPORAL
En este libro Guénon afirma, en parte con razón (el error absoluto no existe), que la Autoridad espiritual (o sacerdotal) es superior a la Autoridad temporal (o real). Pero en toda la Tradición católica se considera a Jesucristo como Señor del Universo, mientras que Guénon «no ha tenido nunca en cuenta la concepción medieval que hace del Papa, Vicario de Cristo, el titular del poder temporal de manera directa o indirecta» [26]. Pío XI, en la Encíclica Quas Primas, afirma que solamente existe esperanza de paz durable, si los individuos y las Naciones reconocen la Realeza social de Jesucristo. Solo Él, en cuanto verdadero Dios y verdadero hombre, es nuestro supremo Rey y Señor, tanto en las cosas espirituales como en las temporales; sin embargo, no quiso ejercer el poder en estas últimas, dejándolo a la autoridad temporal, mientras que sí ejerció el poder espiritual. Después de la Ascensión, dejó en la tierra un Vicario que hiciera sus veces, el Papa, que tiene el poder en las cosas espirituales, y lo ejerce; mientras que en las cosas temporales, como Cristo, no quiere ejercerlo (salvo en ciertos casos y lugares particulares), y lo deja a la Autoridad temporal. Este último derecho debe ejercerlo por el bien común, y de manera subordinada a la obtención del fin último sobrenatural del hombre. En caso de que la Autoridad temporal abuse de su poder, el Papa puede intervenir para llamarla al orden, y si no se corrige, la puede destituir. Pero esta no es en absoluto la concepción de Guénon. «Para la Iglesia Católica, el Rey del mundo es siempre y únicamente Cristo. (...) Así pues, estamos muy lejos de la concepción de Guénon que reconoce en el Rey del mundo a quien encarna al legislador primordial, y es el depositario de la Tradición primordial. Guénon reduce a él, por una filiación simbólica, la ortodoxia tradicional del Catolicismo, y ve más bien en él una tradición legítima, pero siempre una entre los numerosos resultados de la tradición primordial siempre viviente. (...) Las visiones de Guénon y de la Iglesia Católica sobre el rey del mundo son netamente opuestas» [27]. En resumen, para Guénon, la Autoridad espiritual es Satán, superior a los reyes temporales. Para la Iglesia Católica, la autoridad espiritual es Cristo y Su Vicario en la tierra, el Romano Pontífice.
  
El libro de Guénon Autoridad espiritual y poder temporal, debe pues considerarse a la luz de lo que acabamos de decir sobre el rey del mundo y sus Superiores Desconocidos.
  
LA TRIPLE PRUEBA DE 1929, VIAJE PARA EL CAIRO Y MUERTE
  
En enero de 1928, su esposa muere de meningitis, y nueve meses después, su tía, la Señora Duru, que vivía con ellos. Guénon queda solo con su sobrina de catorce años, Françoise Bélile, cuya madre, viuda y con muchos niños a cargo, sin embargo reclama la vuelta a la casa. «El profundo apego a su sobrina, y la imposibilidad en que Guénon se hallaba para asumir solo su vida material, producirán en su casa las más vivas reacciones» [28]. En 1928, atraviesa una serie de pruebas que lo sacuden; hace, por medio de sus amigos, un pedido de matrimonio, el cual no es aceptado, y tras este rechazo, inicia una relación con la Señora Dina, de soltera, María W. Shillito, hija del rey de los ferrocarriles canadienses y viuda del riquísimo Hassan Farid Dina, ingeniero egipcio, que tenía un cierto interés por las cuestiones ocultas. Admiradora entusiasta de Guénon, ella le ofrece poner su fortuna al servicio de la causa del esoterismo “tradicional”.
  
ENTRE LAS PIRÁMIDES Y LA MECA
El 5 de marzo de 1930, Guénon viaja para El Cairo con la Señora Dina, pero solo tres meses después su mecenas vuelve a Francia, y poco después se casa con el ocultista Ernest Britt, miembro de un grupo que le es hostil. En Egipto, Guénon, que ya desde 1912 se hace llamar por los iniciados, Sheik Abd al-Wâhid Yahyâ, lleva una vida modesta y discreta, e incluso se pasa exotéricamente al Islam. Su conversión está relacionada con una intención secreta, de la cual nunca dejó trazo escrito; por otra parte, dando una gran importancia a los ritos de la “tradición” exotérica, respetará siempre escrupulosamente su exoterismo islámico. Su apostasía se explica más bien por una razón de conveniencia espiritual, que como una verdadera conversión; ya que para él todas las formas tradicionales son equivalentes. El Islam le parecía como una bisagra entre Oriente y Occidente; tiene el mérito de parecer (superficialmente) conciliable con el Cristianismo, ya que respeta a Jesucristo como un profeta (pero niega Su Divinidad). Esta es la razón por la cual un guénoniano puede volverse musulmán y pretender permanecer cristiano. Para Guénon, el Islam en el siglo XX habría debido cumplir la función que la Masonería había desempeñado en el siglo XVIII: ser el refugio de los cristianos que se querían sustraer a la disciplina jerárquica de la Iglesia, aunque manteniendo algún lazo con un vago (y falso) misticismo y con una “tradición” impura y “primordial”.
   
Durante este tiempo, Guénon estudia la lengua árabe y, a partir de 1931, publica una serie de artículos en árabe y frecuenta las reuniones del Sheik Salâma Radi. En julio de 1934, se casa con la joven Fatma Hanem Ibrahim, que le dará cuatro hijos; el último nacerá en 1951, después de su muerte. En 1939, «un riquísimo judío inglés, pasado al Islam y admirador suyo, le ofreció una quinta burguesmente amueblada» [29]. El 7 de enero de 1951, a pesar de los cuidados prodigados por su amigo judío, el doctor Katz, muere, pronunciando dos veces el nombre de Alá.
   
¿SE PUEDE SER GUÉNONIANO Y CATÓLICO? [30]
Guénon ejerce una influencia innegable, y desgraciadamente a veces muy profunda, incluso en los medios ligados a la Tradición católica [31]. A lo largo del artículo se ha visto que la cuestión ya se presentaba durante su vida, ya que colaboró en revistas católicas y monárquicas, de tendencia antimasónica y tradicional. Sin embargo, fue muy pronta la reacción de los católicos integristas (la R.I.S.S.), que obligaron a Guénon a batirse en retirada para Egipto (no sin antes haber causado bastante daño). Hoy, muchos guénonianos, como lo admite igualmente la revista Le sel de la terre de los Dominicos de Avrillé, están infiltrados en los medios de la Fraternidad San Pío X de Monseñor Lefebvre [32]; y en un próximo artículo abordaré este tema, que pude comprobar personalmente.
  
Sin embargo, existe una radical inconciliabilidad entre el guénonismo (y toda forma de esoterismo en general), y el Catolicismo; esto se debe a que Guénon se presenta como un autor “espiritual”, portador de una sabiduría oriental superior, ¡incluso a la de la Iglesia católica! Él desprecia la idea de salvación o de condenación eterna, propia del Catolicismo, y se hace el campeón de una Gnosis o “metafísica”, que conduce a la identificación suprema con el Absoluto indefinido (¡observe el lector cómo los iniciados deben esconder con grandes palabras, como detrás de una cortina de humo, la nulidad de su espiritualidad!).
   
LA NATURALEZA DE LA ESPIRITUALIDAD GUÉNONIANA
Para ver más de cerca en qué consiste la espiritualidad guénoniana, me fundo en el interesante artículo de Antoine de Motreff, un ex-guénoniano convertido al Catolicismo [33]; según el cual la vía espiritual propuesta por Guénon, comprende tres condiciones que forman como tres etapas. Para Guénon: «la iniciación implica tres condiciones de modo sucesivo…: 1º) la calificación, constituida por ciertas posibilidades inherentes a la naturaleza propia del individuo, y que son la materia prima sobre la cual deberá efectuarse el trabajo iniciático; 2º) la transmisión, por medio del vínculo con una organización tradicional, de una influencia espiritual que da al ser la “iluminación”, que le permitirá ordenar y desarrollar las posibilidades que hay en él; 3º) el trabajo interior, por el cual, con la ayuda de “colaboradores” o “soportes” exteriores..., el desarrollo será realizado gradualmente, haciendo pasar al ser... para conducirlo al objetivo final de la “Liberación”, o de la “Identidad Suprema”» [34]. En resumen, en la primera etapa hay una diferencia profunda entre la Mística cristiana, que es pasiva, y la Iniciación, que es activa; y en la segunda, que es la más importante, se recibe la influencia espiritual durante la iniciación. Podría suceder que las organizaciones iniciáticas, a causa de una decadencia, no puedan conferir sino una iniciación virtual; no obstante, ellas continuarán siendo el sostén de esta influencia espiritual, y el trabajo iniciático siempre podrá realizarse. Lo importante es que la cadena no se interrumpa. En la Iniciación existe también la transmisión de una enseñanza, pero la transmisión de la influencia espiritual permanece como el elemento principal. En tercer lugar, viene la iniciación efectiva, y para llegar a ella es necesaria la meditación de los símbolos. Otro medio para progresar hacia la iniciación efectiva es el encantamiento, algo bien distinto de la oración; en efecto, ella «no es una petición, e incluso no supone la existencia de ninguna cosa exterior... es una aspiración del ser hacia lo Universal, a fin de obtener... una iluminación interior... La meta final a conseguir es siempre la realización en sí del “Hombre Universal”» [35].
  
«Uno de los fines reconocidos por René Guénon, es permitir a los francmasones (que transmiten todavía la iniciación virtual) llegar a la iniciación efectiva» [36].
  
NECESIDAD DE ESTAR LIGADO A UNA ORGANIZACIÓN INICIÁTICA
«La iniciación propiamente dicha consiste esencialmente en la transmisión de una influencia espiritual, transmisión que no puede efectuarse sino por medio de una organización tradicional regular, de tal manera que no se podría hablar de iniciación fuera del vínculo con una tal organización» [37]. Pero, ¿cuales son las organizaciones iniciáticas todavía válidas hoy en Europa? Según Guénon, quedan dos: la francmasonería y “le compagnonnage” (el compañerazgo): «De todas las organizaciones con pretensiones iniciáticas que están extendidas actualmente por el mundo occidental, no hay más que dos que... pueden reivindicar un origen tradicional auténtico y una transmisión iniciática real; estas dos organizaciones... no fueron primitivamente más que una sola, y son “le Compagnonnage” y la Masonería» [38]. Por medio de la cadena iniciática, el iniciado recibe una influencia espiritual, cuyo origen “no es humano”. «El individuo que confiere la iniciación... es únicamente un eslabón de la “cadena”, cuyo punto de partida está fuera y más allá de la humanidad» [39]. La influencia espiritual no tiene nada de mágico, en la medida en que, para Guénon, la iniciación se realiza en un nivel espiritual superior al de la magia, que por el contrario se realiza al nivel animal o psíquico. Es por eso, que Guénon desprecia a aquellos que buscan poderes mágicos, defecto de los occidentales demasiado apegados a los fenómenos. La magia nos deja en el estado individual, mientras que la iniciación nos hace pasar de la individualidad a lo Universal. Pero el iniciado debe tomar conciencia poco a poco de esta influencia espiritual, y en esto la vía iniciática es diferente de la vía religiosa: «En el dominio exotérico, no hay ningún inconveniente en que esta influencia recibida no sea jamás percibida conscientemente..., puesto que no se trata aquí de obtener un desarrollo espiritual efectivo; en cambio, debería ser completamente de otro modo cuando se trata de la iniciación, y, a causa del trabajo interior realizado por el iniciado, los efectos de esta influencia deberían ser sentidos ulteriormente, lo cual constituye el pasaje a la iniciación efectiva» [40].
  
La Religión, para Guénon, apunta a asegurarnos la Salvación eterna, y entonces nos mantiene en el estado individual humano; mientras que la iniciación es absolutamente superior, ya que tiende a hacernos alcanzar la Identidad Suprema con el Absoluto inconmensurable, o Realización, lo cual supone la superación del estado individual y la toma de posesión de estados superiores al humano. Y no se trata solamente de entrar en comunicación con estos estados superiores, sino directamente de tomar posesión de ellos [41]. Así, incluso la unión transformante de la tercer vía de perfección (la Mística), es inferior a la Liberación, que es la meta de la iniciación [42]. Por eso, la finalidad de la vía esotérica es bien superior a la de la vía religiosa o exotérica, y el Paraíso cristiano aparece, para el iniciado, como demasiado estrecho, casi como una prisión [43].
  
NO ES POSIBLE SEGUIR LA VÍA INICIÁTICA SIN RELACIONARSE CON UN EXOTERISMO
«Este punto es muy importante, y es a menudo poco conocido. Para René Guénon, no es cuestión de mantenerse pura y simplemente en la vía iniciática. Es necesario practicar al mismo tiempo un exoterismo, lo que se traducirá... en una práctica religiosa. Guénon mismo practicó, en los últimos años de su vida, la religión musulmana» [44]. En efecto, afirma: «Es admisible que un exoterista ignore el esoterisno... pero, en cambio, no lo es, que alguien con pretensiones de esoterismo, se permita ignorar el exoterismo, pues “lo más” debe forzosamente comprender “lo menos”» [45]. Es por eso, que los guénonianos se infiltran incluso en medios católicos tradicionalistas.
  
LA INFLUENCIA ESPIRITUAL NO ES UNA GRACIA GRATUITA QUE VIENE DE DIOS
Si la influencia espiritual no es una gracia que viene de Dios, o bien es producto de la auto-sugestión, o bien es una influencia que viene de un ángel. En efecto, por encima del hombre no hay más que Dios o los Ángeles. «La primera solución es siempre posible, en teoría, y, en efecto, se puede pensar que muchos de los que se someten a la ceremonia de la iniciación, no reciben absolutamente nada. Pero, de todos modos, es mucho más probable que,... el receptor reciba efectivamente una “influencia espiritual de origen no humano”. Este es el parecer de los mejores estudiosos de la francmasonería, como Charles Nicoullaud, autor de La iniciación masónica (Perrin, París, 1931), prologado por Mons. Jouin: “Estos hechos extraordinarios [la presencia sentida de Satán] son el triste privilegio de algunos. Y estos son los superiores desconocidos, como se decía en el siglo XVIII, de la secta. Agentes directos de Satán, permanecen sus instrumentos, y es por ellos que él penetra e influye sus voluntades malvadas y destructoras en el seno de las sociedades secretas. Son los sacerdotes de la Contra-Iglesia. La Iglesia de Jesucristo tiene sus Santos; Satán... el mono de Dios, tiene sus iniciados” (pág. 145)... Se objetará que esta influencia espiritual podría provenir de un ángel bueno... Pero los ángeles buenos son los ministros de Dios... Si obran sobre los hombres, es para conducirlos a Nuestro Señor y a Su Iglesia. Ahora bien, la lucha contra la Iglesia es una constante de la francmasonería... y el caso de Guénon nos muestra que la iniciación, lejos de conducirle a conocer mejor a la Santísima Trinidad, a Nuestro Señor Jesucristo y Su Iglesia, lo condujo a una especie de pesadez intelectual a su respecto [y a la apostasía, N.del A.]» [46].
  
LA CAUSA DE LA APOSTASÍA DE GUÉNON
Santo Tomás enseña que «La infidelidad tiene origen en el orgullo» [47]; es el más grave de los pecados después del odio de Dios. La verdadera razón de una elección errónea respecto al último fin, debe pues buscarse en las malas obras, en la vida, en el acto de la voluntad que puede ser incluso solamente interior; por ejemplo, el orgullo intelectual. Las malas obras no son únicamente la inmoralidad grosera, sino también la inmoralidad sutil: la exaltación del propio “Yo”, la búsqueda de la gloria humana y del honor del mundo. Como el ladrón huye de la luz y ama las tinieblas para poder actuar sin ser perturbado; así el orgulloso odia la luz, la doctrina pública, y ama las tinieblas, la doctrina y la práctica esotérica. Las tinieblas sirven para cubrir su doctrina infernal y su conducta perversa; odia la luz, ¡ya que desenmascara su perversidad interior oculta! Se puede pues concluir que la mala vida es la causa de toda incredulidad, y sobre todo de la de los heresiarcas y de los “grandes iniciados”; como ciertamente fue René Guénon. Así como el diablo se volvió ángel caído por su mala voluntad (con la cual prefirió dirigirse él mismo, aunque condenándose, a someterse a la Voluntad de Dios que le pedía un acto de obediencia y de humildad); de la misma manera, el “gran iniciado” prefirió rechazar la doctrina pública de Jesús, para poder complacerse en su oscura y confusa “tradición primordial común que se pierde en la noche de los tiempos...”, ¡y que gratifica tanto su orgullo, que puede ser llamado Maestro! Pero Jesús nos advirtió: «No queráis ser llamados maestros; pues uno solo es vuestro Maestro... vuestro Padre, que está en los Cielos» (Mat. XXIII, 8-9).
   
¿EL DEMONIO PUEDE INFLUIR AL HOMBRE?
Según Santo Tomás y los teólogos católicos, el demonio no puede obrar directamente sobre la inteligencia y la voluntad del hombre, sino solamente sobre los sentidos exteriores e interiores (memoria e imaginación) y, por medio de los sentidos, puede buscar influir indirectamente la inteligencia y la voluntad [48]. La ceremonia de iniciación podría muy bien ser el punto de partida de esta acción diabólica. «Dios ha dejado al demonio cierta libertad de acción en estas ceremonias, a causa de su carácter supersticioso; hay una invocación al menos implícita al demonio cada vez que se espera un efecto espiritual de una causa que en sí no puede producirla... Estas ceremonias no obrarían más que en la medida en que Dios lo permite, como castigo del pecado de superstición. (...) El hecho de vincularse a una organización iniciática regular, hace al pecado de superstición aún más característico... Pero nada impide al demonio obrar también en ausencia de esta cadena [iniciática, N. del A.]... la iniciación, proporciona un “ambiente” favorable a la actividad del demonio» [49].
  
Concluimos este artículo con la palabra de Antoine de Motreff, que explica bien estos peligros: «El análisis que René Guénon hace de la iniciación es en parte exacto; la iniciación puede muy bien conferir una influencia espiritual de origen no humano, pues constituye un pacto (al menos implícito) con el demonio. Esta influencia se ejerce sobre la imaginación... Hay pues una especie de iluminación demoníaca... que puede permitir al iniciado conocer ciertas cosas, que no podría conocer naturalmente. Sin embargo, este conocimiento tendrá por efecto alejar de Dios, de Nuestro Señor Jesucristo y de Su Iglesia... Desde el punto de vista moral, una tal iniciación constituye un pecado mortal contra la virtud de religión» [50].
  
Padre CURZIO NITOGLIA - Traducción del Padre HÉCTOR LÁZARO ROMERO. Revista SODALITIUM, nº 47.
  
NOTAS
[1] J.A. CUTTAT, en Anuario del E.P.H.E. (5ta. Sección: Ciencias religiosas), 1958-l959, pág. 68.
[2] M.F. JAMES, Esoterismo y Cristianismo en torno a René Guénon, Nuevas Ediciones Latinas, París, 1981, pág. 17. En el presente artículo me baso substancialmente en el excelente libro de Mme. James (al cual envío al lector deseoso de profundizar en el tema), y lo he completado con otros diversos estudios y la lectura de las principales obras de Guénon.
[3] La relación que unió a Guénon con una pensadora judía, que se intenta presentar como muy cerca de la conversión al Catolicismo, Simone Weil, es sintomática. En realidad, en su pensamiento se encuentran muchos elementos de la Cábala impura y del sistema talmúdico. «Ella probablemente no conoció a Guénon, a quien jamás hace referencia, pero algunas de sus notas, reflexiones y meditaciones se relacionan singularmente con el pensamiento de Guénon; y un libro como “Carta a un religioso”, prueba que la joven filósofa consideraba al menos como probables muchas cosas que Guénon consideraba como ciertas» (P. Sérant, René Guénon. Vida y obra de un iniciado, Convivio, Firenze 1998, pág. 29). El religioso que respondió a la carta de S. Weil fue el Padre Guérard des Lauriers O.P., quien escribió que, dadas las afirmaciones de S. Weil, ¡no podría administrársele ni el Bautismo ni la absolución!
[4] M.F. James, op. cit., pág. 29.
[5] P. CHACORNAC, La vida simple de René Guénon, ed. tradicionales, París, 1958, pág. 24.
[6] M.F. James, op. cit., págs. 44-45.
[7] Ibid., pág. 46.
[8] Ibid., pág. 100.
[9] Cf. A. BAGGIO, René Guénon y el Cristianismo, en «Nuova Realtá», 1987, pág. 39.
[10] N. MAURICE-DENIS BOULET, El esoterista René Guénon, en “La Pensée Catholique”, 77, 1962, pág. 23.
[11] M.F. JAMES, Esoterismo, Ocultismo, Francmasonería y Cristianismo en los siglos XIX y XX, Nuevas Ediciones Latinas, París, 1981, págs.156-157.
[12] Ibid., pág. 158.
[13] Cf. SAUVETRE, Un buen servidor de la Iglesia, Monseñor Jouin, Casterman, París, 1936
[14] Ibid.
[15] E. JOUIN, Los fieles de la Contra-Iglesia: judíos y masones, pág. 139.
[16] Juan VIII, 32.
[17] Hacia fines del siglo XIX, durante el pontificado de León XIII, un cierto Léo Taxil salió de la Francmasonería y reveló los ritos secretos y las ceremonias satánicas, en un libro que hizo mucho ruido y fue a menudo citado en los medios católicos antimasónicos. Pero, o porque había efectivamente mentido, o a causa de amenazas recibidas, Léo Taxil se retracta de todo, cayendo así el descrédito sobre los medios católicos que le habían creído. Sin embargo, hay que añadir que autores serios, como Mons. Antonino Romeo y el Profesor Giovanni Vannoni, afirman que Taxil se había convertido realmente, pero que a causa de amenazas de muerte de parte de los francmasones, debió retractarse de sus revelaciones; el caso Taxil todavía se presta a la discusión.
[18] M.F. JAMES, Esoterismo y Cristianismo, pág. 127.
[19] P. SERANT, René Guénon. Vida y obra de un gran iniciado, Convivio, Firenze, 1990, pág. 14.
[20] Ibid., pág. 198.
[21] Para las referencias de los artículos citados, cf. M.J. James, op. cit., 132-162
[22] Carta de H. de Lubac a N. Maurice-Denis Boulet, 31 dic. 1962. Inédito.
[23] N. MAURICE-DENIS, “Las Doctrinas Hindúes”, La Revista universal, 15 de julio de 1921, pág. 246.
[24] P. SERANT, René Guénon. Vida y obra de un gran iniciado, Convivio, Firenze, 1990, pág. 100.
[25] M.F. JAMES, op. cit., pág. 277.
[26] P. DI VONA, Evola, Guénon, De Giorgio, SeaR, Borzano (RE) 1993, pág. 191.
[27] Ibid., págs. 195-196.
[28] M.F. JAMES, Esoterismo y Cristianismo, pág. 295.
[29] Ibid., pág. 303.
[30] L. MEROZ, René Guénon o la sabiduría iniciática, Plon, 1962.
[31] E. VATRE, La derecha del Padre. Informe sobre la Tradición católica hoy, Guy Trédaniel, 1994.
[32] Le sel de la terre, nº 13, verano 1995, págs. 34-35.
[33] ANTOINE DE MOTREFF, ¿Quién inspiró a René Guénon?, en Le sel de la terre, nº 13, verano 1995, págs. 33-64.
[34] R. GUÉNON, Ideas sobre la iniciación, Villain y Belhomme - ed. tradicionales, París, 1973, pág. 34.
[35] Ibid., pág. 169.
[36] A. DE MOTREFF, op. cit., pág. 42.
[37] R. Guénon, op. cit., pág. 53.
[38] Ibid., pág. 41.
[39] Ibid., pág. 58.
[40] R. Guénon, Iniciación y rea1ización espiritual, Villain y Belhomme - ed. tradicionales, París, 1974, págs. 48-49.
[41] Cf. Ideas sobre la iniciación, págs. 27-28.
[42] Cf. Iniciación y realización espiritual, págs. 81-82.
[43] Ibid., págs. 78-79.
[44] A. DE MOTREFF, op. cit., pág. 48.
[45] Cf. Iniciación y realización espiritual, pág. 71.
[46] A. DE MOTREFF, op. cit., págs. 55-58.
[47] Suma Teológica, II-IIæ, q. 10, a. 1, ad 3um.
[48] Suma Teológica, II-IIæ, q. 10, a. 3, in corpore; II-IIæ, q. 96, a. 1; II-IIæ, q. 97, a. 1; I, q. 114; II-IIæ, q. 165, a. 1.
[49] A. DE MOTREFF, op. cit., pág. 61.
[50] Ibid., pág. 63.

1 comentario:

  1. Un tema apasionante el tratado en este artículo. Si hay algo transversal eso es la Masonería. O dicho de otra forma: la judeo-masonería es camaleónica y se infiltra en todos los medios. Es evidente su peso en el modernismo eclesial, pero tal vez no es evidente su importantísima infiltración en las corriente tradicionales. Y al respecto cosas como que el indio Rama Coomaraswamy, discípulo de Guenon, haya sido profesor en un seminario de la FSSPX es altamente significativo.

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