Hacia
el año 1174 nació en Baviera la niña Eduviges, hija del conde Bertoldo
de Andechs. Sus padres la confiaron a las religiosas del monasterio de
Kintzingen, en Franconia. Gertrudis, hermana de Eduviges, fue madre
Santa Isabel de Hungría.
A
los doce años de edad, Eduviges contrajo matrimonio con el duque
Enrique de Silesia, quien sólo tenía dieciocho años. Dios los bendijo
con siete hijos. El esposo de Eduviges heredó el ducado a la muerte de
su padre, en 1202. Inmediatamente, a instancia de su esposa, fundó el
gran monasterio de religiosas cistercienses de Trebnitz, a cinco
kilómetros de Breslau. Se cuenta que todos los malhechores de Silesia
fueron ordenados a trabajar en la construcción del monasterio, que fue
el primer convento de religiosas en Silesia. El duque y su mujer
fundaron además otros muchos monasterios, con lo cual no sólo propagaron
en sus territorios la vida religiosa, sino también la cultura
germánica. Entre los monasterios fundados por los duques, los había de
cistercienses, de canónigos de San Agustín, de dominicos y de
franciscanos. Enrique fundó el Hospital de la Santa Cruz en Breslau, y
Santa Eduviges, un hospital para leprosas en Neumarkt donde solía
asistir personalmente a las enfermas.
Después
del nacimiento de su último hijo, en 1209, Eduviges y su marido de
mutuo acuerdo hicieron voto de continencia perpetua. Según se cuenta, en
su restantes treinta años de vida, Enrique no volvió a llevar oro,
plata o púrpura.
Los
hijos de Enrique y Eduviges les hicieron sufrir mucho. En 1212, el
duque repartió sus posesiones entre Enrique y Conrado, sus hijos
varones, pero ninguno de los dos quedó contento con su parte. A pesar de
que Santa Eduviges hizo cuanto pudo por reconciliarlos, los dos
hermanos y sus partidarios trabaron batalla, y Enrique derrotó a su
hermano Conrado. Esa pena ayudó a Santa Eduviges a deplorar la vanidad
de las cosas del mundo y a despegarse más y más de ellas. De los siete
hijos solo Gertrudis sobrevivió a sus padres y fue abadesa de Trebnitz.
A
partir de 1209, la santa fijó su principal residencia en el monasterio
de Trebnitz, a donde solía retirarse con frecuencia. Durante sus
retiros, dormía en la sala común con las otras religiosas y observaba
exactamente la distribución. No usaba más que una túnica y un manto, lo
mismo en invierno que en verano y llevaba, sobre sus carnes una camisa
de pelo con mangas de seda para que nadie lo sospechase. Como
acostumbraba caminar hasta la Iglesia con los pies desnudos sobre la
nieve los tenía destrozados, pero llevaba siempre en la mano un par de
zapatos para ponérselos si encontraba a alguien por le camino. Un abad
le regaló en cierta ocasión un par de zapatos nuevos y le arrancó la
promesa de que los usaría. Algún tiempo después, el abad volvió a ver a
la santa descalza y le preguntó donde estaban los zapatos. Eduviges los
sacó de entre los pliegues de su manto, diciendo: “Siempre los llevo aquí”.
En
1227, los duques Enrique de Silesia y Ladislao de Sadomir se reunieron
para organizar la defensa contra el ataque del duque Svatopluk II de
Pomerania. Pero Svatopluk se enteró y cayó sobre ellos, precisamente
durante la reunión y Enrique, que estaba en el baño, apenas logró
escapar con vida. Santa Eduviges acudió lo más pronto posible a cuidar a
su marido, pero éste había partido ya con Conrado de Masovia para
defender los territorios de Ladislao, quien había perecido a manos de
Svatopluk. La victoria favoreció a Enrique, el cual se estableció en
Cracovia. Pero al poco tiempo fue nuevamente atacado por sorpresa en
Mass, y Conrado de Plock le tomó prisionero. La fiel Eduviges intervino y
consiguió que ambos duques llegasen a un acuerdo, mediante el
matrimonio de las dos nietas de Enrique con los dos hijos de Conrado.
Así se evitó el encuentro entre ellos con gran regocijo de Santa
Eduviges, quien siempre hacía cuanto estaba de su mano para evitar el
derramamiento de sangre.
En
1238, murió el marido de Santa Eduviges y fue sucedido por su hijo
Enrique, apodado el “Bueno”. Cuando la noticia de la muerte del duque
llegó al monasterio de Trebnitz, las religiosas lloraron mucho; Eduviges
fue la única que permaneció serena y reconfortó a las demás: “¿Por
qué os quejáis de la voluntad de Dios? Nuestras vidas están en sus
manos, y todo lo que Él hace está bien hecho, lo mismo si se trata de
nuestra propia muerte que de la muerte de los seres amados”. La
santa tomó entonces el hábito religioso de Trebnitz, pero no hizo los
votos para poder seguir administrando sus bienes en favor de los pobres.
En cierta ocasión, Santa Eduviges encontró a una pobre mujer que no
sabía el Padrenuestro y comenzó a enseñárselo; como la infeliz aldeana
no consiguiese aprenderlo, la santa la llevó a dormir a su propio cuarto
para aprovechar todos los momentos libres y repetirle la oración hasta
que la mujer consiguió aprenderla de memoria y entender lo que decía.
En
1240, los tártaros invadieron Ucrania y Polonia. El duque Enrique II
les presentó la batalla cerca de Wahlstadt. Se dice que los tártaros
emplearon entonces gases venenosos: “un humo espeso y nauseabundo
brotaba en forma de serpiente de unos tubos de cobre y embrutecía a los
soldados polacos”. Enrique pereció en la batalla. Santa Eduviges tuvo
una revelación sobre la muerte de su hijo tres días antes de que llegase
la noticia y dijo a su amiga Dermudis: “He perdido a mi hijo; se me ha escapado de las manos como un pajarito y jamás volveré a verle”.
Cuando el mensajero trajo la triste noticia, Santa Eduviges consoló a
su propia hija Gertrudis y a Ana, la esposa de Enrique.
Dios
premió la fe de su sierva con el don de milagros. Una religiosa ciega
recobró la vista cuando la santa trazó sobre ella la señal de la cruz.
El biógrafo de Eduviges relata varias otras curaciones milagrosas
obradas por ella y menciona diversas profecías de la santa, entre las
que se contaba la de su propia muerte. Durante su última enfermedad,
aunque todos la creían fuera de peligro, santa Eduviges pidió la
extremaunción. Murió en octubre de 1243 y fue sepultada en Trebnitz. Su
canonización se llevó a cabo en 1267. En 1706, la fiesta de Santa
Eduviges fue incluida en el calendario universal de la Iglesia de
occidente.
Fuente: P. Alban Butler, Vidas de Santos, Tomo IV.
REFLEXIÓN
¿Quién
hallará una mujer fuerte, como dice el Sabio en los Proverbios? Tal
será sólo aquella que, a imitación de santa Eduviges, sea verdaderamente
virtuosa, y que ponga todas sus aficiones, no en las galas, modas y
otras vanidades por el estilo, sino en cumplir exactamente con las
obligaciones de su estado, en vivir bien con su marido, en conservar la
unión y la paz en la familia, cuidar el buen orden de su casa y educar
cristianamente a sus hijos.
ORACIÓN
¡Oh
Dios! que enseñaste a la bienaventurada Eduviges a renunciar de todo
corazón a las pompas del mundo por seguir con humildad el camino de tu
cruz; concédenos por sus méritos que aprendamos, a ejemplo suyo, a
menospreciar las perecederas delicias de este siglo, y a vencer por tu
amor todas las adversidades de esta vida. Por J. C. N. S. Amén.
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