domingo, 28 de octubre de 2018

APOLOGÍA DE LA SANTA SOLEDAD Y DE LA DESOBEDIENCIA FIRME AL ANTICRISTO Y SUS COLABORADORES, TÁCITOS O EXPRESOS

Reflexión enviada por un comentarista de nuestro blog aliado APOSTOLADO CABALLERO DE LA INMACULADA. Imagen propia.
 
APOLOGÍA DE LA SANTA SOLEDAD Y DE LA DESOBEDIENCIA FIRME AL ANTICRISTO Y SUS COLABORADORES, TÁCITOS O EXPRESOS

San Juan Evangelista en Patmos (Gregorio José de Lara)
  
«María óptimam partem elégit, quæ non auferétur ab ea». (Lc. 10)
 
«Propter hoc ecce ego lactábo eam, et ducam eam in solitúdinem, et lóquar ad cor ejus». (Os. 2. 16) «Le llevó a la soledad, y allí le habló al corazón».
  
Hoy vemos como, no por gusto, sino por las circunstancias adversas para la Santa Fe, nos vemos empujados a la Santa Soledad (que es el séptimo Dolor de Ntra. Sra.), a la quietud y la contemplación, en detrimento del apostolado activo. Mas antaño había sido considerada, por cierto, meritoria en grado sumo.
 
Dice el angélico Sto. Tomás:
«la vida activa se dedica más directamente al amor al prójimo, porque se afana en los muchos cuidados del servicio, como se dice en Lc. 10,40. Por eso, en sí misma, la vida contemplativa es más meritoria que la activa. Y esto es lo que dice San Gregorio en III Hom. Ez.: La contemplativa es más meritoria que la activa, porque ésta se consagra a las obras presentes, es decir, a socorrer las necesidades del prójimo, mientras que aquélla gusta ya en el descanso venidero, es decir, en la contemplación de Dios». (S.Th. II-II, q.182.a.2)
 
Digamos pues como Santa Teresa de Jesús:
«Prefiero la Verdad en soledad al error en compañía».
Y en otro lugar:
«Mi lauro esté en el desprecio, en las penas mi afición, mi dignidad sea el rincón, y la soledad mi aprecio». (En la profesión de Isabel de los Ángeles. oo.cc. B.A.C.)
 
«Un tesoro sólo está seguro cuando está escondido; descubrirlo equivale a exponerlo a la codicia del primero que venga y a perderlo; igualmente, la virtud sólo está segura cuando permanece secreta, y quien la ostenta la verá disiparse como el humo». Арорhthеgmаtа Маtrum (Sinclética de Alejandría).
  
Y esto es hoy evidente en estos tiempos postreros y apocalípticos que nos han tocado vivir. Y así dice San Luis María Grignon de Montfort en su Oración abrasada:
«La Iglesia mudará una segunda vez la faz del mundo. Pero antes, debe descender al silencio de los sepulcros, y teniendo sus templos destruidos, Ella se retirará a la SOLEDAD de la montaña. Allí recibirá el Espíritu Santo y la plenitud de los dones de que necesita para salvar a la sociedad moderna» (extractos de la Oración Abrasada).
  
Esto es evidente como dice El Card. Pie «la Iglesia (la verdadera, no la neo iglesia), siempre visible, se verá (y esto es hoy ya una realidad) reducida cada vez más a proporciones simplemente INDIVIDUALES y domésticas».
 
Dice también muy a la sazón el P. Castellani en Cristo, ¿vuelve o no vuelve? c. 6:
«El Espíritu Santo abandonará quizá este cuerpo social histórico, llamado Cristiandad, arrebatando consigo a la SOLEDAD MAS TOTAL a los suyos, dándoles dos alas de águila para volar al desierto».
 
Esta huida al desierto es hoy absolutamente imprescindible para la Tradición y sus huestes, estén estás combatiendo en en el ámbito netamente religioso o el netamente político, si es que alguien osase separarlos. Huyamos de este mundo corrompido por el pecado y el misterio de iniquidad, «los tiempos son malos» nos dice San Pablo, recibamos el Espíritu de Dios en la soledad y así aguardemos mejor la venida de Cristo Rey que no puede ya tardar mucho más ante el aciago panorama presente.
  
Respecto a la tan manoseada obediencia, erigida en nueva y cuarta virtud teologal, ¿qué legítima autoridad hay hoy en pie y firme, que no haya sucumbido, a la que podamos y debamos obedecer? Ninguna por cierto.
  
Seríamos ciegos si no viésemos como al presente, el enemigo ya no está solo en la Iglesia ocupada si no en el interior mismo de la obra de la Tradición.
 
«Nosotros tenemos (hoy) que desobedecer permanentemente para mantener la obediencia a Dios y no a estos truhanes usurpadores que han convertido la Iglesia de Cristo en la Iglesia del Anticristo».
(P. Méramo, Domínica 22 después de Pentecostés. 2018). Y en otro lugar, «la obediencia ha de estar subordinada a la verdad, al bien y a la justicia. Si no, no obliga».
 
Nada nuevo dice el páter, ya que nos recuerda San Bernardo de Claraval y toda una pléyade de eminentes teólogos católicos con toda la Iglesia que «el que, por obediencia, se somete al mal, está adherido a la rebelión contra Dios y no a la sumisión».
  
El Señor nos exhorta hoy a poner solo en Dios y su unigénito nuestras esperanzas de triunfo y restauración, que no podrán fallar.
  • «Beátus vir qui pósuit in Dómino spem suam». (Ps. 39, 5)
  • «Mélior est confídere ad Dóminum, quam confídere in princípibus». (Ps.118, 9)
  • «Nólite confídere in princípibus, in fíliis hóminum, in quibus non est salus». (Ps.145, 3)
 
Alejemos de nosotros la tibieza afeminada de los que rehuyen la esjatología y combatamos el odio satánico anti apocalíptico, no permitiendo que nos quiten nuestra bienaventurada esperanza.
  
«Toda la Sagrada Escritura está llena de testimonios que a cada paso se ofrecerán a los Párrocos no solamente para confirmar esta Venida, sino también para ponerla bien patente a la consideración de los fieles, para que…deseemos nosotros con vehementísimo anhelo el otro día del Señor, esperando el premio eterno y la gloriosa Venida» (Catecismo Romano de Trento, pág. 148)
  
Un profundo conocimiento y un constante anhelar el segundo Advenimiento o Parusía de Nuestro Señor, debe ser la disposición habitual y necesaria de un buen cristiano; porque «basta abrir un poco el Evangelio, para reconocer enseguida que la Parusía es verdaderamente el Alfa y Omega, el comienzo y el fin, la primera y la última palabra de la predicación de Jesús; que ella es la llave, el desenvolvimiento, la explicación, la razón de ser, la sanción, que es, en fin, el acontecimiento supremo al cual se refiere todo lo demás, y sin el cual todo lo demás se derrumba y desaparece» (Card. Billot S.J. "La Parusía", pág. 10).
  
Pidámosle a Nuestra Señora del Apocalipsis y a su Inmaculado Corazón que se digne adelantar la Parusía de Nuestro Señor que traerá toda Restauración. Amén.
  
«Expécta Dóminum, esto fortis, et roborétur cor tuum, et expécta Dóminum». (Ps. 26)

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