jueves, 11 de octubre de 2018

ENCOMIO A LA SANTA MADRE DE DIOS, POR SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA

Como acto de desagravio a la blasfemia que contra la Santísima Virgen profiere el usurpador y anticristo Francisco Bergoglio al decir que Ella es simplemente “una bella chica normal”, como recoge el presbítero Marco Pozza alias Don Spritz  (que al ser instalado el 6 de junio de 2004 con el inválido y protestante Rito montiniano NO es sacerdote católico, como tampoco lo es su obispo, Antonio Mattiazzo) en su libro-entrevista Ave Maria (publicado conjuntamente por Rizzoli y la Libreria Editrice Vaticana y será lanzado a la venta en Italia el próximo martes 16 de octubre), traemos la siguiente oración (cortesía de Porfirio Escorcia):
  
  
Dios te salve, María, Madre de Dios, tesoro veneradísimo de todo el mundo, antorcha inextinguible, corona de virginidad, cetro de recta doctrina, templo indestructible, habitación de Aquél que es inabarcable, Virgen y Madre, por quien nos ha sido dado Aquél que es llamado bendito por excelencia, y que ha venido en nombre del Padre.
  
Salve a ti, que en tu santo y virginal seno has encerrado al Inmenso e Incomprehensible.
  
Por quien la Santísima Trinidad es adorada y glorificada, y la preciosa Cruz se venera y festeja en toda la tierra.
  
Por quien exulta el Cielo, se alegran los ángeles y arcángeles, huyen los demonios.
  
Por quien el tentador fue arrojado del Cielo y la criatura caída es llevada al Paraíso.
  
Por quien todos los hombres, aprisionados por el engaño de los ídolos, llegan al conocimiento de la verdad.
  
Por quien el santo Bautismo es regalado a los creyentes, se obtiene el óleo de la alegría, es fundada la Iglesia en todo el mundo, y las gentes son movidas a penitencia.
  
¿Y qué más puedo decir? Por quien el Unigénito Hijo de Dios brilló como Luz sobre los que yacían en las tinieblas y sombras de la muerte.
  
Por quien los Profetas preanunciaron las cosas futuras.
  
Por quien los Apóstoles predicaron la salvación a los gentiles.
  
Por quien los muertos resucitan y los reyes reinan, por la Santísima Trinidad.
  
¿Quién de entre los hombres será capaz de alabar como se merece a María, que es digna de toda alabanza? Es Virgen Madre, ¡oh cosa maravillosa! Este milagro me llena de estupor.
  
¿Quién ha oído decir que al constructor de un templo se le prohíba habitar en él?
  
¿Quién podrá ser tachado de ignominia por el hecho de que tome a su propia Esclava por Madre?
  
Así, pues, todo el mundo se alegra, quiera Dios que todos nosotros reverenciemos y adoremos la unidad, que rindamos un culto impregnado de santo temor a la Trinidad indivisa, al celebrar, con nuestras alabanzas, a María siempre Virgen, el templo santo de Dios, y a su Hijo y esposo inmaculado de la Iglesia porque a Él pertenece la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Homilía XI -en la clausura del Concilio de Éfeso- (16 de Julio de 431); en Adalbert-Gautier Hamman OFM, Oraciones de los Primeros Cristianos. Colección Patmos (libros de espiritualidad). Editorial Rialp, Madrid 1956, pág. 300.

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