viernes, 5 de octubre de 2018

ANACLETO II, PRIMER ANTIPAPA JUDÍO

Tomado de LAS LENGUAS CATÓLICAS.
 
YA HABÍA SUCEDIDO ANTES: EL PRIMER ANTIPAPA JUDÍO
 
Antipapa Anacleto II, primer Antipapa judío
 
En la historia de la Iglesia ha habido hombres maliciosos que guiados por sus mundanos intereses o que por aversión a la Santa Fe Católica han pretendido ocupar el Sagrado Trono de Pedro con el fin de usar de tan magno y sagrado cargo para sacar provecho económico-político o para disolver los sagrados fundamentos en los que se asienta la Iglesia: la fe y la Doctrina. Así también sabemos que éstos hombres que han alcanzado sus viles objetivos de ocupar el trono pontificio con esas sacrílegas intenciones han sido declarados por verdaderos Pontífices como Antipapas, ya sea por la irregularidad o invalidez de sus procesos electores, sea ya por al pérdida de potestad a causa de la profesión de herejías. En toda la historia de la Iglesia ha habido en total un lista de 41 antipapas como tal declarados, más los 6 antipapas que desde 1958 han usurpado la Sede Romana desde 1958 comenzando con el “bonachón” comunista y masón de Angelo Roncalli (Juan XXIII) y terminando con este actual Bergoglio, el peor de todos, heresiarca por excelencia.
  
Entre los antipapas los ha habido de procedencia judía, destacándose el más reciente, Giovanni Battista Montini Alghisi (Pablo VI), pero se ignora el hecho de que un desgraciado hijo de la raza maldita haya usurpado ya mucho antes el Papado. “La meta suprema de la quinta columna judía introducida en el clero católico ha sido siempre adueñarse del papado, colocando en la silla de San Pedro a un judío secreto que les permita utilizar a la Iglesia en beneficio de los planes imperialistas revolucionarios de la sinagoga y causar a nuestra santa religión todos los daños que permitan facilitar su destrucción“La Croix” (Maurice Pinay, “Complot contra la Iglesia”, t. III, pág. 395). Para una mayor comprensión de la cuestión judía ver aquí, aquí y aquí.
  
Entre los antipapas que figuran en esta lista se halla Anacleto II, de nombre secular Pietro Pierleoni cuya imagen está al principio de nuestro post. La familia Pierleoni era una poderosa familia judía asentada en Roma que adquirió fama y prestigio gracias a la milenaria práctica judía: la usura. El bisabuelo de éste antipapa, judío de pura cepa de nombre Baruch, sacó a su familia de las estrecheces del Ghetto judío de Roma gracias a los préstamos a interés que realizaba con los más eminentes nobles, incluso clérigos, de la Ciudad Eterna, quienes en sus apuros económicos acudían a la casucha de este ávido judío para solventarlos, sin saber que éste viejo lobo de la usura se enriquecería a costa de esos préstamos. Para evitar la mira de las autoridades civiles y eclesiásticas se hace bautizar y adopta el nombre de Benedictus Cristianus, convirtiéndose falsamente al catolicismo para atraer mayores beneficios, más seguía bajo tela de juicio: porque si bien el judío “Cristianus” había logrado enriquecerse y salir del ghetto colocándose en un provechoso matrimonio con una noble romana los nobles lo aborrecían por el descarado robo que hizo de sus bienes y el pueblo desconfiaba de él, ya que muchos romanos comunes habían sufrido también las estafas de Cristianus.
  
El blanqueamiento de la familia Pierleoni vendría con el nieto de Cristianus: Pietro Leoni (quien fue el primero en llevar éste apellido), quien había heredado el oficio de comerciante y usurero y cuya exaltación vino por el problema de la Querella de las Investiduras eclesiásticas, problema que consistió en la disputa entre Emperadores del Sacro Imperio Germánico y los Sumos Pontífices por la potestad sobre las investiduras y cargos eclesiásticos, donde dos bandos se enfrentaron a favor de cada uno de los querellantes, por un lado los gibelinos, que apoyaban las pretensiones imperiales alemanas, y los güelfos, que apoyaban la causa papal. Pietro Leoni y su familia (aparentemente cristiana) vino a apoyar la causa güelfa y a subvencionar económicamente a los ajetreados movimientos del Papa Pascual II; éste Papa tan afanado por este grave problema no dudó en aceptar una ayuda más, y mucho menos si esta ayuda era también económica, de estos criptojudíos que aparentaron ser fervientes cristianos y defensores de la causa Pontificia; fue así que los Pierleoni obtuvieron gracia de la Corte Pontificia y respeto y afecto del pueblo romano, y desde aquí se viene a engrandecer de manera exorbitante la riqueza de esta familia judía y su posición en la Sociedad Romana.
  
Pietro Leoni “... dejó mucha descendencia y que tan maravillosa como una fábula fue la fortuna de estos vástagos del ghetto, que uno de sus hijos llegó a ser Papa, otro fue hecho patricio de Roma y una hija se casó con Rogerio de Sicilia” (Ferdinand Gregorovius, “Geschichte der Stadt Rom im Mittelalter”, vol. II, tomo II, cap. III, pág. 74). Fue tanta la influencia de los Pierleoni que uno de sus hijos, también llamado Pietro, fue a estudiar a la Universidad de París, ingresó en la Abadía de Cluny y allí vistió los hábitos eclesiásticos, mas por una condescendencia con su padre el Papa Pascual II lo llamó a Roma y le nombró Cardenal cura de San Cosme y San Damián, el Papa Gelasio II (1118-1119) le hizo Embajador Apostólico en Francia y el Papa Calixto II (1119-1124) lo elevaría a la dignidad de Cardenal de Santa María Maggiore. Como se puede observar, el Cardenal criptojudío Pierleoni hizo una espectacular carrera eclesiástica, asumiendo los mayores cargos y aumentando las riquezas de su familia a costa del Patrimonio de la Iglesia; sólo le faltaba la ocasión perfecta para el último golpe: la usurpación del Pontificado, situación que se presentó con la muerte del Papa Honorio II (1124-1130), pues de los 30 cardenales electores, Pierleoni tenía comprado, chantajeado y amenazado el voto de 23 cardenales; pero no contó con la apostólica prudencia de los 7 cardenales restantes que, en un movimiento audaz, aprovechando la ausencia de Pierleoni en Roma llevaron al enfermo Papa al Monasterio de San Gregorio, y una vez muerto procedieron a las exequias y al cónclave, en el que resultaría elegido el Cardenal Gregorio Papareshi (Cardenal de Sant’Angelo) siendo inmediatamente consagrado y eligiendo el nombre de Inocencio II.
  
Enterado Pierleoni de la situación: “asistido por sus hermanos León, Giordano, Rogerio, Uguccione y de numerosos clientes, marchó hacia San Pedro, abrió las puertas con violencia y se hizo consagrar Papa por Pietro di Porto, tomó por asalto el Laterano, y se sentó sobre los tronos papales que estaban en aquella Iglesia y fue a Santa María la Mayor y secuestró el tesoro de la Iglesia. Toda Roma resonó con el estruendo de la guerra civil, ahí mismo donde millares de manos se extendían ávidamente para recoger el oro que Anacleto derrochaba” (Ferdinand Gregorovius, “Geschichte der Stadt Rom in Mittelalter”. vol. II, tomo II, cap. III, pág. 76). El criptojudío Pierleoni se impuso el nombre de Anacleto II (en mofa del Papa Anacleto, tercer Papa de la Iglesia y discípulo directo de San Pedro) y se impuso sobre la ciudad de Roma y los Estados Pontificios gracias a la ayuda militar del Rey Rogerio de Sicilia (recordemos que una hermana suya estaba casada con él... Ésta es la más vieja estrategia de la Sinagoga: poner a mujeres judías en las camas de los poderosos gentiles para seducirlos y hacerlos propicios a sus inicuos planes) y desterró y “excomulgó” al verdadero Papa Inocencio II, quien al verse desprotegido y abandonado de la nobleza huyó al norte de Italia y parecía temporalmente que el Antipapa judío había prevalecido. Cabe destacar que durante el reinado de este Antipapa se fueron confabulando postulados heréticos que luego eran presentados como doctrina segura de la Iglesia, con el fin de extraviar a las almas: “El principal factor para la preparación del estallido de la herejía judaizante durante el siglo XII, fue la elección de Anacleto II, un miembro de la casa judía de los Pierleoni, a la silla pontifical en el año de 1130” (Louis Israel Newman, “Jewish Influence on Christian Reform Movements”, Libro II, cap. IV, pág. 248)
   
En esta deshonrosa situación para la Santa Iglesia Dios Nuestro Señor inspiró a dos hombres para devolverle la Paz y la Libertad: San Bernardo Abad de Clairvaux (Francia) y San Norberto, fundador de la Orden norbertina (Sacro Imperio Germánico), quienes desde el púlpito y desde la acción política predicaban la sujeción al Papa Inocencio y la obligación de la Cristiandad de restituirlo a la Sede Romana. San Bernardo acudió con esta petición al Rey Luis VI de Francia, quien para asegurarse reunió un Concilio en Étampes, en el que por supuesto predicó San Bernardo, decidiendo así al Episcopado Francés a apoyar al Papa Inocencio; otro tanto hacía San Noberto con el Emperador alemán Lotario quien convocó un Concilio en Wurzburgo, donde también se decidió el Episcopado alemán por el Papa Inocencio, y en el gravísimo Concilio de Reims los obispos de Inglaterra, Castilla y Aragón también se decidieron por el Papa Inocencio, quedando así sólo Rogerio de Sicilia del lado de su cuñado el Antipapa judío.
    
En 1131 las tropas imperiales alemanas ocupan Roma replegando a las tropas sicilianas hasta el sur e instalando en la Ciudad Eterna al verdadero Papa, más poco después de la retirada de Lotario las tropas sicilianas volvieron a reconquistarlo casi todo y el Papa Inocencio se vió en la obligación de huir de nuevo, uniéndose esta vez algunos rebeldes condes de los Estados Pontificios y de Lombardía, lo cual hizo posible un muro de defensa contra las tropas francesas y alemanas en la bota itálica. Anacleto II murió en Roma en 1138 sucediéndole inmediatamente el Antipapa Víctor IV, filojudío y cliente de la banca Pierleoni; más poco después el Papa Inocencio volvió al Trono Papal con ayuda militar franco-alemana restituyéndose de esta manera el Sumo Pontificado en Roma; los hermanos Pierleoni capitularon y fingieron arrepentimiento, por lo cual fueron perdonados en un acto de clemencia por el Papa Inocencio pero diezmados en sus riquezas, continuando con la subversión anticristiana desde el ghetto al que volvieron.
  
¿Acaso no se nos hace conocida esta historia? ¿No es pues idéntico el proceder en la usurpación del Papado en estos últimos tiempos? Si el judío tiene una virtud (o si por lo menos a eso podemos llamar virtud) es la perseverancia, una diabólica perseverancia para el mal, logrando conseguir poner a sus pies a gobiernos, países y hasta el mismo aparato externo de la Iglesia; contrastando con el cristiano que abandona la empresa al primer revés que encuentra. Sírvanos este ejemplo histórico de reflexión y de acción.
  
PAX VOBIS.

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