martes, 14 de abril de 2020

LA IMPÍA UNIDAD TRASCENDENTE DE LAS RELIGIONES EN FRITHJOF SCHUON

Traducción de la Síntesis de la 585ª conferencia de formación militante a cargo de la Comunidad Antagonista Paduana de la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán, no realizada a continuación de la clausura del Ateneo por causa de la epidemia de coronavirus. Relator: Silvio Andreucci (recopilación por Piergiorgio Seveso para RADIO SPADA).
    
  
Frithjof Schuon, filósofo esoterista suizo nacido en 1907 y pasado al juicio de Dios en 1998, ha retomado y reformulado (como otros gnósticos contemporáneos, Attilio Mordini, Julius Evola, René Guenon) las tesis de la cábala renacentista; de hecho la profesión de la “unidad trascendente de todas las religiones” ya fue formulada por ejemplo durante el siglo XVI por Giordano Bruno​, impío y blasfemo apologeta de una religión sincrética, panteísta y mágica, foriera de paz mundial, “depurada” de los dogmas del magisterio eclesiástico, declaradamente anticatólica y al mismo tiempo contrario a la razón natural.
  
La ecléctica y sincrética visión de Schuon está embebida de cábala renacentista, motivos zoroastrianos, otros remanentes de la religión egipcia de Hermes Trismegisto, sufismo, taoísmo e hinduísmo veda.
  
Es verdad que Schuon debe mucho a la obra y a la filosofía de René Guenon, por amplios trechos su concepción parece una sistematización o profundización de la del autor del “Reino de la cantidad”; sabemos también que, después de un período de amistad, entre los dos surgieron envidias y rivalidades, por los cuales llegaron a la ruptura.
  
La obra más importante del nuestro es también su primer libro “De l’unité trascendante des religions”, traducido al italiano en 1980, aparte de ésta hay también una segunda edición y traducción realizada en 1997 por las imprentas de las Edizioni mediterranee.
  
La especulación gnóstica viene considerada por Schuon de la misma forma que un conocimiento superior a la metafísica racional y a la religión misma; solamente a través de la gnosis, órgano de la auténtica comprensión iniciática, sería posible llegar a aquel “fondo” simbólico primordial que compenetra a todas las religiones positivas institucionales y que en ellas subyace.
   
La toma de consciencia de este “fondo primordial” o “tradición primordial” permitiría superar las “guerras de religión”, más que sobrepasar una visión de contraposición entre las distintas religiones positivas institucionales, favoreciendo una visión sincrética, irénica, ecuménica y pacífica.
    
Tal visión irénica es paragonable a un círculo a través del cual puntos distintos y también opuestos pueden unirse.
   
Para Schuon las diferentes religiones institucionales esotéricas son parangonables a estos puntos, que la consideración dogmatizante e intolerante pone en contraposición las unas con las otras, mientras que la especulación gnóstica, por la cual cada uno de ellos no es sino un elemento del círculo, se une.
  
En síntesis, la gnosis concilia, identifica el contradictorio en virtud de su poder sin medida, infinito.
  
Aquí es bueno insistir sobre la enorme influencia ejercida sobre la charlatana y vaga visión schuoniana por parte de la cábala renacentista, señaladamente Giordano Bruno y Nicolás de Cusa habían enseñado la identidad entre lo finito y lo infinito.
  
Aparte Schuon (se trata de un aspecto comúne un poco en todos los gnósticos contemporáneos) considera que el descubrimiento de la sabiduría oriental permite una “catarsis” para el mismo cristianismo, su retorno a la naturaleza esotérica de los orígenes; aquella naturaleza que se habría perdido y olvidado a partir de la era de Constantino, donde se habría decaído a dogma positivo, a dogmática imposición.
  
Ex Oriénte salus, tanto para Guenon como para Schuon… a diferencia del catolicismo occidental, las religiones orientales, zoroastrismo, hinduísmo, budismo, shintoísmo, pondrían mayormente el resalto sobre el alcance y sobre el infinito valor del símbolo, capaz de resolver todas las distinciones exteriores; la sabiduría oriental se aprovecha en mayor medida del conocimiento universal o gnosis, en grado de unir en un mismo círculo verdades contradictorias.
  
Lo gnóstico, depositario del auténtico conocimiento iniciático, conviene en que judaísmo, islam, cristianismo, hinduísmo, más allá de las “peculiares incrustaciones dogmáticas” tienen en común un fondo de tradición primordial; pueden aparecer confesiones distintas no conciliables en la medida en que hay arena sobre el plano de la consideración metafísica, de las religiones y de la teología y por otra parte… elevarse al plano del auténtico conocimiento gnóstico no es privilegio de todos sino que compete solo a pocos espíritus elegidos.
  
Schuon detecta en el catolicismo exotérico istitucional el error de prometer exclusivamente la salvación del alma individual, aparte de excluir con espíritu de intolerancia la validez de todas las demás confesiones y su alcance salvífico (“nulla salus extra ecclesiam” enseña la Iglesia Católica).
  
En cambio, según Schuon, solo la iniciación a la “religión trascendente que uniría a todas las religiones”, aunque no es de ninguna utilidad para la salvación individua, garantizaría la salvación universal.
  
Contra las elucubraciones humeantes y megalómanas de Schuon, que se visten de seudoespiritualidad, quien escribe argumenta que esta “escatología universal” (que a su decir realiza y contiene como símbolo también la enseñanza católica “nulla salus extra ecclesiam”) conduce al relativismo religioso, desde el momento que si todas las confesiones tuviesen igual alcance salvífico, equivaldría a decir que ninguna de ellas garantiza la salvación.
  
¿Por qué la salvación individual perturba tanto al gnosticismo? Porque la gnosis tiene horror del individuo, de lo finito y del límite (enseñanza eterna proviene de la obra de Sergio Samek Ludovici, “Metamorfosis de la gnosis”), luego ella puede solo concebir una “escatología universal” como refundimiento y diluirse de lo finito en el infinito. En cambio, según la sana doctrina católica, cuando el Señor Jesús regresará en gloria y honor al fin de los tiempos, no será llamada la colectividad a rendir cuentas… será el alma individual quien deba responder.
  
Observa meritoriamente el padre Curzio Nitoglia en su “Esoterismo” editado por las imprentas del Centro Librario Sodalitium: “La religión que tiene por mira al individuo, siendo tan limitada, debe integrarse con el esoterismo o con cualquier vía trascendente, sin que la trascendencia de la doctrina esotérica sea lesionada”.
  
La schuoniana “religión trascendente” reclamaría en parte el “cristianismo trascendente” de Joseph De Maistre, aunque, a diferencia del autor de las “Veladas de San Petersburgo” que tenía no obstante su giro esotérico conservado el “nulla salus extra ecclesiam”, Schuon miraría a la superación tout court de todo aspecto exotérico, positivo, dogmático del catolicismo, esto es, en su diluirse/anegarse en la religión gnóstica universal (por cuanto reconozca que el aspecto exotérico no sea de por sí condenable, sino providencial, desde que la verdad esotérica sería accesible a una “minoría silenciosa”).
   
Precisamente “los medios exotéricos pueden ser empleados por el esoterismo”, pero al final entre la visual del catolicismo positivo, dogmatico (que Schuon juzga limitada) y la vía esotérica subsiste radical incompatibilidad.
  
En el culmen de la impiedad que, en la concepción de Schuon es igual al menos a la imprecisión y vaguedad del lenguaje, él se impulsa a afirmar que desde el punto de vista teológico, “El Dios personal ha trascendido de la Divinidad impersonal o Sobrepersonal, el no-ser, del cual el Dios personal o Ser es solo una determinación”.
  
Mientras que la “philosophía perénnis” y el magisterio eclesiástico enseñan que Dios-Persona-Providencia-Bondad ha creado al mundo y es a él trascedente, la aberrante blasfemia de Schuon concluye en la identidad entre creatura y Creador, identidad experimentable por medio de la experiencia iniciática reservada a pocos elegidos.
  
Mala filosofía, imprecisión del lenguaje, sofismas de toda clase, silogismos de cuatro términos… pomposidad y megalomanía de una visión teosófica iniciática que no se guarda de demostrar los propios asuntos, pero sobre todo una concepción gnóostica impenitente, una suma de aspectos negativos que llevan luego de atenta reflexión a considerar a Schuon un mal maestro.
  
El megalómano itinerario de iniciación que proclama el “Non serviam” al Señor no es sino la pretensión de autodivinización y autoredención de una pequeña élite de iniciados, solos depositarios de la tradición universal y primordial.
  
De los Padres de la Iglesia y del sano Magisterio eclesiástico hemos aprendido que la mística auténtica es “semen gloria et inchoatio vitae aeternae”, desarrollo ordinario de la Gracia Santificante, imitación humana de las virtudes de Cristo Rey; la verdadera mística se apoya sobre la virtud de la humildad, la predisposición iniciática de los adeptos de Schuon se apoya sobre todo lo contrario, sobre una vana y arrogante megalomanía.

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