Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA VIGESIMOPRIMERO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, fuego abrasador, que hace a sus Ángeles espíritus, y a sus Ministros llama de fuego: que vino a poner fuego en la tierra, y no quiere sino que arda (Deuth. 4, 24 - Hebr. 1, 7 - Luc. 12, 49).
II. ¿A quién viene? A tu alma, ni fría ni caliente; por lo cual dice el Señor, que comenzará a despedirte de su boca (Apoc. 3, v. 15 y 16).
III. ¿A qué viene? A ocupar toda tu alma, a encenderla, ablandarla y disponerla para recibir sus inspiraciones; adornarla con el lustre de buenas obras, y comunicarla virtud de abrasar a otros en su amor.
Aspiración: ¡Ojalá, Señor, rasgaras esos Cielos y bajaras! A tu vista los montes se liquidarían como cera: se derretirían como la materia aplicada al fuego: las mismas aguas arderían con el incendio (Isa. 64, 1). No tardes en venir a mi corazón, dilecto mío; ven desde los ardores del medio día de ese Sacramento, en el que como en un Cielo habitas, y esparces el sagrado fuego de tu amor sobre las aguas frías de mi corazón. Con vivas ansias deseo ver ya de una vez incendiados por Ti los tibios deseos de mi alma. ¡Oh, si viera yo, dulcísimo Jesús mío, abrasadas mis entrañas en el fuego de tu dilección, y consumido lo que más amo, para ofrecerte un holocausto limpio! Pero yo sé que aunque no gustas de otros holocaustos, que con gusto Te ofreciera, en caso de querer, tienes sin embargo cierta complacencia en el que te se hace del corazón contrito y humillado. Semejante sacrificio nunca fue despreciado de vos (Ps. 50, 16). Aquí pues tenéis, Dios y Salvador mío, aquí tenéis aquel mismo corazón que Vos pedís (Prov. 23, 26), el mismo que deseáis. Dispuesto y preparado está para recibiros, si Vos os dignáis venir a él. Entero os lo ofrezco, porque ya no quiero que tenga en él la mínima parte el mundo. Levántate, ya, Gloria mía; levántate, Salterio y Cítara (Ps. 56, 9), desciende de ese trono, y abrasa mis entrañas y mi corazón (Ps. 25, 2). Tu misericordia, Señor, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Contempla, alma mía, con viva fe a Cristo en medio de tu corazón como horno de amor respirando fuego por todas partes; y a ti como hierro mohoso y vil sumergido en un fuego inmenso.
II. Ámalo con amor ferviente, como lo aman los Querubines y Serafines, de manera que parezcas todo de puro fuego por su grande amor; te deshagas, te enciendas, y abrases todas las cosas.
III. Pide te conceda perfecta paz, para que descansando en este Señor como en tu propia esfera, seas contado entre los verdaderos pacíficos, que son llamados hijos de Dios (Matth. 5, 9).
Aspiración: ¿Por ventura puede esconder el hombre fuego en su seno, de manera que no ardan sus vestidos? (Prov. 6, 27). ¿Pues qué frialdad, Dios mío, es la de mi corazón, que habiendo entrado en él el fuego de vuestra caridad, no acaba de consumir las superfluidades de mi cuerpo, que tanto os desagradan? ¡Cuántas palabras os he dado de imitaros en vuestra humildad! ¡Cuántas veces he dicho en presencia de los Ángeles: mortificaré mis locas vanidades, volveré de una vez las espaldas al mundo, no atenderé a sus murmuraciones, que me procuran apartar de mi eterno bien, buscaré a mi Dios en el retiro de la oración, en solo Él fijaré todos mis cuidados, y en nada más pensaré que en servirle! ¡Cuántas veces he repetido estas promesas! Pero no bien os acabé de recibir cuando luego me olvidaba de cuanto os acababa de ofrecer; como muerto Vos en mi corazón os entregaba al olvido (Ps. 30, 10). De este modo se multiplicaban por instantes las aguas de mi tibieza, hasta extinguir casi de todo punto el fuego que Vos veníais a prender en mi alma. ¡Oh, cuánto pesar tengo de no haberos correspondido! Pero ya, Dios mío, salen afuera las aguas de mi corazón desleídas en lágrimas por los ojos. Acabe vuestro divino fuego de consumir cuantas humedades queden en mi interior. He aquí que ensancho cuanto puedo la boca de mi alma, para que la llenes con el pasto suavísimo de tu amor (Ps. 80, 11): Te descubro todos los retiros de mi corazón, para que abrases cuanto gustes con tus sempiternas llamas, y sea yo holocausto que incesantemente arda en tu soberana presencia. ¡Oh sabios Querubines!, dadme alguna parte de vuestro conocimiento de Dios! ¡Oh abrasados Serafines!, comunicadme algún incendio de vuestro amor a Dios: y juntos todos ayudadme a dar gracias a mi benignísimo bienhechor. Gracias amor mío, gracias.
Pasaste del DÍA 15 al DÍA 21.... Y, ¿los demás, que deben ir del 16 al 20?
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