Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA SÉPTIMO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, Esposo, que dijo: Yo te desposaré para siempre conmigo; y te desposaré conmigo en justicia, en juicio, en misericordia y en piedades; y te desposaré conmigo por la fe (Oseas 2, v. 19 y 20).
II. ¿A quién viene? A su esposa infiel, que le hizo traición bastantes veces con muchos amantes sobre cualquiera monte alto y bajo de cualquiera árbol frondoso; e saber es, juntándose con las criaturas más viles por medio de la vanidad y codicia (Jeremías 3, 1).
III. ¿A qué viene? No viene a darla libelo de repudio, sino a desposarse segunda vez con ella, y ponerla cierta señal en su alma, para que a ninguno otro ame fuera de Él.
Aspiración: Vírgenes prudentes, levantaos, y prevenid con el mejor atavío vuestras lámparas: mirad que el Esposo llega; salid a recibirlo (San Mateo 25, v. 6 y 7). ¡Oh dulce Esposo de mi alma, cuántas veces sonaron en mis oídos estas palabras, pero sin algún fruto! Tú saliste desde el tálamo de tu gloria para desposarte con esta despreciable criatura; y por grandes que han sido los medios que has buscado para recibirme por esposa (Sabiduría 8, 2), jamás lo habéis conseguido. Vulgarmente se dice: si el varón dejare a su esposa, y ésta apartándose de él, recibiere otro, ¿por ventura volverá más a ella? Mi alma (bien lo conozco) os ha hecho traición con muchos amantes; y con todo, ¡oh bondad suma!, me clamas y das voces desde ese Sacramento para que me vuelva a Ti, asegurándome recibir mi alma para desposarte segunda vez con ella (Jeremías 3, 1). ¡Oh eterno Esposo de las almas!, ¿cómo habiendo sido la mía tan ingrata para Vos todavía la deseáis? Pero vuestro amor sobrepuja a toda la humana ingratitud, y así no extraño suspiréis porque os dé mi corazón (Proverbios 23, 26). Las muchas aguas de mi ingratitud no han podido apagar el incendio de vuestra caridad: es fuerte como la misma muerte vuestra dilección; sus lámparas, lámparas son de fuego y de llamas (Cánticos 8, v. 6 y 7): consume pues, amado Esposo, la tibieza de mi espíritu; préstame el sagrado aceite de tu caridad para disponer con el mejor atavío el vaso de mi corazón, estar siempre prevenida para cuando llegues, y no entregada al mortal sueño de mis liviandades: de este modo, como fiel esposa tuya te pondré como sello sobre mi corazón, y como señal sobre mi brazo (Ibid.): es decir, te seré fiel en pensamientos, palabras y obras. Tu misericordia, Esposo mío, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Considera, alma mía, con viva fe, a Jesucristo en medio de tu corazón como a Esposo amabilísimo, que voluntariamente amó tu alma cuando se hallaba abatida en tierra, desnuda y llena de ignominia: y a tu alma, como a esposa unida a Él con los más estrechos lazos, y atraída con halagüeños dones, para que vuelvas a amarle (Ezequiel 16, 5; Oseas 14, 5).
II. Ámalo con toda tu libertad, de tal manera que no quieras tener el mínimo dominio sobre tu cuerpo y alma, sino tu Esposo, que te concedió la potestad de su Cuerpo y Sangre (1.ª Cor. 7, 4).
III. Pídele el don de Sabiduría, para que entiendas lo oculto de este divino Esposo, su esencia, atributos, procesiones y decretos, todo con el preciso fin (no de indagar curioso) sino de abrasarte hasta lo sumo en su amor infinito.
Aspiración: Alegre me gozaré en el Señor, y mi alma se alegrará en Dios, mi Salvador; porque me vistió de las vestiduras de la salud, y me cercó con el sobretodo de la justicia, como a esposa adornada con los pretales de oro (Isaías 61, 9) de su casto amor. ¡Oh fineza incomparable! Vos os habéis dado todo a mí: ¿por qué ya de una vez no me daré enteramente a Vos? Si no lo hiciere así, las luces encendidas de vuestro amor serán testigos de mi ceguedad, serán fiscales de mi ingratitud, y severos jueces de mi iniquidad. No os contentéis, Esposo mío, con dar luz a mis ojos para miraros, dad fuerza a mis pasos para seguiros, gracia a mis manos para serviros, favor a mí corazón para amaros. No debierais haber tenido la bondad de venir a mí, pues cuando llamabais a mis puertas, diciendo: Ábreme, esposa mía, mira que tengo cubierta la cabeza de escarcha de penas (Cánticos 5, 2), ingrata dormía entonces en el sueño mortal de mi olvido. Pero ya que os dignasteis venir al huerto de vuestras delicias, que Vos mismo con la entrada depositáis en el espíritu, no permitáis que os vuelva a ser infiel. Viva en adelante de tal modo, que pueda con verdad decir: mi Amado es para mí, y yo para él. Gracias infinitas os doy por tan abundante favor.
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