jueves, 13 de junio de 2019

LA BATALLA FINAL ENTRE SATANÁS Y LA ESPOSA INMACULADA

Ave María Purísima, sin pecado original concebida.

El presente documento, es una reflexión con fundamento en la Doctrina de la Iglesia Católica, sobre la soledad humana de los verdaderos soldados de Cristo esparcidos en la faz de la tierra, que luchan por el reino de Cristo en el desprecio del mundo, contra los hombres que se apropian de la obra de Dios con el poder de la serpiente antigua, contra las calumnias y difamaciones de los servidores de Satanás que por medio de mentiras pretenden apropiarse de la luz de Cristo y llamarse santos, siendo sus obras contra Cristo, haciendo consistir la santidad de vida en la simulación que redunda en alabanza de ellos mismos.
 
“De fuera os mostráis en verdad justos a los hombres: más dentro estáis llenos de hipocresía, y de iniquidad.” Evangelio de San Mateo XXIII, 28.
  
I.- La felicidad del hombre.
Dios Nuestro Señor en su infinita misericordia creó al hombre al hombre para ser felices amando a Dios gozando eternamente de la patria celestial, como hijos adoptivos por la gracia. ‘Et creávit Deus hóminem ad imáginem suam.’ Génesis I, 27.
  
La felicidad del hombre estriba en el uso de su libre voluntad para amar y servir a Dios Nuestro Señor en la presente vida, para ver y gozar eternamente en el cielo; lo cuál se traduce en el cumplimiento de los mandamientos de la santa ley de Dios, movidos por el amor.
"Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama, no guarda mis palabras." Evangelio de San Juan XIV, 23.
La medida de la felicidad es conforme al amor del hombre a su creador, el cuál se manifiesta o expresa en la observancia de los mandamientos divinos; en la presente vida alcanza la plenitud espiritual por la presencia de Dios en el alma, fundamento de la felicidad.
“La Paz del alma, la alegría de la buena conciencia, la dicha de estar unido a Dios, de crecer en su amor, de llegar a una intimidad más honda con el Señor, son algunos de los premios con que Dios regala a sus fieles amigos en medio de las tribulaciones, junto con la esperanza tan consoladora de la bienaventuranza eterna.” Ad. Tanquerey, ‘Compendio de Teología Ascética y Mística’, No. 364, año 1934.
Faltando el amor del hombre a su creador, pierde la felicidad, se revela contra Nuestro Divino Redentor por la transgresión de los mandamientos abiertamente o bajo algún ‘piadoso’ pretexto: “El que no me ama, no guarda mis palabras.” Evangelio de San Juan XIV, 23.
 
II.- El pecado es la destrucción del hombre.
El pecado mortal es la transgresión de la ley de Dios en materia grave, “Stipéndia enim peccáti, mors.” El estipendio y paga del pecado es la muerte. San Pablo a los Romanos VI, 23.
  
El pecado es la presencia de Satanás en el alma, en la familia, en los pueblos, en la parte humana de la Iglesia; el pecado es la puerta que abre el hombre con su libre voluntad al enemigo de nuestra salvación eterna.

"El pecado ha entrado en el mundo por el hombre, habiendo sido seducido éste por el diablo envidioso [Romanos 5, 12; Sab. 2, 24]; en definitiva es, pues, el diablo, el origen del pecado. Del pecado se derivan la muerte y las funestas secuelas de la muerte. Todo pecado radica en el primer pecado, remontando, por consiguiente, hasta la seducción diabólica. Todo el pecado está, pues, en la relación con el diablo. En todo pecado, el hombre se deja influenciar por el seductor original. Todo pecador, al pecar, se pone del lado de los enemigos de Dios, siendo el diablo el primero de ellos. El pecador se somete al diablo cuando deja de obedecer a Dios. El hombre no puede salir de la siguiente alternativa: o se somete a Dios o queda sometido al diablo". Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, página 274.
  
III.- Relación entre Satanás, el pecado y el odio a Dios Nuestro Señor.
Satanás es el padre y maestro de la mentira, del engaño, de la simulación, [Evangelio de San Juan VIII, 37.] porque vive en el odio contra Dios Nuestro Señor; un alma que se entrega al pecado lentamente va creciendo en su alma un odio contra el Autor de su vida que lo creo para el bien, en consecuencia, el pecado forma un odio contra quien se revela, haciéndose esclavo de Satanás por el pecado mortal, hasta llegar a confundirse o parecer una misma cosa: el hombre entregado al pecado y las obras de Satanás: “El diablo puede considerar al pecador como ser semejante a él y como obra suya.” Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, página 274.
  
Las obras de pecado están originadas en Satanás, a través de personas esclavizadas en diversos grados a la serpiente antigua, es evidente la obra de las legislaciones anticristianas, los sistemas de finanzas fundados en la usura, el sistema oficial de educación contra Dios, la destrucción de los fundamentos de la fe católica por los mismos ‘hombres de iglesia’, la espantosa abominación en el lugar santo y la eliminación casi universal del Sacrificio perpetuo, hasta el grado de apreciar una apostasía casi general.
"El diablo odia a Dios, vive en el odio a Dios, o sea odia la Bondad en persona. Por eso no puede amar nada ni a nadie. El diablo, al odiar al hombre odia en él a Dios. El diablo combate el Reino de Dios, el poderío de Dios, incondicionalmente. No hay solamente un poder impersonal malo; existe también un ser personal cuyas intenciones son radicalmente malas y que quiere el mal por amor del mal." Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, página 274.
  
IV.- El origen del pecado es Satanás.
En la vida cotidiana encontramos personas entregadas o esclavizadas a Satanás por una cadena de pecados de todo tipo con apariencia de virtud, siempre con el lenguaje del mundo, con la prudencia de la carne, despreciando impíamente la doctrina de Dios:
“El diablo es el señor del mundo del pecado, de la muerte y de la enfermedad, es decir, del mundo de la discordia, de la desgracia, del odio, de lo absurdo, de la injusticia [Hebreos II, 14]. Los hombres de las tinieblas, del odio, del egoísmo son hijos suyos.” Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, página 274.
Todos los pecados tienen su origen, fuente y raíz en Satanás, en razón de que odia literalmente Dios por ser bueno; al destruir al hombre por el pecado, combate la obra de Dios.
"Los hombres han crucificado a Jesucristo, pero es otro el promotor de este terrible hecho. Tras las personas activas al exterior se oculta el funesto personaje que las dirige. Satanás, que desde el principio fué un asesino y un mentiroso [San Juan VIII, 44], entró en Judas Iscariote y le sedujo a traicionar a Jesús [San Lucas XXII, 3, San Juan XIII, 27; VI, 70]" Teología Dogmática, Michael Schmaus, tomo II, §124, 3º, C.
 
V.- El diablo odia a Dios.
El odio en el cual vive la serpiente antigua es totalmente irracional, contra toda lógica, por lo cual necesita de la mentira, del engaño y de la simulación para poder pervertir la obra de Dios.
  
El hombre que libre y voluntariamente comete el pecado, se vuelve contra Dios, se alista en el número de los esbirros de Satanás, pervirtiendo su alma en el pecado, envenenándose del mismo odio de la serpiente antigua: “Consecuencia del pecado de los ángeles es el hecho terrible de que hay seres creados absolutamente malos, perversos, que sólo buscan y quieren el mal.” Michael Schmaus, Teología Dogmática, tomo II, página 268.
  
Los demonios que viven en el odio a Dios Nuestro Señor, comparten su terrible desgracia con los hombres que libremente obran contra Dios al transgredir los mandamientos, creciendo en sus almas una falta de amor, un odio al bien que han perdido: “¿De dónde viene su lucha contra nosotros? Porque el diablo, convertido en recipiente de toda maldad, adquirió también la enfermedad de la envidia y envidiaba nuestro honor. No pudo tolerar nuestra vida dichosa en el paraíso, sedujo al hombre mediante intrigas y engaños, se sirvió para seducirle de la pasión que él mismo tenía, a saber, querer ser igual a Dios, mostró a los hombres el árbol y le prometió que comiendo del fruto sería igual a Dios.” San Basilio, sermón XV, sección 8.
  
Cómo los demonios viven en la maldad, la mentira, la inmundicia y las tinieblas; tienen pavor al Sacrosanto nombre de María Santísima, refugio de los pecadores arrepentidos: “Tiemblan los malignos sólo de oír su nombre sacrosanto; y como caen los hombres a tierra cuando un rayo da cerca de ellos, así los demonios quedan aterrados al oír el nombre de María”. San Alfonso María de Ligorio, 'Las glorias de María', capítulo IV.
  
Cuando Satanás se apodera de un alma, de una familia, de una organización, congregación religiosa, crea una verdadera tiranía con apariencia de virtud, pues es padre y maestro de la mentira, teniendo siempre la cadena secreta por el pecado mortal en cualquiera de sus especies teológicas.
  
La gracia de Dios Nuestro Señor siempre da oportunidades a esas almas, familias, organizaciones para salir de la esclavitud del pecado, materializado en el aquí y ahora, en una gracia a través de un hombre que descubre el velo secreto con que se cubre la obra de Satanás, haciéndose una verdadera guerra contra los actores humanos, siendo en realidad, una lucha entre la luz y las tinieblas.
“Y hubo una grande batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles lidiaban con el dragón, y lidiaba el dragón, y sus ángeles. Y no prevalecieron estos, y nunca más fue hallado su lugar en el cielo. Y fue lanzado fuera aquel grande dragón, aquella antigua serpiente, que se llama diablo y Satanás, que engaña a todo el mundo: y fue arrojado en tierra, y sus ángeles fueron lanzados con él… le han vencido por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio, y no amaron sus vidas hasta la muerte.” Apocalipsis de San Juan XII, 7.
 
VI.- La ley de la historia.
“Enemistades pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: ella quebrantará tu cabeza, tu pondrás asechanzas a su calcañar.” Génesis III, 15.
  
El fundamento de la ley de la historia, los hechos de los hombres, todos los acontecimientos de la historia están relacionados entre la ciudad de Dios y la ciudad de Satanás: ‘IInimicítias ponam inter te et muliérem’
 
Todos los hechos contra la obra de Dios tienen su origen en Satanás.
"Dos amores construyeron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio a Dios hizo la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de si mismo, la ciudad del cielo. La una se glorifica a sí misma, la otra se glorifica en el Señor. Una busca la gloria que viene de los hombres (Jn 5,44), la otra tiene su gloria en Dios, testigo de su conciencia. Una, hinchada de vana gloria, levanta la cabeza, la otra dice a su Dios: «Tú eres mi gloria, me haces salir vencedor...» (cf Sal 3,4).” San Agustín de Hipona, ‘La Ciudad de Dios’, XIV,28.
  
La ciudad de Satanás se vence con la Ciudad de Dios, con la verdad divina, con la fe verdadera, con la disposición de morir por defender la ciudad santa; lo cuál se materializa en el Sacrificio perpetuo y el Santo Rosario de la Bienaventurada Siempre Virgen María.

“Le han vencido por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio, y no amaron sus vidas hasta la muerte.” Apocalipsis de San Juan XII, 7.
 
VII.- El Santo Rosario es la presencia de Dios.
Satanás está sujeto a la ley de la historia: ‘Inimicítias ponam inter te et muliérem’.
  
La serpiente antigua que luchó contra San Miguel Arcángel, conoce perfectamente que la Santísima Virgen María aplasta su cabeza hasta derrotarlo: ‘quebrantará tu cabeza’, por tal motivo Satanás tiene pavor, espanto, miedo aterrador al poder del Santo Rosario, rezado por los verdaderos hijos de Dios que se alimentan con la sangre del Cordero: “Le han vencido por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio, y no amaron sus vidas hasta la muerte.” Apocalipsis de San Juan XII, 7.
  
El Santo Rosario es el medio por donde Satanás será vencido en estos calamitosos tiempos de apostasía casi general, el santo Rosario es la presencia de Dios en su augusta Madre Santísima que aplasta la cabeza de la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás [Apoc. XII, 7].
 
“Ciertamente la acción de Cristo se hace sentir en el Rosario de una manera poderosa.” SS Papa León XIII, ‘Fidentem Piumque’ [7], 20 de septiembre de 1889.
 
“Por medio de María se comenzó la salvación del mundo, y por medio de María se debe consumar. María apenas se dejo ver en la primera venida de Jesucristo, con el fin de que los hombres, todavía poco instruidos e ilustrados sobre la persona de su Hijo, no se separasen de El aficionándose demasiado intensa e imperfectamente a Ella, cosa que probablemente hubiera sucedido si hubiese sido conocida, a causa de los admirables atractivos que el Altísimo puso aún en su exterior; y esto es tanta verdad, que San Dionisio Areopagita nos dejó escrito que, cuando la vió, la hubiera tomado por una divinidad, en vista de sus secretos atractivos y de su belleza incomparable, si la fe que él profesaba no le dijera lo contrario.
 
Pero en la segunda venida de Jesucristo, María ha de ser conocida y revelada por el Espíritu Santo, a fin de hacer por medio de Ella que los hombres conozcan, amen y sirvan a Jesucristo; pues entonces ya no subsistirán aquellas razones que obligaron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y a manifestarla sólo raras veces desde que se predicó el Evangelio.” San Luis María G. de Montfort, ‘Tratado de la verdadera devoción.’ No. 49.
  
Aconsejo humildemente el Santo Rosario a los verdaderos soldados de Cristo esparcidos en la faz de la tierra, unidos por la fe verdadera a la Esposa Inmaculada de Nuestro Divino Redentor, que luchan por la Ciudad de Dios, incomprendidos y en soledad humana, combatidos incansablemente por la serpiente antigua, despreciados del mundo, atacados con odio irracional de las tinieblas por los hombres que se apropian la obra de Dios con la mentira.
  
Rezad el Santo Rosario soldados de Cristo humillados con calumnias y difamaciones fabricadas por los esbirros de Satanás que pretenden apropiarse de la luz de Cristo y llamarse santos, siendo sus obras contra Cristo, haciendo consistir la santidad de vida en la simulación que redunda en alabanza de ellos mismos, sedientos siempre de honras y reconocimientos, con el disfraz de corderos siendo lobos rapaces, mercenarios que desprecian y destruyen el Magisterio de la Iglesia Católica, conculcando el Derecho Canónico bajo el velo de la falsa humildad, siendo en los hechos un desprecio a la Esposa Inmaculada para ponerse ellos en el lugar de Dios [La espantosa abominación en el lugar santo].
  
Que los verdaderos soldados de Cristo, en su desierto recen el Santo Rosario cada día con toda fe, inmolen sus vidas como incienso en la oración, gasten sus energías en amar y servir a Dios Nuestro Señor en María, por María y con la Bendita Madre de Dios en medio del mundo corrompido dominado en su exterioridad por la bestia que blasfema contra Dios y contra todo lo que se dice Dios.
 
“Le han vencido por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio, y no amaron sus vidas hasta la muerte.” Apocalipsis de San Juan XII, 7.
  
Ave María Purísima, sin pecado original concebida.

PADRE HERNÁN VERGARA MONROY
3 de Junio de 2019

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