Novena
dispuesta por un devoto deseoso de sus cultos e impresa por Ruiz de
Esparza en Guadalupe (Zacatecas) en 1867, con las debidas licencias. Los Gozos son tradicionales, sin autor ni fecha conocidos.
AL DEVOTO LECTOR
Siendo la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, según el piadosísimo Guillermo Stanihursto SJ, la más terrible de todas las cosas terribles para los demonios y la más maravillosa de todas las maravillas para los Ángeles, ¿qué cosa más digna de ocupar ni más capaz de absorber toda la atención de los hombres que la devoción hacia Aquel por cuyo poder fuimos creados; por cuya bondad conservados, por cuya caridad redimidos y por cuya Sangre lavados? ¿Ni qué mejor devoción pudiera ofrecérsete, lector piadoso, que una Novena en honra de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, derramada por la salvación del mundo? Si la sangre de las víctimas cabrías, como dice San Pablo, si las hecatombes de toros y la ceniza de las terneras rojas esparcida por el viento purificaba en otro tiempo a los inmundos según la antigua ley de Moisés, ¿cuánto más la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, hostia inmaculada, limpiará nuestra conciencia de todas las obras muertas para servir al Dios vivo? Y tanto más, cuanto que el Señor, como observa Santo Tomás, al mismo tiempo que ha padecido por todos los hombres, ha tenido presente a cada uno de nosotros en particular. Nos ha aplicado a cada uno todo el fruto de su Sangre, con tanta abundancia y de una manera tan perfecta, como si no hubiera sufrido ni hubiera muerto más que por cada uno en particular; de la misma manera que si cada hombre recibiese él solo los frutos de sus sufrimientos y de su muerte y todos los demás permaneciesen extraños a ellos. Por esto, pues, debemos mirar los padecimiento de Jesucristo como si el Hombre Dios los hubiera sufrido por cada uno de nosotros exclusivamente, a causa de la caridad con que nos ha comprendido a todos, y que le ha hecho sufrir los tormentos y la muerte por cada uno en particular; cada uno, pues, debe atribuírselos a sí mismo, y manifestar por ello su amor y su reconocimiento al Dios reparador, como hacía San Pablo, que se representaba continuamente a Jesucristo dando su vida por él en particular, y exclamaba: «Yo vivo de la fe y en la fe del Hijo de Dios; yo no pienso que Él sufrió y murió por los demás. Yo pienso y considero que éste Dios Salvador me amó a mí mismo, y que se entregó a la muerte por mí: In fide vivo Fílii Dei, qui diléxit me, et trádidit semetípsum pro me» (Gálatas 2). Por otra parte; la aspersión de la verdadera agua lustral se estableció para nosotros sobre esta tierra desde que ella quedó empapada con la Sangre del Salvador, y nosotros podemos disponer de la Sangre de la verdadera víctima divina como habla San Pedro. ¡Desgraciados, pues, de nosotros si vemos con indiferencia este inmenso beneficio! La ley que prescribía el rito de la aspersión antigua concluía con estas terribles palabras: «Todo aquel que no fuere purificado por éste rito, será excluido de la comunión del pueblo, perecerá». Estas palabras eran proféticas, y no se cumplen a la letra sino es aplicándolas a la aspersión de la Sangre de Jesucristo; porque nadie se justifica sino el que se lava en esta divina Sangre. El que no se aplica sus méritos, el que no lava sus manchas en esta preciosa Sangre, se ve excluído durante su vida de la comunión y del espíritu de la Iglesia, y después de su muerte será desterrado para siempre de la asamblea de los Santos: «Si quis hoc ritu non fúerit expiátus, períbit ánima illíus de médio Ecclésiæ» (Números 19). Recurramos, pues, al mérito infinito de la Sangre del Redentor, que corre todavía abundantemente para nosotros, de una manera mística. Apliquémonos sus frutos. Oremos, insistamos para que esta Sangre divina ablande nuestros corazones y los penetre de un dolor profundo, que nos asegure el perdón. Entonces esta preciosa Sangre que hemos profanado con nuestras culpas, pero que obtiene por medio de esta Novena nuestros homenajes y nuestras adoraciones, se derramará sobre nosotros; ella borrará de nuestra alma las obras de muerte, las obras de pecado que la desfiguran, y nos volverá la vida con los adornos preciosos de la gracia santificante. Solo resta decir que esta Novena puede hacerse en todo tiempo; pero será el más a propósito nueve dias antes de la fiesta de la Preciosísima Sangre de Cristo que celebra la Iglesia en el día 1 de Julio: y siendo la principal diligencia para practicarla con provecho y alcanzar el buen despacho en nuestras peticiones limpiar el alma de los pecados por medio de la Confesión y sacratísima Eucaristía, se encarga el uso de estos Sacramentos al menos para los días primero y último de esta Novena.
AL DEVOTO LECTOR
Siendo la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, según el piadosísimo Guillermo Stanihursto SJ, la más terrible de todas las cosas terribles para los demonios y la más maravillosa de todas las maravillas para los Ángeles, ¿qué cosa más digna de ocupar ni más capaz de absorber toda la atención de los hombres que la devoción hacia Aquel por cuyo poder fuimos creados; por cuya bondad conservados, por cuya caridad redimidos y por cuya Sangre lavados? ¿Ni qué mejor devoción pudiera ofrecérsete, lector piadoso, que una Novena en honra de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, derramada por la salvación del mundo? Si la sangre de las víctimas cabrías, como dice San Pablo, si las hecatombes de toros y la ceniza de las terneras rojas esparcida por el viento purificaba en otro tiempo a los inmundos según la antigua ley de Moisés, ¿cuánto más la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, hostia inmaculada, limpiará nuestra conciencia de todas las obras muertas para servir al Dios vivo? Y tanto más, cuanto que el Señor, como observa Santo Tomás, al mismo tiempo que ha padecido por todos los hombres, ha tenido presente a cada uno de nosotros en particular. Nos ha aplicado a cada uno todo el fruto de su Sangre, con tanta abundancia y de una manera tan perfecta, como si no hubiera sufrido ni hubiera muerto más que por cada uno en particular; de la misma manera que si cada hombre recibiese él solo los frutos de sus sufrimientos y de su muerte y todos los demás permaneciesen extraños a ellos. Por esto, pues, debemos mirar los padecimiento de Jesucristo como si el Hombre Dios los hubiera sufrido por cada uno de nosotros exclusivamente, a causa de la caridad con que nos ha comprendido a todos, y que le ha hecho sufrir los tormentos y la muerte por cada uno en particular; cada uno, pues, debe atribuírselos a sí mismo, y manifestar por ello su amor y su reconocimiento al Dios reparador, como hacía San Pablo, que se representaba continuamente a Jesucristo dando su vida por él en particular, y exclamaba: «Yo vivo de la fe y en la fe del Hijo de Dios; yo no pienso que Él sufrió y murió por los demás. Yo pienso y considero que éste Dios Salvador me amó a mí mismo, y que se entregó a la muerte por mí: In fide vivo Fílii Dei, qui diléxit me, et trádidit semetípsum pro me» (Gálatas 2). Por otra parte; la aspersión de la verdadera agua lustral se estableció para nosotros sobre esta tierra desde que ella quedó empapada con la Sangre del Salvador, y nosotros podemos disponer de la Sangre de la verdadera víctima divina como habla San Pedro. ¡Desgraciados, pues, de nosotros si vemos con indiferencia este inmenso beneficio! La ley que prescribía el rito de la aspersión antigua concluía con estas terribles palabras: «Todo aquel que no fuere purificado por éste rito, será excluido de la comunión del pueblo, perecerá». Estas palabras eran proféticas, y no se cumplen a la letra sino es aplicándolas a la aspersión de la Sangre de Jesucristo; porque nadie se justifica sino el que se lava en esta divina Sangre. El que no se aplica sus méritos, el que no lava sus manchas en esta preciosa Sangre, se ve excluído durante su vida de la comunión y del espíritu de la Iglesia, y después de su muerte será desterrado para siempre de la asamblea de los Santos: «Si quis hoc ritu non fúerit expiátus, períbit ánima illíus de médio Ecclésiæ» (Números 19). Recurramos, pues, al mérito infinito de la Sangre del Redentor, que corre todavía abundantemente para nosotros, de una manera mística. Apliquémonos sus frutos. Oremos, insistamos para que esta Sangre divina ablande nuestros corazones y los penetre de un dolor profundo, que nos asegure el perdón. Entonces esta preciosa Sangre que hemos profanado con nuestras culpas, pero que obtiene por medio de esta Novena nuestros homenajes y nuestras adoraciones, se derramará sobre nosotros; ella borrará de nuestra alma las obras de muerte, las obras de pecado que la desfiguran, y nos volverá la vida con los adornos preciosos de la gracia santificante. Solo resta decir que esta Novena puede hacerse en todo tiempo; pero será el más a propósito nueve dias antes de la fiesta de la Preciosísima Sangre de Cristo que celebra la Iglesia en el día 1 de Julio: y siendo la principal diligencia para practicarla con provecho y alcanzar el buen despacho en nuestras peticiones limpiar el alma de los pecados por medio de la Confesión y sacratísima Eucaristía, se encarga el uso de estos Sacramentos al menos para los días primero y último de esta Novena.
NOVENA A LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO
Puestos de rodillas delante de una imagen de Nuestro Señor Jesucristo, se dice lo siguiente:
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Dios y hombre
verdadero, rico en misericordias y piedades, que para darnos la más
realzada
prueba de tu ardiente caridad e infinito amor hacia nosotros,
derramaste todo el inestimable licor de tu Preciosísima Sangre en tanto
grado, que después
de haber expirado en la Cruz para nuestro remedio, quisiste que aquella
cruel
lanza te sacase la poca que había quedado en tu ya difunto cuerpo: todo a
fin
de que conociésemos los hombres el infinito amor con que solicitas
nuestra salvación. Pero ¡Oh Jesús mío! ¿Qué es lo
que encuentras en los mismos hombres
en recompensa de tanto amor? ¿Qué? Ingratitudes, ofensas, pecados y
transgresiones de tu suave y santa ley. Esto
es verdad, y ojalá y no lo fuera. Ya lo
confieso, mi Dios, delante del cielo, y de
la tierra. Ingratamente Te he agraviado, Te he ofendido con el continuo
quebrantamiento de tus santos Mandamientos; pero si lo que quieres de mí
y de
todo pecador es que se convierta a ti
y viva eternamente, heme aquí arrepentido de lo íntimo de mi corazón.
Pésame, mi Jesús, de haberte ofendido. Quisiera morir a la fuerza del
dolor de haber pecado. Perdóname, mi Jesús, que
yo te doy palabra de ser en lo de adelante (ayudado de tu divina gracia)
muy
otro de lo que hasta aquí he sido. No
se malogre en mí tanta Sangre derramada. En este rico tesoro de tu
Sangre
Preciosísima pongo toda mi esperanza
para alcanzar el perdón de tantas ofensas. Misericordia, Señor, ten
misericordia de mí por tu Preciosísima Sangre. Amén.
ORACIÓN AL PADRE ETERNO
¡Oh
Padre Eterno y Dios de todos los
consuelos! Atended benigno y oíd misericordioso los clamores que desde
la
tierra os envia la derramada Sangre de
vuestro unigénito Hijo, vertida toda en
beneficio de sus hermanos los hombres,
para reconciliarlos con vuestra divina
Majestad, y satisfacer por ellos sobreabundantemente la deuda de sus
culpas y
pecados, que tanto irritan vuestra divina
Justicia, y por respeto suyo perdonadnos,
misericordiosísimo Padre, y derramad sobre nosotros vuestras paternales
bendiciones, concediéndonos eficaces auxilios para detestar las culpas,
amaros y serviros
en todo el discurso de nuestra vida, y otorgarnos benigno por su
Preciosísima Sangre, lo que en esta Novena solicitamos, si
es conforme a vuestro divino beneplácito;
y si no lo es, conformad nuestra voluntad
con la vuestra, para que agradándoos en
todo, y en nada ofendiéndoos, os sirvamos fielmente hasta la muerte, y
después
de ella os gocemos en la Gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
DÍA PRIMERO - 22 DE JUNIO
MEDITACIÓN: LA CIRCUNCISIÓN DE JESÚS
Contempla, alma mía, cómo viendo tu amorosísimo Jesús al mundo tan pobre de celestiales tesoros, deseó con indecibles ansias su socorro, y enriquecerlo con abundancia; y sabiendo muy bien que estos mismos ricos tesoros los tenía dentro de sí, y en sus propias venas, deseaba mucho la hora de comunicarlos; y el excesivo amor que a los hombres tenía, le tenían violento hasta enriquecerlos con ellos, y derramarlos para su bien: porque como el amor es impaciente, no se puede contener ni sabe disimular sus llamas, ni retardar su actividad, y mientras no ve cumplidos sus deseos, un punto de dilación se le hacen mil años; por eso con el amoroso fuego que ardía en su pecho divino hacia sus amados (aunque muy ingratos) los hombres, a los ocho días de su nacimiento, vierte y derrama su Preciosísima Sangre como primicias o señal que les dio de que en su edad crecida, la derramaría con abundancia por su amor. Atiende, alma, la prisa que tu Jesús se da a derramar su Sangre en tan tierna edad, y dile llena de humanidad y agradecimiento: «Señor y Dios mío, ¿para qué tanta prisa? ¿Por qué tan presto derramáis esa vuestra Sangre? ¿Por qué no esperáis a que haya más copia y más vigor en el cuerpo para derramarla?». Y haz cuenta que te dice su amor: «Alma, mi amor no consiente esperas. El fuego del amor no sufre tardanzas: mi caridad aborrece dilaciones. Desde que tuve Sangre en la Encarnación y me uní a la naturaleza humana, estuvo hirviendo en mis venas con las llamas de mi caridad y amor, y está buscando ocasion para salir, y así para desahogar y refrigerar esta llama vierto desde ahora esta poca en testimonio y señal, que toda la he de derramar por tu amor. Aprende a amar, alma mía, y a deshacerte toda en amor de quien tanto te ama».
Se rezan tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO
¡Oh Jesús Dulcísimo de mi corazón! Que no pudiendo sufrir tu grande amor y encendida caridad para con los hombres más esperas ni dilaciones en manifestarla a los mismos hombres, quisiste derramar tu Preciosísima Sangre tan de antemano, que apenas contabas solos ocho días de nacido cuando comenzaste a verterla en prueba y señal de que la derramarías toda con abundancia, hasta no dejar gota de ella en tu cuerpo en llegando el tiempo decretado por tu Eterno Padre: te damos humildes y repetidas gracias por la excesiva caridad con que nos amas, aun con el claro conocimiento de nuestra torpe ingratitud y vil correspondencia. Lávanos pues, Jesús mío, con tu Preciosísima Sangre, y enciende en nuestros helados corazones la dulce llama de tu amor, para emplear todos los instantes de nuestra vida solo en amarte y servirte con la pronta observancia de tu divina ley, y crucifícanos con tu temor santo, para que acabando la carrera de nuestra vida en gracia, pasemos a gozar el fruto de tu derramada Sangre a la gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.
Se reza un Ave María a nuestra Señora y se concluye todos los dias con esta oración:
¡Oh Purísima Virgen María, dignísima Madre de mi Señor Jesucristo! Dígnate, Señora mía, de ofrecer al Eterno Padre la Preciosísima Sangre que tú ministraste a tu Santísimo Hijo en la Encarnación, para que derramándola toda por redimirnos, nos abriese las puertas del paraíso que el pecado tenia cerradas; y alcánzanos de su Majestad amor a la virtud, y aborrecimiento al pecado, y lo que en esta Novena pedimos si es de su divino beneplácito: y juntamente la exaltación de la santa fe Católica; la destrucción de las herejías, vicios, y pecados mortales; la perpetua paz entre los cristianos Príncipes; la conversión de los pecadores; la libertad de los cautivos; el descanso de las almas santas del Purgatorio: y finalmente la perseverancia en gracia de los Justos, para que aprovechándonos todos de este infinito tesoro de la derramada Sangre de tu Santísimo Hijo, acabemos nuestra mortal vida en su divina gracia, para gozarle en su gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.
La Preciosísima Sangre de Jesús nos favorezca en la vida, y en la muerte. Amén.
GOZOS A LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO
Pues morís, Padre y Señor,
En una Cruz afrentosa,
Por vuestra Sangre preciosa,
Dadnos Jesús, vuestro amor.
Esposo de sangre hermoso,
Que en vuestra Circuncisión,
Con ternura y compasión
Que en vuestra Circuncisión,
Con ternura y compasión
La derramáis cariñoso:
Y aunque tierno y amoroso
Lloráis por el pecador:
Por vuestra Sangre preciosa,
Dadnos Jesús, vuestro amor.
Entre el huerto de las penas,
Entre angustias y agonías,
Dais amante por mil vías
Dais amante por mil vías
La Sangre de vuestras venas:
Y pues con dulces cadenas
Y pues con dulces cadenas
Rendís nuestro desamor:
Por vuestra Sangre preciosa,
Dadnos Jesús, vuestro amor.
Ríos de Sangre corrieron
De vuestro Cuerpo sagrado,
Cuando a golpes maltratado
De vuestro Cuerpo sagrado,
Cuando a golpes maltratado
Con tanto azote le hirieron:
Todo una llaga os hicieron,
Siendo el hombre el ofensor:
Siendo el hombre el ofensor:
Por vuestra Sangre preciosa,
Dadnos Jesús, vuestro amor.
Vos de espinas coronado
Tanta Sangre derramáis,
Que casi, mi bien, cegáis,
Todo el rostro ensangrentado:
Todo el rostro ensangrentado:
Y pues tierno y lastimado
Pagáis por vuestro deudor:
Pagáis por vuestro deudor:
Por vuestra Sangre preciosa,
Dadnos Jesús, vuestro amor.
Al llegar desfallecido
Y sin aliento al Calvario,
Un aleve y temerario
Os arrebata el vestido:
Piel y Sangre, mal herido,
Y sin aliento al Calvario,
Un aleve y temerario
Os arrebata el vestido:
Piel y Sangre, mal herido,
Nos dais en este rigor:
Por vuestra Sangre preciosa,
Dadnos Jesús, vuestro amor.
Clavos son nuestros delitos,
Que en una Cruz os fijaron,
Que en una Cruz os fijaron,
Y pies y manos rasgaron
Con dolores exquisitos:
La sangre de Abel da gritos
En favor de su agresor:
La sangre de Abel da gritos
En favor de su agresor:
Por vuestra Sangre preciosa,
Dadnos Jesús, vuestro amor.
Difunta vuestra hermosura,
Un ciego, el más atrevido,
El dulce pecho os ha herido,
Derramando con ternura
Raudales de gran dulzura
La Fuente del Salvador:
Un ciego, el más atrevido,
El dulce pecho os ha herido,
Derramando con ternura
Raudales de gran dulzura
La Fuente del Salvador:
Por vuestra Sangre preciosa,
Dadnos Jesús, vuestro amor.
Pues morís, Padre y Señor,
En una Cruz afrentosa,
Por vuestra Sangre preciosa,
Dadnos Jesús, vuestro amor.
℣. Redimístenos, Señor, con tu Sangre.
℟. Y nos hiciste un reino para tu Padre y Dios nuestro.
ORACIÓN
Omnipotente y Sempiterno Dios, que por la Preciosa Sangre de tu Hijo quisiste aplacarte y redimirnos, concédenos te suplicamos, recordarte el precio de nuestra Redención, para que merezcamos alcanzar en esta vida el perdón, y la gloria en la eterna. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO - 23 DE JUNIO
Por la señal...
Acto de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: JESÚS SUDANDO SANGRE EN LA AGONÍA
Atiende, alma mía, que el inflamado deseo que tenia tu amorosísimo Jesús de remediar pecadores, sacarlos de sus miserias, y enriquecerlos de los celestiales tesoros de su Preciosísima Sangre, le traía fatigado toda su vida, y no le dejaba reposar ni de dia ni de noche, tanto que vino a decir por San Lucas al capítulo 12 estas palabras: «Heme de dar un baño en mi propia Sangre, y con ella tengo de hacer un repartimiento y derramamiento de mis tesoros». ¡Ah, y qué afligido me veo hasta que lo vea cumplido, qué grandes congojas siento, hasta ver salir mi Sangre a borbollones, darla, y derramarla toda por los hombres! En efecto, llegado que fue el deseado tiempo, no se contentó con derramarla poco a poco; antes quiso que fuese abierto todo su sagrado cuerpo para derramarla con abundancia. Acércate, pues, con la consideración al Huerto, y mira como habiendo su Majestad renunciado enteramente todas las consolaciones divinas y humanas que pudieran redundar en sus sentidos, así interiores como exteriores, por una parte se le representaba la voluntad eterna de su Padre para morir por los hombres: por otra tenía una muy viva representación de los dolores y penas que había de padecer, las afrentas de la Cruz, la ingratitud de los hombres: por otra la perdición de tantas almas aun con una redención tan superabundante, que por su querer no habían de aprovecharse de ella. La humanidad rehusaba naturalmente el amargo cáliz: el espíritu pronto, y animoso se abrazaba con todas sus amarguras, y con la fuerza del conflicto entre los dos apetitos, superior e inferior, que (como suele decirse) luchaban a brazo partido. Vino por último a reventar la Sagrada Sangre sudándola abundantemente por todos los poros de su cuerpo santísimo, hasta bañarse con ella; y no solo esto; sino que abundó tanto este derramamiento de Sangre, que corrió hasta empapar la tierra: y volviéndose su Majestad a ella le dice (según sientan varios contemplativos) aquellas palabras de Job al cap. 16: «Terra, ne opérias Sánguinem meum, neque invéniat in te locum laténdi clamor meus. ¡Oh tierra! no encubras, ni ahogues mi Sangre, ni haya en ti lugar donde se sepulten mis clamores, y vengan a echarlos en olvido los hijos de Adán». Estas voces iremos ponderando en el discurso de la Novena. Y por ahora resuélvete, oh alma mía, a no olvidar jamás esta derramada Sangre que por tu amor se virtió.
Se rezan tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO
¡Oh Jesús Dulcísimo de mi corazon, triste y angustiado dueño de mi alma: en qué términos tan amargos, y en qué desconsuelos tan indecibles te ha puesto el amor que me tienes, y el deseo de redimirme y enriquecerme con el inestimable tesoro de tu Preciosísima Sangre, pues parece no pudo llegar a más la congoja y agonía de tu afligida alma, que hacerte sudar por todos los poros de tu sacrosanto cuerpo arroyos de Sangre! Otras congojas cuando mucho suelen ser causa de sudor de agua; mas la vuestra, ¡oh atormentado Jesús mío!, fue tan crecida, que destempló todo tu Cuerpo, y tanto demudó la naturaleza que te hizo sudar copiosísima Sangre, hasta regar con ella la tierra. Lávame, dueño mío, con este saludable baño, y no permitas que se pierda en mí tanta Sangre derramada: antes sí, fijando continuamente en mi corazón y memoria este inestimable precio que te costó mí pobrecita alma, sepa apreciarla como merece ser apreciada, como comprada nada menos que con la Sangre de un Dios hombre, para que este conocimiento me compela y obligue a hacer obras dignas del nombre de cristiano, con que consiga la gracia, y una muerte feliz para pasar a gozarte en tu eterna gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar un Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de la Novena. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA TERCERO - 24 DE JUNIO
Por la señal...
Acto de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: ANHELO DE JESÚS POR QUE LOS HOMBRES APRECIEN LA SANGRE QUE POR ELLOS DERRAMA
Vuelve, ¡oh alma mía!, a aquel misterioso huerto, teatro memorable de las agonías y congojas de tu atribulado Jesús, y considera cuán excesiva y terrible sería la angustia, y congoja de aquel deífico Corazón, pues con tal fuerza le hizo hervir la Sangre, que le llegó a brotar por todos los poros de su santo Cuerpo, y tan copiosamente que corría hilo a hilo, hasta la tierra. Dime, alma: ¿pueden darse mayores pruebas que éstas de congoja y agonía? ¿Ha habido hombre jamás a quien haya sucedido cosa semejante, sin haber perdido la vida? En el entretanto que tú las consideras, medita cómo viendo tu amante Jesús la tierra empapada y humedecida con aquella Sangre preciosísima se vuelve a la misma tierra, y le dice las palabras del Santo Job arriba citadas: «Terra, ne opérias Sánguinem meum. ¡Oh tierra, y qué dichosa eres; una vez te maldije por el pecado del hombre con lo que quedaste estéril, y diste fruto de abrojos! Pero ya has quedado llena de bendiciones, después que con mi Sangre te regué, después que con mi rostro, espejo de mi Eterno Padre y rayo de su resplandor, te di la paz que prometían a los hombres los Ángeles en mi nacimiento; pues ahora te ruego, tierra mía, que no encubras ni ahogues mi Sangre, ni haya en ti lugar donde se sepulten mis clamores, para que el hombre oiga sus voces, y le conste enteramente que la derramé por él, y le dejo en ella un riquísimo tesoro con que pague todas sus deudas por muchas que ellas sean, y se liberte de la tiranía en que vive. No la cubras, que servirá de saludable baño para que mis amados los hombres limpien sus almas, y saquen de ellas las manchas de sus culpas, para que con ella tiñan sus obras todas, y tengan el fino color y valor de meritorias, y alcancen por ellas el resplandor de la gloria. No la cubras, para que sepan que hallaran en ella todos los bienes juntos, y que si saben y quieren aprovecharse de su virtud, de tierra (que son) vendrán a parecer cielo». Medita todo esto, alma mía, con mucho espacio y ternura, y aprovéchate de este rico tesoro.
Se rezan tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA TERCERO
¡Oh liberalísimo y amorosísimo Jesús de mi vida, que pródigo de tus finezas has querido darme la más irrefragable prueba de tu amor, derramando en el huerto tu preciosísima Sangre en tanta abundancia, que corrió sobre la tierra, manifestando el deseo que tienes de que ésta no la encubra o esconda; sino que teniéndola siempre patente y manifiesta, acabemos de conocer los ingratos hombres el inestimable tesoro que en ella tenemos y nos aprovechemos de tan saludable medicina para la curación perfecta de nuestras almas enfermas con las culpas!: haz, Señor, que cooperando nosotros de nuestra parte, logremos tan celestiales efectos; y que meditando continuamente en tan amarguísima Pasión, esta memoria nos traiga siempre compungidos y contritos de haber sido causa con nuestras culpas de tus penas, para que aprovechándonos de tu derramada Sangre, produzcan nuestras almas obras de tu sacratísimo agrado; para que cumpliendo exactamente con los preceptos de tu acertada y santa ley, acabemos la vida en tu gracia, para gozarte en tu gloria. Amén.
Rezar un Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de la Novena. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA CUARTO - 25 DE JUNIO
Por la señal...
Acto de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: LA FLAGELACIÓN DE JESÚS
Vamos, ¡oh alma mía!, acercándonos al patio de Pilato a considerar el más lastimoso y tierno espectáculo que jamás han visto los siglos: mira a tu atormentado Jesús desnudo su sacratísimo cuerpo y amarrado fuertemente con sogas y cordeles a una columna de aquel edificio; y que rodeado de seis feroces, robustos e inhumanos verdugos, le amenaza cada uno con los crueles instrumentos con que intentan azotarle; y comenzando los dos primeros con unas varas cuajadas de espinas, siguen los segundos, y acaban los terceros, descargando sobre aquel virgíneo y delicadísimo cuerpo más de cinco mil azotes. Atiende aquellas virginales carnes abiertas y despedazadas a la fuerza de la crueldad de los infernales ministros, y mírale por último cubierto de Sangre, no solo aquel virgíneo cuerpo desde la cabeza a los pies, sino también todo aquel ámbito del suelo cercano al divino Cuerpo; pues con ella quiso regar la tierra. Sigue ahora ponderando las palabras de Job, como dichas por el mismo Señor a la tierra cubierta con su Sangre: «Terra, ne opérias Sánguinem meum. Oh tierra, que quedaste llena de bendiciones después que los frutos que has producido me han tocado y servido de instrumentos en mi Pasión: tus sogas me ataron: de las pieles de tus animales hicieron látigos que me despedazaron a puros azotes: por tanto te ruego ahora que no encubras ni ahogues mi Sangre, para que beban las almas de este manantial con el que apaguen los incendios carnales, las llamas de la cólera, y todos los ardores y desordenados incendios de las pasiones amotinadas contra ellas. No la encierres, para que dé voces a los hombres, y les asegure que si arrepentidos me buscan, los admitiré a mi reconciliación; y si me amaren, a mi amistad, a mis favores y regalos. No la escondas, para que siempre les esté diciendo que me hace grande injuria el que desconfía de mi misericordia, de la verdad de mis promesas, de la caridad con que les amo, del poder con que los redimo, y de los merecimientos de mi Pasión y muerte que tan liberal les doy». Aliéntate, alma, con tan celestiales promesas, y corespóndelas con un incesante amor a tan dulce Amante.
Se rezan tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA CUARTO
¡Oh Amabilísimo Jesús, y destrozado dueño de mi vida! ¿Qué exceso de amor es este que así te hace derramar tu Sacratísima Sangre con tanta abundancia hasta regar la tierra? ¿Pero qué pregunto? ¡Oh corazón mío, ingratísimo sobre manera! ¿Cómo la Sangre de este inocentísimo cordero no te ablanda? ¿Cómo el calor de tanto fuego no te enciende? ¿Cómo no hierve viendo hervir por tu amor la Sangre de Jesús? ¿Cómo vives viéndole atado en aquel helado mármol, y hecho todo fuentes de vida para darte vida? ¡Oh dolor! ¡Oh ingratitud! Báñame, Jesús mío, con esta tu ferviente y encendida Sangre; baña mi corazón helado y frío, para que todo hierva y arda en amor tuvo, y viva solamente para tí supuesto que tanto me amas, que derramas toda tu Sangre por mí, y deseoso de verme todo abrasado en amorosas llamas de tu amor; por tanto, mi Jesús, dígnate de derramar esta tu preciosísima Sangre sobre este mi corazón: caiga siquiera una pequeña gota en él, para que le abrase en tu amor, y en lo de adelante viva una vida toda empleada en amarte, para merecer despues de ella, una eternidad de gozarte en tu gloria. Amén Jesús.
Rezar un Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de la Novena. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA QUINTO - 26 DE JUNIO
Por la señal...
Acto de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: EL TRISTE ESTADO DE JESÚS DESPUÉS DE LA FLAGELACIÓN
Sigue, ¡oh alma mía!, contemplando atentamente la horrible carnicería que en el destrozado cuerpo de tu amante Padre Jesucristo ejecutó la crueldad de aquellos inhumanos verdugos, y mira cómo estando ya su Majestad casi en términos de morir, y con repetidos parasismos de tal manera despedazado, que ya no había carne que azotar, sino solos huesos descarnados, y como reveló nuestra Señora a Santa Brígida: «Como mi Hijo estuviese todo cubierto de su Sangre, y todo su cuerpo tan rasgado, que ya de los pies a la cabeza no había parte sana en donde pudiesen azotarle, entonces uno de los que estaban allí viendo que le mataban, asustado y temeroso del mal que les podía venir a los verdugos si le quitaban la vida antes de la sentencia, corrió y preguntóles que ¿cómo sin estar sentenciado a muerte le quitaban la vida? Y sin aguardar respuesta sacó un cuchillo, y cortó las sogas». Hasta aquí nuestra Señora y Santa Brígida; y ahora, alma mía, tú que lo estas considera a tu Jesús nadando y casi ahogado en aquel lago que de su preciosísima Sangre se había hecho sobre la tierra, y haz cuenta que le oyes decirle a la misma tierra las palabras de Job, que ya hemos meditado: «Terra, ne opérias Sánguinem meum. ¡Oh tierra, depósito de mi derramada Sangre! No la escondas ni encubras, para que viéndola los hombres toda vertida y derramada por sus pecados, se azore y amedrente el espíritu, y conciba un grande furor contra estos mismos pecados, los aborrezca, les haga guerra y antes den la vida los hombres, y mil vidas que tuvieran, que volverme a ofender, atendiendo al encendido amor con que por ellos derramo mi Sangre. No la ocultes, para que avise al hombre que le tengo que pedir rigurosa cuenta de ella, y de que vive de la misma manera, y con el mismo descuido, despues que a tanta costa fue lavado con mi Sangre, como si no lo hubiera sido, le diga que se enmiende y no multiplique pecados, para que pida perdón y no castigo: misericordia, y no justicia». Repasa bien, alma mía, estos puntos, y aprovéchate de tan celestial doctrina.
Se rezan tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA QUINTO
¡Oh Jesús amabilísimo de mi vida! ¡Oh maltratado y despedazado dueño de mi corazón! ¿Cómo no se me rasga éste en menudos pedazos al verte caído, y casi ahogado en este lago de tu preciosísima derramada Sangre? ¿Cómo tengo alientos para meditar estos tiernísimos pasos, sin derramar abundantes lágrimas? ¿Qué haré yo, Jesús mío, para alcanzar este don de lágrimas, con que deseo llorar tu amarga Pasión? Pero ya sé lo que he de hacer, acogerme a esta misma Sangre preciosísima. Aquí me quiero estar ai pie de esta columna en que por mí sufriste tanta multitud de cruelísimos azotes. Dame licencia, Señor, para estarme aquí, que según es tu benignidad y amor, espero no me la negarás, ni te desdeñarás de que los arroyos de tu preciosísima Sangre caigan sobre mí, pues los derramas con tanta abundancia y liberalidad para lavar y sanar pecadores. Caiga, Señor, caiga sobre mí este licor preciosísimo con que he de quedar tan limpio y tan hermoso. Sí, mi Jesús, lávame y purifícame con tu preciosísima Sangre, de todas las manchas que en mi alma han ocasionado la multitud y malicia de mis pecados, para que limpio de todas ellas, alabe, ame y sirva con un corazon contrito, limpio y humillado, a un Señor que me amó tanto, que no dudó derramar su Sangre y perder su vida por mí; para que viviendo y muriendo en tu santísima gracia, merezca tu eterna gloria, en donde te goce y alabe por todos los siglos de los siglos. Amén.
Rezar un Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de la Novena. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA SEXTO - 27 DE JUNIO
Por la señal...
Acto de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: LA CORONACIÓN DE ESPINAS
Contempla, alma mía, cómo pasada aquella cruel carnicería de los desapiadados azotes, con que atormentaron a tu dulcísimo Jesús, le previenen otro cruelísimo martirio que fue el de la coronación de espinas, y para esto considera que formaron la corona de juncos marinos, sobremanera gruesos, haciéndola en forma de casquete, dejándola maliciosamente estrecha, de modo que entrara en la divina cabeza sumamente forzada para causarle mayor dolor y tormento: en efecto; acabada que fue la inhumana corona la trajeron, y con mucha irrisión y mofa, hincándole la rodilla por burla, y tratándole como a fatuo, se la ponen sobre su sagrada cabeza; y luego cogiendo unas horquillas de palo, la fueron encajando a fuerza de golpes, con tal fiereza, que le pasaron las espinas el cráneo hasta llegar a sus divinos ojos, comenzando a derramar arroyos de Sangre por los cabellos y todo el soberano rostro entrándose por los ojos y boca santísima, en tanta abundancia, que quedó (según Santa Brígida) la divina cabeza como si la hubieran metido en una tina de sangre. Medita ahora, alma, que atendiendo tu maltratado Jesús a su preciosísima Sangre derramada por la tierra, le oyes seguir hablando con ella, con las palabras de Job arriba citadas: «Terra, ne opérias Sánguinem meum. Oh tierra, ya santificada con mi Sangre, no la encubras ni la tapes, porque ya que el hombre no haga servicios ni obras que puedan alegar delante de mi Padre Eterno, ni en que pueda estribar su confianza, quedando esta mi Sangre descubierta y patente, confíe en ella, y se la presente a mi Padre; pues basta para satisfacerle cuantas veces le ofendiere, si arrepentido se vale de ella. No sepultes ni ahogues sus súplicas, para que si las voces del hombre fueren tibias, y no merecieren que mi Padre las oiga, alcance por esta mi derramada Sangre y méritos, lo que por sus obras desmerece». Con estos sentimientos santos anímate, alma mía, y acógete llena de confianza a esta preciosísima Sangre, presentándosela al Padre Eterno para alcanzar perdón de tus culpas.
Se rezan tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA SEXTO
¡Oh atormentado y afligido Jesús de mi vida! Que no contento con haber sufrido el inhumano tormento de los azotes, derramando en aquella helada columna arroyos de tu preciosísima Sangre, quisiste sufrir el inexplicable martirio de ser coronado de agudas y penetrantes espinas, con las que te atravesaron tu divina cabeza, pasando sus agudas puntas hasta lastimar los hermosos luceros de tus ojos, y corriendo por todo tu venerable rostro tanta abundancia de Sangre, que corrió por todo tu cuello y cuerpo santísimo, todo a fin de manifestarme lo excesivo de tu amor, y lo ardiente de tu caridad, y el deseo que tienes de mi salvación: haz pues, Jesús de mi vida, que conociendo el inmenso beneficio que tan liberal me haces con este abundantísimo riego de tu sagrada Sangre, sepa aprovecharme de ella para poner los proporcionados medios para asegurar mi salvación; y no permitas que con la reincidencia y repetición de mis culpas, me haga indigno de los celestiales tesoros que con ella pretendes darme, sino que apreciándola y venerándola como es debido, fructifique en mi alma obras heroicas y propias de un cristiano, esto es, de un discípulo de Cristo, para que con ellas unidas a esta tu derramada Sangre, merezca en esta vida la gracia final, para pasar a alabarte y gozarte en la eterna gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar un Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de la Novena. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA SÉPTIMO - 28 DE JUNIO
Por la señal...
Acto de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: DE CÓMO FUE JESÚS DESPOJADO DE SUS VESTIDOS, Y CÓMO CLAVARON SUS MANOS A LA CRUZ
Acércate ya, alma mía, al monte Calvario, y atiende con los ojos de la consideración a tu atormentado Jesús (si todavia tienes aliento para mirarle padecer) cómo después de haber llegado con suma fatiga a la cumbre de aquel monte; despues de haberle desnudado con indecible crueldad, no solo de sus vestiduras, sino de su propia piel por estar ya pegada y casi unida con la túnica interior: en fin, despues de haberle hecho tender en el duro y tosco madero para abrir los barrenos, dejándolos maliciosamente cortos para mas atormentarle, comienzan aquellos feroces verdugos el más inhumano tormento que se había visto, le mandan con imperio que se tienda en la cruz, y tomando un ministro la mano derecha del Señor, la acomodó en el barreno, y otro tomó un largo y grueso clavo, y poniéndoselo en la palma de aquella mano divina, comienza a descargar muchos y repetidos golpes con un pesado martillo, hasta traspasar la mano y clavar el clavo en la tierra; y queriendo clavar la otra sacrosanta mano, mirando que no alcanzaba al barreno, por haber quedado (como ya dijimos) maliciosamente corto para mas atormentarle, le amarran fuertemente con un cordel la mano que ya estaba clavada para más asegurarla, y con otro cordel le estiran fuertemente la mano santísima que habían de clavar, haciendo hincapié en el mismo sacratísimo cuerpo, y estirando con tal fuerza, que le desencajaron todos los huesos de aquel sagrado pecho, hasta hacer llegar la mano al barreno de la cruz, y clavándola con la misma fiereza que la otra, comienza a derramar de ambas manos copiosos arroyos de Sangre, en tanta abundancia, que no solo teñía con ellos los vestidos y manos de los verdugos y la cruz, sino que corría hasta la tierra. Atiende cómo volviéndose a ella, lleno de los más vivos sentimientos le sigue hablando con las palabras de Job arriba citadas, «Terra, ne opérias Sánguinem meum. Oh dichosa tierra regada ya con mi Sangre, no la escondas ni encubras, porque esté siempre patente a los ojos de mi Eterno Padre, y vea que si está muy ofendido de los hombres, también está muy bien pagado por aquellos que quisieron aprovecharse de ella, y aplacándose en sus justas iras, se incline a hacer misericordias a mis amados (aunque ingratísimos hermanos) los hombres». Llénate de aliento, alma mia; con este rico tesoro, que ya tienes con qué satisfacer a la divina Justicia la deuda de tus culpas, y ama sin cesar a quien tanto te ama.
Se rezan tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA SÉPTIMO
¡Oh amantísimo y crucificado Jesús de mi vida! ¿Es posible, dueño de mi corazón, que estas divinas manos que fabricaron los cielos se han de ver traspasadas y rotas por la más vil criatura, como soi yo? ¿Es posible que haya en mi ingrato corazón animo y valor para meditar estas finezas, y no se me rompa en menudos pedazos de dolor al ver por los suelos derramada tu preciosísima Sangre? ¡Oh Sangre de mi Dios! ¡Oh licor de misericordia! Ya que el mundo te desprecia tanto, y yo ingrato tantas veces lo he ejecutado, vente ahora a mí, que ya arrepentido te busco y te deseo recoger; ven, te recogeré y abrazaré dentro de mi corazón. Adórote, preciosísima Sangre, vida de mi alma: adórote, riqueza de los cielos y de la tierra. En ti deseo bañarme, por ti deseo derramar la mía por no ofenderte más, mi dulce Jesús, por amarte de todo mi corazón. ¡Oh, quién nunca te hubiera despreciado por dar gusto a mis apetitos! Salgan, salgan fuera de mí todos tus enemigos, que son mis culpas y vicios, por medio de tu preciosísima Sangre, para que tú solo tomes posesion de este mi corazón que ansioso me pides, y yo quiero darte: y pues tu amor te obligó a darme toda tu Sangre, y con ella tu vida, tu divinidad, y todos tus infinitos méritos; este mismo amor y tu misericordia te obliguen, Señor, a que esta misma Sangre me renueve todo, todo me limpie, todo me purifique, todo me posea, todo me abrase, y todo yo quede consumido en tu amor desde ahora y para siempre, en esta vida y en la otra que espero gozarte por los siglos de los siglos. Amén.
Rezar un Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de la Novena. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA OCTAVO - 29 DE JUNIO
Por la señal...
Acto de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: DE LA INAUDITA CRUELDAD COMO FUERON CLAVADOS LOS PIES DE JESÚS
¡Oh alma mía, no te canses de meditar penas y tormentos, supuesto que tu amante Jesús no se causa de sufrirlos por tu amor! Considera, pues, como con la crucifixión de las manos se encogió naturalmente todo el sagrado cuerpo, así por el dolor vehemente que padeció, como por la contracción de nervios y arterias que sufrió, y con esto no alcanzaban ni con mucha distancia los sagrados pies al barreno de la cruz; pero instigados de los demonios aquellos inhumanos verdugos, practicaron la misma impía diligencia que habian hecho en las manos, atando éstas fuertemente con cordeles y sogas, y amarrando los sagrados pies con una eslabonada cadena estiraron todos, y con tanta fuerza, que le descoyuntaron cuadriles, cintura, y en fin, todos los huesos de aquella fábrica divina sin quedar en ella hueso con hueso, y con esto llegaron al barreno los pies, y para que el clavo no resbalase por ser partes nerviosas (como premedita San Buenaventura) se los barrenaron antes, y tomando un mucho más largo y grueso clavo que los otros, lo comenzaron a clavar con furiosos y repetidos golpes del pesado martillo; y al mismo tiempo se desataron en arroyos de Sangre que derramándose por todo aquel ámbito, regaban la tierra y la pisaban los inhumanos verdugos. Y tú, alma, que estas meditando esto, haz cuenta que ves abrir a tu Jesús sus sacrosantos labios, y que hablando con la misma tierra, le repite las palabras de Job, ya citadas: «Terra, ne opérias Sánguinem meum. Oh tierra dichosísima (aunque antes maldita), por verte fertilizada con el abundante riego de mi Sangre, no la escondas, no la cubras para que vea el hombre su abundancia, y que le doy toda la de mis venas, pues la derramé con la franqueza que se derrama el agua; y vea lo que me debe, y la obligación que tiene a servirme y amarme con todo su corazón y sin escasez de efecto, aunque sea a costa de su vida y de su sangre». Dile que sí, alma mía, que en lo de adelante emplearás todo tu amor en amarle y servirle, y en venerar su sacratísima derramada Sangre.
Se rezan tres Credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA OCTAVO
¡Oh Jesús de mi vida, tan cruelmente atormentado por mi amor! ¿Qué haré yo, Señor, en obsequio vuestro, y en señal de gratitud a tanto amor? Pero ¿qué he de hacer, pobre de mí, si nada tengo que ofreceros? Mas ya Vos, Jesús mío, me dais con abundancia lo mismo que os he de ofrecer; tan misericordioso sois como todo esto, pues mirándome en tanta miseria quereis enriquecerme con el rico tesoro de vuestras venas, que es vuestra preciosísima Sangre, tesoro de valor infinito, y capaz de satisfacer sobreabundantemente todas mis deudas, por muchas que ellas sean, y juntamente limpiar mi alma de todas las inmundas manchas con que la han afeado mis culpas. Sí Jesús mío, yo os ofrezco esto mismo que me dais para satisfacer por mis pecados. Yo quiero, y deseo lavarme y purificar mi alma en este saludable baño. ¡Oh, y qué divina traza es bañarse con la continua consideración de esta Sangre preciosísima! Mas cuánto mejor será bañarse con ella en realidad de verdad, pues con el deseo que teníais, oh Jesús de mi vida, de enriquecernos con este rico tesoro, no os contentáis con derramarla toda en vuestra Pasión sacrosanta, sino que quisisteis dejárnosla en el Santísimo Sacramento hasta la consumación de los siglos, para que todos los días (si quisiéramos), y en tantas partes del mundo en que estáis Sacramentado, pudiéramos una y muchas veces purificarnos con este saludable baño de vuestra sacratísima Sangre. Haced, Señor, que apreciando como debemos este beneficio, nos hagamos, dignos de recibirle con frecuencia, con lo que consigamos la gracia y vuestra presencia en la gloria. Amén.
Rezar un Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de la Novena. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
DÍA NOVENO - 30 DE JUNIO
Por la señal...
Acto de contrición y Oración al Padre Eterno.
MEDITACIÓN: EL COSTADO DE JESÚS TRASPASADO POR LA LANZA
Lleguemos ya, alma mía; pero lleguemos con los ojos llenos de lágrimas y el corazón de amargura, exhalando tiernos suspiros, a ver a nuestro amante Jesús derramar las últimas gotas de Sangre que le habían quedado en su ya difunto cuerpo. Mira cómo después de crucificado con la inhumanidad que has premeditado en los anteriores días, le levantan en alto, y le dejan caer de golpe en la dureza de un peñasco; y después de haber padecido tres horas en el aire, y de habernos dejado en sus siete últimas palabras tan celestiales doctrinas: finalmente, entre dolores y angustias murió entregando su espíritu en manos de su Eterno Padre; pero no contentos los judíos con haberle quitado la vida, pasan a romperle y pasarle su Sagrado Corazón con una cruel lanza (que así la llama la Iglesia), la cual hirió tan fuertemente aquel sagrado pecho, depósito del amor, que le partió de parte a parte el corazón, derramando por aquella abierta puerta abundancia de sagrada Sangre y agua, hasta no dejar gota de ella en aquel yerto cadaver. Ea, alma mía, llégate ya y atiende a aquellas cinco fuentes manando continuamente arroyos de Sangre, que corren hasta la tierra, y premedita que ves a tu amante Jesús abrir sus sacratísimos labios, y hablando con la misma tierra le dice las palabras de Job, arriba citadas: «Terra, ne opérias Sánguinem meum, neque invéniat in te locum laténdi clamor meus. Oh tierra dichosa y santificada con el riego de mi Sangre, no la encubras, ni halle en ti lugar donde se sepulten mis clamores y se olviden de ellos los ingratos hombres. No la ahogues ni sepultes en tu seno, para que en ella hallen los hijos de Adán el rescate de su cautiverio, la hermosura de sus almas, limpieza de las manchas de sus culpas, medicina a sus males, consuelo en sus trabajos, esfuerzo en los combates contra sus enemigos, seguridad en sus peligros, esperanza en sus temores, dulzura en sus amarguras, misericordia en sus pecados, y finalmente; en su muerte, vida, resurrección y merecimientos para alcanzar la gloria»: ¡Oh consuelo celestial! ¡Oh Jesús, dulce amor mío, y lo que haces por nuestro bien! Da voces, Sangre divina, grita misericordia para nosotros. Y tú, alma mía que meditas estas ternuras, date por obligada, aborrece el pecado y emplea todo tu amor en amar a quien tanto te ama.
Se rezan tres credos con Gloria Patri.
ORACIÓN PARA EL DÍA NOVENO
¡Oh amorosísimo Jesús de mi vida! Ahora sí, Señor, que ya has desahogado tu amante Corazón, viendo enteramente derramada tu preciosísima Sangre, en beneficio de los ingratos hombres que tanto amas: ahora sí que los ves ya remediados y ricos con este inestimable tesoro. Sea en buena hora, Jesús mío, y caiga sobre mí esta celestial lluvia de tu Sangre preciosísima; y como diestro labrador aparta primero de mi corazón la tierra de los afectos humanos, para dar lugar al riego de tu Sangre. Envía ese rocío soberano sobre este apocado espíritu mío. Ea, liberalísimas manos abiertas para mi remedio, no me neguéis esos tesoros que tan de balde dais a todo el mundo. Ea sagrados pies, cansados para mi descanso y heridos para mi salud, derramad sobre mí lo que tan sin tasa estáis virtiendo. Ea sagrada cabeza toda teñida de Sangre, adornada con esos celestiales rubíes: caigan sobre mis ojos todas esas gotas: ea virginal y sacrosanto cuerpo, todo cubierto de azotes, venga sobre mí ese licor de tu Sangre, que hilo a hilo destilan tus llagas para sanar las de mi alma y dejarla hermoseada. Ea pecho sacratísimo, ea Corazón rasgado de mi Jesús, caiga sobre mí la Sangre y agua que sacó la cruel lanza de tus entrañas de misericordia. Ea Señor, acabe de darme esa derramada Sangre de tu costado, abierto de par en par, derecho para que me abran el Cielo, y me entren a la presencia de tu Eterno Padre. Así lo espero, amorosísimo Jesús: tu preciosísima Sangre me lave, me limpie, me purifique de todas las manchas de mis enormes culpas, para que adornada mi alma con la rica gala de tu gracia, te goce por eternidades en la gloria. Amén.
Alabada sea la Sangre de Jesús.
Glorificada sea la Sangre de Jesús.
Ensalzada sea la Sangre de Jesús.
Predicada sea la Sangre de Jesús.
Estimada sea la Sangre de Jesús.
Temida sea la Sangre de Jesús.
Amada de todos los hombres sea, ahora y siempre, la Sangre sagrada de Jesús. Amén.
OFRECIMIENTO FINAL DE LA NOVENA
¡Oh Padre Eterno y Dios de todo consuelo! Recibid, Señor, este corto obsequio de esta Novena que hemos procurado hacer en obsequio y alabanza de la preciosísima Sangre que tan liberal como amante derramó por nosotros vuestro santísimo Hijo en su dolorosa y amarga Pasión. No miréis, oh Padre Eterno, Dios grande, Dios excelso, no nos miréis a nosotros llenos de pecados y vacíos de merecimientos; poned, sí, vuestros amorosos ojos en vuestro Unigénito Hijo, afrentado y atormentado con la Cruz, oíd sus clamores, alcancen sus méritos lo que perdió nuestra miseria, reparad, Señor, por su inocencia lo que destruyó nuestra malicia, sanad por sus Llagas lo que hicieron nuestros pecados, limpiad por su preciosa Sangre lo que mancharon nuestras culpas, enviadnos por sus abiertas Llagas la lluvia de vuestras piedades que sazone nuestras costumbres, que refrene nuestros apetitos, que amortigüe nuestras amotinadas pasiones, que fertilice nuestras almas y las llene de abundantes virtudes. Haced, Señor, que jamás olvidemos que vuestro Hijo derramó por nosotros su Sangre y dio su vida en una Cruz, para que esta continua memoria nos llene de bienes del Cielo y favores de vuestra mano con la perseverancia en vuestra gracia, para alabaros sin cesar en vuestra gloria. Amén.
Rezar un Ave María, y la Oración a la Santísima Virgen, pidiendo que deseas conseguir de la Novena. Los Gozos y la Oración se rezarán todos los días.
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