miércoles, 19 de junio de 2019

MARSELLA, LA PRIMERA CIUDAD EN CONSAGRARSE AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Luego de que la peste azotara a Marsella en 1720, y bajo el impulso de la venerable Ana Magdalena Remusat OVM, fueron repartidas por millares imágenes del Sagrado Corazón de Jesús llamadas sauvegardes (antecesoras del actual Detente): se trataba de pequeñas piezas de tela roja, sobre las cuales el divino Corazón era impreso en negro sobre una pieza de género blanco cosida sobre la primera. A veces tenía escrito: «O Cœur de Jésus, abîme d’amour et de miséricorde, je mets en vous toute ma confiance et j’espère tout de votre bonté» (Oh Corazón de Jesús, abismo de amor y de misericordia, yo pongo en Vos toda mi confianza y espero todo de vuestra bondad).
  
El 22 de octubre, el obispo Mons. Henri-François-Xavier de Belsunce de Castelmoron publicó una ordenanza instituyendo en su diócesis la fiesta del Corazón de Jesús:
«Prosternados a sus pies, con el saco y la ceniza, imploramos su misericordia, y tratando, por nuestro sincero y pronto arrepentimiento, de alcanzar de compasión para nosotros su Corazón adorable, que ha amado a los hombres, aunque ingratos y pecadores, hasta agotarse y consumirse para testimoniar su amor. Si nosotros nos dirigimos a él con corazones verdaderamente contritos y humillados, acudamos con confianza que no seremos rechazados, y que en este Dios hecho hombre, fuente inagotable de todas las gracias, encontraremos un remedio pronto y seguro a todos nuestros males y el fin de nuestras calamidades. Es en su nombre que debemos orar, si queremos obtener el efecto de nuestras peticiones. En su nombre, y por la fuerza y la virtud de su Santo Nombre, se obran los más grandes prodigios.
 
Así las cosas, con el fin de aplacar la cólera de Dios y de hacer cesar el redoutable flagelo que desuela una tropa que nos fue siempre tan querida, para hacer honrar a Jesucristo en el Santísimo Sacramento, para reparar los ultrajes que le son hechos por las comuniones indignas y sacrílegas, y las irreverencias que sufre en este misterio de su amor por los hombres, para hacerlo amar de todos los fieles comisionados a nuestro cuidado, en fin, en reparación de todos los crímenes que han atraído sobre nosotros la venganza del Cielo, Nos hemos establecido y establecemos en toda nuestra diócesis la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que en adelante será celebrada todos los años el viernes inmediatamente posterior a la octava del Santísimo Sacramento, día en el cual ya ha sido fijada en numerosas diócesis de este reino, y la hacemos fiesta de precepto, que queremos sea festejada en toda nuestra diócesis, permitiendo que este día el Santísimo Sacramento sea expuesto todos los años en todas las iglesias parroquiales de esta villa y del resto de nuestra diócesis, en todas las de los barrios del territorio de Marsella, como también en las de las comunidades seglares y regulares de nuestra diócesis. […]
 
Nos ordenamos a todos los curas y vicarios de nuestra diócesis que hagan conocer a sus parroquianos de cuánta utilidad es para ellos una devoción tan sólida y tan agradable a Dios como es la del Sagrado Corazón y del Santo Nombre de Jesús; honrando la misma persona del adorable Salvador de nuestras almas, al cual consagramos en este día nuestra diócesis de una manera particular, exhortando a cada fiel en particular de consagrar incesantemente su corazón y de conformarse enteramente al de Jesús.

Feliz y mil veces felices los pueblos que, por su lejanía a las novedades profanas, por su apego inviolable a la antigua y santa doctrina, por su humilde y perfecta sumisión  a todas las decisiones de la Iglesia, esposa de Jesucristo, por la regularidad y la santidad de su vida, serán hallados según el Corazón de Jesús y sus nombres serán escritos en este Corazón adorable. Será él su guía en los caminos peligrosos de este mundo, su consolación en su miseria, su asilo en las persecuciones, su defensor contra las puertas del Infierno, y sus nombres no serán jamás borrados del libro de la vida». (Mons. Henri-François-Xavier de Belsunce, Extracto de la ordenanza del 22 de octubre de 1720, en Œuvres choisies de M. de Belsunce, évêque de Marseille, tomo I. Metz, Imprenta y Librería de Collignon, 1822, págs. 40-41).

El 1 de noviembre, él presidió una procesión en la ciudad, y después de haber hecho un desagravio, consagró Marsella y la totalidad de la diócesis al Sagrado Corazón. Los Escabinos de la villa rechazaron asociarse a la celebración. Se trata de la primera consagración de una diócesis al Sagrado Corazón de Jesús:
«Oh Corazón adorable del Salvador de todos los hombres, yo Os consagro de nuevo, en esta solemnidad, esta villa y esta diócesis, mi corazón y el de todos mis diocesanos. Nosotros dedicamos, todos juntos, enteramente, sin reserva ni retorno, nuestros corazones a vuestro divino servicio. Venid, oh Dios de bondad, venid a tomar posesión de ellos; venid y reinad Vos solo; venid a desterrar el amor profano y criminal de las creaturas y de los bienes caducos. Eliminad todo lo que Os displace; purificad las intenciones, ornadlos de todas las virtudes que puedan volver los corazones según el vuestro, humildes y pacientes; abrasadlos con el fuego santo de vuestro amor; que no olviden jamás las santas resoluciones que han formado en estos días de duelo y lágrimas; fortificad su debilidad; sed su guía, su consolador, su defensor. Que nada sea jamás capaz de separarlos de Vos en la vida, y sobre todo en el momento supremo de la muerte. Que no respiren más que para Vos, a fin que, nuestros nombres sean inscritos en vuestro Corazón como en el libro de la vida, Os adoremos todos, Os alabemos, Os bendigamos, y Os amemos por toda la eternidad. Así sea».

Al año siguiente, otras diócesis francesas seguirán el ejemplo de Mons. de Belsunce: el 30 de mayo, Mons. Louis de la Tour du Pin de Montauban, obispo de Tolón, el 2 de julio, Mons. Charles Gaspard Guillaume de Vintimille du Luc, arzobispo de Aix, el 14 de julio, Mons. Jacques de Forbin-Janson, arzobispo de Arlés, el 17 de noviembre, Mons. François Marie Abbaty, obispo de Carpentras, y finalmente Mons. Charles-François d’Hallencourt de Droménil, obispo de Autun, consagraron sus respectivas diócesis al Sagrado Corazón de Jesús.

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