Tomado de CATÓLICOS ALERTA.
RELIGIÓN DEL CUERPO, TIRANÍA DE LA SALUD
Las dos caras de la moneda, la “ruta” prevista y necesaria para el tiempo final: el Nuevo Orden Mundial, el Gran Reinicio.
Todo lo que vemos, nuevo o viejo, floreciente o decadente, ya sea directamente o por una muy breve deducción, nos lleva a la consideración de nuestro propio fin. En consecuencia, encontramos que el miedo a la muerte siempre ha sido considerado como el gran enemigo de la tranquilidad humana, el contaminante de la fiesta de la felicidad y el amargor de la copa de la alegría.
El mundo sabe muy bien todo esto. El miedo a la muerte está inevitablemente ligado al deseo de continuar viviendo. Aparte de las disputas entre los estadísticos, la pandemia actual tiene una tasa de mortalidad relativamente baja, con una notable mayoría de ancianos. Pero el motor del miedo, fortalecido y alimentado por el oxígeno de la publicidad, poco a poco ha llevado al mundo (o a gran parte de él) a una paralización económica, produciendo simultáneamente la militarización de la atención médica y un trastorno sin precedentes de la vida social, comparable a los efectos de una guerra mundial, pero, de ser posible, a algo mucho más siniestro aún.
En consecuencia, lo que una minoría minuciosamente censurada todavía considera una cepa de influenza, se ha convertido en una catástrofe, una tragedia, una calamidad cataclísmica, apocalíptica y monumental.
¿Quién hubiera pensado que, a través de una extraordinaria y peculiar secuencia de eventos impulsada inteligentemente, combinada con el inevitable instinto de autoconservación, deseo, debilidad y satisfacción por las ideas no cuestionadas propuestas por las autoridades, se convirtiera en el instrumento y motor para establecer un nuevo orden mundial, lo que ahora todo el mundo llama con ligereza “El gran reinicio”?
¿Cuál es el vínculo entre la evolución de la medicina y el nuevo “orden terapéutico” totalitario, que aparentemente se mezcla sin problemas con la ideología neoliberal y globalista?
Creo que, incluso sin recurrir ni a la teoría y realidad de la conspiración, el vínculo es sencillo. En Occidente, el declive de la religión y los sentimientos religiosos ha sido ampliamente documentado. Pero en los humanos, el sentido de lo trascendente, del cual la religión es un conducto, nunca se extingue por completo. Cuando la religión falla o no es real, deja un vacío; para llenar ese vacío, la tecno-medicina parece la alternativa más cercana, en tiempo, momento y propiedades, dándole a lo trascendente un lugar y un nombre sustitutos.
Para concluir, el propósito implícito de la medicina es prolongar la vida indefinidamente, lo que, léxicamente hablando, es una definición de inmortalidad. No puede negarse la paradoja, porque, a partir de ahora, todo lo que vive debe morir, pasando de la naturaleza a la eternidad.
Por tanto, desde el punto de vista social y semántico, la medicina se sitúa en el estrecho margen y límite léxico que separa la inmortalidad de la extensión indefinida de la vida.
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