«Ahora veamos si él [Lutero] no ataca con todos los trucos posibles la misma Sagrada Escritura que pretende defender.
En primer orden, para no hablar de cómo muy impíamente y muy estúpidamente él tuerce en todas partes la Escritura para defender sus enseñanzas destructivas, ¿qué puede destruir más profunda y más claramente toda la fuerza y el fruto de todas las Escrituras que el hecho que este tío se esfuerza para que nadie le crea a ningún hombre erudito en todo lo concerniente a la interpretación de la Escritura; para que nadie le crea a los Santos Padres, o a todos los hombres en su conjunto; ni crea en absoluto a toda la Iglesia, aunque ha sido unánime en su opinión hasta hoy; sino que cada uno opondrá a todos su propia interpretación?
¿Qué fruto proporcionarán las Escrituras si cualquiera reclamase tal autoridad para sí que al entenderlas se apoya en su propia interpretación en oposición a la de cualquier otro, tanto que no está influenciado por ninguna autoridad para medir las Escrituras según su sentimiento y fantasía?
Aquí él claramente abre la ventana por la cual la gente puede sumergirse en la perdición». [SANTO TOMÁS MORO, Respuesta contra Lutero, 1523].
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