lunes, 17 de julio de 2023

MES EN HONOR A SANTA ANA (DÍA 17)

Recopilado por el P. Dr. Vicente Alberto Rigoni, Cura Párroco de Santa Ana en Villa del Parque (Buenos Aires), el 12 de Mayo de 1944. Tomado de RADIO CRISTIANDAD.
    
DÍA DECIMOSÉPTIMO
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios os salve, ¡oh gloriosa Santa Ana, cuyo nombre significa la gracia de la que fuiste por Dios llena, gracia que distribuís a vuestros devotos. Nosotros, postrados a vuestros pies, os rogamos que aceptéis estos humildes obsequios con los cuales pretendemos honraros, como a madre de nuestra amantísima Madre y Reina y como abuela de nuestro dulcísimo Redentor Jesús. Y Vos, en señal de que os agradan nuestros homenajes, libradnos del maldito pecado alcanzándonos la gracia de modelar nuestra vida conforme a vuestros ejemplos, y obtenednos luz, fervor y constancia para que con la meditación que vamos a hacer, crezcamos en virtud y seamos más y más gratos al Señor. Amén.
     
MEDITACIÓN: Amor de Santa Ana a María.
El amor de Ana a María no era el amor ordinario de la madre a su propia hija, revestía caracteres especiales que daban a entender algo más que humano.
    
Ella entrevía en su Hija la gran misión que debía ejercer en la Redención y el altísimo honor que le tocaba en su glorificación, por esto debía tener a Ella un amor tan celestial y santo, que sobrepujaba muy mucho al amor de toda madre.
    
Era el amor que la conducía a Dios a través de su Hija, amor que revelaba la pureza de sentimientos, generosidad de sacrificios y que le debía hacer gustar cuanto de gozoso y de íntimamente excelso se unía en Aquella privilegiada Criatura.
     
¿Cuáles serían, pues, las ternuras del corazón de Santa Ana, los afectos de su alma cuando contemplaba su rostros, la acariciaba, besaba, abrazaba y sentía  el pequeño corazón de Ella palpitar al unísono con el suyo?
    
Si nos fuera posible levantar el velo que cubre los recónditos misterios del Corazón de la Santísima Virgen y el de Santa Ana, sacaríamos una impresión tan suave y dulce que nos inundaría de júbilo por toda la vida.
     
Roguemos a María Santísima y a Santa Ana a fin de que nos den tal pureza que merezcamos su inefable visión.
    
Al reflexionar que Santa Ana fue digna madre de la única hija perfecta, enriquecida desde el primer instante con todas las gracias y privilegios así singulares, no se puede menos de concebir una altísima estimación de su excelencia. Si Isabel, al ver a María, fue llena del Espíritu Santo; y el Bautista, santificado en su nacimiento, ¿Qué santificación y qué gracia no produciría en Santa Ana la presencia de María? Con que así, si antes, cristiano, has conocido, venerado y amado poco a esta excelsa Matrona, ahora procura remediarlo, consolándote con una devoción tan piadosa como saludable, fuente de gracia y consuelo celestial.
   
EJEMPLO: Amílcar Ludendorf, de noble linaje, había derrochado toda su hacienda en vicios y diversiones.

Reducido a la miseria, poco le faltaba para perder su alma y darse a la desesperación, cuando he aquí que en medio del torbellino de sus malos pensamientos tuvo la inspiración de trasladarse a Santiago de Galicia para impetrar del Santo un poco de luz en medio de sus densas tinieblas.

Se le apareció el Santo y díjole: “La gracia que deseas obtener, la alcanzarás invocando a Santa Ana y a su Familia”.

El joven tembloroso y conmovido, prometió cambiar de vida y practicar cuanto le fue dicho. Tuvo tierna devoción a Santa Ana, a San Joaquín y a María, devoción que conservó hasta el último de sus días y llevó vida cristiana ayudado por ambos Santos,  los cuales muchas veces se les aparecieron para consolarle. Aconteció esto de modo especial en la hora de su muerte, cuando furiosamente tentado acerca de su salvación, SAnta Ana, San Joaquín con María le anunciaron la salvación eterna.
   
OBSEQUIO: Confiémonos en Santa Ana, para que nos enseñe a amar a su excelsa Hija.
   
JACULATORIA: Amorosísima Santa Ana, encomiéndanos a María Inmaculada.
   
ORACIÓN
Dios te salve, oh nuevo cielo, que concebiste la espléndida aurora de la inaccesible luz del sol de gracia y justicia. Con Vos me alegro, afortunadísima Santa Ana, me regocijo y gozo, al ver los primeros almores de vuestra hija y Señora mía, tan luminosos, tan santos, tan limpios de toda mancha. Por aquella alegría de los astros matutinos, a la cual por la voz del Vicario infalible de Cristo, que declaró de fe este privilegio, se asoció toda la Iglesia, ¡oh gloriosa Matrona!, dignaos mirar benigna a todo el orbe católico. mostrando cuán grande es vuestro  poder cerca de hija tan excelsa. Humillad a los enemigos que luchan contra la Iglesia y haced que todos conozcan que Ella es el arca de paz, fuera de la cual no hay salvación.. Así sea. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
    
℣. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Ana.
℞. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
        
ORACIÓN
Oh Dios, que te dignaste conceder a Santa Ana la gracia de dar al mundo a la Madre de Vuestro Unigénito Hijo, haz, por tu misericordia, que nos ayude junto a Ti la intercesión de aquélla cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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