Mateo de Galo Cimarra (o Guimerà). nació en Agrigento, de padres oriundos de España. A los 18 años se hizo franciscano conventual; iniciando estudios en Bolonia, se doctoró de Filosofía y Teología en Barcelona, donde fue ordenado sacerdote en 1400. Enseñó a sus hermanos de religión en España por espacio de cuatro años.
Cuando San Bernardino de Siena comenzó su apostolado por toda Italia, Mateo parte de España y se va a Siena, donde es acogido por San Bernardino como compañero de apostolado y franciscano observante. Los dos trabajan juntos por unos 15 años en la difusión del culto al Santísimo Nombre de Jesús y la devoción a María Santísima, y se empeñaron en volver a la primitiva observancia a la Orden franciscana.
Edificó muchos nuevos conventos y centros de espiritualidad franciscana en España y en Sicilia. En 1433 fue elegido provincial de Sicilia, que contaba con 50 conventos, de los cuales 38 llevaban el nombre de Santa María de Jesús.
Con el Santo Nombre de Jesús recorrió la Sicilia, predicando el Evangelio, recordando a los sacerdotes la dignidad de su ministerio, reavivando la fe del pueblo y convirtiendo pecadores; su predicación fue confirmada por milagros. Fue maestro y forjador de santos, a quienes quiso como colaboradores: Juan de Palermo, Cristóbal Giudici, Gandolfo de Agrigento, el beato Arcángel Piacentino de Calatafimo, Lorenzo de Palermo y la beata Eustoquia Esmeralda Calafato.
Cuando San Bernardino de Siena fue acusado de herejía ante el papa Martín V por haber predicado el culto al Nombre de Jesús mediante la cifra «IHS», nuestro beato y san Juan de Capistrano defendieron enérgicamente al gran maestro, logrando que se le declarase inocente y el culto al Nombre de Jesús ratificado como acorde a la recta doctrina.
En la Corona aragonesa, Mateo consiguió del rey Alfonso “El magnánimo” que por las predicaciones, «tanto los judíos como los sarracenos se pudiesen disponer para que en sus almas germinen las semillas de la doctrina celestial y de la Palabra divina…, y extirpados del flagelo de los vicios, sean conducidos a la grey de los fieles y con ellos recojan el fruto de la salvación eterna».
A instancias del rey de Aragón, el Papa Eugenio IV lo nombró obispo de Agrigento el 17 de septiembre de 1442 en lugar del canónigo de Lérida Bernardo de Bosco, y fue consagrado el 17 de Junio del año siguiente por el obispo Nicolás de Rosa OFM, auxiliar del arzobispado panormitano. Desarrolló una intensa actividad: reformó su rebaño, extirpó los abusos, restauró la disciplina eclesiástica, destinó a los pobres las ricas rentas de su obispado, y combatió la simonía.
Fue injustamente acusado por los clérigos disconformes y algunos poderosos de Agrigento de dilapidar los bienes del obispado y de romper el celibato ante Eugenio IV, quien lo llamó a sí, y reconoció su inocencia. Después de tres años de episcopado, renunció a la diócesis el 23 de julio de 1445, y obtuvo permiso del Papa para volver al convento en Palermo, donde vivió los últimos años en oración y soledad, dando ejemplo de admirables virtudes.
Tenía 71 años cuando murió el 7 de enero de 1451. Su sepulcro en el monasterio de Santa María de Jesús se hizo célebre por los frecuentes milagros, por lo que su culto fue aprobado por Clemente XIII el 22 de febrero de 1767.
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