sábado, 3 de febrero de 2024

DE POR QUÉ LOS CLÉRIGOS CATÓLICOS NO USAN BARBA

Traducción del Comentario de los Padres de TRADITIO.
   
Un rabino judío con barba. Los judíos que no se convirtieron al cristianismo conservaron su barba, como lo hacen los judíos ortodoxos hasta el día de hoy, y los musulmanes tienen una práctica similar.
La tradición católica sostiene que San Pedro se afeitó la barba cuando se hizo cristiano.
A los sacerdotes romanos tradicionalmente se les prohíbe llevar pelo largo o barba.

«Queridos padres de TRADITIO: ¿Existen cánones o costumbres para el clero católico romano en cuanto a si se supone que deben estar bien afeitados o pueden usar barba? ¿Existe alguna forma particular de cortarse el pelo? Parece que un número considerable de “clérigos” de la Nueva Iglesia después del Anticoncilio Vaticano II parecen ahora enorgullecerse de imitar los extremos en la vestimenta de la sociedad secular que los rodea» (Flavio).

RESPUESTA DE LOS PADRES DE TRADITIO: Aquí hay algunos recursos tradicionales sobre este tema:
  1. El III Concilio de Cartago (año 397) prohibió en su canon 44 a los clérigos llevar pelo largo o barba. La razón de la ley, «nec comam nútriat, nec barbam», debe buscarse en la distinción entre clérigos y laicos. Una cara afeitada es uno de los signos externos aceptados del estado clerical y es parte del hábitus ecclesiásticus de los clérigos de la Iglesia Romana. También ha sido costumbre romana desde la antigüedad hasta la época cristiana: «non nutriéndi capíllos nec in genis nec in mento», «no criando cabellos ni en las mejillas ni en el mentón» (Dion Crisóstomo, Discurso 7.º “Euboico, o Del cazador”).
  2. En la época de Lutero, los sacerdotes y monjes católicos no llevaban barba. Muchos protestantes se rebelaron y usaron barba para distinguirse de los católicos.
  3. A los sacerdotes romanos tradicionalmente se les prohíbe llevar barba, porque con ello llaman la atención, especialmente en el Altar Santo, mientras que la atención debería estar dirigida a Nuestro Señor. Los romanos estaban meticulosamente afeitados hasta la época del emperador homosexual Adriano (reinó entre los años 117 y 138), quien adoptó prácticas no romanas. Los romanos consideraban que el vello facial era afeminado y un rasgo del decadente Oriente.
  4. Los judíos que no se convirtieron al cristianismo conservaron su barba, como lo hacen los judíos ortodoxos hasta el día de hoy. El II Concilio de Limoges (18 de Noviembre de 1031) sostuvo que San Pedro se afeitó la barba cuando se hizo cristiano, por lo que se esperaba que sus sacerdotes sucesores hicieran lo mismo.
  5. En la práctica romana, las barbas se consideraban orgullosas; el hombre humilde se afeita. El principio es similar para las mujeres: el cabello descubierto de la mujer en la Iglesia se considera orgulloso y exhibicionista. Por eso San Pablo enuncia el principio cristiano: «Al contrario, mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra su cabeza» (1.ª Corintios XI, 5/Versión de Mons. Félix Torres Amat). En el Islam, la barba se considera un «adorno», y se anima a los hombres mahometanos a usarla en honor a su profeta Mahoma.
  6. Para los sacerdotes en particular, las barbas constituyen problemas prácticos de sacrilegio. Cuando partículas del Santísimo Sacramento o de la Preciosísima Sangre caen en la barba o en el bigote, ¿cómo se limpian prácticamente las Partículas o Gotas? Si uno ha visto alguna vez la Sagrada Hostia caer al suelo por accidente y recuerda con qué vigor el sacerdote intentó limpiar el Santísimo Sacramento, a veces cortando partes de la alfombra para quemarla, uno comprende por qué la Iglesia Católica Romana no permite las barbas en sus sacerdotes.
  7. Sólo se permitieron excepciones limitadas a esta práctica tradicional romana (frailes capuchinos y ermitaños camaldulenses por sus constituciones, en territorios de misión por indulto, y por razones médicas con permiso del Ordinario), pero el principio básico sigue siendo la regla: «Excéptio probat régulam». Se ven muchas violaciones de la tradición y práctica católica romana en la Iglesia Novusordita, un hecho que no es sorprendente, ya que la Iglesia Conciliar ciertamente NO es la Iglesia Católica Romana. La misma práctica tradicional romana debe ser seguida, en la medida de lo posible, por los laicos que sirven en el altar.

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