Novena reimpresa por don Nicomedes Lora en 1831 a costa de la cofradía de Nuestra Señora de la Merced en Santa Fe de Bogotá, con las debidas licencias eclesiásticas.
Esta novena puede rezarse en cualquier momento del año, especialmente en preparación a su fiesta litúrgica (24 de Septiembre), o la de la aparición a San Pedro Nolasco y San Raimundo de Peñafort y al rey Jaime I de Aragón (1 de Agosto); o el día de la fundación de la Orden de la Merced (10 de Agosto).
Esta novena puede rezarse en cualquier momento del año, especialmente en preparación a su fiesta litúrgica (24 de Septiembre), o la de la aparición a San Pedro Nolasco y San Raimundo de Peñafort y al rey Jaime I de Aragón (1 de Agosto); o el día de la fundación de la Orden de la Merced (10 de Agosto).
ADVERTENCIA DEL EDITOR: Siguiendo el decreto Sanctíssimus Dóminus Noster del Papa Urbano VIII (13 de Marzo de 1625), los milagros, apariciones, revelaciones y favores especiales que se lleguen a detallar en esta Novena, se han de asumir como con fe humana, lo mismo que la atribución del título de Santos o Beatos a Siervos de Dios aún no canonizados, excepto en los casos confirmados hasta el día 9 de Octubre de 1958 por la Santa Iglesia Católica Romana y la Sede Apostólica, a la cual nos sometemos siempre como hijos fieles; y en este sentido sometemos esta obra devota a su sabio juicio.
NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
Puesto de rodillas delante de la imagen de Nuestra Señora de la Merced, hecha la señal de la Cruz y se dirá la siguiente oración:
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.
PROTESTACIÓN DE FE
Benignísimo y Santísimo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas de un solo Dios verdadero, en quien creo y espero, a quien amo y deseo amar sobre todas las cosas, yo el pecador más indigno de cuantos habitan en la tierra, creo como verdadero Católico cristiano todo cuanto me manda creer y confesar la Santa Iglesia Católica Romana, y aunque como miserable cuantas veces os he ofendido, nunca vuestra santa fe he negado, pero por mis gravísimas culpas la veo combatida de tantos herejes, siendo mis pecados los que la han puesto en peligro que se pierda; y así me pesa de todo corazón de haberos ofendido, me pesa y propongo la enmienda con vuestra gracia, confesarme y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y espero que por los ruegos e intercesión de la Santísima Virgen María, Madre especial de Mercedes y misericordia, me daréis gracia para que así lo haga. Amén.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Dulcísima siempre Virgen María de la Merced, benignísima Madre de Dios, Estrella resplandeciente del mar, Luna hermosa sin las menguantes de la culpa, escogida como el Sol; oíd, Señora, nuestros ruegos; Vos que benigna atendísteis desde los cielos a los tristes lamentos de los miserables cautivos, que gemían sin consuelo de la dura opresión de los moros, rompiendo los grillos y cadenas que los aprisionaban por medio de vuestra religión de redentores mercedarios, por este profundo ardor de vuestra caridad, por esas vuestras sacratísimas entrañas en que se encarnó el Hijo de Dios para nuestro remedio, os pedimos, dulcísima María, rompáis las cadenas de nuestras culpas, para que libres de ellas merezcamos conseguir lo que pedimos en esta novena.
Ahora se rezan tres Padrenuestros y tres Avemarías, en reverencia de lo que padeció la Santísima Virgen cuando vio expirar a su Hijo en la Santa Cruz.
DÍA PRIMERO - 15 DE SEPTIEMBRE
Clementísima Virgen María de la Merced, Madre amorosísima, en cuyos soberanos pechos se alimentan los atribulados de divinas consolaciones. Sol hermoso en cuyo calor no hay miseria que se esconda, vuelve esos ojos misericordiosísimos a tus fieles afligidos que te invocan en el naufragio de tantas calamidades; tú que miras benigna a los católicos navegantes librándolos a cada paso de los naufragios, como lo experimentan cada día tus devotos en estos mares y se vio en los del Norte, que naufragando un mísero bajel y estándo tú, Divina Reina, presente en medio del mar a su desgracia, con una sierva tuya mercedaria descalza e invocándote los afligidos navegantes con los varios títulos que su devoción les dictaba, no cesó la tormenta hasta que te invocaron con el dulcísimo nombre de la Merced, y entonces sosegaste los vientos y serenaste los mares, diciendo a tu querida hija (que fuese testigo de la maravilla) los socorrías entonces, para que entendiéramos que este nombre de la Merced es el que más te movía a favorecerlos. Favorécenos, pues, Señora, que ya te invocamos todos con este suavísimo nombre diciendo: «Santísima Virgen María de la Merced, apaga el fuego de las guerras, líbranos del incendio de las herejías, fecunda nuestros campos, purifica los infectados aires; Santísima Virgen María de la Merced, redime los pecadores de las duras prisiones del pecado, concédenos lo que te pedimos en esta novena, si es para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén».
Aquí se medita un poco pidiendo con confianza a la Santísima Virgen lo que se desee, y después se dirá la siguiente letanía:
Señor, ten piedad de nosotros.
Antífona: Todas las criaturas del cielo y de la tierra se postren saludando a la Santísima Virgen María, diciendo: Dios te salve, Madre de la clemencia, consuelo de los afligidos, redentora de los cautivos. Tú eres la gloria de Jerusalén, tú la alegría de Israel, tú la honra de nuestro pueblo.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad que eres un sólo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Santa Virgen de vírgenes, ruega por nosotros.
Madre de Cristo, ruega por nosotros.
Madre de la Iglesia, ruega por nosotros.
Madre de la Divina gracia, ruega por nosotros.
Madre purísima, ruega por nosotros.
Madre castísima, ruega por nosotros.
Madre inviolada, ruega por nosotros.
Madre incorrupta, ruega por nosotros.
Madre amable, ruega por nosotros.
Madre admirable, ruega por nosotros.
Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros.
Madre del Creador, ruega por nosotros.
Madre del Salvador, ruega por nosotros.
Virgen prudentísima, ruega por nosotros.
Virgen venerable, ruega por nosotros.
Virgen laudable, ruega por nosotros.
Virgen humildísima, ruega por nosotros.
Virgen poderosa, ruega por nosotros.
Virgen clemente, ruega por nosotros.
Virgen fiel, ruega por nosotros.
Espejo de justicia, ruega por nosotros.
Trono de la Sabiduría, ruega por nosotros.
Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.
Vaso espiritual, ruega por nosotros.
Vaso honorable, ruega por nosotros.
Vaso de insigne devoción, ruega por nosotros.
Rosa mística, ruega por nosotros.
Torre de David, ruega por nosotros.
Torre de marfil, ruega por nosotros.
Casa de oro, ruega por nosotros.
Arca de la Alianza, ruega por nosotros.
Puerta del Cielo, ruega por nosotros.
Estrella de la mañana, ruega por nosotros.
Arca de salvación, ruega por nosotros.
Mística ciudad de Dios, ruega por nosotros.
Adoratriz perpetua de Jesús Sacramentado, ruega por nosotros.
Salud de los enfermos, ruega por nosotros.
Refugio de los pecadores, ruega por nosotros.
Consuelo de los afligidos, ruega por nosotros.
Redentora de los cautivos, ruega por nosotros.
Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros.
Corredentora del género humano, ruega por nosotros.
Medianera de todas las gracias, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Exterminadora de todas las herejías, ruega por nosotros.
Reina Inmaculada, ruega por nosotros.
Reina de los Ángeles, ruega por nosotros.
Reina de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Reina de los Profetas, ruega por nosotros.
Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.
Reina de los Mártires, ruega por nosotros.
Reina de los Confesores, ruega por nosotros.
Reina de las Vírgenes, ruega por nosotros.
Reina de todos los Santos, ruega por nosotros.
Reina concebida sin mancha de pecado, ruega por nosotros.
Reina asunta a los Cielos, ruega por nosotros.
Reina del Santísimo Rosario, ruega por nosotros.
Reina del clero, ruega por nosotros.
Reina de la Iglesia, ruega por nosotros.
Reina de la familia, ruega por nosotros.
Reina de la paz, ruega por nosotros.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.Antífona: Todas las criaturas del cielo y de la tierra se postren saludando a la Santísima Virgen María, diciendo: Dios te salve, Madre de la clemencia, consuelo de los afligidos, redentora de los cautivos. Tú eres la gloria de Jerusalén, tú la alegría de Israel, tú la honra de nuestro pueblo.
℣. Ruega por nosotros, Santísima Virgen María de la Merced.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Clementísimo Dios y Señor nuestro, que para librar a los fieles del tirano poder de los paganos dilataste tu Iglesia fundando en ella por medio de la gloriosísima Madre de tu Hijo la nueva religión de redentores mercedarios, suplicamos humildes y rendidos, que a todos los que veneramos a la Santísima fundadora de tan santa obra, nos libres del cautiverio del demonio y del pecado, por tu santísimo Hijo Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
GOZOS A NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
Virgen Madre de Mercedes,
Reina de los cielos y tierra,
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Templo de la Trinidad
Y puerta del cielo abierta,
Que para que todos entren
Descendiste hasta la tierra
A fundar tu religión
Cual finca de tus finezas.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Paloma pura amorosa,
Que en el diluvio de penas
Que a España anegaba, fuiste
La risa en frente serena,
Con verde oliva en el pico
Y mejor ley de clemencia.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Escala blanca del cielo
Toda engastada de estrellas;
¡Oh vía láctea que Dios puso
En esta celeste esfera,
Para endulzar la amargura
Del cautivo en su cadena!
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Región del fuego que bajas
A reducir a cenizas
Esposas, grillos y cepos
De la esclavitud funesta,
Y cual Mongibelo airoso
Nieve ostentas siendo Etna.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Madre piadosa que siempre
El ser Madre desempeñas,
En los conflictos prestando
Mercedes a manos llenas;
Y en su santo Escapulario,
Armas, escudo y defensa.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Madre que al pie de la Cruz,
Puesta la mano derecha
De predestinado sitio,
Nos concebiste en la idea
Benjamines de tu amor,
Prendas de tu fortaleza.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Madre mejor que Raquel,
Mejor que Sara y Rebeca,
Que Judit, Débora, Ester,
Que Jael, Betsabé y Resfa,
Y que todas cuantas madres
Se han visto y verse esperan.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Eres el sol que me alumbra,
Eres luna siempre llena,
Eres estrella del mar,
Eres del campo cosecha,
Eres arca de la alianza,
Eres victoria en mis guerras.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Tú me levantas caído,
Si triste, tú me consuelas;
Si estoy enfermo, me sanas;
Y si débil, me das fuerzas,
Porque eres maná del alma,
Que todo sabor encierras.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Ea, pues, Madre admirable,
Mi amor, mi Señora y Reina,
Recíbeme por tu hijo,
Y dame esa prenda cierta
Que tus amantes consiguen
De la salvación eterna.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Pues consiste en imitarte
Nuestra filiación perfecta,
Hazme siempre adelantar
De la virtud en la senda,
Siguiéndote con fervor
Como a Madre y guía nuestra.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Acuérdate que no se ha oído,
Ni en ningún siglo se cuenta,
Llorando desamparado
El que recurre a tus puertas;
Pues al toque de los ruegos
Son tus mercedes respuestas.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Dispénsanos tu bendición,
Como madre verdadera,
De tus pechos da a gustar
Ese suavísimo néctar,
Favor que si lo practicas
No será la vez primera.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Pues nadie se ha de salvar
Sin que tu amor intervenga,
A tu corazón lo cito
Para mi hora postrera:
En tus manos desde ahora
Mi espíritu se encomienda.
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
Porque entonces sea mi dicha
De tu merced consecuencia,
En la vida y en la muerte
Ampáranos, Madre nuestra.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Santísima Virgen María, dignísima Madre de Dios, ya que misericordiosa te has constituído Madre y Patrona protectora de los cautivos cristianos, descendiendo gloriosa de los cielos a la ciudad de Barcelona, a fundar bajo tu dulcísimo nombre de la Merced una congregación religiosa para el rescate de aquellos afligidos esclavos, vuelve amorosa tus compasivos ojos a tantas lágrimas como vierten en sus cadenas aquellos pobres desamparados, escucha tierna aquellos lastimosos y dolorosos suspiros con que te invocan Madre; muéstrate, pues, Señora, como Madre de esos pobres desnudos, hambrientos, sedientos y encarcelados; fortalécelos en la fe para que no desfallezcan con el peso de tantas calamidades; enciende en caridad los corazones católicos para que con sus limosnas sean redimidos; suple la falta de sacerdotes en los cautivos agonizantes, y aquí que es mayor el peligro, sea, ¡oh Señora!, mayor el empeño de tu cuidado; conozcan que eres su Madre en agonía tan tremenda, alcanzándoles de tu dulcísimo Hijo, a ellos y a todos tus hijos y devotos en la hora de nuestra muerte, una centella del ardiente fuego del amor divino, que nos excite a una verdadera contrición y dolor de nuestras culpas, con lo cual, bien dispuestos, salgamos de esta vida al descanso de la vida eterna. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO - 16 DE SEPTIEMBRE
Por la señal...
Acto de Contrición, Oración preparatoria y los tres Padrenuestros y Avemarías.
Oh amantísima Virgen María de la Merced, poderosísimo amparo de todo el género humano, y con especialísimo amor de la ciudad de Lima, como lo experimentó cuando cercada de una infernal armada de herejes enemigos al mando del holandés Joris van Spilbergen, viéndolos tu divina clemencia en tan grande congoja el presidio y la ciudad en peligro de verse poseída de herejes, te apareciste a la terciaria franciscana Isabel Porras de Marmolejo en una hermosísima nube vestida de cándido hábito con la insignia sagrada de tu religión al pecho, cercada de infinidad de hermosísimos ángeles, y mirando con alegre semblanza la ciudad atribulada, llenándola de celestiales beneficios, la amparaste extendiendo sobre ella tu glorioso manto, y arrojando sobre los herejes enemigos unas densas tinieblas que de tal suerte los atemorizaron, que picando los cables dejaron en el puerto las anclas huyendo de tan divino poder. Por esta dulcísima caridad con que entonces defendiste la ciudad de Lima, te suplicamos, dulcísima Señora, nos ampares siempre, bajo tu protección poderosa, y nos defiendas de tantos peligros como nos cercan, conservando en nuestras almas, con perseverancia final, la hermosa luz de la divina gracia; y a cada uno en particular lo que pedimos en esta novena, si es para gloria de Dios, y bien de nuestras almas. Amén.
Meditar pidiendo la gracia que se desea. Las letanías, los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
DÍA TERCERO - 17 DE SEPTIEMBRE
Por la señal...
Acto de Contrición, Oración preparatoria y los tres Padrenuestros y Avemarías.
Oh amantísima Madre de Dios de la Merced, consuelo de las almas afligidas, que nunca faltas a quien tu divino favor invoca, como lo experimentó en Roma un reo, que sentenciado a quemarlo vivo y que fuesen las llamas verdugos crueles de su vida, siendo arrojado a ellas cuando el incendio más voraz ardía invocándote este pobre con el dulcísimo título de Madre de Dios de la Merced, al oírse entre las llamas este piadoso nombre le arrojaron con gran violencia del fuego, sin lesión alguna, sucediendo este portento por tres veces que lo volvieron a arrojar a las llamas para certificarse de la maravilla, hasta que convencidos en el milagro, dieron por libre al venturoso reo. Por este dulcísimo amor con que atendiste a la aflicción de ese pobre, te pedimos, piadosísima María, ampares y defiendas a todos los que afligidos te invocamos con este gran título de María Santísima de la Merced, refrenando el voraz fuego de las pasiones y apetitos que tanta guerra nos hacen. Apaga en todos el incendio de los vicios, para que constituidos en gracia consigamos lo que pedimos en esta novena, si es para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Oh amantísima Madre de Dios de la Merced, consuelo de las almas afligidas, que nunca faltas a quien tu divino favor invoca, como lo experimentó en Roma un reo, que sentenciado a quemarlo vivo y que fuesen las llamas verdugos crueles de su vida, siendo arrojado a ellas cuando el incendio más voraz ardía invocándote este pobre con el dulcísimo título de Madre de Dios de la Merced, al oírse entre las llamas este piadoso nombre le arrojaron con gran violencia del fuego, sin lesión alguna, sucediendo este portento por tres veces que lo volvieron a arrojar a las llamas para certificarse de la maravilla, hasta que convencidos en el milagro, dieron por libre al venturoso reo. Por este dulcísimo amor con que atendiste a la aflicción de ese pobre, te pedimos, piadosísima María, ampares y defiendas a todos los que afligidos te invocamos con este gran título de María Santísima de la Merced, refrenando el voraz fuego de las pasiones y apetitos que tanta guerra nos hacen. Apaga en todos el incendio de los vicios, para que constituidos en gracia consigamos lo que pedimos en esta novena, si es para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Meditar pidiendo la gracia que se desea. Las letanías, los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
DÍA CUARTO - 18 DE SEPTIEMBRE
Por la señal...
Acto de Contrición, Oración preparatoria y los tres Padrenuestros y Avemarías.
Oh María Santísima de la Merced, cándida azucena en quien Dios descansa y se apacienta, ciudad de refugio para los pecadores y su abogada en los mayores aprietos, como lo manifestaste en nuestras Indias, en la ciudad de Portobelo, con un hombre llamado José de Espinosa, natural de Alanís en Sevilla, tiernamente enamorado de tu santo escapulario que, dirigiéndose de Lima a Sevilla, debió permanecer en la ciudad de Portobelo por no ser temporada de galeones, y habiendo pasado de esta vida a la eternidad sin el bautismo, inconscientemente primero, mas culpablemente al fin, hallándose por ese delito en el tribunal de Dios justamente condenado, Tú, poderosísima Madre, revocaste con tus ruegos el formidable decreto, reduciéndole otra vez a la vida para que consiguiese la gracia en la sagrada fuente del bautismo, el cual recibió de manos del Padre comendador del convento de la Merced, fray Jerónimo de Alfaro, y dentro de hora y media de recibir la extremaunción, le condujiste a la vida eterna*. Te rogamos, dulcísima María de la Merced, enciendas en todos los corazones católicos el cordial afecto de tu santo Escapulario, para que como especiales hijos tuyos, consigamos con eficacia, por tus ruegos, todo lo que pedimos en esta novena, si es para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Oh María Santísima de la Merced, cándida azucena en quien Dios descansa y se apacienta, ciudad de refugio para los pecadores y su abogada en los mayores aprietos, como lo manifestaste en nuestras Indias, en la ciudad de Portobelo, con un hombre llamado José de Espinosa, natural de Alanís en Sevilla, tiernamente enamorado de tu santo escapulario que, dirigiéndose de Lima a Sevilla, debió permanecer en la ciudad de Portobelo por no ser temporada de galeones, y habiendo pasado de esta vida a la eternidad sin el bautismo, inconscientemente primero, mas culpablemente al fin, hallándose por ese delito en el tribunal de Dios justamente condenado, Tú, poderosísima Madre, revocaste con tus ruegos el formidable decreto, reduciéndole otra vez a la vida para que consiguiese la gracia en la sagrada fuente del bautismo, el cual recibió de manos del Padre comendador del convento de la Merced, fray Jerónimo de Alfaro, y dentro de hora y media de recibir la extremaunción, le condujiste a la vida eterna*. Te rogamos, dulcísima María de la Merced, enciendas en todos los corazones católicos el cordial afecto de tu santo Escapulario, para que como especiales hijos tuyos, consigamos con eficacia, por tus ruegos, todo lo que pedimos en esta novena, si es para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Meditar pidiendo la gracia que se desea. Las letanías, los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
DÍA QUINTO - 19 DE SEPTIEMBRE
Por la señal...
Acto de Contrición, Oración preparatoria y los tres Padrenuestros y Avemarías.
Oh dulcísima Virgen María de la Merced, fuente dulce de gracia para el alma, que a fuerza de prodigios comunicas la vida a tus devotos y los libras de los riesgos de la muerte, como lo hiciste en la villa de Utiel con Isidoro, hombre afectuosísimo de tu santo Escapulario, que disparándole una boca de fuego con tres balas, habíendole pasado con la violencia del ardiente y voraz plomo todas las ropas, al llegar al pecho cedieron su fuerza y vigor las balas en tu santo Escapulario que a raíz de las carnes traía, cayendo a sus pies hechas pasta y dejándole libre, sin más lesión que tres señales en el Escapulario, para evidencia del milagro. Suplicámoste, divina María de la Merced, vuelvas a nosotros esos ojos misericordiosos con que miraste a tu devoto en tanto riesgo, y nos libres de las armas crueles de tantos enemigos, visibles o invisibles, como nos amenazan. Atiende benigna al infeliz estado de la Iglesia,al Sumo Pontífice, a los Pastores de la Iglesia (se nombra el país), a los que está confiada la administración de la República, y a todos los príncipes cristianos, por la exatación de la Fe Católica y extirpación de las herejías, y oye piadosa lo que pedimos en esta novena, si es para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Oh dulcísima Virgen María de la Merced, fuente dulce de gracia para el alma, que a fuerza de prodigios comunicas la vida a tus devotos y los libras de los riesgos de la muerte, como lo hiciste en la villa de Utiel con Isidoro, hombre afectuosísimo de tu santo Escapulario, que disparándole una boca de fuego con tres balas, habíendole pasado con la violencia del ardiente y voraz plomo todas las ropas, al llegar al pecho cedieron su fuerza y vigor las balas en tu santo Escapulario que a raíz de las carnes traía, cayendo a sus pies hechas pasta y dejándole libre, sin más lesión que tres señales en el Escapulario, para evidencia del milagro. Suplicámoste, divina María de la Merced, vuelvas a nosotros esos ojos misericordiosos con que miraste a tu devoto en tanto riesgo, y nos libres de las armas crueles de tantos enemigos, visibles o invisibles, como nos amenazan. Atiende benigna al infeliz estado de la Iglesia,
Meditar pidiendo la gracia que se desea. Las letanías, los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
DÍA SEXTO - 20 DE SEPTIEMBRE
Por la señal...
Acto de Contrición, Oración preparatoria y los tres Padrenuestros y Avemarías.
Piadosísima Virgen María, suavísima Madre de Dios de la Merced, esperanza divina del mundo en sus trabajos y su abogada en todas ocasiones, como lo fuiste en Barcelona, apagando las mortales saetas de la peste y fecundando sus estériles campos; tesoro que enriqueces de beneficios a tus devotos, sanando a los paralíticos, ciegos y tullidos. Madre de Dios y de los hombres, Madre, pues mira por la honra de tus hijos, como se vio en Sevilla, en una pobre doncella que, burlada de un mal hombre con palabras que le dio de casamiento delante de tu sagrada imagen de la Merced, hallándose la pobre ante un juez, sin testigos con que abonar su justa demanda, apeló a tu sagrada imagen, y siendo tú, divina Reina, preguntada delante del juez, por la desamparada doncella de la verdad del juramento, te dignaste testificar tu justicia inclinando a la pregunta por tres veces tu sagrada cabeza. Te rogamos, piadosísima Madre, seas medicina de nuestras dolencias, apagando las ardientes saetas de la peste; tierna Virgen, que das el ciento por uno, fecunda nuestros campos; honra de nuestro pueblo, mira piadosa por la de tus hijos y devotos, para que acabando en paz la mísera carrera de esta vida, logremos el fruto de tu intercesión en la gloria, y a cada uno concede piadosa lo que pedimos en esta novena, si es para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Piadosísima Virgen María, suavísima Madre de Dios de la Merced, esperanza divina del mundo en sus trabajos y su abogada en todas ocasiones, como lo fuiste en Barcelona, apagando las mortales saetas de la peste y fecundando sus estériles campos; tesoro que enriqueces de beneficios a tus devotos, sanando a los paralíticos, ciegos y tullidos. Madre de Dios y de los hombres, Madre, pues mira por la honra de tus hijos, como se vio en Sevilla, en una pobre doncella que, burlada de un mal hombre con palabras que le dio de casamiento delante de tu sagrada imagen de la Merced, hallándose la pobre ante un juez, sin testigos con que abonar su justa demanda, apeló a tu sagrada imagen, y siendo tú, divina Reina, preguntada delante del juez, por la desamparada doncella de la verdad del juramento, te dignaste testificar tu justicia inclinando a la pregunta por tres veces tu sagrada cabeza. Te rogamos, piadosísima Madre, seas medicina de nuestras dolencias, apagando las ardientes saetas de la peste; tierna Virgen, que das el ciento por uno, fecunda nuestros campos; honra de nuestro pueblo, mira piadosa por la de tus hijos y devotos, para que acabando en paz la mísera carrera de esta vida, logremos el fruto de tu intercesión en la gloria, y a cada uno concede piadosa lo que pedimos en esta novena, si es para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Meditar pidiendo la gracia que se desea. Las letanías, los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
DÍA SÉPTIMO - 21 DE SEPTIEMBRE
Por la señal...
Acto de Contrición, Oración preparatoria y los tres Padrenuestros y Avemarías.
Suavísima Virgen María de la Merced, misteriosa piscina, que al mover con los ruegos de tus devotos las copiosas corrientes de tus piedades, no sólo hallan la milagrosa medicina de sus cuerpos, sino también la eterna salud de sus almas, dándoles como amorosa Madre la mano para que no mueran sin los Sacramentos, como se vio en Valencia con Lorenzo de Rivera, que vestía dichoso tu santo Escapulario, y habiendo sido degollado y atravesado con ocho morales heridas por un fingido amigo y su cómplice, llamándote acongojado con las agonías de la muerte pidiéndote no le dejases morir sin confesión, confiando en tu misericordia el remedio de su alma, te apareciste misericordiosa, levantándole benigna de la tierra donde yacía moribundo, con alegre semblante le animaste, y llevándole con tu preciosa mano, le pusiste a los pies de un sacerdote, donde lleno de dolor y arrepentimiento confesó ante el fraile mercedario Basilio López, no sólo sus culpas, sino también el milagro de tu clemencia, y después de recibir los demás sacramentos, anegado en tiernas lágrimas de contrición, acabó la vida exhortando a la devoción de tu santo Escapulario. Suplicámoste, dulcísima María, Madre amorosísima en quien como hijos esperamos, no permitas que mueran tus devotos sin el especial socorro de los Sacramentos, para que recibiéndolos en esta vida, merezcamos recibir la gracia de ir a alabarte en la gloria; y a cada uno en particular, concede lo que te pidiere en esta novena, si fuere para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Suavísima Virgen María de la Merced, misteriosa piscina, que al mover con los ruegos de tus devotos las copiosas corrientes de tus piedades, no sólo hallan la milagrosa medicina de sus cuerpos, sino también la eterna salud de sus almas, dándoles como amorosa Madre la mano para que no mueran sin los Sacramentos, como se vio en Valencia con Lorenzo de Rivera, que vestía dichoso tu santo Escapulario, y habiendo sido degollado y atravesado con ocho morales heridas por un fingido amigo y su cómplice, llamándote acongojado con las agonías de la muerte pidiéndote no le dejases morir sin confesión, confiando en tu misericordia el remedio de su alma, te apareciste misericordiosa, levantándole benigna de la tierra donde yacía moribundo, con alegre semblante le animaste, y llevándole con tu preciosa mano, le pusiste a los pies de un sacerdote, donde lleno de dolor y arrepentimiento confesó ante el fraile mercedario Basilio López, no sólo sus culpas, sino también el milagro de tu clemencia, y después de recibir los demás sacramentos, anegado en tiernas lágrimas de contrición, acabó la vida exhortando a la devoción de tu santo Escapulario. Suplicámoste, dulcísima María, Madre amorosísima en quien como hijos esperamos, no permitas que mueran tus devotos sin el especial socorro de los Sacramentos, para que recibiéndolos en esta vida, merezcamos recibir la gracia de ir a alabarte en la gloria; y a cada uno en particular, concede lo que te pidiere en esta novena, si fuere para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Meditar pidiendo la gracia que se desea. Las letanías, los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
DÍA OCTAVO - 22 DE SEPTIEMBRE
Por la señal...
Acto de Contrición, Oración preparatoria y los tres Padrenuestros y Avemarías.
Benignísima Madre de Dios de la Merced, Madre de Misericordia, archivo de la divina caridad, abismo de celestiales dulzuras, escala de los pecadores, esperanza de los reos, consuelo de los tristes y especial alegría de los santos, te rogamos, clementísima Señora, que así como consolaste a tus hijos en Barcelona en tiempos de San Pedro Nolasco asistiendo una noche en el coro con una gloriosa comunidad de Ángeles a celebrar los maitines por verse los frailes como frágiles, dormidos a la hora de la oración, supliendo como amorosa madre esta falta de tus hijos que luego contemplaron la maravilla, que suplas las que hemos tenido en esta novena, y si nuestros deméritos impiden el feliz logro de nuestas peticiones, ofrece, divina María, tus excelentísimas virtudes y sacratísimos merecimientos, para que así logremos con eficacia lo que en esta novena te pedimos, si es para gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Meditar pidiendo la gracia que se desea. Las letanías, los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
DÍA NOVENO - 23 DE SEPTIEMBRE
Por la señal...
Acto de Contrición, Oración preparatoria y los tres Padrenuestros y Avemarías.
Clementísima Virgen de la Merced, Hija del Padre y Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo, templo y sagrario de la Santísima Trinidad, dulcísima Redentora de cautivos, que en el infeliz tiempo en que la España oprimida del tirano yugo de los sarracenos, suspirando innumerables fieles de Cristo entre cadenas y mazmorras, y naufragando en las almas la hermosa luz de la santa Fe Católica, entonces acudiendo piadosa a tantos peligros, te apareciste a San Pedro Nolasco, a su confesor el dominico San Raimundo de Peñafort y al rey Jaime I de Aragón para fundar en la tierra tu religión de redentores para alivio de tantos males. Suplicámoste, dulcísima Señora, atiendas benigna a las calamidades que en estos tiempos padecemos con tan pestilentes enfermedades, tantos temblores y muertes repentinas. Si son nuestros delitos la causa de tantas congojas, rompe, redentora divina, con tu intercesión poderosa las cadenas de nuestras culpas, para que así arrepentidos de nuestros errores merezcamos conseguir las divinas piedades; y a cada uno en particular concede lo que te pedimos, si es para honra y gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Clementísima Virgen de la Merced, Hija del Padre y Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo, templo y sagrario de la Santísima Trinidad, dulcísima Redentora de cautivos, que en el infeliz tiempo en que la España oprimida del tirano yugo de los sarracenos, suspirando innumerables fieles de Cristo entre cadenas y mazmorras, y naufragando en las almas la hermosa luz de la santa Fe Católica, entonces acudiendo piadosa a tantos peligros, te apareciste a San Pedro Nolasco, a su confesor el dominico San Raimundo de Peñafort y al rey Jaime I de Aragón para fundar en la tierra tu religión de redentores para alivio de tantos males. Suplicámoste, dulcísima Señora, atiendas benigna a las calamidades que en estos tiempos padecemos con tan pestilentes enfermedades, tantos temblores y muertes repentinas. Si son nuestros delitos la causa de tantas congojas, rompe, redentora divina, con tu intercesión poderosa las cadenas de nuestras culpas, para que así arrepentidos de nuestros errores merezcamos conseguir las divinas piedades; y a cada uno en particular concede lo que te pedimos, si es para honra y gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Meditar pidiendo la gracia que se desea. Las letanías, los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
* De este milagro se debe entender cuán grave es la necesidad de recibir el Sacramento del Bautismo, como quiera que por él se imprime el carácter que distingue al cristiano de quien no lo es.
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