Novena compuesta por el Padre Fray Manuel Espinosa OFM, e impresa en Palma de Mallorca en 1856.
MODO DE REZAR LA NOVENA
Todas las devociones, súplicas y rogativas con que imploramos el patrocinio de los santos, deben tener por objeto primero a nuestro Dios y Señor, y su mayor honra y gloria, que resplandece en tan perfectas criaturas. David dirige a Dios las alabanzas y bendiciones continuas, las que llenan su corazón y ponen en movimiento su lengua: canta las maravillas del Altísimo en presencia de los ángeles, esto es, dice San Hilario, le da gracias por la vigilancia de estos bienaventurados espíritus sobre nuestra vida y costumbres. Después de esto se dirigen los elogios al Ángel, no solo para alabarle y agradecerle lo que hace por nuestro verdadero bien, sino para excitarnos a la imitación de sus virtudes en cuanto podemos con el auxilio de la gracia, y conseguir así nuestro último y dichoso fin.
Este Ángel nos muestra el camino de la virtud, nos guía en él, nos alienta, nos conduce como por la mano hasta la perfección, nos representa detestables los deleites de la carne, inútiles los cuidados del mundo, peligrosas las riquezas, vanas las honras mundanas: nos lleva por la verdad de la fe a Jesús, nos une con él por amor, nos estimula, y como que nos fuerza a procurar la exaltación de su nombre; todo esto hace en pocas palabras que hable a nuestro corazón, y en pocas significó Dios esto mismo a Moisés en el Éxodo, asegurándole que destinaría un Ángel, y señalando los oficios que había de hacer con él.
Será cosa importuna y aun temeraria que buscándonos a nosotros mismos, y no a Jesucristo, pretendiésemos por la intercesión del Ángel Custodio lo que no fuera conveniente para nuestra eterna salud, o que lo pidiésemos con fe muerta y alma manchada con el horror de la culpa.
Por tanto, el que hubiere de hacer esta novena procure ante todas cosas limpiar con la confesión su conciencia de toda mancha de pecado, y disponerse así para comulgar dignamente; y si tiene que hacer al santo Ángel alguna petición particular y avive su confianza, y no dude que se cumplirá si le conviene. Un hombre confía su salud a un médico, su proceso a un abogado, su vida, si es ciego, a un niño, y alguna vez a un perro; ¿y hallaremos dificultad en abandonarnos a la dirección del Ángel que Dios señaló por nuestro conductor? Para la consecución del mismo fin fuera muy del caso ejercitarse cada día de esta novena en actos de aquellas virtudes que el Ángel ama particularmente y de que hablo en el discurso que precede.
El tiempo para hacer esta novena será el que inspirare a cada uno su devoción, o el que tuviere por más conveniente según las necesidades en que se halla. Por lo demás se podrá empezar nueve días antes de la fiesta del mismo Ángel, y seguirla por el orden que se pondrá aquí. Sobre la distribución de los beneficios del Ángel, en los dios de la novena, advierto que el P. Jeremías Drexelio SJ los deduce de aquel suceso tan sabido como maravilloso, del arcángel San Rafael en casa de Tobías; pero dejando este caso, me ha parecido seguir al doctísimo Juan Gerson canciller de París, quien cuenta estos mismos beneficios que nos hace nuestro Ángel; por lo que hizo el Ángel con San Pedro cuando le visitó en la cárcel, y se refieren en el capítulo 12 de las Actas de los Apóstoles. Lo mismo que hizo el Ángel en esta ocasión de un modo exterior y sensible con San Pedro, hace todos los días invisiblemente cada Ángel de Guarda con su encomendado. David y San Pablo llamaron cárcel o destierro a esta vida: el demonio nos procura la muerte en todos los momentos: nosotros dormimos con seguridad, estando muchas veces presos con dos cadenas, que son la presunción de la divina misericordia y el ejemplo de otros; y estando también entre dos soldados, que son la esperanza de una vida larga y la costumbre de pecar; pero el Ángel se presenta al corazón del hombre, llama a sus puertas, le despierta, le ilumina para que conozca su situación, le libra de las cadenas, le saca de la cárcel, y restituye a la antigua y dichosa libertad de los hijos de Dios.
MODO DE REZAR LA NOVENA
Todas las devociones, súplicas y rogativas con que imploramos el patrocinio de los santos, deben tener por objeto primero a nuestro Dios y Señor, y su mayor honra y gloria, que resplandece en tan perfectas criaturas. David dirige a Dios las alabanzas y bendiciones continuas, las que llenan su corazón y ponen en movimiento su lengua: canta las maravillas del Altísimo en presencia de los ángeles, esto es, dice San Hilario, le da gracias por la vigilancia de estos bienaventurados espíritus sobre nuestra vida y costumbres. Después de esto se dirigen los elogios al Ángel, no solo para alabarle y agradecerle lo que hace por nuestro verdadero bien, sino para excitarnos a la imitación de sus virtudes en cuanto podemos con el auxilio de la gracia, y conseguir así nuestro último y dichoso fin.
Este Ángel nos muestra el camino de la virtud, nos guía en él, nos alienta, nos conduce como por la mano hasta la perfección, nos representa detestables los deleites de la carne, inútiles los cuidados del mundo, peligrosas las riquezas, vanas las honras mundanas: nos lleva por la verdad de la fe a Jesús, nos une con él por amor, nos estimula, y como que nos fuerza a procurar la exaltación de su nombre; todo esto hace en pocas palabras que hable a nuestro corazón, y en pocas significó Dios esto mismo a Moisés en el Éxodo, asegurándole que destinaría un Ángel, y señalando los oficios que había de hacer con él.
Será cosa importuna y aun temeraria que buscándonos a nosotros mismos, y no a Jesucristo, pretendiésemos por la intercesión del Ángel Custodio lo que no fuera conveniente para nuestra eterna salud, o que lo pidiésemos con fe muerta y alma manchada con el horror de la culpa.
Por tanto, el que hubiere de hacer esta novena procure ante todas cosas limpiar con la confesión su conciencia de toda mancha de pecado, y disponerse así para comulgar dignamente; y si tiene que hacer al santo Ángel alguna petición particular y avive su confianza, y no dude que se cumplirá si le conviene. Un hombre confía su salud a un médico, su proceso a un abogado, su vida, si es ciego, a un niño, y alguna vez a un perro; ¿y hallaremos dificultad en abandonarnos a la dirección del Ángel que Dios señaló por nuestro conductor? Para la consecución del mismo fin fuera muy del caso ejercitarse cada día de esta novena en actos de aquellas virtudes que el Ángel ama particularmente y de que hablo en el discurso que precede.
El tiempo para hacer esta novena será el que inspirare a cada uno su devoción, o el que tuviere por más conveniente según las necesidades en que se halla. Por lo demás se podrá empezar nueve días antes de la fiesta del mismo Ángel, y seguirla por el orden que se pondrá aquí. Sobre la distribución de los beneficios del Ángel, en los dios de la novena, advierto que el P. Jeremías Drexelio SJ los deduce de aquel suceso tan sabido como maravilloso, del arcángel San Rafael en casa de Tobías; pero dejando este caso, me ha parecido seguir al doctísimo Juan Gerson canciller de París, quien cuenta estos mismos beneficios que nos hace nuestro Ángel; por lo que hizo el Ángel con San Pedro cuando le visitó en la cárcel, y se refieren en el capítulo 12 de las Actas de los Apóstoles. Lo mismo que hizo el Ángel en esta ocasión de un modo exterior y sensible con San Pedro, hace todos los días invisiblemente cada Ángel de Guarda con su encomendado. David y San Pablo llamaron cárcel o destierro a esta vida: el demonio nos procura la muerte en todos los momentos: nosotros dormimos con seguridad, estando muchas veces presos con dos cadenas, que son la presunción de la divina misericordia y el ejemplo de otros; y estando también entre dos soldados, que son la esperanza de una vida larga y la costumbre de pecar; pero el Ángel se presenta al corazón del hombre, llama a sus puertas, le despierta, le ilumina para que conozca su situación, le libra de las cadenas, le saca de la cárcel, y restituye a la antigua y dichosa libertad de los hijos de Dios.
NOVENA EN HONOR AL SANTO ÁNGEL CUSTODIO
Por
la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.
Señor
mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador y Redentor mío, por
ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de
todo corazón de haberos ofendido: propongo firmemente de nunca más
pecar, y de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y de
confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta: ofrézcoos mi
vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados; y así como
os lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita me
los perdonaréis, por los merecimientos de vuestra preciosísima Sangre,
Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme y para perseverar en
vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.
ORACIÓN PARA CADA DÍA
Oh
Dios de bondad, Dios de misericordia y padre de toda consolación, que
no contento con velar continuamente sobre nuestros intereses, nos
señaláis un gobernador, un preceptor, una guía, escogiéndole de vuestra
misma corte y de entre vuestros más favorecidos príncipes de la
celestial Jerusalén, que asisten de oficio delante de vuestro trono,
enviándole desde que nacemos al mundo, y aun antes de ver la luz de él,
para que nos preceda, nos acompañe y nos conduzca a la patria, para la
cual nos habéis criado, sin excluir de esta amable providencia ni al
pobre mendigo, ni al pecador miserable, ni al justo débil, ni al varón
robusto: es cierto, Señor, que si estuviese en nuestra mano esta
elección no nos atreveríamos a pedir, ni aun imaginaríamos sin
temeridad, que un Ángel nos cuidase; y Vos le habéis señalado con
paternal desvelo y solicitud de cariñosa madre para la custodia de
vuestros hijos. Alaben vuestra inefable bondad los espíritus
bienaventurados, reconózcanla todas las criaturas, hagan digna acción de
gracias a vuestro infinito amor los hombres favorecidos. Yo os las doy
por este inestimable beneficio, y os suplico que no sea infructuoso en
mi alma. Concededme una disposición agradable a Vuestros ojos, dadme un
corazón agradecido para cantar vuestras alabanzas y corresponder a los
saludables oficios de mi Ángel Custodio, para que oyendo su voz y
obedeciéndole fielmente en esta vida, os alabe en su compañía en la
bienaventuranza. Amén.
DÍA PRIMERO - 23 DE SEPTIEMBRE
El Ángel está presente: “Ángelus Dómini astítit” (Acta Apostolórum 12).
Oh santo Ángel, fiel custodio de mi alma, que como si fuerais inmenso, no solo estáis conmigo, sino que habláis dentro de mí; que sois por delegación lo que Dios es por naturaleza; que si Dios es la vida de mi alma, vos sois mi compañero de habitación y de viaje; que me seguís día y noche a donde quiera que vaya; que me veis, aunque yo no os vea; que cuando hablo, cuándo descanso, cuando paseo, cuando me retiro a los lugares más ocultos estáis a mi lado, recogiendo mis palabras, observando mis acciones, y refiriendo cuánto ejecuto con igual facilidad que lo conocéis: ¿cuántas veces he despreciado vuestra presencia, o he pretendido cerrar los ojos del alma para no veros y correr libremente en seguimiento de mis pasiones? ¿Cuántas veces os he ofendido con palabras y acciones desordenadas? Yo me he sujetado delante de cualquier persona a quien trataba con alguna veneración, he compuesto mi semblante, he arreglado las acciones, he moderado la vista; y si por descuido la he hecho testigo de alguna cosa que le pudiera servir de escándalo, me he lamentado de mi imprudencia, he mostrado sentimiento y he suplicado me perdonase; y delante de vos, en cuya comparación los mayores príncipes son gusanos de la tierra, no he guardado ningún respeto. Pero perdonad, glorioso Ángel mío, mi grosería y mi desatención: interceded con el Señor que os destinó, para que abra mis ojos, como los del criado de Eliseo, y renovando la fe de vuestra presencia me haga repetir muchas veces: “El Ángel está presente, él me observa, y no olvidará nada de cuanto hago”; y con esta justa y saludable consideración me arregle en todas mis operaciones a la voluntad de Dios. Y también os suplico me consigáis la gracia que pido en esta novena, si ha de ser para gloria del mismo Señor y bien de mi alma. Amén.
Se dirá tres veces el Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri, y puede recogerse inmediatamente por un rato y hacer a Dios la petición del beneficio particular, que espera conseguir por la intercesión del santo Ángel.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Oh fidelísimo compañero y custodio mío, destinado por la divina providencia para mi guarda y tutela, protector y defensor mío, que nunca os apartáis de mi lado: ¿qué gracias os daré yo por la fidelidad que os debo, por el amor que me profesáis, y por los innumerables beneficios que cada instante estoy recibiendo de vos? Veláis sobre mí cuando yo duermo, me consoláis cuando estoy triste, me alentáis cuando estoy desmayado, apartáis de mí los peligros presentes, me enseñáis a precaver los futuros, me desviáis de lo malo, me inclináis a lo bueno, me exhortáis a penitencia cuando he caído y me reconciliáis con Dios. Mucho tiempo ha que estaría ardiendo en los Infiernos, si vuestros ruegos no hubieran detenido la ira de Dios. Quizá estaba para darse la sentencia contra este árbol estéril, y vos la habéis prevenido, orando ante el trono supremo y diciendo al Señor: “Dejadle por otro año, que yo le beneficiaré con nuevas inspiraciones, le regaré con avisos celestiales, y le cuidaré para que produzca el debido fruto”. Hacedlo así, Espíritu soberano, y nunca me desamparéis. Consoladme en las cosas adversas, moderadme en las prósperas, libradme en los peligros, ayudadme en las tentaciones para vencerlas. Presentad ante los ojos de Dios mis oraciones, mis gemidos y todas las buenas obras que hiciere, para que siéndole agradables en esta vida, me consigan después la eterna, donde le alabe en vuestra compañía. Amén.
Oh fidelísimo compañero y custodio mío, destinado por la divina providencia para mi guarda y tutela, protector y defensor mío, que nunca os apartáis de mi lado: ¿qué gracias os daré yo por la fidelidad que os debo, por el amor que me profesáis, y por los innumerables beneficios que cada instante estoy recibiendo de vos? Veláis sobre mí cuando yo duermo, me consoláis cuando estoy triste, me alentáis cuando estoy desmayado, apartáis de mí los peligros presentes, me enseñáis a precaver los futuros, me desviáis de lo malo, me inclináis a lo bueno, me exhortáis a penitencia cuando he caído y me reconciliáis con Dios. Mucho tiempo ha que estaría ardiendo en los Infiernos, si vuestros ruegos no hubieran detenido la ira de Dios. Quizá estaba para darse la sentencia contra este árbol estéril, y vos la habéis prevenido, orando ante el trono supremo y diciendo al Señor: “Dejadle por otro año, que yo le beneficiaré con nuevas inspiraciones, le regaré con avisos celestiales, y le cuidaré para que produzca el debido fruto”. Hacedlo así, Espíritu soberano, y nunca me desamparéis. Consoladme en las cosas adversas, moderadme en las prósperas, libradme en los peligros, ayudadme en las tentaciones para vencerlas. Presentad ante los ojos de Dios mis oraciones, mis gemidos y todas las buenas obras que hiciere, para que siéndole agradables en esta vida, me consigan después la eterna, donde le alabe en vuestra compañía. Amén.
GOZOS EN HONOR DEL SANTO ÁNGEL DE LA GUARDA
Hoy gozosa el alma mía,
Ángel puro, a ti humillada,
Dulces himnos de alegría
En tu honor repetirá.
En la triste cárcel dura,
Donde el alma sufre tanto,
Sin amparo, mal segura,
Combatida y sola está;
Mas por ti, del ciego encanto
En que yace, alivio espera,
Y por ti su pena y llanto
Fin dichoso hallar podrá.
Dulces himnos de alegría
En tu honor repetirá.
Nace el hombre a ser vencido
En sangrienta lid dudosa:
El averno enfurecido
Su poder apresta ya:
Tú con mano poderosa
Le libertas de su furia,
Él con planta temerosa
Su peligro huyendo va.
Mal conoce en cortos años
La virtud el niño tierno,
Del Infierno los engaños
¡Oh, qué mal evitará!
El averno enfurecido
Su poder apresta ya:
Tú con mano poderosa
Le libertas de su furia,
Él con planta temerosa
Su peligro huyendo va.
Dulces himnos de alegría
En tu honor repetirá.
Mal conoce en cortos años
La virtud el niño tierno,
Del Infierno los engaños
¡Oh, qué mal evitará!
A su bien o mal eterno
Se encamina presuroso:
Débil planta, que al gobierno
Del cultor responderá.
Oprimido siente y llora,
De fatigas rodeado:
¿Quién su clara alegre aurora
A sus ojos volverá?
Tú, señor, que siempre al lado
Le acompañas amoroso,
Tú le amparas, y el cuitado
Corazón aliento da.
Cuando siente el peso grave
De la edad, que ve cumplida,
Cuando ya la frágil nave
Largo rumbo acabará.
¡Cual dolor en tal partida
Hallará de sustos lleno!
Si al pasar a eterna vida
Recto juez le aguarda ya.
Tú, ¡oh Ángel bello!, la muerte
Tornarás descanso puro,
Que a su brazo siempre fuerte
Vano impulso se opondrá.
Él al puerto más seguro
Se encamina presuroso:
Débil planta, que al gobierno
Del cultor responderá.
Dulces himnos de alegría
En tu honor repetirá.
Oprimido siente y llora,
De fatigas rodeado:
¿Quién su clara alegre aurora
A sus ojos volverá?
Tú, señor, que siempre al lado
Le acompañas amoroso,
Tú le amparas, y el cuitado
Corazón aliento da.
Dulces himnos de alegría
En tu honor repetirá.
Cuando siente el peso grave
De la edad, que ve cumplida,
Cuando ya la frágil nave
Largo rumbo acabará.
¡Cual dolor en tal partida
Hallará de sustos lleno!
Si al pasar a eterna vida
Recto juez le aguarda ya.
Dulces himnos de alegría
En tu honor repetirá.
Tú, ¡oh Ángel bello!, la muerte
Tornarás descanso puro,
Que a su brazo siempre fuerte
Vano impulso se opondrá.
Él al puerto más seguro
Llegará si tú le guías,
Y el dragón del seno obscuro
Quebrantado gemirá.
Dulces himnos de alegría
En tu honor repetirá.
Hoy gozosa el alma mía,
Ángel puro, a ti humillada,
Dulces himnos de alegría
En tu honor repetirá.
Antífona: Oh Santos Ángeles de nuestra Guarda, defendednos en el último combate, para que no perezcamos en el tremendo juicio de Dios.
℣. Te alabaré, Dios mío, en presencia de los ángeles.
℞. Te adoraré en tu santo templo, y confesaré tu santo nombre.
ORACIÓN
℣. Te alabaré, Dios mío, en presencia de los ángeles.
℞. Te adoraré en tu santo templo, y confesaré tu santo nombre.
ORACIÓN
Oh
Dios, que con inefable providencia te dignas enviar tus Santos Ángeles
para que nos guarden: concede a nuestros humildes ruegos, que después de
defendidos por su continua protección en la tierra en la tierra, seamos
por toda la eternidad compañeros suyos en la Gloria. Por nuestro Señor
Jesucristo tu Hijo; que contigo vive y reina en unidad del Espíritu
Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO: 24 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
DÍA SEGUNDO: 24 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
Consuela al alma: “Ángelus Dómini astítit”
Oh santo Ángel, consolador de mi alma y fiel amigo en todas mis tribulaciones, el amor que tenéis por mí os trae solícito en procurarme lo que me conviene: me dais aliento contra mis cobardías, reparo contra mis flaquezas, luz en mis dudas, consuelo en mis tristezas. En medio de este valle de lágrimas, entre los lazos de que está sembrado el mundo, entre las contradicciones de las criaturas, entre la variedad de sucesos percibo vuestra delicada voz en el fondo de mi corazón: voz que me instruye, me conforta y me enseña a hacer buen uso de todo, refiriéndolo a mi Dios. “Ea, me decís, que no padeces sino lo que es conveniente a la gloria del Señor y necesario a tu corona: no desmayes, ten paciencia, el remedio llegará, esos trabajos tendrán por fruto un eterno consuelo, ellos son una parte de satisfacción por tus culpas pasadas; y así debes recibirlos y decir como los hermanos de José: es justo que padezca, porque ofendí a mi redentor y hermano”: muchas veces he andado, o poseído de tristeza por una persecución, como Elías; o como Agar, errante por el desierto y reducido a la última necesidad en fuerza de la tribulación: yo no veía camino ni senda; pero vos no estabais lejos de mí, ni os han faltado medios y recursos para mi consuelo. Vos sois el amigo ilustrado y prudente, que tomando sobre mí una razonable libertad, me dais siempre buenos consejos; el amigo inseparable, tan igual en la adversa como en la próspera fortuna; el amigo incorruptible, cuya fidelidad es superior a todas las pruebas. Vos me habláis siempre de Dios, y por Dios me representáis su bondad, sus beneficios y mi obligación. Haced que yo aprecie debidamente estos amorosos oficios, y que cooperando a vuestros deseos, nada me cause horror, tristeza ni amargura, sino el pecado; y sufra con gusto las tribulaciones por amor de mi Redentor, que las santificó en sí mismo; para que siendo aquí conforme a él, cante después sus alabanzas en vuestra presencia por todos los siglos. Y alcanzadme la gracia que os suplico, si es voluntad de mi Señor. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
DÍA TERCERO: 25 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
Ofrece a Dios nuestras obras: “Ángelus Dómini astítit”
Oh santo Ángel, celador ardentísimo de mi verdadero bien, que después de enseñarme por medio de las inspiraciones, de guiarme con vuestra luz, y de alentarme con la esperanza del premio, no cesáis de ofrecer y presentar a Dios mis obras, suplicándole que las reciba con agrado; ¿cómo agradeceré yo este vuestro amoroso cuidado? Bajáis del cielo a la tierra para acompañarme, defenderme, instruirme, llevarme al bien, y subir de la tierra al cielo para tratar el negocio de mi salud; hacer de abogado en mi causa, y presentar el amor de Jesucristo a mi alma, su pasión, su muerte, y la preciosa sangre que derramó por ella, para volverle propicio. No ignora el Señor las obras de sus criaturas; pero quiere que vos le hagáis relación, y encomendéis lo mismo que conoce y que le es agradable, así como lo eran en su presencia las limosnas de Cornelio, las obras de Tobías y las oraciones de sus siervos; así como lo es el sacrificio de su precioso Hijo, que la Iglesia pide sea llevado de este a aquel supremo altar por vuestra mano. ¡Ah, si yo acertara a emplearme siempre en obras dignas de mi profesión, y capaces de llenaros de gozo y de alegría, supliendo vuestra mano las imperfecciones que hace como necesarias mi miseria! Interceded con el mismo Señor, en cuya presencia estáis, para que me dé hambre y sed de justicia, que me traiga siempre dedicado a su santo servicio; de manera que obrando con una perfecta ambición, tengáis que recoger y ofrecer a mi Dios el amor con que le respeto, adoro y obedezco sobre todas las cosas; las obras de misericordia espiritual y corporal a favor de mi prójimo, las lágrimas que derramo en este lugar de destierro, las gotas de sudor que caen de mi frente en el cumplimiento de mis obligaciones, la mortificación de mi cuerpo, la paciencia en los trabajos, el cuidado en la pureza de mi conciencia, y los continuos gemidos por la patria. Todo esto será obra de mi Dios por vuestra intercesión y amparo, y siéndole fiel siervo en esta vida, le alabaré con vos en la gloria; y también imploro vuestra poderosa mediación para alcanzar la gracia particular que pido en esta novena, si así conviene a la gloria del Señor y utilidad de mi alma. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
Oh santo Ángel, celador ardentísimo de mi verdadero bien, que después de enseñarme por medio de las inspiraciones, de guiarme con vuestra luz, y de alentarme con la esperanza del premio, no cesáis de ofrecer y presentar a Dios mis obras, suplicándole que las reciba con agrado; ¿cómo agradeceré yo este vuestro amoroso cuidado? Bajáis del cielo a la tierra para acompañarme, defenderme, instruirme, llevarme al bien, y subir de la tierra al cielo para tratar el negocio de mi salud; hacer de abogado en mi causa, y presentar el amor de Jesucristo a mi alma, su pasión, su muerte, y la preciosa sangre que derramó por ella, para volverle propicio. No ignora el Señor las obras de sus criaturas; pero quiere que vos le hagáis relación, y encomendéis lo mismo que conoce y que le es agradable, así como lo eran en su presencia las limosnas de Cornelio, las obras de Tobías y las oraciones de sus siervos; así como lo es el sacrificio de su precioso Hijo, que la Iglesia pide sea llevado de este a aquel supremo altar por vuestra mano. ¡Ah, si yo acertara a emplearme siempre en obras dignas de mi profesión, y capaces de llenaros de gozo y de alegría, supliendo vuestra mano las imperfecciones que hace como necesarias mi miseria! Interceded con el mismo Señor, en cuya presencia estáis, para que me dé hambre y sed de justicia, que me traiga siempre dedicado a su santo servicio; de manera que obrando con una perfecta ambición, tengáis que recoger y ofrecer a mi Dios el amor con que le respeto, adoro y obedezco sobre todas las cosas; las obras de misericordia espiritual y corporal a favor de mi prójimo, las lágrimas que derramo en este lugar de destierro, las gotas de sudor que caen de mi frente en el cumplimiento de mis obligaciones, la mortificación de mi cuerpo, la paciencia en los trabajos, el cuidado en la pureza de mi conciencia, y los continuos gemidos por la patria. Todo esto será obra de mi Dios por vuestra intercesión y amparo, y siéndole fiel siervo en esta vida, le alabaré con vos en la gloria; y también imploro vuestra poderosa mediación para alcanzar la gracia particular que pido en esta novena, si así conviene a la gloria del Señor y utilidad de mi alma. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
DÍA CUARTO: 26 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
Ilumina al hombre: “Lumen refúlsit in habitáculo”
Oh santo Ángel, ayo y maestro de mi alma, ¡cuántas luces celestiales derramáis en ella, para que yo conozca de dónde vengo, en dónde estoy, y adonde camino! Mil veces escucho en el fondo de mi corazón vuestras palabras, que son las mismas que decía el ángel San Gabriel a Daniel: “Yo he salido del cielo para enseñarte a despreciar lo terreno y aborrecer el pecado, a abrazar la virtud; y te alumbro, como la estrella que guió a los Magos, para que adorando al Salvador, dejes el camino del pecado, vuelvas a tu región, que es la bienaventuranza, por distinto camino, que es el de la humildad, de la pureza, de la paciencia, de la caridad”. Esta amable luz que ponéis delante de mis ojos, oh sagrado Ángel, luce en medio de las tinieblas de este mundo, en medio del comercio de las criaturas, en medio de la contradicción de mis pasiones, me instruye y me desengaña: unas veces me hace conocer que no estoy en la tierra sino como peregrino, y que es muy importante adelantar el paso mientras dura la luz; otras veces me propone que trastorne todo el orden de mis afectos, que es preciso aborrecer lo que amo, el exceso, el placer, la tibieza; y amar lo que aborrezco, el recogimiento, la moderación, la penitencia; otras veces me ofrecéis esta luz en una lección espiritual, en las palabras de un ministro de Dios, en los actos heroicos de muchas personas de mi mismo estado y condición, que no tienen otra ley que observar, ni otro Infierno que temer. ¿Y qué haría yo sin estas luces, sino caminar al precipicio, como un ciego abandonado a su propia conducta? Continuad vuestras inspiraciones, llamad por medio de ellas repetidas veces a las puertas de mi corazón, y no ceséis hasta que éste se levante de la habitación terrena, y suba a aquel grande monte, desde donde se descubre la ciudad santa de Jerusalén; y también os suplico me consigáis el favor que pido en esta novena, para gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
Oh santo Ángel, ayo y maestro de mi alma, ¡cuántas luces celestiales derramáis en ella, para que yo conozca de dónde vengo, en dónde estoy, y adonde camino! Mil veces escucho en el fondo de mi corazón vuestras palabras, que son las mismas que decía el ángel San Gabriel a Daniel: “Yo he salido del cielo para enseñarte a despreciar lo terreno y aborrecer el pecado, a abrazar la virtud; y te alumbro, como la estrella que guió a los Magos, para que adorando al Salvador, dejes el camino del pecado, vuelvas a tu región, que es la bienaventuranza, por distinto camino, que es el de la humildad, de la pureza, de la paciencia, de la caridad”. Esta amable luz que ponéis delante de mis ojos, oh sagrado Ángel, luce en medio de las tinieblas de este mundo, en medio del comercio de las criaturas, en medio de la contradicción de mis pasiones, me instruye y me desengaña: unas veces me hace conocer que no estoy en la tierra sino como peregrino, y que es muy importante adelantar el paso mientras dura la luz; otras veces me propone que trastorne todo el orden de mis afectos, que es preciso aborrecer lo que amo, el exceso, el placer, la tibieza; y amar lo que aborrezco, el recogimiento, la moderación, la penitencia; otras veces me ofrecéis esta luz en una lección espiritual, en las palabras de un ministro de Dios, en los actos heroicos de muchas personas de mi mismo estado y condición, que no tienen otra ley que observar, ni otro Infierno que temer. ¿Y qué haría yo sin estas luces, sino caminar al precipicio, como un ciego abandonado a su propia conducta? Continuad vuestras inspiraciones, llamad por medio de ellas repetidas veces a las puertas de mi corazón, y no ceséis hasta que éste se levante de la habitación terrena, y suba a aquel grande monte, desde donde se descubre la ciudad santa de Jerusalén; y también os suplico me consigáis el favor que pido en esta novena, para gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
DÍA QUINTO: 27 DE SEPTIEMBRE
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Acto de Contrición y Oración Inicial
DÍA SEXTO: 28 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
DÍA SÉPTIMO: 29 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
DÍA OCTAVO: 30 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
DÍA NOVENO: 1 DE OCTUBRE
Por la Señal...
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
Despierta al hombre: “Excitávit eum, dicens: surge velóciter”.
Oh santo Ángel, centinela vigilante y despertador infatigable de mi alma, que viéndome encerrado en la obscura prisión de mis culpas, cargado de las cadenas de mis desordenadas pasiones, y poseído del sueño de una vida descuidada y tibia, me habéis excitado, poniendo en movimiento todas las causas y medios convenientes para avisarme y despertarme, representándome mi propio peligro en el sueño, reconviniéndome con la bondad de mi Dios a quien ofendía, y con la dificultad que cada día se aumentaba, haciéndose más fuertes las pasiones; no me habéis abandonado como yo merecía. Destinado para mi custodia hasta el fin, habéis acreditado de muchas maneras el aprecio que tenéis por mi alma en repetidos avisos y llamamientos; enviándome a los tribunales de la penitencia que están abiertos, a los sacerdotes que tienen la potestad de reconciliarme con Dios y me esperan; declarándome la necesidad de este asilo, que es el único que me resta, y amenazándome con aquella separación de buenos y malos, que vos mismo habéis de hacer por orden de Dios. Sí, Espíritu piadosísimo, yo no puedo negar esta voz suave y fuerte con que me habéis llamado, diciendo: “Levántate luego, sal de ese miserable estado”: he percibido esta voz en mi habitación, en la calle, en la compañía, en la soledad, en el día y en la noche; y aun me parece que oía vuestros gemidos sobre mi funesto estado, a la manera que un padre suspira y se aflige sobre los desórdenes y desdichas de un hijo, y le dice: “¡Ah, hijo mío, en cuántas tribulaciones me has puesto!”. Vuestra ardentísima caridad ha suplicado a Dios que me enviase enfermedades, pobreza, persecuciones y trabajos, para que como otro pródigo volviera a mi padre: otras veces me habéis hablado como Jonatás a Saúl, respecto de David, y me habéis dicho: “No quieras ofender a tu Redentor Jesús que no te ha hecho ningún mal, antes sus obras son para ti muy preciosas. Ofreció su vida por salvarte, todo lo dio por bien empleado: mira que es muy amable este Señor”. ¿Y no me daré yo por entendido a estas tan dulces y saludables voces? ¿No prometeré el no ofender a mi Dios? ¿No derramaré lágrimas a vista de los beneficios de Dios, y de mi ingratitud? Continuad en llamar y excitar este corazón, Ángel mío, hasta penetrarlo, para que aborrezca la culpa, ame a su Criador y persevere en su gracia; y alcanzadme la particular que deseo, si es voluntad del Altísimo. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
Oh santo Ángel, centinela vigilante y despertador infatigable de mi alma, que viéndome encerrado en la obscura prisión de mis culpas, cargado de las cadenas de mis desordenadas pasiones, y poseído del sueño de una vida descuidada y tibia, me habéis excitado, poniendo en movimiento todas las causas y medios convenientes para avisarme y despertarme, representándome mi propio peligro en el sueño, reconviniéndome con la bondad de mi Dios a quien ofendía, y con la dificultad que cada día se aumentaba, haciéndose más fuertes las pasiones; no me habéis abandonado como yo merecía. Destinado para mi custodia hasta el fin, habéis acreditado de muchas maneras el aprecio que tenéis por mi alma en repetidos avisos y llamamientos; enviándome a los tribunales de la penitencia que están abiertos, a los sacerdotes que tienen la potestad de reconciliarme con Dios y me esperan; declarándome la necesidad de este asilo, que es el único que me resta, y amenazándome con aquella separación de buenos y malos, que vos mismo habéis de hacer por orden de Dios. Sí, Espíritu piadosísimo, yo no puedo negar esta voz suave y fuerte con que me habéis llamado, diciendo: “Levántate luego, sal de ese miserable estado”: he percibido esta voz en mi habitación, en la calle, en la compañía, en la soledad, en el día y en la noche; y aun me parece que oía vuestros gemidos sobre mi funesto estado, a la manera que un padre suspira y se aflige sobre los desórdenes y desdichas de un hijo, y le dice: “¡Ah, hijo mío, en cuántas tribulaciones me has puesto!”. Vuestra ardentísima caridad ha suplicado a Dios que me enviase enfermedades, pobreza, persecuciones y trabajos, para que como otro pródigo volviera a mi padre: otras veces me habéis hablado como Jonatás a Saúl, respecto de David, y me habéis dicho: “No quieras ofender a tu Redentor Jesús que no te ha hecho ningún mal, antes sus obras son para ti muy preciosas. Ofreció su vida por salvarte, todo lo dio por bien empleado: mira que es muy amable este Señor”. ¿Y no me daré yo por entendido a estas tan dulces y saludables voces? ¿No prometeré el no ofender a mi Dios? ¿No derramaré lágrimas a vista de los beneficios de Dios, y de mi ingratitud? Continuad en llamar y excitar este corazón, Ángel mío, hasta penetrarlo, para que aborrezca la culpa, ame a su Criador y persevere en su gracia; y alcanzadme la particular que deseo, si es voluntad del Altísimo. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
DÍA SEXTO: 28 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
Aparta las ocasiones del pecado: “Præcíngere, et cálcea te cáligas tuas”.
Oh santo Ángel piadosísimo, interesado en mi verdadero bien, no solo me persuadís el horror a la culpa, sino que apartáis todas las ocasiones que me pueden precipitar en ella, procurando que no queden mis vestidos en la cárcel de este mundo, mi lecho en la piscina del vicio, ni la más pequeña prenda en este Egipto, para que no haga memoria de él, y pretenda volver a su comercio. Mil veces me han vuelto al pecado las ocasiones peligrosas. Aunque yo me asustaba de él cuando oía la voz de Dios por vuestra inspiración, o por la predicación de sus ministros, así como el ave se separa del nido al ruido de la piedra que le disparan; pero la fuerza de las inclinaciones y mi falta de resolución me volvían al antiguo estado. No obstante esto, como médico que obra por pura caridad, no os habéis enojado con este enfermo rebelde y frenético, que os injuriaba, que despreciaba vuestros consejos y remedios, que tenía en poco vuestra dignidad; antes excitado de la compasión a la vista de mi peligro, habéis velado con mayor solicitud, si lo puedo decir así, por darme la salud y asegurarme en ella; y conociendo mi debilidad natural, y haciendo la voluntad del Altísimo, quitáis las piedras que se hallan en el camino de esta vida, los escándalos, los lazos de que está lleno el mundo, o los ocultáis como la madre esconde el cuchillo, para que no lo vea el niño y quiera tomarlo para su daño. ¿De cuántos beneficios de este género os soy deudor sin conocerlo? ¿Cuántas veces habéis quebrado el lazo en que iba a caer, y he quedado libre? ¿Cuántas me habéis retirado de una conversación con que hubiera manchado mi conciencia, de una compañía en que hubiera perdido este tesoro que traigo en vaso frágil, y que debo conservar a todo coste? ¿Cuántas habéis impedido el mal que iba a cometer, y me habéis enseñado a despreciar los preceptos humanos, a no hacer caso sino de lo que Dios me manda, y a volver a mi prójimo bien por mal? Continuad estos generosos oficios, Ángel mío. Vos sois el tutor de este huérfano: yo os ofrezco un amor respetuoso y una obediencia puntual, para corresponder a vuestro cuidado y para que tengan efecto vuestras piadosas diligencias. Instruid mi ignorancia, confortad mi debilidad, avisadme los peligros, para que sean rectos mis pasos en esta vida, y alabe con vos a mi Criador en la gloria; y alcanzadme del mismo la gracia que pido en esta novena. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
Oh santo Ángel piadosísimo, interesado en mi verdadero bien, no solo me persuadís el horror a la culpa, sino que apartáis todas las ocasiones que me pueden precipitar en ella, procurando que no queden mis vestidos en la cárcel de este mundo, mi lecho en la piscina del vicio, ni la más pequeña prenda en este Egipto, para que no haga memoria de él, y pretenda volver a su comercio. Mil veces me han vuelto al pecado las ocasiones peligrosas. Aunque yo me asustaba de él cuando oía la voz de Dios por vuestra inspiración, o por la predicación de sus ministros, así como el ave se separa del nido al ruido de la piedra que le disparan; pero la fuerza de las inclinaciones y mi falta de resolución me volvían al antiguo estado. No obstante esto, como médico que obra por pura caridad, no os habéis enojado con este enfermo rebelde y frenético, que os injuriaba, que despreciaba vuestros consejos y remedios, que tenía en poco vuestra dignidad; antes excitado de la compasión a la vista de mi peligro, habéis velado con mayor solicitud, si lo puedo decir así, por darme la salud y asegurarme en ella; y conociendo mi debilidad natural, y haciendo la voluntad del Altísimo, quitáis las piedras que se hallan en el camino de esta vida, los escándalos, los lazos de que está lleno el mundo, o los ocultáis como la madre esconde el cuchillo, para que no lo vea el niño y quiera tomarlo para su daño. ¿De cuántos beneficios de este género os soy deudor sin conocerlo? ¿Cuántas veces habéis quebrado el lazo en que iba a caer, y he quedado libre? ¿Cuántas me habéis retirado de una conversación con que hubiera manchado mi conciencia, de una compañía en que hubiera perdido este tesoro que traigo en vaso frágil, y que debo conservar a todo coste? ¿Cuántas habéis impedido el mal que iba a cometer, y me habéis enseñado a despreciar los preceptos humanos, a no hacer caso sino de lo que Dios me manda, y a volver a mi prójimo bien por mal? Continuad estos generosos oficios, Ángel mío. Vos sois el tutor de este huérfano: yo os ofrezco un amor respetuoso y una obediencia puntual, para corresponder a vuestro cuidado y para que tengan efecto vuestras piadosas diligencias. Instruid mi ignorancia, confortad mi debilidad, avisadme los peligros, para que sean rectos mis pasos en esta vida, y alabe con vos a mi Criador en la gloria; y alcanzadme del mismo la gracia que pido en esta novena. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
DÍA SÉPTIMO: 29 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
Alienta al progreso en las virtudes. “Séquere me”.
Oh santo Ángel, fuego abrasador, que procediendo de la caridad increada, deseáis comunicar este mismo fuego a mi corazón, para que siga con alegría el verdadero camino, alentándome con aquellas palabras que oyó Elías cuando se le mandó seguir sus jornadas hasta el monte de Dios, y Gedeón para pelear contra Madián. Vos me decís que os siga; y si me causa horror el camino, si hallo dificultades que me espantan como el monstruo marino a Tobías, vos me confortáis y aliviáis con una dulzura espiritual, que todo lo hace suave. Ya me exhortáis a resistir al enemigo, que se opone a los progresos del edificio místico que debo levantar en mi corazón, pasando de una virtud a otra con la bendición de mi Dios: ya me proponéis el aprovechamiento de otras almas, que siendo más delicadas, menos favorecidas, y en situación menos proporcionada que la mía para la virtud, la practicaron exactamente e hicieron su carrera: ya me mostráis la suavidad del yugo de Dios, cuya carga es peso puesto sobre las ruedas de su gracia, que se lleva con facilidad: ya me hacéis ver que la virtud, a diferencia del vicio, aunque tenga en el principio alguna aspereza, en el fin es suavísima y amabilísima, y que el gozo de recoger copiosos frutos recompensa superabundantemente la fatiga con que se sembró, sufriendo vientos, lluvias y escarchas. Así dilatáis mi corazón para que corra como David el camino de los mandamientos de Dios. ¿Y cómo no seré yo fiel en seguir vuestros avisos? Las veces que os habéis dejado ver de los ojos mortales ha sido en la forma de un joven, y en traje de caminante, para enseñarme que la renovación de mi juventud, a que me exhortáis, consiste en los repetidos deseos de servir a Dios con más fervor, en reparar cada día las fuerzas del alma con nuevos afectos y testimonios de amor a mi Criador, en quebrantar mi amor propio hasta en las cosas más pequeñas, en decirme a mí mismo todos los días: “Nada he hecho hasta aquí, hoy comienzo a servir a mi Dios”. ¿Y qué progreso no han hecho en las virtudes muchas almas con esta consideración práctica? Yo quiero seguir sus pasos y vuestras exhortaciones interiores, aborreciendo la ociosidad, amando el trabajo, buscando en todo a mi Dios, y siguiendo el camino que me inspiráis, sin que me merezca atención alguna ni la multitud, que regularmente yerra el camino, ni la relajación que sigue las leyes de la pasión. Asistidme para ejecutar lo que prometo; y alcanzadme el favor que solicito, especialmente en esta novena, para honra y gloria de Dios, y bien de mi alma. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
Oh santo Ángel, fuego abrasador, que procediendo de la caridad increada, deseáis comunicar este mismo fuego a mi corazón, para que siga con alegría el verdadero camino, alentándome con aquellas palabras que oyó Elías cuando se le mandó seguir sus jornadas hasta el monte de Dios, y Gedeón para pelear contra Madián. Vos me decís que os siga; y si me causa horror el camino, si hallo dificultades que me espantan como el monstruo marino a Tobías, vos me confortáis y aliviáis con una dulzura espiritual, que todo lo hace suave. Ya me exhortáis a resistir al enemigo, que se opone a los progresos del edificio místico que debo levantar en mi corazón, pasando de una virtud a otra con la bendición de mi Dios: ya me proponéis el aprovechamiento de otras almas, que siendo más delicadas, menos favorecidas, y en situación menos proporcionada que la mía para la virtud, la practicaron exactamente e hicieron su carrera: ya me mostráis la suavidad del yugo de Dios, cuya carga es peso puesto sobre las ruedas de su gracia, que se lleva con facilidad: ya me hacéis ver que la virtud, a diferencia del vicio, aunque tenga en el principio alguna aspereza, en el fin es suavísima y amabilísima, y que el gozo de recoger copiosos frutos recompensa superabundantemente la fatiga con que se sembró, sufriendo vientos, lluvias y escarchas. Así dilatáis mi corazón para que corra como David el camino de los mandamientos de Dios. ¿Y cómo no seré yo fiel en seguir vuestros avisos? Las veces que os habéis dejado ver de los ojos mortales ha sido en la forma de un joven, y en traje de caminante, para enseñarme que la renovación de mi juventud, a que me exhortáis, consiste en los repetidos deseos de servir a Dios con más fervor, en reparar cada día las fuerzas del alma con nuevos afectos y testimonios de amor a mi Criador, en quebrantar mi amor propio hasta en las cosas más pequeñas, en decirme a mí mismo todos los días: “Nada he hecho hasta aquí, hoy comienzo a servir a mi Dios”. ¿Y qué progreso no han hecho en las virtudes muchas almas con esta consideración práctica? Yo quiero seguir sus pasos y vuestras exhortaciones interiores, aborreciendo la ociosidad, amando el trabajo, buscando en todo a mi Dios, y siguiendo el camino que me inspiráis, sin que me merezca atención alguna ni la multitud, que regularmente yerra el camino, ni la relajación que sigue las leyes de la pasión. Asistidme para ejecutar lo que prometo; y alcanzadme el favor que solicito, especialmente en esta novena, para honra y gloria de Dios, y bien de mi alma. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
DÍA OCTAVO: 30 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
Debilita las fuerzas de la tentación. “Transeúntes autem primam, et secúndam custódiam”.
Oh santo Ángel, defensor valeroso de mi alma, ¡quién podrá contar vuestra vigilancia contra mis enemigos invisibles! Desde que Lucifer y los ángeles apóstatas fueron arrojados del Paraíso y precipitados en el Infierno, no hay medio, ni artificio de que no se valgan para hacernos participantes de su eterna desdicha. Desde la cuna nos arman lazos, los peligros nacen con nosotros mismos. ¿A cuántos he estado yo expuesto antes de desenvolverse el uso de mi razón? La vigilancia de mis padres era muy limitada para prevenirlos todos, si vos no desviarais los perniciosos intentos de los espíritus malignos, siempre inclinados a mi ruina; y después que fui crecido, ¿qué sería de mí, sitiado de tan crueles enemigos, que me inspiran un amor desordenado a los bienes de la tierra, que me tientan por la gula, que me corrompen por la impureza, que derraman en mi alma la ponzoña de una mortal envidia; que para este fin observan mis humores, examinan mis ocupaciones y cuidados, sondean mis movimientos y afectos más secretos? ¿Qué sería de mí, si vuestra bondad no contrastara su crueldad y su furor? Vos sois el enviado de Dios para rodear, auxiliar y defender las almas que le temen, como dijo David: el que defendió por vuestros compañeros a Moisés, a Elías y a los tres jóvenes hebreos: el que defendió a Judit en medio de un ejército pagano, a Inés de la violencia, a Cecilia de la infidelidad, y a Tobías de los peligros de un largo viaje: defendedme por vuestra custodia de los insultos de mis enemigos. Vos no dormís en esta batalla, peleáis como soldado valeroso y custodio de Israel, desarmáis el furor de mi adversario y volvéis contra él mismo sus flechas. Yo confieso lleno de dolor que he dormido en medio del riesgo, que he abandonado el sitio en que me mandabais estar, que he atado vuestras manos y me he entregado en las de mis enemigos, y así he experimentado y sentido todos los trabajos de un infame y duro cautiverio; pero ya lloro las ofensas que cometí contra mi Dios, desertando de su amabilísima compañía y haciendo infructuosos vuestros tiernos cuidados. Confieso que erré como la oveja, que apartándose del rebaño va a perecer. Buscadla vos como pastor caritativo: yo prometo no separarme en adelante de vuestro lado: en todas mis tentaciones, peligros y adversidades imploraré vuestra protección: alumbradme, alentadme, asistidme, salvadme porque perezco; y conducido por vuestra mano serviré a mi Dios en esta vida, para ocupar en la otra una de aquellas sillas, de que se hicieron indignos los ángeles rebeldes. Vos deseáis esto con una santa impaciencia, y que alabando al Señor para siempre, merezca por vuestra intercesión la gracia que pido en todos los días de esta novena. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
Oh santo Ángel, defensor valeroso de mi alma, ¡quién podrá contar vuestra vigilancia contra mis enemigos invisibles! Desde que Lucifer y los ángeles apóstatas fueron arrojados del Paraíso y precipitados en el Infierno, no hay medio, ni artificio de que no se valgan para hacernos participantes de su eterna desdicha. Desde la cuna nos arman lazos, los peligros nacen con nosotros mismos. ¿A cuántos he estado yo expuesto antes de desenvolverse el uso de mi razón? La vigilancia de mis padres era muy limitada para prevenirlos todos, si vos no desviarais los perniciosos intentos de los espíritus malignos, siempre inclinados a mi ruina; y después que fui crecido, ¿qué sería de mí, sitiado de tan crueles enemigos, que me inspiran un amor desordenado a los bienes de la tierra, que me tientan por la gula, que me corrompen por la impureza, que derraman en mi alma la ponzoña de una mortal envidia; que para este fin observan mis humores, examinan mis ocupaciones y cuidados, sondean mis movimientos y afectos más secretos? ¿Qué sería de mí, si vuestra bondad no contrastara su crueldad y su furor? Vos sois el enviado de Dios para rodear, auxiliar y defender las almas que le temen, como dijo David: el que defendió por vuestros compañeros a Moisés, a Elías y a los tres jóvenes hebreos: el que defendió a Judit en medio de un ejército pagano, a Inés de la violencia, a Cecilia de la infidelidad, y a Tobías de los peligros de un largo viaje: defendedme por vuestra custodia de los insultos de mis enemigos. Vos no dormís en esta batalla, peleáis como soldado valeroso y custodio de Israel, desarmáis el furor de mi adversario y volvéis contra él mismo sus flechas. Yo confieso lleno de dolor que he dormido en medio del riesgo, que he abandonado el sitio en que me mandabais estar, que he atado vuestras manos y me he entregado en las de mis enemigos, y así he experimentado y sentido todos los trabajos de un infame y duro cautiverio; pero ya lloro las ofensas que cometí contra mi Dios, desertando de su amabilísima compañía y haciendo infructuosos vuestros tiernos cuidados. Confieso que erré como la oveja, que apartándose del rebaño va a perecer. Buscadla vos como pastor caritativo: yo prometo no separarme en adelante de vuestro lado: en todas mis tentaciones, peligros y adversidades imploraré vuestra protección: alumbradme, alentadme, asistidme, salvadme porque perezco; y conducido por vuestra mano serviré a mi Dios en esta vida, para ocupar en la otra una de aquellas sillas, de que se hicieron indignos los ángeles rebeldes. Vos deseáis esto con una santa impaciencia, y que alabando al Señor para siempre, merezca por vuestra intercesión la gracia que pido en todos los días de esta novena. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
DÍA NOVENO: 1 DE OCTUBRE
Por la Señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial
Conduce a la Bienaventuranza. “Venérunt ad portam férream, quic ducit ad civitátem, qum ultro apérta est eis”.
Oh santo Ángel, compañero inseparable del alma, que os encargó el Altísimo hasta presentarla en sus divinas manos, vos habéis de sacar la mía por la puerta de la muerte y por la calle del juicio particular a la Jerusalén celestial, y a la libertad segura. En aquellos críticos momentos, cuando mis enemigos emplearán contra mí todo su furor, porque se les acaba el tiempo; son superiores vuestras fuerzas a su arrogancia, vos los arrojaréis de mi habitación, y quedaréis en ella para guardarme en paz. En aquella última hora, cuando se retira el mundo, cuando se alejan los parientes, cuando acaban los amigos, cuando todo se desvanece como el humo, cuando me dejan solo en mi lecho de dolor; vos lleno de caridad no os separáis de mí, me asistís, me habláis con nueva fuerza al corazón, me inspiráis la repetición de los actos de las virtudes teologales, me excitáis dolor de mis culpas, alentáis mi confianza, me exhortáis a repetir los dulcísimos nombres de Jesús y María, a adorar mi Salvador crucificado, a esconderme en sus llagas, a lavarme en su Sangre preciosísima, a pedirle muchas veces misericordia: vos me llamaréis y yo responderé, alargaréis vuestra mano al alma que os siguió, se abrirán las puertas de esta cárcel, y yo iré con vos a la casa de mi Dios, como Lázaro fue al seno de Abrahán, y tantos otros siervos del Señor han ido a su presencia conducidos por vuestra mano, como el joven Tobías volvió con sanidad a la casa de su padre de un viaje tan largo y peligroso: vos habéis asistido a mi alma, la habéis guardado cuando iba, cuando volvía, cuando estaba entre los escollos del mundo, y no habéis permitido que se manchase, o la habéis convidado a purificarse en las saludables aguas de la penitencia. “Ahora conozco con toda claridad que Dios envió su Ángel para librarme de las peligros, y ponerme en salvo”; y ¡cuánto gozo para vos, Ángel glorioso! Ya habéis cumplido el designio del Altísimo, que os envió para guardarme en esta peregrinación, y volverme al lugar que me tenía preparado. Ya estamos en él; alegraos de ver bien logrados vuestros cuidados; alegraos por Dios que me ama, y me creó a su imagen; por Jesucristo, que me compró con su Sangre; por vos mismo, porque se aumenta vuestro número. Haced, Custodio mío, que tengan efecto todas estas palabras que habéis puesto en mi corazón y en mis labios; y para que sea así, alcanzadme todo lo que quiere mi Dios, lo que vos deseáis y lo que me importa: una pronta obediencia a vuestra voz, una reverencia continua a vuestra presencia, una imitación fervorosa de las virtudes que más amáis; con la gracia particular que pido en esta novena, para que sirva a Dios con fidelidad en esta vida, y le bendiga y alabe para siempre en la bienaventuranza. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
Conduce a la Bienaventuranza. “Venérunt ad portam férream, quic ducit ad civitátem, qum ultro apérta est eis”.
Oh santo Ángel, compañero inseparable del alma, que os encargó el Altísimo hasta presentarla en sus divinas manos, vos habéis de sacar la mía por la puerta de la muerte y por la calle del juicio particular a la Jerusalén celestial, y a la libertad segura. En aquellos críticos momentos, cuando mis enemigos emplearán contra mí todo su furor, porque se les acaba el tiempo; son superiores vuestras fuerzas a su arrogancia, vos los arrojaréis de mi habitación, y quedaréis en ella para guardarme en paz. En aquella última hora, cuando se retira el mundo, cuando se alejan los parientes, cuando acaban los amigos, cuando todo se desvanece como el humo, cuando me dejan solo en mi lecho de dolor; vos lleno de caridad no os separáis de mí, me asistís, me habláis con nueva fuerza al corazón, me inspiráis la repetición de los actos de las virtudes teologales, me excitáis dolor de mis culpas, alentáis mi confianza, me exhortáis a repetir los dulcísimos nombres de Jesús y María, a adorar mi Salvador crucificado, a esconderme en sus llagas, a lavarme en su Sangre preciosísima, a pedirle muchas veces misericordia: vos me llamaréis y yo responderé, alargaréis vuestra mano al alma que os siguió, se abrirán las puertas de esta cárcel, y yo iré con vos a la casa de mi Dios, como Lázaro fue al seno de Abrahán, y tantos otros siervos del Señor han ido a su presencia conducidos por vuestra mano, como el joven Tobías volvió con sanidad a la casa de su padre de un viaje tan largo y peligroso: vos habéis asistido a mi alma, la habéis guardado cuando iba, cuando volvía, cuando estaba entre los escollos del mundo, y no habéis permitido que se manchase, o la habéis convidado a purificarse en las saludables aguas de la penitencia. “Ahora conozco con toda claridad que Dios envió su Ángel para librarme de las peligros, y ponerme en salvo”; y ¡cuánto gozo para vos, Ángel glorioso! Ya habéis cumplido el designio del Altísimo, que os envió para guardarme en esta peregrinación, y volverme al lugar que me tenía preparado. Ya estamos en él; alegraos de ver bien logrados vuestros cuidados; alegraos por Dios que me ama, y me creó a su imagen; por Jesucristo, que me compró con su Sangre; por vos mismo, porque se aumenta vuestro número. Haced, Custodio mío, que tengan efecto todas estas palabras que habéis puesto en mi corazón y en mis labios; y para que sea así, alcanzadme todo lo que quiere mi Dios, lo que vos deseáis y lo que me importa: una pronta obediencia a vuestra voz, una reverencia continua a vuestra presencia, una imitación fervorosa de las virtudes que más amáis; con la gracia particular que pido en esta novena, para que sirva a Dios con fidelidad en esta vida, y le bendiga y alabe para siempre en la bienaventuranza. Amén.
Tres Padre Nuestros, con Ave María y Gloria. La Oración y los gozos se rezarán todos los días.
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