domingo, 12 de enero de 2020

DEL DAÑO QUE EL DIVORCIO PROVOCA A LOS HIJOS

  
«Aun suponiendo que todo lo dicho no sea verdad, es decir, suponiendo que con el divorcio salgan ganando el hombre y la mujer –¡y hemos visto cuánto pierden!–, aun así tendríamos que decir: No puede haber divorcio. ¿Por qué no? Porque si acaso pudiera favorecer al hombre o a la mujer, no podría nunca, en ninguna circunstancia, convenir a los hijos, y, por, tanto, no puede ser provechoso a la sociedad. Podríamos llenar muchas páginas demostrando hasta qué punto la buena educación de los hijos exige que los padres vivan juntos y cuán grave peligro –cuyas consecuencias se dejarán sentir durante toda la vida– es para los hijos el que los padres se divorcien.  
     
La tragedia empieza ya al incoarse el pleito del divorcio. Se libra una batalla enconada, desesperada, entre los padres: ¿quién ha de tener al niño, el padre o la madre? Y de ahí la zozobra del niño, cuando se ve ante la elección: ¿quién ha de ser el preferido, su padre o su madre? Y no es infrecuente que el fallo del tribunal divida a los niños, y vayan unos con el padre y otros con la madre.
     
Ya tenemos el divorcio. Empieza la ‘educación’ de los hijos. ¿Educación? ¿Qué clase de educación? La madre –o el padre– que ha conseguido conservar consigo al niño, hace, muchas veces, lo posible por extirpar del alma del pequeñín todo el amor natural que siente por otro cónyuge. Y el cónyuge a quien se le despojó del niño, hace cuanto puede para recuperarlo, incluso algunas veces utilizando los medios más inicuos. Los hijos serán siempre las víctimas de estas querellas malditas. ¡Pobres huérfanos de padres que viven!
     
Y ¡qué decir del trato que reciben de los nuevos padrastros o madrastras que muchas veces tienen que soportar a disgusto!
      
Dime, lector: ¿tendremos derecho a indignarnos si estos niños acaban de mayores siendo unas personas desequilibradas o incluso violentas o delincuentes? ¿A quiénes habrá que culpar sobre todo? No cabe duda, que a los padres que con su divorcio causaron la perdición de los hijos. Indaguemos en la infancia de muchos criminales: ¡cuántas veces se encuentran en ellas las huellas destructoras de una vida familiar deshecha!».

Mons. TIHAMÉR TÓTH. El matrimonio cristiano.

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