martes, 7 de enero de 2020

BERGOGLIO CARGA UN RESENTIMIENTO DE AÑOS

El 23 de Septiembre del año anterior, el diácono inglés Nick Donelly trinó lo siguiente junto a la foto que veréis a continuación (ADVERTENCIA: La imagen puede causar pesadillas): 
«Si los miembros del cónclave en 2013 hubieran visto esta foto de Jorge Bergoglio, creo que habría cambiado la historia. Este es el hombre real».
 
A partir de esta foto se ha planteado de Bergoglio que carga un problema emocional que trata de ocultar con una sonrisa forzada. Sobre ello, viene la traducción del artículo publicado por Aldo María Valli en su sitio homónimo; de paso denunciando el doble rasero de quienes en las redes sociales se erigen como “defensores de oficio” del susodicho.
   
LA PAPA-BOFETADA Y LOS ROSTROS DE FRANCISCO. CON UNA NOTA SOBRE SUS DEFENSORES DE OFICIO
   
   
Los golpes que el papa Francisco ha dado en la mano de la señora oriental continúan dando qué discutir. Los partidos son tres: el de quien considera que el gesto de Francisco, aunque no bello, se justificaba porque Bergoglio se sintió desequilibrado y puesto en peligro; el de quien piensa que Francisco actuó muy bien al responder así ante una injustificable invasión, y finalmente el de quien considera que el gesto había revelado la verdadera naturaleza de Francisco, hombre que bajo una máscara misericordiosa escondería una índole agresiva e iracunda.
   
Tal vez cada uno de estos componentes esté en el origen del gesto. Pero conviene también tener en consideracióne lo que la mujer ha dicho. Distinguir las palabras es difícil, pero según algunas interpretaciones la frase pronunciada por la señora, poco después de hacerse la señal de la Cruz, habría sido, en inglés: “¡Espera! ¡Espera! Atiende al pueblo chino. ¡Están perdiendo la fe!”. Según otros, la frase, siempre en inglés, sería en cambio la siguiente: “Eres el ladrón usurpador del predecesor, estás destruyendo la fe”.
   
Puede ser, por tanto, que más que el gesto de la mujer, lo que ha urticado al papa haya sido el mensaje y, si fuese así, se confirmarían los testimonios que, desde dentro del Vaticano, refieren a un Francisco algo refractario a las críticas.
   
Cualquiera que haya sido el motivo de la reacción descompuesta del papa, me parece también que en el episodio de la Plaza de San Pedro, más que las bofetadas lo que “habla” es el rostro de Bergoglio: el rostro de una persona no solo enfadada, sino que diría colérica.
  
Ahora, es claro que sentirse empujado (y tal vez criticado) no es agradable, especialmente si eres un anciano con dificultad al caminar. Pero también es verdad que si tú eres un papa que ha decidido dejarse acercar, tocar e interpelar, y que también has hecho de esta disponibilidad una de las claves del pontificado, debes tener en cuenta que algo así puede suceder.
   
El papa en el Ángelus se ha excusado públicamente y eso le da mérito. Queda sin embargo aquel rostro, detrás del cual es evidente algo no resuelto en la personalidad de Jorge Mario Bergoglio.
   
Amigos argentinos me dicen que en Buenos Aires el rostro de Bergoglio era siempre hosco, como el de una persona que incubaba un resentimiento. Después, de improviso, cuando Bergoglio se volvió Francisco, a aquel rostro se habría superpuesto otro, sonriente pero tal vez artificial, y he aquí por qué cada tanto el primer rostro reemerge.
  
No sé. Es una hipótesis. Es un hecho que en más de una ocasión Francisco se ha comportado en forma extraña, como cuando, en Chile, ha propinado una bofetada en la mano a una pobre monja que no quería otra cosa sino tocarlo, o como cuando en Loreto retiró repetidamente la mano para no dejársela estrechar y besar de las personas que estaban en fila para saludarlo y rendirle homenaje.
   
En el caso de Chile el vídeo, aunque de escasa calidad, muestra cómo el papa pasa repentinamente de la sonrisa al gesto de irritación, sin ninguna justificación aparente, como si en aquel instante apareciese otro (¿o volviese el mismo?).
   
En el caso de Loreto, el portavoz vaticano fue obligado a dar una explicación risible, afirmando que el papa no se dejó besar la mano para evitar un contagio de gérmenes. Pero si uno tiene en verdad una preocupación así, lo advierte antes y lo dice gentilmente, no retira la mano en aquel modo, dejando a las personas anonadadas y mortificadas.
   
Repito: mi sensación, como tal del todo opinable, es que en la personalidad del hombre Bergoglio hay algo no resuelto, un problema que de costumbre permanece oculto, pero que de tanto en tanto reemerge a la superficie.

Cierro con una referencia que me concierne. Mi “crónica del futuro” Aquella primera Ceremonia de la Bofetada, en la cual me ocupo del episodio de la plaza de San Pedro con un corte irónico, ha provocado una avalancha de reacciones enfadadas por parte de lectores indignados.
  
Sé bien que la ironía no es un arma fácil de manejar y por otra parte sé también que nosotros los italianos, que todo lo tomamos malditamente en serio, no estamos ciertamente entre los más disponibles para descender sobre el terreno irónico. Por nosotros, más que al arañazo burlón se prefiere recurrir al insulto pesado, a la invectiva, al improperio. Muy diferente es la situación en Inglaterra, donde un sitio salaz como Eccles is saved (ver el artículo sobre la papa-bofetada) puede flipar alegremente.

Lo que me ha golpeado, en todo caso, es que algunos de los lectores que me atacan sostienen que debería avergonzarme. ¿Y de qué cosa? ¿De haber hecho de la ironía sobre un episodio que, por su objetiva extrañeza, ha provocado en todo ángulo del mundo toda suerte de comentarios irónicos y sarcásticos?
   
Estos defensores de oficio del papa misericordioso y humano se comportan en modo singular. Dicen apreciare, apunto, el papa humano, todo misericordia, diálogo y comprensión, pero ni bien alguno se permite criticar a Francisco reaccionan enloquecidos, invocando una suerte de lesa majestad. ¿Pero cómo? ¿Quieres un papa desacralizado, un papa “de calle”, y después, a la primera dificultad, lo repones metafóricamente sobre la silla gestatoria, tanto que sea sustraído al polvo y al fango de aquella calle que dice amar tanto?
   
Queridos amigos, dejad la nostalgia de la silla gestatoria a noaotros los retrógrados tradicionalistas y aceptad serenamente que el papa de calle pueda no agradar a todos.

Aldo María Valli.

1 comentario:

  1. Vean lo que dice el Wanderer:
    El verdadero Bergoglio es un ser malvado e irascible. Conozco personalmente a sacerdotes que fueron tratados del modo más cruel imaginable por el entonces cardenal arzobispo de Buenos Aires; conozco sacerdotes que fueron finamente calumniados por el mismo purpurado ante sus propios obispos a fin de malquistarlos con ellos. He recibido varios testimonios de sacerdotes y oficiales de la curia romana que narran las más que frecuentes rabietas y destratos del Sumo Pontífice ante quienes se le cruzan en su camino, o ante quienes pierden su favor. Es cuestión de preguntarle al cardenal Müller o al P. Fabián Pedacchio, que recorre ahora la Ciudad Eterna buscando un lecho donde reposar su cabeza luego de ser (justamente) expulsado de la antecámara pontificia”.

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