La fortaleza de San Pedro es para nosotros una reprensión. Él, para confesar a Cristo en presencia de todos, abrazó, no las cadenas, no los tormentos, sí que la muerte misma, y derramó su sangre, dio cuanto tuvo, nada reservó para sí, en tan cruel pelea terminó con la misma vida. Si lo miramos con los ojos corporales, cayó vencido; pero de muy distinta manera debe juzgarse esto para con Dios. No es la verdadera vida esta que vivimos, sino la que ha de venir, y a ella debemos enderezar la vista y pensamientos todos. Por eso el muy bienaventurado mártir Pedro fue no inferior sino superior en la pelea. Atleta de Cristo, armado con fuerte escudo, superó las asechanzas y caricias, y venció al terrible enemigo. Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra nuestra? Brame el mundo, maquínen los pueblos vanidades, reúnanse contra nosotros los príncipes, argúyannos de falsos crímenes, enciérrennos en cárceles intolerables, quémennos, arrójennos a las fieras; si Dios está con nosotros, ¿quién estará en contra nuestra? Encarnizarse, ¡cuán bellamente lo dice San Agustín! ¡Encarnizarse pueden, calumniar pueden, con falsos dicterios pueden incomodar, y, para decirlo todo, pueden quitar la vida al cuerpo, destrozarlo, reducirlo a polvo. ¿Qué conseguirán? ¿Quién como Dios? Si él mismo nos ayuda, si es nuestro protector, si Él es quien restaura nuestro cuerpo, y hará que ni aun caigan los cabellos de nuestra cabeza, ¿por qué tememos? Temamos, pues, a Aquel que después de la muerte puede condenarnos, y despreciemos a los que, aborrecedores de la fe católica y enemigos de la sociedad civil, mientras que se ensañan contra nosotros preparan para sí penas eternas, y para nosotros corona inmarcesible y la vida eterna. ¡Ojalá todos los hombres comprendiesen esta verdad! Lo que, para que así sea, no cesemos de pedirlo a Dios bondadosísimo y excelso.
PAPA PÍO IX, Carta “Majórem caritátem” § 16, 29 de Junio de 1867 (Urbano Gascón y Guimbao, traductor). En Historia de la vida, martirio, culto y milagros del glorioso mártir San Pedro de Arbués, primer inquisidor del Reino de Aragón. Madrid, Centro Literario 1868, págs. 166-167.
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