Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
DÍA DECIMOQUINTO
«Nólite timére púsillus grex» Luc., cap. 12, v. 32. No tenéis vosotros por qué temer, pequeño rebaño mío.
DÍA DECIMOQUINTO
«Nólite timére púsillus grex» Luc., cap. 12, v. 32. No tenéis vosotros por qué temer, pequeño rebaño mío.
Estas mismas palabras repite la Divina Pastora, en este día, a todas las ovejas que componen su místico rebaño, para consolarlas en todas sus aflicciones de alma y cuerpo, sobre lo cual,
1º Considera lo primero, el modo afable y cariñoso con que el Divino Redentor Jesucristo quiso consolar a sus discípulos, cuando los vio atribulados por las persecuciones, tentaciones y trabajos, de que se veían cercados por todas partes. No queráis temer, les dice, vosotros que componéis mi corto rebaño; pues aunque os veáis afligidos de mil modos, y privados de todo lo que recrea la sensualidad de los mundanos, mi Padre celestial tiene decretado el que seáis felices en su reino eterno. Con las mismas palabras de consuelo dulcifica la Divina Pastora las aflicciones y trabajos de sus ovejas en este valle miserable de lágrimas, por cuya razón la llama la Iglesia consoladora de los afligidos. Sí, alma mía, aunque las ovejas de esta Pastora tengan toda la seguridad y protección, viviendo bajo de su custodia sin saltar de su redil; no pueden sin embargo exceptuarse de las penurias y trabajos, que como resultado fatal del pecado de Adán, afligen en este mundo a todos sus descendientes; antes bien, asegura el Señor, que la tribulación prueba a los justos, así como los vasos de un alfarero son probados en el fuego (Eccles., cap. 27). Así como un navío está expuesto en alta mar a las furiosas olas de las tempestades, que combatiéndolo por todas partes lo hacen zozobrar, y él mismo se ve varias veces a punto de ser sumergido en las aguas amargas del mar, así los justos en la peligrosa navegación de este mundo, antes de arribar al puerto feliz de su salvación, son afligidos de mil modos y maneras, expuestos a continuos peligros, y precisados frecuentemente a gustar de las aguas amargas de la tribulación. Por esto dice San Pablo, que hay peligros en todas partes, mientras que peregrinamos en el mundo; peligros en la mar, en la tierra, en las poblaciones, en la soledad, y aun entre nuestros falsos hermanos. Estas tribulaciones llegan a las veces a acongojar a las ovejas del pequeño rebaño de María; y por esto, con tanta timidez como los Apóstoles, claman a esta Señora, diciéndola: Ved, Señora, y advertid que nos vemos a punto de perecer, si Vos no nos salváis. Mas como el oficio pastoral excita la compasión de las ovejas débiles (San Gregorio Magno, Sobre el libro 1.º de Reyes), esta solicita Pastora, condolida de ver las suyas tristes, angustiadas, y acobardadas, dulcifica sus penas, y tranquiliza sus ánimos afligidos, infundiendo en ellas tanta paz y contento espiritual, que superan a todas cuantas satisfacciones puede ofrecerles el mundo: tanto es el consuelo que encuentran las ovejas de María en sus tribulaciones, que solo puede dar idea de él quien lo experimente.
AFECTOS
Cuando observo, ¡oh Dios mío!, que a vuestros mejores amigos los dejáis vivir rodeados de tribulaciones; y que yo, siendo el mayor pecador que sustenta la tierra, me lamento cuando he de soportar algún trabajo por serviros, me avergüenzo, y confieso que soy la criatura mas criminal del mundo: solo he buscado hasta hoy las dulzuras que con larga mano dispensáis a los que os sirven; y la adversidad mas pequeña me turba, me aflige, y apaga todo mi fervor quiero, pues, ¡oh piadosa Pastora mía!, aprovecharme de este conocimiento, y por lo mismo, me abandono enteramente a vuestra protección, con una confianza tan firme, que nada será capaz de atribularme. Busqué mi consolación en las criaturas, en vez de acudir a Vos: estoy desengañado de este error, y así desde este momento en Vos buscaré el alivio de mis penas; aunque me vea envuelto entre las tribulaciones más amargas, yo no perderé jamás de vista que Vos las presenciáis con voluntad de favorecerme, y aun con gusto de verme pelear con valor.
Vuestras ovejas descansan ya bajo de vuestro amparo, y en él encuentran la tranquilidad y el contento que los mundanos no pueden hallar, ni en los falsos placeres, ni en el esplendor de la grandeza, ni en la abundancia de riquezas: todo esto que los deslumbra, y que es para ellos un santuario de felicidad, es en verdad un torrente rápido que los arrebata, sin que ellos perciban el abismo adonde van á sumergirse. Yo por mi parte, cuando me vea oprimido con el peso de alguna aflicción, acudiré a Vos, pues que sois poderosa para socorrerme, y llena de caridad para ampararme; y me compadezco de los miserables esclavos del mundo, los cuales si alguna vez os buscan en sus tribulaciones, es después de haber apurado hasta las heces de su amargo cáliz, y haberles enseñado la experiencia que solo en los sentimientos de la Religión está la medicina de sus males. ¡Ojalá pudiera yo hacerles conocer su ceguedad, y que rompiesen las cadenas con que los oprime el tirano cruel a quien sirven!
2º Considera lo segundo, que aunque la pobreza, el hambre, la persecución y contradicciones de la vida, aflijan a las almas, que cual fieles ovejas se dedican al servicio de su Dios, y este Señor las permita para acrisolar su paciencia, su fortaleza y su virtud; hay sin embargo otro género de tribulación que las aflige mucho más, y es, la tentación con que el demonio las solicita y provoca al pecado, intentando separarlas del redil de su Pastora adonde él no puede penetrar. Este León rugiente ve con envidia y rabia sustraídas de su imperio a aquellas almas que fueron suyas algún día, y colocadas ahora en lugar seguro: e indignado de que dichas almas pasen del servicio suyo al de una Mujer que le declaró eterna enemistad, las persigue como fugitivas y apóstatas, procurando el que vuelvan a su dominio, en términos que basta ser oveja de María, para estar cierto de que hay precisión de estar con las armas en la mano, para sostener una continua lucha con el Dragón. Se aumenta la aflicción de estas almas, cuando ven juntarse a Lucifer un ejército auxiliar formado de sus propias pasiones y concupiscencias, que cual robustos soldados militan en sus propios miembros, y pelean en favor de la carne, y contra el espíritu: de la cual lucha se quejaba San Jerónimo, diciendo (Epístola 1): «Me persigue la lujuria, me acomete la avaricia, el vientre quiere hacerse mi Dios, y la concupiscencia se empeña en que yo deseche al Espíritu Santo, y viole su templo». Pero en medio de tantas aflicciones, las ovejas de María corren a la protección a que se hicieron acreedoras, desde que se escribieron en el rebaño de tan Divina Pastora: y como la índole y condición de tan amable Señora es tan generosa y compasiva, no queda jamás defraudada su esperanza. Esta Pastora Santísima sabe que el sueño del pastor es gozo para el Lobo (San Efrén de Siria, Sobre el temor de Dios), y que la ausencia del pastor da ocasión a estas fieras para que acometan a la grey (San Atanasio, columna 327): y por lo tanto, vela, y está siempre al lado de sus ovejas, las cuales con su presencia se fortifican para pelear. Y cuando ya sus fuerzas se fatigan, corren a esta torre y fortaleza de David, puesta por Dios en medio del rebaño de su Iglesia, como lugar de asilo, para que sus hijos puedan acogerse, huyendo de la persecución de tantos enemigos: y armados de nuevo con los mil escudos que en ella están depositados, vuelvan desde allí sus armas contra ellos, y entonces es segura la victoria, pues esta Señora funda su gloria en que los que se refugian a ella, se hagan temibles a las potestades del abismo.
AFECTOS
Es preciso confesar, alma mía, que no has entendido hasta ahora las ventajas de la vida espiritual, y que solo te has hecho sensible a las impresiones de los sentidos, como si no fueras de orden más noble que tu cuerpo. Te figurabas que todo estaba para ti perdido, cuando Dios quiso hacer una ligera prueba de tu fidelidad, exponiéndote a la tentación: desengáñate de este tu error, sabiendo que cuanto más fuertemente eres así probada, entonces vela sobre ti con mas solicitud tu diligente Pastora: y que tu desconfianza en medio de la tentación solo puede dimanar de tu poca fe y de no tener una cabal idea de la bondad de tu Pastora, que tanto más multiplica sus socorros, cuanto es mayor el conflicto en que te hallas. Si tú amases, cual eres amada, te alegrarías cuando la tentación te proporciona el dar señales de tu fidelidad a tu Dios; y no te irías a buscar los consuelos en tus penas, sino en el Dios de toda consolación y en su Madre Santísima, que en clase de Pastora es el consuelo de todo atribulado.
Convencido de esta verdad, ¡oh mi piadosa Pastora!, aunque alguna vez os vea como indiferente e insensible al ver mi tribulación, sabré que esto lo hacéis por el placer que sentís al ver que mi mérito se aumenta a proporción de lo reñido del combate y lo constante de mi fidelidad; y así, mi confianza estará siempre en Vos: clamaré, y mis clamores os harán una santa violencia para que estéis a mi lado como Pastora solícita, hasta que el Dragón huya de mí avergonzado y vencido. Asegurado y cierto de que jamás me desamparáis entre las tentaciones violentas, yo prefiero ya este estado de tribulación a todos los que, por la quietud y el sosiego, pudieran lisonjear mi alma. Mi cobardía me hace a las veces creer que estoy perdido, y me aflige el temor de que Lucifer me arranque de vuestro rebaño por mi consentimiento en la tentación; pero sabiendo que Vos, Pastora mía, estáis peleando conmigo, se reanima mi corazón tan fuertemente, que no me afligen ya los combates, y llego a desafiar a todos los enemigos de mi salvación.
ORACIÓN
Oh Santísima Pastora, esperanza firme de cuantos atribulados gimen en el valle de este mundo, lamentándose de las tribulaciones que de mil modos afligen sus ánimos, no retardéis vuestros socorros, y libradnos de todos los peligros a que continuamente estamos expuestos. Si hasta hoy ha sido desgraciado el éxito de nuestros combates, por haber en ellos buscado el auxilio de las criaturas, de quienes esperábamos el consuelo y la paz; hoy mismo proponemos todos eficazmente el recurrir a Vos, por una oración ferviente y continua, que obligue vuestro ánimo pastoral a socorrer nuestras necesidades, confiando enteramente en vuestra bondad inefable: con cuya confianza nos sometemos a todas las tentaciones y adversidades, sean espirituales o corporales, con que nuestro Dios quiera probar nuestra fidelidad y constancia. Alcanzadnos, Señora, la perseverancia en esta resolución cristiana, para que peleando legítimamente, consigamos la corona que se nos reserva por premio en la gloria. Amén.
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.
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