Tomado de La
Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado,
custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima,
escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero)
OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo
Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración,
Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio
Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
DÍA DECIMOSEXTO
«Ego pascam oves meas: Et quod confráctum erat alligábo, et quod infírmum fúerat consolidábo» Ezeq., cap. 34, v. 15, 16. Yo apacentaré mis ovejas, vendaré las heridas de aquellas que han padecido alguna fractura, y daré vigor a las enfermas.
DÍA DECIMOSEXTO
«Ego pascam oves meas: Et quod confráctum erat alligábo, et quod infírmum fúerat consolidábo» Ezeq., cap. 34, v. 15, 16. Yo apacentaré mis ovejas, vendaré las heridas de aquellas que han padecido alguna fractura, y daré vigor a las enfermas.
De este modo manifiesta María Santísima su solicitud pastoral con sus ovejas enfermas, sobre lo cual,
1º Considera lo primero, que el nombre y oficio de Pastor lleva consigo la obligación de trabajar continuamente y sin dar treguas para el descanso, a fin de asistir a sus ovejas en cuanto necesiten (San Gregorio Magno, columna 365). Y por esto, nuestra Divina Pastora, tan digna de este nombre, no se contenta solo con apacentar su rebaño, proporcionándole pastos saludables en los frondosos valles del campo místico de la Iglesia, en donde conserve sanas y robustas a sus ovejas (Ibid.); sino que no perdona además fatiga ni trabajo por curar a las enfermas, vendar las heridas de aquellas a quienes mordió el Lobo sangriento, o padecen alguna fractura, y dar vigor a las débiles, o convalecientes, de sus anteriores dolencias. Advierte, que efectivamente contraen las ovejas de María enfermedades corporales, que las afligen en esta vida, y hacen conocer cuán miserable es la condición del cuerpo humano. Para convencerse de esta verdad, no hay mas que entrar en un hospital, y luego al instante se presenta reunida una multitud de desgraciados, que gimen atormentados con mil géneros de dolencias. No hay miembro en nuestro cuerpo que no sea susceptible de achaques, de que no pueden exceptuar ni la edad, ni el nacimiento, ni otra cualidad por recomendable que sea: a ellos están expuestas las ovejas de María; y aunque haya algunas que gocen de una perfecta robustez corporal, suele no suceder así con el espíritu, que igualmente está expuesto a enfermedades tanto más sensibles, cuanto es más apreciable la salud espiritual que la corporal: y tanto más perniciosas que aquéllas cuanto éstas traen consigo una muerte eterna, si con tiempo no se acude a remediarlas, y porque este género de males no nos proporcionan el mérito, que los corporales sufridos con resignación y paciencia. Siendo, pues, uno de los cuidados, y atenciones primeras de un Pastor, el dar la salud al rebaño enfermo (Cornelio Alápide, en Ezequiel, cap. 34), María, como cuidadosa Pastora, atiende con particular esmero a sus ovejas dolientes, siendo como es salud de los enfermos (Letanía Lauretana). Es en efecto, para sus ovejas la probática piscina, en cuyas aguas movidas por su mano caritativa, se encuentra el alivio en las dolencias del cuerpo y del alma: de ésta, con los poderosos auxilios de la gracia, alcanzada por su intercesión de la bondad Divina, para sacarlos del abismo de la muerte eterna; y de aquél, procurándole la salud, y sosteniéndolos entretanto con su mano, para que con sus padecimientos se labren la corona del cielo. Así lo experimentan cuantos acuden a esta Pastora con entera confianza y deseo eficaz de su salud corporal y espiritual.
AFECTOS
Es cosa extraña, alma mía, el que te ocupe tanto el cuidado de tu cuerpo, le manifiestes tanto amor, y tomes tanto sentimiento cuando lo ves afligido con las enfermedades que heredó de su primer padre, y que por lo tanto, son efecto preciso de su frágil condición. Estas sus miserias pudieran proporcionarte mil ventajas para la vida eterna, sufriéndolas con resignación, aplicando tu atención principalmente a la salud del espíritu, y cercenando las consideraciones y cuidados que tienes por un cuerpo que nació para la corrupción. Pero tú, en vez de conducirte de este modo razonable, cuando adviertes dolencias en el cuerpo, no piensas sino en aliviarlo y consolarlo, aunque sea con olvido de tu salud espiritual. Conoce ya, y advierte, el mal uso que has hecho de los males corporales con que Dios ha tenido a bien regalarte: deja el cuidado de tu salud a la vigilancia pastoral de María y haz de tu cuerpo una víctima, que sacrifiques gustosa a todas las dolencias con que el Señor se digne afligirlo. ¡Oh Pastora de mi alma!, dadme esta resolución constante, y yo daré gracias a la Divina Providencia por haber sujetado mi cuerpo a tantos padecimientos; por que, sino obstante ellos lo amo tanto, que me olvido de la salud de mi alma, ¿que sería si no tuviese yo contratiempo alguno?
Yo me confundo, ¡oh amable Pastora!, cuando pienso en la solicitud y afán de los hombres para buscar a toda costa un médico experimentado y hábil para curar las enfermedades del cuerpo, y advierto la indiferencia y poca actividad para buscar el remedio de los males del espíritu, mayormente ofreciéndonoslo Vos, ¡oh Divina Pastora!, en cuyas manos depositó el Omnipotente la medicina más eficaz para librarnos de unas enfermedades cuyo término es la muerte eterna. Yo os pido mil veces perdon, Santísima Pastora, por el poco aprecio que hasta ahora he hecho de vuestra bondad, en la que habiendo podido encontrar el remedio infalible de mis males, no me acerqué a Vos; antes bien me alejé, olvidado de mi eterna salud. Me reconozco enfermo: son tantos mis males cuantas son mis pasiones; pero acudo a Vos como medicina que sois de todas ellas y cuando recobre mi salud, yo velaré diligentemente sobre mí, para que estas pasiones no vuelvan a dañar a mi alma: para defenderme de su pestífero veneno, imploraré de continuo vuestra asistencia, hasta vencerlas y exterminarlas.
Yo me confundo, ¡oh amable Pastora!, cuando pienso en la solicitud y afán de los hombres para buscar a toda costa un médico experimentado y hábil para curar las enfermedades del cuerpo, y advierto la indiferencia y poca actividad para buscar el remedio de los males del espíritu, mayormente ofreciéndonoslo Vos, ¡oh Divina Pastora!, en cuyas manos depositó el Omnipotente la medicina más eficaz para librarnos de unas enfermedades cuyo término es la muerte eterna. Yo os pido mil veces perdon, Santísima Pastora, por el poco aprecio que hasta ahora he hecho de vuestra bondad, en la que habiendo podido encontrar el remedio infalible de mis males, no me acerqué a Vos; antes bien me alejé, olvidado de mi eterna salud. Me reconozco enfermo: son tantos mis males cuantas son mis pasiones; pero acudo a Vos como medicina que sois de todas ellas y cuando recobre mi salud, yo velaré diligentemente sobre mí, para que estas pasiones no vuelvan a dañar a mi alma: para defenderme de su pestífero veneno, imploraré de continuo vuestra asistencia, hasta vencerlas y exterminarlas.
2º Considera lo segundo, que siendo las enfermedades del espíritu mucho más lamentables que las del cuerpo, debes parar la atención en ellas con particular esmero para no enfermar, o ya enfermo, para procurar tu salud espiritual, para lo que te se ofrece esta Divina Pastora, que sabe muy bien que solo son dignos del nombre de Pastores aquellos que procuran no enfermen sus ovejas, o que enfermas, les procuran la salud (Filón de Alejandría, Sobre la Agricultura, tomo 1). Estas enfermedades son más difíciles de conocer que las del cuerpo, y para descubrirlas, necesitas acudir de continuo a esta tu diligente Pastora. Todas las pasiones son otras tantas enfermedades, que frecuentemente se complican las unas con las otras, y el mayor peligro suele ser el no conocerlas; pues no conociéndolas, no hay deseo de sanar. Sin este deseo ya no causa pena la enfermedad, y con esta insensibilidad se hace cada día más habitual y peligrosa; pero entre las enfermedades del espíritu, la más común es la lepra, que trayendo su origen del ardor excesivo de las mismas pasiones y del apego desarreglado a las cosas del mundo, corrompe todos los buenos sentimientos de la virtud. Es por lo mismo la que produce efectos más funestos en el alma, pues que no apreciando, cual debe, la hermosura que recibió en las aguas del bautismo, se acostumbra a ver sin horror su propia fealdad: se hace insensible a las cosas celestiales; y como es imposible aficionarse a un mismo tiempo a dos objetos opuestos entre sí, estando apegada y transportada por el amor a las cosas de la tierra, se olvida de Dios, no procura volver a Él, y viene por último a incurrir en el mayor de los males, que es la obduración del corazón. Advierte, que cuando esta Divina Pastora ve a una oveja suya caída en tanta miseria, su corazón tierno y compasivo se llena de amargura y de sentimiento: y como las desgracias de las que están fiadas a su cuidado hacen esta impresión en su espíritu, agota todos los recursos de su bondad para procurar su curación, y entre tanto, las trata con especial ternura y cariño, por lo mismo que las ve mas necesitadas de estos lenitivos, pues es propio del buen Pastor tener compasión de su grey (San Teodoro, Sobre Ezequiel). Esta bondad infunde a sus ovejas tal confianza, que las obliga a acogerse a esta medicina universal de sus males, y buscar en ella toda consolación, seguras de dar a su Pastora el mayor placer que tiene, que es hacer bien a sus ovejas, y sanar todos sus males: siendo como es tan fácil a esta Señora el curarlos, que si nosotros queremos sanar, no tiene más que, a imitación de su Hijo, extender sobre nosotros su mano benéfica.
AFECTOS
Cuanto más pienso en la flaqueza de la condición humana, se aviva más mi fe y crece mi esperanza. Exceptuando un pequeño número de almas privilegiadas de un modo milagroso, todos los demás, aun los más Santos, experimentan las debilidades de la naturaleza corrompida, y sienten el estímulo de las pasiones, en cuyo torrente naufragaron algunos, y otros estuvieron a las veces a punto de fenecer. ¡Ah, qué llagas tan profundas ha hecho el Lobo infernal en muchas almas con este aguijón mortífero! Vos, Dios mio, nos llamáis la atención continuamente para que conozcamos este abismo, sobre cuyo borde andamos en este miserable mundo, y aun nos proponéis frecuentemente ejemplos de las debilidades de vuestros mismos amigos, para que no confiemos de nuestra aparente robustez, y para que veamos en las heridas de estos justos el exceso de la malicia del pecado; y en su curación y santificación, los prodigios de vuestra misericordia y lo eficaz de vuestra gracia.
Pero, ¡oh caridad sin término también la de nuestra Pastora! cuanto más expuesta está su grey con esta habitual enfermedad, ella, redoblando sus cuidados, la custodia con mas solicitud, manifestando así la bondad de una buena Pastora (San Bernardo, Sermón 1.º sobre el I Domingo después de Pentecostés). ¿Qué sería de tantas almas, que al fin os glorificarán eternamente en la gloria, si cuando ellas gemían con las enfermedades del pecado, no hubierais Vos acudido a su socorro? Compadecida de sus males, e inquieta por los progresos que, como cáncer pestífero, hacia en vuestro rebaño, os apresurábais a derramar sobre sus heridas el bálsamo Divino de la Sangre de vuestro Hijo, y al instante se les comunicó un espíritu de vida; y llenas desde entonces de fuerza, y de vigor, no solo recobraron la salud, sino que se robustecieron para no recaer. Éste es, oh Santísima Pastora, el fruto de vuestra caridad con vuestras ovejas enfermas. No contenta solo con curar la lepra de sus almas, animáis con vuestra solicitud su reconocimiento y fidelidad, os hacéis su defensa contra los atractivos de las pasiones, y en las alas de vuestra protección se elevan a la mayor santidad.
Pero, ¡oh caridad sin término también la de nuestra Pastora! cuanto más expuesta está su grey con esta habitual enfermedad, ella, redoblando sus cuidados, la custodia con mas solicitud, manifestando así la bondad de una buena Pastora (San Bernardo, Sermón 1.º sobre el I Domingo después de Pentecostés). ¿Qué sería de tantas almas, que al fin os glorificarán eternamente en la gloria, si cuando ellas gemían con las enfermedades del pecado, no hubierais Vos acudido a su socorro? Compadecida de sus males, e inquieta por los progresos que, como cáncer pestífero, hacia en vuestro rebaño, os apresurábais a derramar sobre sus heridas el bálsamo Divino de la Sangre de vuestro Hijo, y al instante se les comunicó un espíritu de vida; y llenas desde entonces de fuerza, y de vigor, no solo recobraron la salud, sino que se robustecieron para no recaer. Éste es, oh Santísima Pastora, el fruto de vuestra caridad con vuestras ovejas enfermas. No contenta solo con curar la lepra de sus almas, animáis con vuestra solicitud su reconocimiento y fidelidad, os hacéis su defensa contra los atractivos de las pasiones, y en las alas de vuestra protección se elevan a la mayor santidad.
ORACIÓN
Vos, dulce Pastora, sois hecha por Dios la médica solícita de mis males, pues él mismo depositó en vuestra mano el antídoto soberano que nos da el remedio infalible en nuestras dolencias, así corporales como espirituales. Yo os suplico me apliquéis este remedio tan eficaz, en donde está depositada toda mi salud. Con esta petición me tendréis siempre a vuestros pies, pues a cada instante advierto la enfermedad de mi condición humana. Curad especialmente la insensibilidad y poco afán por mi salud espiritual, que es la lepra que trae a mi alma a punto de una muerte eterna. Vos sois tan caritativa, que no podéis rehusarme esta gracia, pedida con todo el afecto de mi corazón. Curadme por vuestra propia mano, para que tengáis la gloria de verme caminar robusto por las sendas de la virtud, hasta la cumbre del cielo. Amén.
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.
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