Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
DÍA DECIMOCTAVO
«Vos áutem greges mei, hæc dicit Dóminus: Ecce ego júdico inter pecus et pecus: aríetum et hircórum» Ezeq., cap. 34, v. 17. Vosotros, rebaños míos, esto es lo que os dice el Señor: He aquí que yo hago distinción entre ganado y ganado, entre carneros y machos de cabrío.
DÍA DECIMOCTAVO
«Vos áutem greges mei, hæc dicit Dóminus: Ecce ego júdico inter pecus et pecus: aríetum et hircórum» Ezeq., cap. 34, v. 17. Vosotros, rebaños míos, esto es lo que os dice el Señor: He aquí que yo hago distinción entre ganado y ganado, entre carneros y machos de cabrío.
Se manifiesta solicita la Divina Pastora en favor de sus ovejas, abogando por ellas en el tribunal del justo Juez, cuando son presentadas a Él después de su muerte, sobre lo cual,
1º Considera lo primero, que debe llegar irremisiblemente el tiempo en que el Supremo Pastor Jesucristo ha de juzgar todas nuestras acciones: y nosotros, presentándonos en su tribunal rectísimo, hemos de darle cuenta de todas ellas, sin reservarle aun el más escondido secreto de nuestro corazón. Entonces hará el Señor distinción entre el ganado fiel, que por la observancia exacta de su Divina Ley estuvo siempre sujeto a la dirección y gobierno de su Madre Pastora, a quien tenía confiada su custodia; y entre las ovejas desobedientes, que por correr tras sus desordenados apetitos, o por seguir las máximas del mundo, sacudieron de sí aquel yugo santo y suave. Juzgará igualmente a aquellos que según la expresión del Profeta Ezequiel (Ezeq., cap. 34, v. 21), acometieron como toros a las ovejas flacas y endebles, queriendo echarlas fuera del aprisco de esta Pastora y dispersarlas, que es decir, a aquellos que con sus escándalos y malos ejemplos destrozaron el rebaño de Jesucristo. Para unos y para otros será terrible este juicio; pues si su exactitud y rigor hizo temblar aun a los Justos y Santos más eminentes, ¿qué efectos causará en aquellos que con sus crímenes llevan ya sellada la sentencia de condenación? El juez es sabio, justo, e inexorable: los fiscales, que son los demonios, astutos y diligentes para acriminar aun las acciones más indiferentes. El resultado de este juicio, no es menos que la suerte eternamente feliz, o eternamente desgraciada de nuestra alma: y todo cuanto concurre en él, capaz de angustiar y atormentar a los que deben de ser juzgados. Considera, en tan apretado lance, la suerte tan feliz que logran aquellas almas, que cual ovejas fieles, tienen por su abogada y protectora a la madre misma del Juez que las va a juzgar y sentenciar, cuya solicitud pastoral con ellas se acrecienta a medida del peligro y riesgo en que se hallan. Así es, que aquella grey que tantas veces en vida y en salud imploró sus socorros y auxilios, elevando sus voces a su Divina Pastora, verá que esta Señora, compadecida de su situación, tomará a su cargo su defensa, respondiendo a todas las acusaciones del astuto Lucifer; y confundiendo su envidia y su soberbia, ella aplacará la ira del justo Juez, interponiendo entre sus ovejas y la justicia sus merecimientos, y aun la sangre misma que esta Señora le dio para ser sacrificado por ellas: y en fin, como Pastora solícita, no perdonará diligencia ni fatiga para que se cierren las cavernas eternales del abismo, y por su propia mano nos conduzca a los montes eternos, pingües y amenos de la gloria.
AFECTOS
En medio del temor que me causan los juicios temibles de Dios, pregunto yo a mi alma: ¿Qué recursos tienes para desagraviar a un Dios ofendido? ¿Qué asilo podrás buscar para ponerte a cubierto de los rigores de su justicia? ¡Ah!, ya lo sé, y mi fe me lo demuestra. Yo interesaré en favor mío la Madre del buen Pastor, que es el Juez que me juzgará, e invocándola con voz de hijo que clama a su tierna Madre, ella abrirá su manto misericordioso, y allí escondido y abrigado, aplacaré con gritos de penitencia la indignación del justo Juez, antes de presentarme a responder contra las acusaciones de mi contrario Lucifer ¡Oh, Pastora compasiva! Ciertamente que para nada necesitas de mí, sino para aumentar la gloria que te resultará de salvar a una oveja que contabas en el rebaño que tu Hijo te confió, y que el Demonio te intentaba robar. Sed, pues, mi defensa contra los ardides de este enemigo furioso, que tratará entonces de acobardarme con la memoria de mis culpas pasadas, con la pintura del rigor de los juicios de Dios, y con la presencia de una eternidad de penas, en que acaso padecen otros muchos, menos culpables que yo.
Justo es, Dios mio, Dios mío, que mis culpas sean castigadas, para que así quede satisfecha vuestra adorable justicia; pero Vos, ¡oh Divina Pastora!, a quien tantos desvelos y solicitudes acarrea mi felicidad, dirigid con vuestra maternal y piadosa mano el azote que me ha de castigar. Con tal que yo me vea perdonado y libre de una eterna condenación, me doy por contento, por más que venga sobre mi alma la tribulación y el castigo; mas para castigar a una oveja tantas veces ingrata e infiel a vuestra solicitud, consultad con los sentimientos compasivos de vuestro Corazón mejor que al riguroso decreto de la justicia, para que una oveja vuestra no llegue a ser objeto de la eterna indignación del justo Juez. Escoged los castigos más a propósito para hacerme volver al redil místico de dónde me extravié, y corroborad mi espíritu para que jamás vuelva a separarme de él. ¡Ah!, ¡qué desgracia la mía, si al haberme de presentar al justo Juez, me hallo ignominiosamente esclavizado de mis pasiones! Libradme de este peso insoportable que me abruma de día y de noche: sed Madre de misericordia en tiempo, para que os glorifique en la eternidad.
2º Considera lo segundo, el juicio espantoso de aquellos que, miserablemente engañados, hacen consistir toda su felicidad en los pasatiempos y deleites de la presente vida, significados por el Profeta con la expresión de carneros y machos de cabrío. Estos, obedeciendo a sus sentidos y deseos desordenados, nada más esperan después de concluir entre vicios su criminal existencia; al paso que las ovejas fieles de María, adoctrinadas con los documentos de la revelación, saben que desde el punto último de su vida ha de principiar una eternidad, en la que no hay que esperar, sino castigo de los réprobos, o premio de los justos. Aquellos insensatos reputaron por fatuidad y deshonra, la docilidad de las ovejas de María (Sap., cap. 5, v. 4): entregados a los placeres presentes, ninguna pena tomaron por lo venidero; y así, entre el despecho y la rabia de su propia desesperación, confesarán haber errado la senda de la verdad, mientras que las ovejas de María, marchando por ella, entrarán en el aprisco eterno de la gloria. Advierte, alma mía, la demencia y locura de estos desgraciados carneros, descuidados tan ciegamente de aquel fatal momento en que deben oír la sentencia de su desgracia eterna, sin que por otra parte tengan merecido el patrocinio de esta poderosa Pastora, que tanto podría favorecerlos; y esto te hará conocer cuán feliz es la suerte de aquellas almas, que contadas en el rebaño de María, tienen merecida su protección. Esta Señora, cual solícita Pastora, no se apartará de su lado para sostenerlas en este apurado conflicto, prodigando en su favor todas las gracias, auxilios y socorros a propósito, para hacer cierta su perseverancia final, y premiarla con la corona de justicia. Esta Señora toma por su cuenta la causa de su juicio, y como sus súplicas no pueden ser desatendidas, como su testimonio no es sospechoso para el Juez, como su autoridad no tiene límites, y su caridad solícita no tiene término, nada tienen que temer sus ovejas al ser juzgadas, si por ellas responde su Pastora. Saben que las súplicas de la Madre son mandatos para el Hijo, que sus palabras son el mayor empeño para el Juez, y que su voluntad, una vez a Él manifestada, decide irrevocablemente el decreto de su eterna salvación. Aunque una oveja débilmente extraviada, hubiese principiado a escribir por sí misma la sentencia de su condenación, esta Pastora, condolida de su ruina, tiene arbitrios para disipar sus pensamientos pecaminosos, antes de completar la ruina que ella misma se principiaba a preparar.
AFECTOS
Corred, ovejas de María, entrad sin temor en aquella tierra tenebrosa y cubierta con las sombras de la muerte, y no receléis de presentaros ante el Juez de vivos y muertos, sabiendo que, aunque justiciero, es al fin Hijo de la Pastora a quien servís, y aun Cordero del rebaño a que pertenecéis: mediando su piadoso patrocinio no dará contra vosotras una sentencia severa: no podrá condenaros, cuando conozca que su Madre os quiere salvar: confiad, por que siendo vuestra Madre y Pastora, no os abandonará en tan gran peligro; ni el Hijo negará las peticiones de su Corazón, reducidas a procurar por todos modos que no se pierda ninguna de sus ovejas. Llenaros de consuelo al oír a esta diligente Pastora, que para corroborar vuestra esperanza, os dice con rostro amable y compasivo a cada una de vosotras: «Tú eres mi siervo, y yo soy solícita de tu bien: por lo tanto, cuando pases por las aguas de la tribulación, que especialmente te han de afligir en el tiempo angustioso de tu juicio (Isai., cap. 41, v. 9), o cuando veas que el Dios justo viene sobre ti, como las olas de un mar enfurecido (Job, cap. 31, v. 23), para juzgarte, no temas, que yo te alargaré mi mano para que no seas confundido».
Fortalecido mi corazón con esta dulce confianza en la solicitud pastoral de María, ya no temeré; antes bien seguro de mi amparo, elevaré mi voz, y la diré: ¡Oh Madre mía!, pónme junto a ti cuando haya de ser juzgado, y defiéndeme de cualquiera mano, o poder, que entonces pelee contra mí (Job, cap. 17, v. 3). Escóndeme bajo la sombra de las alas de tu protección, cuando me halle a la vista de los enemigos sin piedad, que entonces afligirán a mi alma (Ps. 16, v. 8), incitándola con la tentación, o acusándola en el juicio. Sí, con el patrocinio de esta Pastora serán ahuyentados mis enemigos, porque sentada al lado del Juez en el trono desde donde administra la justicia, con una sola mirada disipará toda la maldad de mis contrarios (Prov., cap. 20, v. 8): inutilizará sus maquinaciones, para que sus manos no puedan completar lo que intentaron (Job, cap. 5 v. 12). ¡Ah!, el Dios de los cielos, el Juez omnipotente, no podrá menos de mirar con misericordia a aquella oveja fiel, que habitó en el redil y tabernáculo de su propia Madre.
ORACIÓN
¡Oh, clementísima Pastora! Celebren los hombres, y los Ángeles este oficio de piedad que te confió el Omnipotente para el consuelo y amparo de tus ovejas; y pues necesitan de él, especialmente cuando se hallen en su tribunal rectísimo, manifiéstanos allí tu amor maternal, tomándonos como ovejas desvalidas en tus pastorales manos, para presentarnos a Él. Sed nuestra abogada y defensora respondiendo a las acusaciones de nuestro enemigo; y para que yo me haga digno de tanto bien, ilustrad mi alma para que siempre esté preparado, y no me vea sorprendido por el día último, y oyendo una favorable sentencia, entre como siervo fiel en el gozo de mi Dios a alabarte eternamente en la gloria. Amén.
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Preferiblemente, los comentarios (y sus respuestas) deben guardar relación al contenido del artículo. De otro modo, su publicación dependerá de la pertinencia del contenido. La blasfemia está estrictamente prohibida. La administración del blog se reserva el derecho de publicación (sin que necesariamente signifique adhesión a su contenido), y renuncia expresa e irrevocablemente a TODA responsabilidad (civil, penal, administrativa, canónica, etc.) por comentarios que no sean de su autoría.