Tomado de La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, escrito por fray Fermín de Alcaraz (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico, e impreso en Madrid por don Leonardo Núñez en 1831, con aprobación eclesiástica. Por cada Consideración, Afecto y Oración hay concedidos 280 días de Indulgencia por el Nuncio Apostólico, el Arzobispo de Santiago de Compostela y otros Prelados.
DÍA VIGÉSIMOQUINTO
«Aliénum non sequúntur, sed fúgiunt ab eo: quía non novérunt vocem alienórum» Joann., cap. 10, v. 5. Mis ovejas no siguen la voz del Pastor extraño; sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los extraños.
En este día se nos manifiestan las disposiciones con que las ovejas deben oír la voz de su Pastora, y la diligencia con que deben quitar los estorbos que impiden el fruto de esta amorosa voz, sobre lo cual,
DÍA VIGÉSIMOQUINTO
«Aliénum non sequúntur, sed fúgiunt ab eo: quía non novérunt vocem alienórum» Joann., cap. 10, v. 5. Mis ovejas no siguen la voz del Pastor extraño; sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los extraños.
En este día se nos manifiestan las disposiciones con que las ovejas deben oír la voz de su Pastora, y la diligencia con que deben quitar los estorbos que impiden el fruto de esta amorosa voz, sobre lo cual,
1º Considera lo primero, que por eficaz y poderosa que sea la voz con que la Divina Pastora llama a sus ovejas, ya para conducirlas por el camino de la virtud, o ya para separarlas de los extravíos del vicio, ningún efecto producirá en ellas si no fijan su atención a sus ecos y disponen su corazón para recibirla, para conservarla y cooperar a ella: por consiguiente, para que la voz de tu Pastora, ¡oh alma mía!, sea voz de consuelo y aprovechamiento tuyo, advierte que debes tener tu corazón dispuesto para recibirla, y que la mejor disposición para adelantar en todo género de virtud, dirigida por la voz de esta Pastora, es la humildad, porque ella es la raíz y el fundamento de todas; y sin ella ninguna puede haber sólidamente fundada en el corazón. Además, la humildad atrae las gracias del cielo, e informa el corazón de la criatura de tal manera que lo hace digna morada del espíritu de Dios, cuyas luces lo penetran y lo abrasan; y este fuego sagrado le da vigor y actividad para transformarse en criatura toda celestial, y entrar gustosa por las sendas más difíciles del cristianismo. Una oveja así humilde, se aprovecha cuidadosamente de todas las instrucciones que su Pastora la da con su voz tierna, ya en la lectura piadosa en que la ofrece un pasto saludable, y ya en las inspiraciones con que habla a su corazón: y como, por ser humilde, no tiene lugar en ella la envidia, la vanidad y el deseo de las honras del mundo, es susceptible de todas las impresiones de la gracia y las obedece conociendo la voz de su Pastora, por cuyo conducto se le comunican por el Padre de las misericordias. Si la humildad es una cualidad propia de una inocente oveja, no lo es menos la paciencia con que se deja atar para ser despojada de su lana y aun para ser conducida a la muerte, sin irritarse, ni volverse contra quien la clava el cuchillo. Esta virtud es igualmente necesaria para que los buenos pensamientos, las inspiraciones y demás medios con que nos habla nuestra Pastora, fructifiquen en nuestras almas. Esto quiso el Señor significar diciéndonos: Con vuestra paciencia poseeréis vuestras almas. Es decir, que seremos señores de nuestro corazón para ejecutar sin dificultad ni repugnancia todo lo que exija la gloria de Dios y pueda contribuir a nuestra santificación, que es el intento de esta Pastora cuando dirige su voz a sus ovejas. El que es verdaderamente paciente no da lugar a la pasión contraria, que quitando la tranquilidad y el reposo interior, hace que el corazón se gobierne por el propio desarreglado humor impaciente; y entonces, no hay que admirar si desaparece toda buena disposición, con que debe oírse la voz de la Pastora, que guía y conduce a sus ovejas por los caminos de la virtud.
AFECTOS
¡Error lamentable! Si la humildad es la mejor disposición para que la voz de mi madre Pastora fructifique en mi alma, ¿de dónde viene que yo ame tan poco una virtud que me es tan necesaria? ¡Ah! Esto se origina de que yo no conozco su mérito, y solo me afano por sus contrarios, cuales son la vanidad, la soberbia, el honor y estimación de los hombres: hasta hoy no he sabido sufrir una palabra que dañase a mi amor propio: el menor desprecio de los hombres me ha llenado de tristeza y de dolor: yo me confundo al verme tan imperfecto y miserable, y no es extraño que estando yo tan mal dispuesto, haya fructificado tan poco en mi espíritu la voz de esta Santísima Pastora. Gracias os doy, ¡oh Madre mía!, porque en tiempo oportuno me hacéis conocer este mi error. Yo me aplicaré al estudio de la humildad, pues que ella me dispone eficazmente para recibir las impresiones de vuestra voz. Es cierto que esta virtud es difícil y repugnante a la naturaleza viciada, sin embargo, no desconfío de conseguirla con vuestra protección. Sí, humildísima Pastora, comunicadme esta virtud, que os ensalzó a la mayor grandeza y dignidad.
No me causa admiración si inspirándome con eficacia la voz de esta Divina Pastora tantos buenos pensamientos, tantas buenas resoluciones y tantos vivos deseos de practicar la virtud, no pudo reducirme su eficacia a la ejecución de ellos tan prontamente como era justo, puesto que no me valí del otro medio que tengo para conservar su eco en mi corazón, que es la paciencia (Luc., cap. 8, v. 15). El verme tan poco cuidadoso de esta virtud, es mi mayor confusión entre los desarreglos de mi vida. Todas mis resoluciones se desvanecen sin efecto, si para esto tengo que sufrir la mas pequeña molestia. Tan poca es mi tolerancia, que si las cosas no salen a medida de mi gusto, me lamento, me inquieto, murmuro, y alborotadas mis pasiones, no me dejan con su bullicio oír la voz de mi Pastora. ¡Tal ha sido hasta hoy mi conducta!, y cuando no hubiese yo cometido otra falta, tendría bastante que llorar toda mi vida. Yo os pido perdón, ¡oh Dios mío!, y a Vos, Pastora, os suplico que no ceséis de llamarme hasta vencer mi obstinación.
2º Considera lo segundo, la obligación de quitar de tu corazón todos los obstáculos que pueden ensordecer tus oídos a la voz de tu solícita Pastora, cuando cuidadosa de tu bien, te llama para que atiendas a los llamamientos e inspiraciones de la gracia. Uno de estos perniciosos obstáculos es la demasiada solicitud por la fama, la salud, el honor, y demás que el mundo aprecia, cuyos cuidados ocupan tanto al alma, que la roban toda la atención, y no la dejan oír la voz de la Pastora. Esta verdad está fundada en la misma experiencia, que es la prueba mas convincente. Cuando los oídos están enteramente aplicados a estas cosas temporales, no es ya posible percibir las espirituales, y aun llegarás al extremo de despreciar la voz que te llamará la atención hacia ellas: te será sumamente sensible el obedecer al Evangelio, que te manda buscar primeramente el reino de los cielos, y no tomar cuidado por las cosas necesarias a la vida, dejando a la Providencia la provisión de ellas (Matth., cap. 6, v. 23). Considera que el deseo desarreglado de las riquezas es otro grande obstáculo para percibir el eco de la voz de esta Divina Pastora. Jesucristo lo tiene dicho, y lo dijo de un modo tan terminante, que no deja duda alguna: Es imposible, dice, que algún rico se salve (Matth., cap. 19, v. 24), porque las riquezas ocupan de tal suerte el espíritu del hombre que lo hacen sordo a las voces de la gracia, hasta perder el cuidado de su salud eterna: y porque este deseo crece con las mismas riquezas, y cuanto éstas se aumentan, toma aquél mayor incremento hasta embarazarlo, y aun esclavizarlo en sus mismos afectos desordenados. El amor de los placeres es, por último, un grande obstáculo para oír la voz de la Pastora, e inutiliza las gracias que ella intenta dispensarte llamándote hacia sí porque este amor criminal desarregla enteramente al alma, y no la deja gustar de la dulzura que lleva en sí la voz de tan amable Pastora, y con que la acaricia para desviarla de los placeres prohibidos. Como este amor es un fuego ardiente y devorador, que deseca todas las semillas de la virtud, y aun apaga las luces de la razón, la precipita en una multitud de otros crímenes, y dejando la sociedad y compañía de aquellas almas que, cual ovejas fieles, siguen la voz de su Pastora que las llama a los entretenimientos gustosos de la vida espiritual, cierra sus oídos a los clamores de tan piadosa Madre, y se extravía a saciar su gusto con amistades humanas, con juegos y diversiones peligrosas, de donde con dificultad sale sin ser rea de multitud de pecados mortales que comete y hace cometer a otros: quedando poco a poco tan esclavizado el corazón, que ya le parece no poder vivir sin aquellos pasatiempos y placeres que antes, cuando obedecía la voz de su Pastora, no tenían lugar en su voluntad.
AFECTOS
Desde hoy queda ya estampada en mi alma esta importante verdad del Evangelio: ¿De qué me sirve poseer todo el mundo, si pierdo mi alma? Esta reflexión será un correctivo poderoso para reformar los deseos desarreglados de las cosas del mundo, que hasta hoy han agitado a mi corazón, y lo han hecho sordo á la voz de mi Santísima Pastora. Confieso esta verdad con confusión mía: es cierto que he pasado la mejor parte de mi vida sordo a sus dulces ecos, y ocupado en cuidados superfluos, de que no he sacado otra utilidad que la inquietud, la amargura y el descontento cada vez mayor de mi corazón. Lloro, pues, mi ceguedad, cuando desengañado considero en la que he vivido ambicionando, y procurando los bienes pasajeros que Vos, Pastora mía, condenáis, y el desvelo con que me he proporcionado las comodidades, y cuanto ha podido lisonjear a la carne; y me entrego enteramente a la dirección de tan caritativa Pastora, cuya dulce voz me dice que no ponga mi atención en las cosas de la tierra, ni me deje cautivar de los deleites pasajeros, cuya duración es solo momentánea.
Bendígante los cielos y la tierra, ¡oh Santísima Pastora!, y queden atónitos y suspensos al oír la dulzura de tu voz: voz cariñosa y afable, con que conduces a tus ovejas á los pastos de vida eterna. Los Ángeles la escuchan con admiración y placer. Los espíritus infernales la tiemblan, y al oírla huyen precipitados hasta esconderse en lo más profundo del abismo. Tus ovejas se fortalecen y se animan con sus dulces acentos, renuncian de sí mismas y de todos los placeres de la vida, y caminan gustosas por las amarguras del Calvario, cifrando su gloria en quedar crucificadas con su dulce Jesús. ¡Tanta es la virtud y eficacia de tu poderosa voz! ¡Ah, cuán feliz hubiera yo sido, si siempre hubiese andado por las sendas que ella me marcaba! Así prometo hacerlo desde hoy, pues sé que de lo contrario, las gracias que mi Pastora me ha dispensado con su voz, serán algún día un cargo terrible contra mí, por haberlas hecho inútiles para la salud de mi alma. Quiero, pues, con tiempo remediar estos males, y reparar mis pérdidas, por la mortificación continua de mis sentidos, y por la exacta y fiel obediencia a la voz de tan amable Pastora.
ORACIÓN
Mi amada Madre Pastora, que con tanta fidelidad guardasteis en vuestro Corazón el eco de la voz del Divino Esposo, por cuya fiel correspondencia fuisteis elevada sobre todas las criaturas, dadme una parte de estas santas disposiciones, y grabad profundamente en mi alma vuestra voz, para que produzca en ella los frutos preciosos que Vos intentáis. Bien sabéis que no hay cosa más frágil que mi corazón; y aunque al presente no quiero ya ocuparme de las cosas de la tierra, y renuncio de riquezas y placeres, veo sin embargo, que mil veces he propuesto esto mismo, y aún no lo he cumplido con toda perfección. Hacedme la gracia de que hoy comience a realizarlo tan constantemente, que perseverando fiel en esta resolución hasta la muerte, salga de esta vida, siempre obedeciendo a vuestra voz, y que ésta me guíe a la mansión eterna de la gloria. Amén.
Se reza un Padre nuestro, cinco Ave Marías, y un Gloria Patri.
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