Traducción de la devoción dispuesta por el padre Antoine Ricard S.Th.D., Canónigo honorario de Marsella y Carcasona, y publicada en París por la Librería de los Hermanos Perisse en 1878.
MES DE SANTO DOMINGO, O EL MES DE AGOSTO CONSAGRADO A LA MEDITACIÓN DE LA VIDA Y LAS VIRTUDES DE SANTO DOMINGO
Por la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
13 DE AGOSTO – DÍA DÉCIMOTERCERO DEL MES DE SAN DOMINGO: LA ORDEN APOSTÓLICA
PRELUDIO
Domingo, humildemente arrodillado a los pies del trono pontificio, recibe de manos del vicario de Jesucristo la bula que confirma su orden y le asigna un rango especial en las familias religiosas.
PENSAMIENTOS
Pocas historias atraen con tanta fuerza como ésta la atención del lector católico hacia la necesidad de mirar siempre hacia Roma y su sede suprema, para seguir siendo dignos hijos de la Iglesia, para obrar allí el bien que la Providencia puede llamarnos a hacer y a permanecer en el orden divino, fuera del cual sólo hay error, revuelta, error y perversión.
Domingo es uno de los modelos más perfectos de esta completa sumisión del corazón y de la mente a la dirección de la Santa Sede Apostólica.
Inocencio III acababa de morir; pero Pedro nunca muere. El santo fundador lo sabía bien. Se dirigió humildemente, por tercera vez, hacia Roma, para informar a Honorio III de la misión que Pedro le había confiado por boca de Inocencio. Las oposiciones eran fuertes, ellas nunca faltan para las obras de Dios y, con las intenciones más rectas, muchos hombres fieles se convierten en instrumentos del enemigo para obstaculizar las empresas santas. El vicario de Jesucristo, que recibe sus inspiraciones de lo alto y a quien el divino fundador de la Iglesia promete una asistencia especial, colmó a Domingo de testimonios de su benevolencia pontificia. Confirmó con su autoridad suprema la orden dominicana y le asignó así definitivamente su rango glorioso en estas familias religiosas, que Dios suscita a lo largo de los siglos para ayudar a su Iglesia en el difícil camino que emprende hacia la eternidad.
Las tres bulas que Honorio III concedió a Santo Domingo presentan una gradación providencial, que poco a poco nos revela los rayos de esta gran luz que el nuevo orden estaba destinado a difundir por el mundo. «En la gran bula, deliberada en el consistorio y firmada por los cardenales, no se cuestiona en modo alguno el objetivo de la orden. Simplemente se designa como orden canónica bajo la regla de San Agustín». La segunda bula es más clara en su brevedad; ella llama a los hijos de Domingo «campeones de la fe y verdaderas luces del mundo». Finalmente, el tercer diploma los califica abiertamente como “Predicadores”, los elogia por su labor apostólica pasada y los alienta para el futuro.
Es esta tercera bula (Nos Attendéntes), la que leeremos, como nuestra carta de nobleza y como testimonio de la solicitud de Jesucristo hacia la Orden Apostólica de Predicadores.
PRÁCTICA: Hablar siempre con respeto de los actos de la Santa Sede y nunca apartarse de la piedad filial hacia el Soberano Pontífice.
INVOCACIÓN: Santo Domingo, tú que fuiste elegido y amado por nuestro divino Salvador, ¡ruega por nosotros!
CARACTERÍSTICA HISTÓRICA: Una bula de Honorio III.
«Honorio, obispo, siervo de los siervos de Dios, a los amados hijos el prior y los frailes de San Román de la región de Tolosa, salud y bendición apostólica.
Damos dignas acciones de gracias al dispensador de todos los dones [1 Cor. I, 4] por la gracia que os ha sido otorgada por Dios, y en la que estáis y estaréis hasta el final como esperamos, porque inflamados interiormente con la llama de la caridad difundís en el exterior el perfume de la buena fama que deleita a las almas sanas y fortalece a las débiles. Con ello os mostráis como médicos diligentes que para que las mandrágoras espirituales no permanezcan estériles las fecundáis con la semilla de la Palabra de Dios con vuestra saludable elocuencia. Y así como siervos fieles repartiendo los talentos confiados a vosotros para que reporten su fruto al Señor (y como invictos atletas de Cristo armados con el escudo de la fe y el yelmo de la salvación) [cf. 1 Tes. V, 8], sin temer a los que pueden matar el cuerpo, salid al encuentro del enemigo de la fe con generosidad proclamando la Palabra de Dios, que es más tajante que una espada de doble filo [Heb. IV, 12], pues así despreciando vuestras almas en este mundo, las guardáis para la vida eterna.
Por lo demás, ya que el fin no corona el combate y solamente la perseverancia de los que corren en el estadio con todas sus fuerzas consiguen el premio reservado, Nos rogamos y exhortamos a vuestra caridad atentamente, mandándoos por los escritos apostólicos, y adjuntando la remisión de vuestros pecados, que cuanto más y más os entreguéis, confortados en el Señor, a la predicación de la Palabra de Dios, insistiendo a tiempo y a destiempo [2 Tim. IV, 2]. Y así cumpliréis laudablemente la tarea de evangelista. Si a causa de esto padeciereis algunas tribulaciones, no solamente las toleraréis con ecuanimidad, sino que os gloriaréis con el apóstol, contentos por ser considerados dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús [Act. V, 41]. Pues esta momentánea y ligera tribulación prepara un peso eterno de gloria [2 Cor. IV, 17], y en su comparación los padecimientos del tiempo presente no son nada [Rom. VIII, 18].
Nos, mirándoos como hijos muy especiales de la Iglesia, así lo favorecemos y os pedimos que ofrezcáis al Señor el sacrificio de vuestros labios por nosotros, y así, si acaso lo que no conseguimos por nuestros propios merecimientos, lo consigamos con vuestros sufragios.
Dado en Letrán, en el día 21 de enero de 1217, año primero de nuestro pontificado. HONORIO PP. III» (Bulario de la Orden de Hermanos Predicadores).
LETANÍA DE NUESTRO PADRE SANTO DOMINGO
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Santa Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros.
Magno Padre Santo Domingo, ruega por nosotros.
Lumen de la Iglesia, ruega por nosotros.
Luz del mundo, ruega por nosotros.
Antorcha del siglo, ruega por nosotros.
Predicador de la gracia, ruega por nosotros.
Rosa de paciencia, ruega por nosotros.
Sedientísimo por la salvación de las almas, ruega por nosotros.
Deseosísimo del martirio, ruega por nosotros.
Gran director de las almas, ruega por nosotros.
Varón evangélico, ruega por nosotros.
Doctor de la verdad, ruega por nosotros.
Marfil de castidad, ruega por nosotros.
Varón de corazón verdaderamente apostólico, ruega por nosotros.
Pobre en bienes temporales, ruega por nosotros.
Rico en la pureza de vida, ruega por nosotros.
Tú que cual antorcha ardías de celo por los pecadores, ruega por nosotros.
Trompeta del Evangelio, ruega por nosotros.
Heraldo del Cielo, ruega por nosotros.
Modelo de abstinencia, ruega por nosotros.
Sal de la tierra, ruega por nosotros.
Resplandeciente como el sol en el templo de Dios, ruega por nosotros.
Tú que te apoyaste en la gracia de Cristo, ruega por nosotros.
Revestido de estola real, ruega por nosotros.
Flor de flores elevada en el jardín de la Iglesia, ruega por nosotros.
Tú que regaste la tierra con tu piadosa sangre, ruega por nosotros.
Trigo recogido en los silos del Cielo, ruega por nosotros.
Resplandeciente en el coro de los Vírgenes, ruega por nosotros.
Jefe y padre de la Orden de Predicadores, ruega por nosotros.
Para que en la hora de la muerte seamos recogidos contigo en el Cielo, ruega por nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, Señor.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue mi clamor hacia Ti.
ORACIÓN
Te suplicamos, Dios Omnipotente, nos concedas a cuantos padecemos bajo el peso de nuestros pecados, alcanzar el patrocinio de tu confesor nuestro bienaventurado Padre Santo Domingo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠ , y del Espíritu Santo. Amén.
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