El sindicato vaticano Asociación de Empleados Laicos del Vaticano (en italiano ADLV, fundado en 1979 y cuenta con aproximadamente 700 miembros) se está rebelando contra Francisco Bergoglio y sus políticas económicas y laborales, que no dan los resultados esperados y que ponen en duda el sentido de trabajar para las estructuras y oficinas vaticanas.
El 20 de Agosto, la ADLV publicó una declaración sin firmar en su sitio web como un grito de alarma y una expresión de descontento y preocupación generalizados (ADVERTENCIA: Se citan declaraciones de Juan Pablo II Wojtyła y Francisco Bergoglio):
¿SEGUIMOS SIENDO UNA COMUNIDAD ESPECIAL DE TRABAJO EN EL VATICANO?Últimamente los empleados del Vaticano, en el último tiempo, se están preguntando sobre la naturaleza del trabajo en la Sede Apostólica y el sentido del servicio. Ser parte de la comunidad de empleados vaticanos debería significar ser miembro de una familia especial, caracterizada por valores específicos –los del “evangelio del trabajo” y de la doctrina católica sobre el trabajo humano, siempre viva en la tradición de la Iglesia– que le confieren un rasgo distintivo peculiar respecto a las empresas externas, sobre todo privadas. Como afirma también elPapaFrancisco: «El trabajo es propio de la persona humana: expresa su dignidad de criatura hecha a imagen de Dios».El significado del trabajo en la Santa SedeLa “Carta delSumo PontíficeJuan Pablo II sobre el sentido de la obra confiada a la Sede Apostólica” destaca precisamente esta particularidad: «La Sede Apostólica, en el ejercicio de su misión, recurre a la valiosa y preciosa obra de la comunidad particular, compuesta por aquellos se esfuerzan al máximo, en sus dicasterios y oficinas, al servicio de la Iglesia universal». Y nuevamente: «Se harán esfuerzos para garantizar que los recursos humanos y financieros se utilicen más eficazmente… promoviendo al mismo tiempo las buenas relaciones humanas en todos los sectores y el verdadero y justo interés de la Sede Apostólica». En el texto se hace referencia a un conjunto de valores caracterizados por la preocupación eclesial, la conciencia personal, la justicia social, el respeto mutuo, la fraternidad humana y cristiana, el espíritu de trabajo humano que proviene de nuestro Señor Jesucristo. «Parece claro que el trabajo –cualquiera que sea– realizado bajo la Sede Apostólica lo exige de manera muy especial». Para ello esperamos que se refuerce verdaderamente el papel de la Oficina del Trabajo de la Sede Apostólica, que debe convertirse en un órgano de conciliación, precisamente para garantizar la correcta aplicación de la normativa y el reconocimiento de derechos.Reforma económica: una transformación radicalA partir del Motu proprio “Fidélis dispensátor et prudens”, el Vaticano comenzó a prestar especial atención a la economía, rasgo ahora dominante en todas las actividades de la res vaticána.Está claro que, como se especifica en la introducción del documento, la correcta administración de los bienes es un aspecto fundamental en la vida de un Estado: «La gestión económica y financiera de la Santa Sede está íntimamente relacionada con su misión específica, no sólo al servicio del ministerio universal del Santo Padre, sino también del bien común, en aras del desarrollo integral de la persona humana». Todo está de acuerdo pero nos preguntamos: ¿hay una real atención a la “persona humana”? Nuestro interés es también proteger la imagen de la Santa Sede, lamentablemente socavada en los últimos años por los escándalos.¿Cuáles son los resultados de la reforma económica?Hoy, frente a la inversión de recursos realizada, ¿cuáles son los resultados de esta ‘revolución’? No lo sabemos con precisión ya que, desde hace algunos años, los datos de balance –que antes se comentaban en conferencia de prensa– no se publican. No perdemos la esperanza de poder ver el próximo balance de 2023.Recortes en costes de personal. ¿Un verdadero ahorro?Ni siquiera la suspensión del período de dos años –medida no indolora, que costó al empleado miles de euros, con significativa repercusión en pensiones y liquidaciones por despido– logró dar un giro radical a la situación financiera de la Santa Sede. ¿Cuáles son los frutos de las medidas restrictivas que han afectado a los empleados en los últimos años (por ejemplo, bloqueo de niveles funcionales, de contrataciones, de horas extras, etc.)? ¿Qué debemos esperar de la reforma salarial anunciada? ¿Se tomarán medidas también en materia de pensiones? La ADLV aún no ha sido informada de esto. Obviamente la ADLV no está dispuesta a quedarse indiferente si se adoptaran medidas aún más penalizadoras para los empleados. Por otro lado, vemos que continúan, para unos pocos, las promociones y asignaciones a las direcciones: acciones que inciden en los balances y que no siempre se realizan con criterios de meritocracia.Subcontratación y privatizaciónLas noticias más recientes nos hablan de un Vaticano que se abre a la subcontratación en diversos sectores. Esto representaría un cambio radical de rumbo: de una comunidad restringida inspirada en los valores del Evangelio, deseosa de subrayar su particularidad ante los ojos del mundo, a una empresa de pleno derecho. Una multinacional un tanto coja que carece de muchos de los bonos, premios y bonificaciones de los que disfrutan los empleados externos. Actualmente se tiende a hablar de una “cultura de empresa”. Entonces, ¿en qué se está convirtiendo el Vaticano? ¿Para quién trabajamos? Todos sabemos la importancia de mantenerse al día, pero ¿a qué costo? ¿Cuáles son las razones detrás de este repentino viraje? Todo está en silencio. La ADLV escribe pero los directivos, cuando son interrogados, apenas dan respuestas.Todo empezó con las empresas de auditoría externa que empezaron a colaborar con la Santa Sede desde el principio. Incluso hoy, estos expertos contables –pero con poca experiencia en el mundo vaticano– continúan ofreciendo su onerosa contribución en diversos departamentos, obviamente apoyados por empleados de la vieja guardia, llamados cristianamente a educarlos.La limpieza y la portería son tareas para las que cada vez se recurre más a los servicios de empresas externas.Los bienes inmuebles, bajo la responsabilidad de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, fueron dados en gestión a algunas agencias inmobiliarias italianas, que han establecido un acuerdo marco con la APSA. Además, la política inmobiliaria prevé una adaptación de los alquileres a las cuotas de mercado, que no va en línea con los salarios del Vaticano, estancados en 2008.Para permanecer siempre en el contexto de la APSA, en cuanto al patrimonio mobiliario, las inversiones en títulos y bonos de todos los Entes/Dicasterios, han sido repentinamente desmantelados y dados en gestión a sociedades principalmente estadounidenses. Así lo decidió el Comité de Inversiones de acuerdo con la Secretaría para la Economía, según se informó. ¿Habrá alguna autonomía residual de gestión para los jefes de departamento que hasta hace unos días eran administradores? ¿Y qué papel tendrán nuestros inversores internos?Annóna, el supermercado del Vaticano, seguirá pronto la misma suerte: pronto su gestión será confiada a una reconocida marca italiana [extraoficialmente, se dice que fue entregada a PEWEX, la cadena romana de supermercados de los hermanos Sante y Paolo Cetorelli que toma su nombre de la Przedsiębiorstwo Eksportu Wewnętrznego (“Compañía de Exportación Interna”), la “tienda en dólares” de la Polonia comunista, N. del T.]. Los 30/40 empleados vaticanos, advertidos a posterióri, deberían ser reubicados dentro del Vaticano, no se sabe exactamente dónde, como tampoco se sabe cuál será el destino de las empresas externas que actualmente colaboran con Annóna. ¿Pasará lo mismo con Vignaccia [una zona junto a la Torre de San Juan de los Jardines Vaticanos, donde se almacenan desechos de manejo especial como aceite usado o material electrónico para su posterior disposición, N. del T.] y, en el futuro, con la ropa y el combustible del gobernadorato? Y durante el periodo de renovación de las instalaciones de Annona, ¿qué trato se reservará a los empleados?¿Cuáles son las razones de este repentino viraje? Todo esta en silencio.¿A qué conducirán las reformas económicas en el Vaticano?Tenemos la percepción de que el cuerpo se está “deconstruyendo” poco a poco. ¿Es una política que vale la pena? Sólo el tiempo nos dará ciertas respuestas. Mientras tanto, nos preguntamos: ¿qué pasó con la necesidad de proteger los datos y la información? ¿Y la prudencia? ¿Por qué no fortalecer los recursos internos, que están cada vez más desmotivados y confundidos? ¿En qué dirección estamos yendo?Si alguien respondiera claramente a nuestras preguntas, sería más fácil para nosotros tranquilizar a nuestros miembros, cada vez más preocupados. Les pedimos a nuestros Superiores más comentarios. ¿Alguien nos responderá antes de la Asamblea General de Septiembre? Lo esperamos sinceramente porque el descontento crece implacablemente, como lo demuestra la demanda colectiva llevada adelante por algunos empleados de los Museos Vaticanos. ¿Cuándo llegará la tan esperada apertura al diálogo al estilo del cardenal Casaroli?
Entre los meses de abril y mayo de este año, algunos empleados de los Museos Vaticanos, en un caso sin precedentes, presentaron una acción colectiva ante el Gobernadorato de la Ciudad del Vaticano exigiendo mejores condiciones laborales, que incluyen el reconocimiento de la antigüedad en el servicio, las bajas por enfermedad y la compensación de horas extras.
En la solicitud, presentada por la abogada Laura Sgró en nombre de un grupo de 49 empleados, se denuncia que las horas extras se pagan a tarifas reducidas y que las medidas de salud y seguridad son insuficientes.
Son aproximadamente 700 trabajadores laicos los que conforman el personal de los Museos Vaticanos, muchos de ellos con años de servicio.
El Vaticano tiene un poco más de 5.000 personas (!) en la nómina, combinando la Curia Romana y el Estado de la Ciudad del Vaticano. Allí no existen regulaciones laborales, negociaciones salariales, comisiones paritarias ni sindicatos. Además, no se reconoce el derecho a la huelga, y en caso de despido, no hay derecho a indemnización, condiciones que en otros países habrían suscitado una fuerte condena por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
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