lunes, 7 de octubre de 2024

MES DE LOS SANTOS ÁNGELES – DÍA SÉPTIMO

Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia en 1893, con licencia eclesiástica.
  
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
 
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA SÉPTIMO – VARIEDAD O ESPECIES DISTINTAS DE ÁNGELES
   
MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que, así como el mundo corpóreo no presenta a nuestra encantada vista el desagradable espectáculo de la monotonía, en el que todos los seres que lo llenan fueran iguales sin sucesivos grados de perfección; así también el mundo de los espíritus no presenta a nuestra arrobada inteligencia el espectáculo de una multitud de seres iguales los unos a los otros, de manera que para conocerlos todos baste sólo conocer uno. En el vasto cuadro de la naturaleza, en cada orden de seres vemos una variedad inmensa que nos deleita y enajena: en las aves que pueblan la atmósfera sin dejar de ser aves, ¡qué variedad de figuras, de colores, de plumajes, de cantos, de instintos!; en los animales que habitan la tierra, ¡cual grande es a diversidad desde los viviente microscópicos hasta el elefante!, ¿quién es capaz de enumerar todas las clases? En el mar, ¿no se encuentran en su seno, como lo aseguran los naturalistas, tantas especies y tan variadas como los habitantes del aire y de la tierra? ¿Y sólo los Ángeles, que son en número casi infinitamente mayores que los cuerpos del universo, habían de ser todos iguales sin ofrecer ninguna variedad en sus naturalezas y perfecciones?
    
PUNTO 2º. Considera cuan admirable es esa escala ascendente de las especies de los Ángeles, pues que no habiendo dos completamente iguales, hay entre ellos tantos grados de perfección, cuantos son  en su prodigioso número, y como cada grado de perfección en el Ángel, según dice Santo Tomás, constituye una especie, la variedad de Ángeles es portentosa; así  pues, la nobleza, excelencia y perfección de los Ángeles crecen y se aumentan a proporción que se elevan de los inferiores a los superiores, pues siendo las esencias o naturalezas de los seres como los números a quienes sí se agrega o quita la unidad, se cambia su especie o naturaleza, y los mayores contienen a los menores, como el 7 contiene al 2, al 3, al 4, etc.; los Ángeles por igual manera son más excelentes y más nobles a medida que contienen más grados de perfección en su ser hasta llegar al Príncipe de la milicia celestial, el cual contiene eminentemente en sí todas las innumerables perfecciones repartidas en los millones y millones de sus inferiores. En el hombre encontramos algo semejante que pueda darnos una pálida idea de esa nobleza y excelencia ascendente de los Ángeles superiores, porque el hombre contiene en sí de un modo eminente la esencia y perfecciones de sus inferiores, como de los elementos, las plantas, los animales y un grado superior, el de la propia racionalidad. ¡Qué bello espectáculo presentarán, pues, los Ángeles agrupados en torno del Altísimo, a las miradas de los bienaventurados, que recorrerán con asombro la inmensa variedad de sus perfecciones y bellezas! ¡Oh!, dilátense nuestros corazones de gozo al pensar que también nosotros, los desterrados en este valle de lágrimas, brillaremos en el Cielo después de la resurrección con claridades distintas, como unas estrellas resplandecen con fulgores distintos de las otras: «Sicut stella diféret a stella in claritáte, sic et in resurrectióne mortuórum».
   
JACULATORIA
Espíritus celestiales, que mostráis la sabiduría de Dios en la variedad de vuestras nobles naturalezas, alcanzadme de vuestro Criador, la gracia de practicar todas las virtudes de que soy capaz.
    
PRÁCTICA
Imitad las buenas obras que veáis ejecutar en vuestros hermanos, y, sobre todo, imitad las virtudes de los santos para que seáis más perfectos en adelante. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con la siguiente:
   
ORACIÓN
Soberanos espíritus, felices habitantes del Paraíso, que con la desigualdad de vuestras nobles naturalezas, desde la últimas hasta la primera, estáis haciendo brillar el orden maravilloso en que plugo el Criador sacaros de la nada para mayor esplendor de su gloria, haced que nosotros, sordos a los gritos de la soberbia, nos conformemos con los males y defectos de nuestra condición y estado, sin aspirar a igualarnos a los que en bienes puramente terrenales nos sean superiores, sino que, únicamente envidiemos la santidad de los bienaventurados del Cielo. Amén.
   
EJEMPLOS
Estando San Bernardo una noche velando en oración, vio a los Ángeles, que anotaban los nombres de los que entonces oraban, y que con sus plumas los escribían, pero advirtió una grande diferencia: que los de aquellos que oraban con atención y fervor grande, los escribían con letras de oro; los de los menos fervorosos con letras de plata, los de los que tenían buena voluntad de orar pero sin llegar al efecto, con tinta; los de los que oraban soñolientos o sin atención, con agua y finalmente de los que oraban estando en pecado mortal o voluntariamente distraídos, nada escribían. Mira tú cómo escribirán los Ángeles tus ordinarias oraciones.
     
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.

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