martes, 22 de octubre de 2024

MES DE LOS SANTOS ÁNGELES – DÍA VIGESIMOSEGUNDO

Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia por la Imprenta Católica en 1893, con licencia eclesiástica.
  
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
 
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA VIGÉSIMOSEGUNDO – REVERENCIA A NUESTROS ÁNGELES CUSTODIOS
   
MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que por muchos títulos estamos obligados a rendir a los Ángeles custodios nuestros homenajes de honor y de respeto; pues se honra y respeta a un príncipe, a un magistrado por el alto puesto que ocupa en la sociedad; a un sabio, a un maestro por su ingenio y sabiduría; se respeta mucho más a un sacerdote, a un obispo por la altísima dignidad de que están condecorados; se veneran y reverencian las virtudes de los santos, y las personas consagradas a Dios aun que la Iglesia no las haya declarado santas. Ahora bien, ¿cuál de estos títulos que arrebatan nuestras respetuosas atenciones, puede faltar a nuestros Ángeles custodios? Ellos son, como ya lo hemos repetido varias veces, por su naturaleza más excelentes que nosotros, más sabios, más poderosos; por la gracia divina que poseen, son hermosísimos, santos y felices, y todos estos títulos, ¿no serán suficientes para merecer nuestro respeto y reverencia? Si no lo son, entonces no hay criatura en el Cielo ni en la tierra que sea digna de nuestras más vulgares atenciones. Mas todos estos títulos convienen a todos los Ángeles sin excepción, por los cuales son acreedores a nuestros respetos y atención; pero respecto de nuestros Ángeles custodios, en cuanto se les ha encomendado el cuidado de nuestras almas, hay un título poderosísimo que nos obliga estrechísimamente a honrarlos y venerarlos; y este título es el haber sido constituidos cerca de nosotros los enviados y los embajadores de Dios, y los ministros y representantes de su Persona. Así, pues, como son rodeados de honores entre los hombres los embajadores de los reyes, así también, y mucho más, nuestros Ángeles custodios deben ser honrados con toda clase de honores y respetos. ¿Y que son los embajadores humanos comparados con los Ángeles? ¿Y que son los reyes que los envían comparados con Dios? Debemos, por consiguiente, honrar a nuestros Ángeles custodios, y todavía más que a nuestros mismos padres que nos han dado la vida corporal y que nos la conservan o la han conservado a costa de mil sudores y trabajos; porque, ¿la vida del alma no es superior a la del cuerpo? Aquellos que ponen todo su cuidado en conservárnosla para que podamos llegar al Cielo, merecen indudablemente ser honrados mucho más.
    
PUNTO 2º. Considera, en segundo lugar, a qué nos obliga esta reverencia y honor debidos á nuestro Ángel custodio. Nos obliga á no hacer nada en su presencia que pueda desagradarle, siguiendo el consejo de San Bernardo que nos dice: «Anda con recato como quien está en presencia del Ángel a quien has sido encomendado; en cualquier lugar, en cualquier rincón reverencia a tu Ángel: no te atrevas a hacer en su presencia lo que no te atreverías a hacer en la mía». «Así como la hediondez ahuyenta a las palomas, dice San Basilio, y el humo a las moscas de la miel, así el pecado pone en fuga a nuestros buenos Ángeles». ¿Por qué, pues, si creemos que en realidad un Ángel esta constantemente a nuestro lado y es testigo de todos nuestros actos, nos atrevemos a hacer en su presencia lo que no osáramos ni delante del más vil hombrecillo? ¡Cuán graves son las inconsecuencias de nuestra fe práctica! Nos avergonzamos si un amigo, un compañero llega a saber nuestras faltas, y se nos da poco de que el Ángel del Señor esté contemplando nuestras miserias y pecados. No olvidemos que Jesucristo inculca el respeto a los niños en atención a sus santos Ángeles: que San Pablo ordena que las mujeres se cubran la cabeza en el templo por respeto a los Ángeles que allí asisten: que Daniel, Tobías, y el Evangelista San Juan se turban y caen de rodillas en tierra en presencia de un Ángel. Imitemos a muchos santos y almas virtuosas que acostumbran no solo saludar a su Ángel de la guarda; si no que también a los Ángeles custodios de las personas con quienes tratan reclaman su apoyo, les ceden el paso antes de pasar por una puerta, y ejercen para con ellos otras mil respetuosas atenciones.
    
JACULATORIA
Ángel santo de mi guarda, perdonadme todas las faltas que he cometido hasta hoy en vuestra presencia soberana.
     
PRÁCTICA
Acostumbraos a andar en la presencia de vuestro Ángel custodio y a saludarle frecuentemente, en particular antes de comenzar una buena obra solicitando su asistencia y apoyo. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con la siguiente:
   
ORACIÓN
Santo Ángel de mi guarda, vigilante centinela, que estáis siempre a mi lado observando hasta los más ligeros pensamientos de mi alma y los menores movimientos de mi cuerpo; ¿cuántas veces, olvidándome de vuestra presencia, he cometido irreverencias y desacatos delante de vos con mis pecados?; perdonadme y ayudadme, santo Ángel mío, a respetaros y a reverenciaros como lo merecéis, para que no piense, hable, ni obre sino lo que agrada a nuestro Señor y a vos. Amén.
 
EJEMPLO
De San Bernardino Realino, de la Compañía de Jesús, se lee en su vida, que guardaba a su Ángel custodio todas aquellas atenciones que prescribe la urbanidad: si iba por las calles, le ofrecía el lado más digno; si estaba en el templo, lo tenía al lado derecho. Y él también sentía las atenciones mutuas del Ángel: una vez siendo ya muy anciano, tropezó, y su santo compañero le dio la mano para que no cayese; en otra ocasión le estuvo cubriendo la cabeza mientras decía Misa, para que no le causase daño el frio, y mil otras finezas por este estilo. Esta fe viva había logrado infundir en sus congregantes el P. Jantier, hasta tal grado, que los niños, cuando le encontraban en los tránsitos, o iban a su cuarto, saludaban primero al Ángel del Padre con una expresión de afecto y reverencia que bien se veía de donde les nacían, y lo hacían aún más patentes con la regularidad de sus costumbres y acendrada piedad (P. Rafael Pérez SJ).
     
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.

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