sábado, 12 de octubre de 2024

MES DE LOS SANTOS ÁNGELES – DÍA DUODÉCIMO

Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia en 1893, con licencia eclesiástica.
  
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
 
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA DUODÉCIMO – FELICIDAD Y BIENAVENTURANZA DE LOS ÁNGELES
   
MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que habiendo sido criados los espíritus angélicos para la bienaventuranza o felicidad sobre, era conveniente que Dios nuestro Señor les diese un auxilio superior a su naturaleza, es decir, la gracia, para que con su ayuda pudiesen merecer dicha tan elevada. Por tanto, en el momento mismo de la creación, recibieron juntamente con los dones de la naturaleza, el riquísimo don de la gracia, el cual era único que podía darles el derecho de llegar al reino de la gloria, pues como dice San Pablo: «Grátia Dei vita ætérna, la gracia de Dios es la vida eterna». ¿Pero cual fue para los Ángeles la fuente de la gracia sin la cual jamás habían alcanzado la suprema beatitud de la visión de la esencia divina? Muchos teólogos enseñan que el origen o principio de toda gracia y de toda gloria es la mediación de Jesucristo, Dios y Hombre: Santo Tomás expresamente enseña que Cristo, como cabeza de la Iglesia, es la causa universal de la gracia para todas las criaturas racionales, llamadas a vivir el don de la gracia. Esta sentencia puede confirmarse con lo que dice el Apóstol: que Jesucristo es el jefe de toda la Iglesia, y por Iglesia se entiende según el mismo Santo Doctor, los Ángeles y los hombres, pues los Ángeles son miembros del cuerpo místico de Jesucristo, quien da a estos miembros la vida sobrenatural de la gracia, para conducirlos a la gloria. Y más terminantemente lo declara el mismo Apóstol cuando dice Cristo: «que es cabeza de todo Principado y Potestad, y por igual razón de los demás órdenes de Ángeles: Qui est caput omnis principátus et potestátis».
 
PUNTO 2º. Considera que aunque Dios, por su poder absoluto, podría muy bien hacer salir de la nada una criatura perfecta consumada en gracia y en gloria en el instante primero de su existencia; sin embargo, su divina Sabiduría no ha querido dejar a su poder una tan gran libertad, porque es más conveniente, más digno y más conforme a la naturaleza de los seres inteligentes y libres que éstos, en virtud de un acto de su libre albedrío, ayudados por la fuerza de la gracia, sean por sí mismos cooperadores de su propia grandeza y felicidad. Los Ángeles debieron, pues, merecer la visión beatífica de Dios: a este fin se les concedió el don de la gracia proporcionado al don de la naturaleza, de modo que los más bellos en su ser participaran más de la gracia para poseer después mayor gloria. Imaginaos esos escuadrones angélicos, agrupados en turno de la Jerusalén dichosa, las puertas están cerradas, nadie puede penetrar sino con la condición de reconocer por un acto de humildad el origen de las propias perfecciones y belleza en la Trinidad augusta y de adorar su Majestad inaccesible; no hay tardanzas, no hay demoras en su resolución, un solo momento decide de su felicidad eterna, y en ese momento millones de Ángeles, desgraciadamente no todos, aceptan la bondad de Dios como el único objeto de sus corazones, y se postran reverentes ante el divino Verbo; en este instante se abren las puertas del cielo, la luz de la Divinidad despide los más vivos esplendores por todas partes; los riquísimos tronos de hermosa pedrería deslumbran los ojos atónitos de aquellos espíritus que van a ocuparlos, precipitante entonces aquellas apiñadas legiones, franquean las puertas y van a colocarse en aquellos tronos desde donde gozan con la visión divina, y prorrumpen en un dulcísimo himno cuyas melodías resuenan por toda la eternidad en las celestes bóvedas.
    
JACULATORIA
Ángeles bienaventurados, alcanzadnos del Espíritu Santo una fiel correspondencia a las divinas inspiraciones de la gracia.
   
PRÁCTICA
Orad todos los días, aunque sea unos breves instantes, y así obtendréis del Cielo abundancia de gracias, con que, obrando el bien, alcanzareis la eterna bienaventuranza. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con la siguiente:
   
ORACIÓN
Espíritus bienaventurados que vivís tranquilos y felices en aquella Jerusalén hermosa, mansión de paz y de delicias, unidos a Dios y unidos entre sí con los lazos del amor, viendo eternamente el Rostro divino del Padre celestial, obedeciendo con sumisión sus órdenes sagradas, para imponerlas a los hombres de la tierra, escuchad nuestras plegarias, por las que os pedimos nos alcancéis el buen uso de nuestra libertad, para que, como vosotros, no elijamos otro bien que el Bien sumo, inmortal y eterno, que es Dios, y abrazándonos íntimamente a Él sin separarnos jamás, seamos dichosos en el tiempo y en la eternidad. Amén.
 
EJEMPLO
Refiere el P. Croisset en su obra intitulada “Año Cristiano” que en la ciudad de Zaragoza, habiendo predicado Santiago muchos días, convirtió a Jesucristo ocho varones, con los cuales trataba por el día del reino de Dios, y por la noche salía a la ribera del rio para tomar algún descanso en las eras. En este sitio dormían un rato, y después se entregaban a la oración, evitando de esta manera ser perturbados por los hombres y molestados por los gentiles. Pasados algunos días, estaba Santiago con los dichos fieles, a eso de medianoche, fatigados con la contemplación y la oración. Dormidos los ocho discípulos, el bienaventurado Santiago oyó a la hora de la media noche unas voces de Ángeles que cantaban: «Ave María, grátia plena», como si comenzasen el oficio de maitines de la Virgen con un dulce invitatorio, y poniéndose inmediatamente de rodillas, vip a la Virgen, Madre de Cristo, entre dos coros de miles de Ángeles, sentada sobre un pilar de mármol. El coro de la celestial milicia angélica acabó los maitines de la Virgen con el verso: «Benedicámus Dómino».
     
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.

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