martes, 19 de mayo de 2020

DEL SALUTISMO, LA RELIGIÓN PREDICADA EN LA EPIDEMIA ACTUAL

Síntesis de la 596ª conferencia de formación militante por la Comunidad Antagonista Padana de la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán, no realizada a la clausura del Ateneo por causa de la epidemia del coronavirus. Relator: Silvio Andreucci (recopilado por Piergiorgio Seveso para RADIO SPADA). Traducción propia.
 
FENOMENOLOGÍA DEL SALUTISMO Y OLVIDO DE LO ETERNO
 
   
El objetivo precipuo de este informe es el analisia de un fenómeno característico de la era post-moderna, que por otra parte en el siglo XXI ha tenido un considerable incremento, al menos considerando como observatorio privilegiado de análisis la sociedad occidental: estoy hablando del salutismo.
  
El salutismo no es obviamente para confundir con el comportamiento de justa dedicación al cuidado del propio cuerpo y de la propia salud, con la atención al decoro y a la elegancia, todos aspectos naturales e incluso éticamente auspiciables, cuando hay la preocupación que nuestro prójimo y nuestros seres queridos hagan otro tanto. En cambio el salutismo es una superfkuidad, es unilateral cuidado hedonista y narcisista del bienestar físico, frecuentemente no está exento de rasgos hipocondríacos… en detrimento del cuidado del alma, en detrimento de la adoración de Nuestro Señor Jesús y de la vida espiritual.
    
El estudio prevé el análisis de un profesor de historia y filosofía, el Dr. Martino Mora, de un joven profesor y personaje político, el doctor Diego Fusaro y di una antropíloga falledida en el 2016, la doctora Ida Magli.
    
El cuidado unilateral del cuerpo (aquel fenómeno que hoy definimos “salutismo”) contradice no solo el Evangelio y el magisterio eclesiástico (enseñaba Santo Tomás que los bienes terrenos no son despreciados, como hace el gnosticismo maniqueo, sino subordinados al bien del alma) sino también la ética de los clásicos griegos.
   
Casi desde Sócrates, la filosofía de la Antigua Grecia ha ha planteado esta pregunta: ¿“Qué es el bien”? ¿“Qué es la vida buena”?
    
Esta consiste en el ejercicio de la virtud (areté), lo que califica al hombre respecto de los brutos, que no trascienden de la dimensión instintiva. Ya para Sócrates, el bien no se queda en el ámbito del cuidado del cuerpo (como sostenían Protarco y Filebo), sino que el bien reside en el alma, lugar de lo divino y de la racionalidad. Platón en Alcibíades, uno de los diálogos socráticos, afronta el problema del bien no solo bajo el perfil del conocimiento, sino también del ejercicio de la virtud.
    
Conforme a la enseñanza del maestro, Platón afirma que la inteligencia hace libres y la ignorancia hace esclavos; la fuerza, el poder, la belleza física y la salud son valores subordinados, no supremos, incluso portadores de esclavitud y cadenas, cuando no están sujetos al dominio de la inteligencia. Siempre para Platón, la realidad auténtica subsiste en el hiperuranio suprasensible [el mundo de las ideas, más allá de las cosas sensibles, N. del T.] y la especulación platónica no se detiene en el bien racional inmanente al alma, sino que asume la idea del bien-en-sí.
    
En los libros VI y VII libro de la “República” se exponen los grados del ser y el conocer; a los dos grados de la realidad sensible se aplica en dominio de la “opinión”, subdividida en “creencia” e “imaginación”.
    
En realidad, el verdadero conocimiento es producto del ejercicio de la razón, y quien no trasciende la dimensión de la salud del cuerpo o de la búsqueda del placer se precluye la “vida buena”; por cuanto la vida buena no consiste ni en la total dedicación al raciocinio, esta en cambio consiste en la búsqueda de un equilibrio entre el placer y el raciocinio.
   
Para Aristóteles toda disciplina y arte tiende a un fin o telos y en último análisis, todos los fines particulares están jerárquicamente ordinados al fin supremo. Interrogándose sobre “qué es la felicidad”, el Estagirita argumenta que la salud, el placer y la conservación del cuerpo no pueden garantizar la plena felicidad, desde que para el hombre consiste en la especulación (diferente de la contemplación, término de la filosofía cristiana) sobre el Primer Motor Inmoble que todo atrae a sí y al mismo tiempo de nada necesita.
  
En “Non moriremo liberal”, obra recientemente editada por Radio Spada (que me precio de guardar en mi biblioteca y de meditar constantemente), Martino Mora profundiza la tesis de Augusto del Noce según la cual en el clima post-sesentaiochesco (que desgraciadamente hegemoniza actualmente la publicidad de la “izquierda liberal” y la didáctica) la neo-burguesía se ha despojado de toda traza de puritanismo y tradición, y ha acogido el antitradicionalismo en la costumbre y el capitalismo consumista.
   
Anticatólica y anticomunista al mismo tiempo, es la expresión cumplida y realización del individuo burgués en su estado puro, disociado de todo vínculo étnico, comunitario… el clima post-sesentaiochesco ha realizado completamente la supresión de toda vida mística y de aspiración a la trascendencia.

Cifra significativa de este olvido de la trascendencia y obliteración de la eternidad es el fenómeno contemporáneo del salutismo. Observa Martino Mora:
«el salutismo es la típica obsesión de nuestros tiempos. Como no fumador y bebedor solo de ocasión, no entiendo esta obsesión contra el tabaco y contra el alcohol. Incluso la entiendo muy bien. En una sociedad que ha removido la Trascendencia, esta vida viene a ser todo. La salud física se vuelve todo, tomando el lugar del alma. El bienestar físico deviene el imperativo moral por excelencia».
   
Los ejercicios gímnicos han suprimido los ejercicios espirituales y los médicos han conquistado el rol de los confesores; el salutismo aparece como una religión toda terrena, en el cual las prescripciones médicas han sustituido el decálogo y en el cual el imperativo supremo prescribe vivir lo más largo posible, en vez de llevar una “vida buena”, según la enseñanza de los clásicos griegos y de los Padres de la Iglesia. La paciencia, virtud que San Cipriano vivamente recomendada… sí es ejercitada, pero ya no para cuidar el bien del alma, no para aspirar a la Salvación Eterna, sino para cuidar la imagen, a veces hasta al narcisismo extremo.
    
Según Martino Mora, el hedonismo de masa contemporáneo presenta dos aspectos aparentemente contradictorios, pero que en realidad se armonizan perfectamente, no siendo sino dos caras de la misma medalla: el hedonismo dionisíaco y el salutismo apolíneo.
    
Prohibiendo farisaicamente fumar en locales públicos, el estado parece dar prueba de patente de moralidad, en realidad en fuerza de su presentación laicista, permisivista, permite los fenómenos del más deteriorado “pensamiento débil”, legalización de la droga, aborto, divorcio, eutanasia, promoción de la cultura “gender” o “queer”, que valga decir… normalmente higienismo y salutismo apolíneo (la sociedad occidental desesperada de sentido tanto es premurosa de cumplir las prescripciones médicas, como de olvidar los diez mandamientos) equilibran el hedonismo, aun si en la actual emergencia epidémica ellas prevalecen netamente sobre este último.
   
Quien escribe agrega esto: es palmario que la disposición de cerrar pubs y discotecas sucedió no porque luego de la emercencia epidémica, improvisamente el estado se haya convertido al “pensamiento fuerte” y haya dejado su impostacion cultural laicista y permisivista… cerrando a los citadinos todos los lugares de perdición. Es palmario que las autoridades hayan dispuesto cerrar locales públicos para garantizar la salud colectiva, no para combatir las malas costumbres y la depravación.
   
En la reflexión de Diego Fusaro, filósofo hegel-marxista contemporáneo que mantiene el concepto marxista de “lucha de clase”, aunque revisionándolo a través de una operación de conciliación entre Marx y Giovanni Gentile, entre andamiaje del marxismo y motivos del pensamiento “comunitarista”, están constantemente presentes los temas de la “nuda vida que aspira a la supervivencia” y del “salutismo”. Es justo señalar el núcleo de sus agudas observaciones y posiciones anticonvencionales, pero igualmente imperioso señalar el límite de su presentación.
   
En línea con otro filósofo contemporáneo, Giorgio Agamben, y con su amigo Mauro Scardovelli, el filósofo turinés denuncia el epílogo de la sociedad “turboliberal” (como él ama definirla): la teología del mercado, luego de haber obrado un “desencantamiento hacia toda religión”, reduce el «tejido social a agregado de átomos desarraigados y recíprocamente hostiles monádicamente replegados en sí mismos y en la propia función de consumadores individuales que identifican en modo reflejo la libertad con la elección consumista» (extracto de “Pensare Altrimenti”).
   
El escenario es un distanciamento social a la máxma potencia, el cual triunfan la desconfianza hacia el prójimo, la atención exclusivamente a la “nuda vida”, el atomismo social de mónadas infinitamente manipulables a conciencia, finalmente el relacionarse con el prójimo exclusivamente en los términos de una tratativa de mercado potencialmente ventajosa. El atomismo social destruye el derecho natural y la noción misma de naturaleza humana, como Aristóteles la había puesto a punto: el hombre es un animal social, el individuo concebido prescindiendo del tejido comunitario, por tanto avulso de las propias raíces étnicas, religiosas, etc., es una mera hipóstasis, es una abstracción.
   
En situaciones de calamidades naturales y epidemias, la difidencia y el distanciamiento social hasta la total incomunicabilidad recíproca, llegan al ápice del desarrollo; la epidemia, en la cual el individuo es unilateralmente evitado sobre la salvaguardia de la “nuda vida” y cesa todo vínculo social podría a largo plazo beneficiar a los intereses del sistema “turbocapitalista”; no asociándose, el individuo no tiene posibilidad alguna de disentir.

Salutismo e higienismo son aspectos difundidos notablemente en la sociedad “turboliberal”; no se trata simplemente de una moda conscientemente adoptata por un porcentual en crecimiento de la población occidental; el “nutriscore”, o sea, la clasificación de los productos en base a la concentración de ingredientes saludables o nocivos es un protocolo que la UE quería imponer en modo capilar a la Italia; dicho protocolo adopta para la clasificación de los productos una suerte de “semáforo”: donde prevalezca el color verde para los ingredientes, se debe entender que el producto es sustancialmente saludable, donde prevalezca el amarillo se debe entender que el producto es poco saludable, finalmente la prevalencia de ingredientes señalados con el rojo es índice que el alimento es nocivo o incluso cancerígeno. Diego Fusaro es muy crítico hacia la imposición a las naciones del “nutriscore” y de la visión “salutista”; se trata de la potencial imposición de un “gastronómicamente correcto” que daña la economía nacional y favorece las multinacionales de la industria alimentaria (resintiendo sobre todo la agricultura nacional). La dictatura de lo “gastronómicamente correcto” es anticomunitaria y antinacional, en la medida en que daña la tradicion culinaria local.
   
Según el joven filósofo turinense, “salutismo”, “economía verde”, “veganismo”, son fenómenos seudorevolucionarios que sirven para producir estériles contraposiciones en el seno de la sociedad, por ejemplo entre “veganos” y “carnívoros”; en tal modo el disenso, en vez de dirigirse hacia las contradicciones sociales, cae sobre un binario muerto.
   
Ida Magli, recientemente fallecida en febrero 2016, era filósofa, psicóloga social y finalmente antropóloga cultural: el acercamiento a la antropología, último en su currículo de estudios, fue decisivo para Magli, habiendo finalmente ofrecido la posibilidad de analizar el individuo o los individuos en relación a la categoría de la “totalidad” (lo que, a juicio de Ida Magli, ni la filosofía ni la psicología permitiría hacer).
   
La antropóloga romana ha denunciado cosntantemente el estado de decadencia moral y cívica del Occidente actual en una perspectiva laica, tal vez radicalmente laica, pero nunca laicista. El Occidente contemporáneo aparece no sólo desesperado de sentido y moralmente degradado, sofocado en la jaula de los solos valores materiales y vitales, sino incluso permeado del “odio de sí mismo”, casi temoroso de querer afirmar un primado moral y según Ida Magli, sin una aspiración al rescate, el “ocaso del hombre europeo” será inevitable.
    
El primado de la usura y del capital financiero, el mestizaje, el inmigracionismo, la abolición de límites y fronteras, la crisis de la idea de patria son campanazos tangibles de alarma que nos interpelan sobre el riesgo de un posible “ocaso de la Europa”.
    
Desde una posición laica, Ida Magli no escatima extractos polémicos hacia la Iglesia postconciliar, por su giro ecuménico que ha encontrado una de sus principales expresiones paradigmáticas en el sínodo interreligioso de Asís de 1986. Por cuanto el clero modernista saluda el acercamiento ecuménico en cuanto emblemático de un espíritu de apertura “adecuado a los nuevos tiempos”, a juicio de Magli, precisamente en el clima ecuménico post-conciliar se ha realizado el mayor distanciamiento en Occidente de la religión católica; el hombre ha acabado progresivamente por secularizarse y aplanarse en la dimensión instintiva.
  
A juicio de Ida Magli, esta afirmación de la utilidad sobre el desinteresado, del reino de la cantidad sobre la calidad es índice de un primado de la “razón calculante” o “instrumental” sobre el juicio estético y sobre la inteligencia; anhelando exclusivamente a la supervivencia, el individuo renuncia al juicio estético, se cierra la posibilidad de intuir aquella belleza que trasciende la dimensión de la pura vitalidad y que está insita en cada disciplina, en una ecuación matemática como en una nota musical, en todas partes.

Una breve fenomenología del salutismo, del aplanamiento sobre la dimensión de la “vitalidad”, de la nuda vida según la perspectiva de tres pensadores contemporáneos, con diferentes itinerarios ideológicos y formativos. Se trata de tres análisis profundos y compartidos, aunque solamente la visión de Martino Mora, basando lo temporal sobre lo Eterno, lo mutable sobre lo Imperecedero o metatemporal, está en grado de afrontar la problemática llegando a fondo la raíz y la dramaticidad: el aferro a la vida terrena, la exclusiva solicitud por la salud del cuerpo, que excluye la del alma, es cifra de la deficiencia de fe en lo Eterno.
  
Para Martino Mora, solamente la fe en la vida ultraterrena hace leve todo yugo y atenúa al mismo tiempo el temor de la muerte.
  
En la concepción laicista y secularizada, en condiciones de prosperidad y buena suerte, el individuo está normalmente olvidado de la finitud, de la contingencia, de la muerte misma (la conciencia de la mortalidad desaparece, el pensamiento de la muerte es hecho objeto de censura), por tanto el comportamiento dominante es el hedonismo dionisíaco, El “divertssment” [entretenimiento] del que hablaba Blaise Pascal.
  
En cambio en el tiempo de la calamidad y la desgracia la persectiva de la muerte se cierne en toda la dramaticidad, como un yugo pesadísimo… en la medida en la cual viene a menos la perspectiva de la Vida Ultraterrena. En este tiempo de desgracia o calamidad es depuesto el hedonismo dionisíaco, toma forma la religión toda terrena del salutismo en el cual Mora, con razón, afirma que cientos de prescripciones médicas sustituyen con toda propiedad al decálogo.
  
Finalmente, el giro individualista sobre la salud terrena y sobre la vitalidad es ciertamente síntoma tangible de la crisis de una visión comunitaria, un desarraigo del individuo del tejido social (Diego Fusaro). Esta situación expresa también el replegar individual sobre la pura “razón calculante”, la renuncia al juicio estético y a la facultad más noble del ser humano, la inteligencia (Ida Magli). No menos, el hecho más dramático es la perspectiva nihilista de la descomposición después de la vida terrena, más allá de la ruptura del individuo con la comunidad y con el tejido social, la negación de su vínculo constitutivo con lo Eterno.

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