Santísima María, Madre de Dios, Virgen purísima e inmaculada, Reina de los ángeles y de los hombres, refugio seguro de los pobrecitos pecadores, aquí me teneis postrado ante vuestro acatamiento con toda mi familia; os venero y elijo en el día de hoy por mi soberana Señora, por mi Madre y abogada para con Dios. Aunque sabemos que sois Reina del universo, y que todas las criaturas del Cielo y de la tierra están sujetas a vuestro imperio, sin embargo queriendo, cuanto es de nuestra parte, extender vuestra dominación, y aumentar el número de vuestros súbditos y devotos, os hacemos aquí una ofrenda voluntaria de nosotros mismos consagrándonos a vuestro servicio; y si no fuésemos vuestros súbditos, como en efecto lo somos por tantos títulos, protestamos que lo seríamos ahora, en el tiempo y eternidad, en fuerza de la consagración que al presente os hacemos, de todo lo que somos, tenemos y podemos: por lo mismo gustosos nos ofrecemos todos por individuos de vuestra noble Sociedad contra la blasfemia, y procuraremos arrancar de la tierra este monstruoso pecado vomitado por el Infierno; a este fin cumpliremos con toda exactitud las condiciones que prescribe dicha sociedad, valiéndonos de todos los medios que nos sugerirá el celo que tenemos de la mayor honra y gloria de Dios y de Vos, y provecho del prójimo.
Os hablo, Virgen santísima, en nombre de todas las personas que componen esta mi familia; dignaos, Madre de misericordia, admitirnos a todos en el número de vuestros hijos y devotos; fijad vuestros ojos misericordiosos sobre mi familia, que desde hoy en adelante será la vuestra; dignaos tomarla a vuestro cuidado y protegedla. Dadnos a todos, Virgen santísima, vuestra bendición, y no permitáis que ninguno de los que están aquí postrados a vuestros pies, se haga jamás indigno de vuestra protección y de vuestros favores. Asistidnos en todas nuestras necesidades; consoladnos en nuestras aflicciones; socorrednos en todos los peligros, y haced que nuestra devoción y confianza sea cada día más viva y más afectuosa; protegednos en vida, y particularmente en la hora de la muerte, para que de este modo aumentemos el número de vuestros fieles servidores en la patria feliz de la eterna gloria, por la misericordia de vuestro Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Día DD. del mes MM. del año AA.
SAN ANTONIO MARÍA CLARET CMF. La Escala de Jacob y Puerta del Cielo, o sea, Súplicas a María Santísima. Barcelona, Imprenta de la viuda Pla, 1852, págs. 34-36.
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