jueves, 21 de mayo de 2020

¿50 DÍAS DE PASCUA?

Traducción de los artículos publicados en NEW LITURGICAL MOVEMENT (Parte 1 y Parte 2).
    
¿50 DÍAS DE PASCUA?
   
Recientemente tuve ocasión de citar un artículo del P. Hunwicke de hace cuatro años, en el cual explica la razón de muchos de los cambios hechos a los textos litúrgicos del Tiempo de Pascua. “Las reformas posconciliares hicieron que la Pascua sea de 50 días y un solo Gran Día de Fiesta… Me pregunto cuán seguramente fundada está esta nueva visión forjada del Tiempo Pascual tanto en la Biblia como en las tradiciones patrísticas, de Occidente y Oriente”. Aquí propongo dar al menos una respuesta parcial, pero una respuesta corta sería “No mucho”.
   
Entiéndase que “Pentecoste” es la forma femenina singular del adjetivo griego “quincuagésimo”, el sustantivo “hémera – día”; es uno de los varios términos que la Iglesia Occidental usó desde muy antiguo en su forma griega (como “diáconus”), sin traducirlo, y siempre habría sonado como una palabra extraña a los latinohablantes. Los Padres Latinos a menudo explican que la fiesta es llamada “Pentecostés” porque ocurre en el día quincuagésimo después de la Pascua.
   
Hay también dos costumbres en las que ellos sólidamente coinciden que no deberían ser observadas en todo el período desde la Pascua hasta Pentecostés, a saber, el ayuno y arrodillarse. Entre muchos posibles ejemplos, demos dos: en su libro “De la Oración” (capítulo XXIII), Tertuliano escribe que “Nosotros (los Cristianos)… tal como hemos recibido, solamente en el día de la Resurrección del Señor debemos guardarnos no solamente de arrodillarnos, sino toda postura y oficio de solicitud (o ‘ansiedad’)…; y así mismo, en el período de Pentecostés, al cual distinguimos por la misma solemnidad de exultación”. En una de sus cartas, San Jerónimo escribe: “No digo que pienso que uno debería ayunar en días de fiesta, o si remuevo los días de semana cubiertos por los cincuenta días (esto es, removerlos del número de los días sin ayuno) [Epístola 71 a Lucinio, cap. 6].
    
Sin embargo, inmediatamente después de esto, San Jerónimo escribe: “Cada provincia puede seguir sus propias inclinaciones, y las tradiciones que han sido dadas deberían ser consideradas como leyes apostólicas”; esto claramente implica una conciencia de otras costumbres. El pasaje de Tertuliano es específicamente sobre arrodillarse; es demasiado generalizar de él que los cincuenta días de Pascua eran celebrados de la misma forma en todos los demás aspectos. En todo caso, sabemos muy poco sobre la liturgia en la Era Patrística para especular sobre otras costumbres que pueden haber sido comunes a todo el Tiempo Pascual.
    
San Ambrosio da una breve pero más explícita declaración sobre esta idea. “Nuestros ancianos nos entregaron (tradidére) que todos los cincuenta días de Pentecostés son para ser celebrados como días de Pascua” (Exposición del Evangelio de San Lucas, 8.25). En esto es seguido por San Máximo de Turín, que escribe: “Vuestra santidad [1] debe saber, hermanos, en qué manera observamos (celebramos) este santo día de Pentecostés, y por qué es para nosotros una festividad perpetua y contiunada por el número de estos cincuenta días…” (Homilía 61, I sobre Pentecostés). La expresión de San Máximo “continuáta festívitas” parece ser popular para citarse en la literatura moderna.
  
Sin embargo, inmediatamente declaran ambos que la principal manifestación de esto es que la Iglesa no ayuna entre Pascua y Pentecostés. San Ambrosio concluye el párrafo diciendo: “Por tanto, por estos cincuenta días la Iglesia no conoce el ayuno, como en el Domingo cuando el Señor resucitó, y todos los días son como Domingo”, finalizándose con este punto el tema. San Máximo concluye la sentencia dada arriba como sigue: “Así que en todo este tiempo no proclamamos la observancia de cualquier ayuno, ni caemos de rodillas para orar al Señor…”.
  
Cualesquiera sean los pensamientos de los Padres de la Iglesia sobre la materia, históricamente la liturgia romana siempre articuló una clara diferencia entre la Pascua con su octava y el resto del tiempo pascual. Los más antiguos libros litúrgicos del Rito Romano coinciden en llamar al período después del Domingo de Cuasimodo “después de Pascua” o “después de la octava de Pascua”. Señala correctamente el padre Hunwicke que también usa el término “cláusum Paschæ – la clausura de la Pascua”, aunque inconsistentemente, y algunos de los Domingos de la temporada son señalados en el Sacramentario Gelasiano como “post cláusum Paschæ” en vez de “post octávas Paschæ”. Incluso aunque la noche de Pascua ve el retorno del Aleluya a la liturgia después de nueve semanas, las Misas de Pascua y su octavoa conservan el uso del Gradual después de la Epístola; solo en el Sábado después de la octava es remplazado por un Aleluya, que continúa durante el resto del tiempo pascual.
   
Las oraciones de ese día, y del siguiente, Domingo de Cuasimodo, que vienen al Misal de San Pío V de la tradición del Sacramentario Gregoriano, también remite claramente a la idea de que en cierto sentido la Pascua en sí ha pasado. La del Sábado dice: “Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que los que hemos celebrado (égimus) con veneración las fiestas pascuales, merezcamos alcanzar por ellas los gozas eternos”, y la del Domingo, “Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, celebradas (o ‘pasadas – perégimus’) las fiestas pascuales, las conservemos, con tu gracia, en nuestra vida y costumbres”.
   
Es verdad que ninguna de estas colectas de estos días se encuentran en el antiguo Sacramentario Gelasiano. Con todo, las de los cinco Domingos siguientes, ninguna de las cuales hacen referencia a la Pascua, están atestiguadas en los Sacramentarios Gelasiano y Gregoriano en el mismo orden que las encontramos en el Misal de San Pío V. Como también señala el padre Hunwicke, a fin de crear una “fiesta continua” de cincuenta días en el nuevo rito, todas ellas debían ser cambiadas. La del Domingo de Cuasimodo fue trasladada al último día antes de Pentecostés, y las de los Domingos restantes son movidas al “tiempo ordinario”. La oración gregoriana para el Sábado in albis es remplazada por una versión expurgada de la gelasiana, que no hace referencia a una Pascua completa. Del mismo modo, los Domingos “después de Pascua” han sido renombrados como “de Pascua”, y como la misma Pascua, no pueden ser impedidos por cualquier fiesta.
    
Lo que hace tan extraña la imposición de este engreimiento en el Rito Romano no es meramente que tantos textos antiguos fueran desplazados a fin de hacer que la liturgia se conforme a él. Los mismos Padres y los mismos textos litúrgicos antiguos, y de hecho toda la tradición litúrgica de la Cristiandad histórica, coinciden mucho más firme y consistentemente que el mismo Pentecostés es una fiesta bautismal. En el curso de la investigación, encontré varios artículos en italiano que citan dos palabras de la obra Del Bautismo de Tertuliano (capítulo XIX), “lætíssimum spátium – un período gozosísimo”, apoyando la idea que concernían a todo el tiempo pascual como una gran fiesta [2]. Toda la oración, sin embargo, es esta: “Después de la (Pascua), Pentecostés es un período gozosísimo para conferir bautismos porque durante este tiempo se hizo conocer varias veces por los discípulos la resurrección del Señor, y fue dada por primera vez la gracia del Espíritu Santo, y se hizo evidente la esperanza por la venida del Señor: porque fue en ese tiempo, cuando Él fue recibido nuevamente en los Cielos, los Ángeles les dijeron a los Apóstoles que regresaría en la misma manera en que subió a los Cielos, a saber, en Pentecostés”.
   
Lo mismo es dicho explícitamente por el Papa San Siricio (384-399) en una carta al obispo Himerio de Tarragona (Ep. ad Himérium cap. 2: PL XIII, 1131B-1148A); Papa San León I (440-461) también afirma que esta era la práctica de la Iglesia en una carta a los obispos de Sicilia, exhortándolos a seguir el ejemplo de San Pedro Apóstol, que bautizó a tres mil personas el día de Pentecostés (Epist. XVI ad univérsos epíscopos per Sicíliam constitútos: PL LIV, 695B-704A). El denominado Sacramentario Leoniano, que precede incluso al Gelasiano, contiene una serie de oraciones “en Pentecostés, para los que ascienden de la fuente”. En el mismo Gelasiano, la vigilia de Pentecostés comienza con la rúbrica “En la vigilia de Pentecostés, celebrarás bautismo como en la santa noche de Pascua”, seguido por la imposición de manos y exorcismo de los catecúmenos, etc.
   
A pesar de la antigüedad y universalidad de esta costumbre, el carácter bautismal del Pentecostés, que tenía mejor abolengo que los “cincuenta días” de la Pascua, fue parcialmente eliminado por la reforma a la Semana Santa de Pío XII, y eliminado completamente en la reforma posconciliar.
    
La idea de la Pascua como una fiesta continua de cincuenta días, como he descrito, existe más sólidamente como una pretensión de los reformadores posconciliares que en los escritos de los Padres de la Iglesia en los que supuestamente se basa. Es un hecho común en varios ritos, no sólo el Romano, dividir el tiempo después de Pascua en varias partes distintas, cada una con sus propias características litúrgicas particulares, así como también está dividido el tiempo antes de la Pascua. A continuación, explicaré con mayor detalle algunas de estas costumbres:
  
- En cada Misa desde el Sábado Santo hasta el Domingo in Albis inclusive, el Evangelio habla directamente de la Resurrección. La mayoría de las oraciones variables de la Misa también contienen algunas referencias a ella, pero también contienen varias referencias a los ritos bautismales, que han sido parte de la celebración de la Pascua desde los primeros tiempos de la Iglesia. Asimismo, todos estos días tienen iglesias estacionales asignadas a ellos, que claramente expresan el carácter bautismal de este período, como he explicado en un artículo previo. Sin embargo, luego del Domingo in Albis, cuya Colecta declara “completadas las fiestas pascuales”, estos temas desaparecen; no hay referencias a la Resurrección o al Bautismo en ninguna de las oraciones de las semanas siguientes.
   
- Desde las Vísperas celebradas en la conclusión de la Vigilia Pascual hasta la Nona del Sábado in Albis, el Divino Oficio es tradicionalmente celebrado en una forma arcaica que no tiene himnos, capítulos o responsorios breves. Desde la mañana del Domingo de Pascua, la primera parte del Gradual de la Misa de Pascua, “Hæc dies” es cantado en cada hora después de la salmodia (en Completas, después del Nunc dimíttis). La Colecta del Sábado después de Pascua declara también que “hemos completado las fiestas pascuales”, en tal punto, el Gradual es remplazado por un Aleluya por el resto de la temporada; esa tarde, el Oficio vuelve a su forma normal en las Vísperas.
  
  
- Para los Padres de la Iglesia, la expresión principal de la Pascua como una fiesta continua de cincuenta días es la ausencka de ayuno, un punto en el cual coinciden sólidamente, y la ausencia de la genuflexión como gesto penitencial. Frecuentemente ellos declaran esto por vía de contraste con los cuarenta días de la Cuaresma, los cuales por supuesto estaban marcados por el ayuno estricto y las genuflexiones frecuentes.  Sin embargo, todas las iglesias occidentales adoptaron alguna clase de ayuno asociado con la fiesta de la Ascención, sea antes (como en el Rito Romano) o después (como en el Ambrosiano).
   
San Máximo de Turín, contemporánro de San Ambrosio, declara en su primer sermón sobre Pentecostés (PL 57, 371A-374B) que la Pascua era una “continuáta festívitas – una festividad continua” en el cual están prohibidos el ayuno, “pues ¿por qué debería el cuerpo abstenerse de comer, cuando el alma es alimentada por la presencia del Señor?”. Pero llega a decir “Por tanto, somos refrescados en el período de cincuenta días (quinquagésima), mientras el Señor permanece con nosotros; pero cuando, luego de esos días, cuando Él asciende al Cielo, ayunamos nuevamente, tal como el mismo Salvador dijo: ‘Vendrá el día en que les será quitado el Novio, y entonces sí ayunarán’ (Lucas 5, 35)”. Adviértase la curiosa idea que Cristo ascendió al Cielo en el quincuagésimo día en vez del cuadragésimo; San Máximo da el número correcto en uno de sus otros sermones de Pentecostés.
   
En el segundo leccionario más antiguo conocido del Rito Romano, el Comes de Murbach (aprox. 750 AD), son asignados Evangelios propios a cada Miércoles y Viernes del año (en otro lugar he descrito este sistema de leccionario ferial). Los tres primeros de la temporada Pascual (para la semana después del Domingo in Albis, y el Miércoles después del Domingo del Buem Pastor) son los relatos de la Resurrección no leídos en la semana pascual (Marcos 16, 9-13, Mateo 28, 8-15 y Lucas 24, 1-12). El primer Evangelio después de estos, el del Viernes después del Domimgo del Buen Pastor, es la versión según San Mateo (9, 14-17) del pasaje de San Lucas citado anteriormente por San Máximo. Este pasaje no consta en el leccionario de Wurzburgo, que es casi un siglo más antiguo; su presencia en Murbach, parece vislumbrar el desarrollo de las Letanías Mayores y Menores como días de ayuno. Casi un siglo más tarde, el primer comentador litúrgico, Amalario de Metz, describe esto (desaprobatoriamente) como una desviación de la tradición patrística, y dice que la nueva costumbre de ayunar en las Letanías “inolévit – fue implantada” (PL 105, 1066D).
  
- En el Rito Ambrosiano, la distinción entre las diversas fases del tiempo pascual es incluso más pronunciada en algunos aspectos. Es una antiquísima costumbre que los bautizados en la noche de la Pascua vistan ornamentos blancos después de su bautismo, y durante los siete días siguientes, removiéndoselos el Domingo in Albis. La iglesia de Milán imita esta costumbre usanfo el verde, en lugar del blanco, como color litúrgico del tiempo entre el Domingo in Albis hasta hasta el Viernes antes de la vigilia de Pentecostés: las únicas excepciones son la vigilia y la fiesta de la Ascención (que son celebradas de blanco) y las Rogativas (que son celebradas en negro).
   
Imposición de ceniza en el Lunes de Rogativas en Milán, 2015.
   
- Por las palabras del Señor: “Vendrá el día en que les será quitado el Novio, y entonces sí ayunarán”, el Rito Ambrosiano ubica las Rogativas en el Lunes, Martes y Miércoles después de la Ascención, celebrándolas con un carácter penitencial más notable. No sólo se usan ornamentos negros, sino que tradicionalmente esos días se guardaba un ayuno estricto, como en muchos lugares en la Edad Media, y se impone la ceniza como lo hace el Rito Romano el Miércoles de Ceniza. El Divino Oficio es celebrado en esos días como en las ferias per annum, sin ninguna de las antífonas o himnos del tiempo pascual.
   
- Con este mismo fundamento, la liturgia Mozárabe tiene un ayuno especial en los últimos cuatro días antes de Pentecostés. No tienen Misa propia, como las Rogativas Romana y Ambrosiana, pero el Oficio abandona la mayoría de sus Aleluyas, y está aumentado por varias lecciones sobre el tema del ayuno. En la edición de 1502 del Breviario, estas  these are introduced by the following rubric: “Comienza el Oficio de los ayunos. Son observados el Miércoles, Jueves, Viernes y Sábado antes del Santo Pentecostés, para suplicarle a Jesucristo Nuestro Señor por nuestros pecados, y para obtener paz, y para escuchar las santas lecciones, para que el Espíritu Santo venga y encuentre nuestros corazones como morada pura; frecuentemos la Iglesia de Dios”.
   
- El Rito Bizantino ha mantenido fuertemente la regla de la prohibición de ayunar o arrodillarse en los cincuenta días entre la Pascua y Pentecostés, y por eso no tiene equivalente a las Rogativas. Sin embargo, la graduación entre la Semana Luminosa [la Octava Pascual de Occidente, N. del T.], el Tiempo Pascual, y el período desde Ascensión a Pentecostés, todavía es muy marcada. El ejemplo más sencillo es este: en la Semana Luminosa, se canta al comienzo de la Divina Liturgia (y también en las Vísperas) se canta el tropario pascual “Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con su muerte, y otorgando la vida a los que yacían en el sepulcro” varias veces, interspersed con versos de los Salmos, y la doxología. El celebrante, sosteniendo un candelabro especial con tres velas y una cruz en él, incensa el altar, caminando alrededor de él, luego al iconostasio, y después a los fieles, como se ve en este vídeo.
   
   
Sin embargo, en el Domingo Pequeño [Domingo de Tomás o Nuevo, N. del T.], y para el resto del tiempo pascual, esta ceremonia es reducida a solo tres repeticiones cantadas del tropario, sin los versos del Salmo y la doxología, y sin el incienso o candelabro. Esto se hace por última vez el día antes de la Ascensión, que es conocido como la Despedida de la Pascua; el tropario no se dice el día de la Ascensión, o en cualquiera de los días restantes hasta Pentecostés.
   
NOTAS
[1] En sus sermones, los Padres frecuentemente se dirigían a la congregación como “Vuestra Santidad”, “Vuestra caridad”, etc.
[2] El Latín de Tertuliano es generalmente difícil e idiosincrático, pero en cambio parece que la lectura correcta es “latíssimum spátium – un período amplísimo”.

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