Santísima Virgen María, Madre de Dios, vida nuestra, consuelo
nuestro, y después de Dios toda nuestra esperanza. Yo N. N., aunque
indigno de ser vuestro siervo, confiado en vuestra misericordia y movido
de un gran deseo de serviros, os elijo y tomo en el día de hoy en
presencia de toda la corte celestial por mi soberana Señora, por mi
amada Madre y por mi abogada, y hago firme propósito de honraros, amaros
y serviros fielmente en todo lo restante de mi vida, y de no decir ni
hacer jamás cosa alguna que sea contra el respeto y honra que se os
debe, y de no permitir tampoco jamás que ninguno de mis dependientes
diga o haga cosa alguna que pueda disgustaros: y como individuo que soy
de vuestra noble sociedad contra la blasfemia, me esmeraré en cumplir
fielmente todas las condiciones de dicha sociedad; y no solo procuraré
arrancar de la tierra ese monstruo de la blasfemia; sino que tambien me
esforzaré en apartar, corregir y enmendar este modo vil y grosero de
hablar y cantar deshonestamente; pues que siendo Vos Virgen y Madre
purísima, no puede menos de seros muy odioso este lenguaje tan sucio,
vil y brutal enseñado por el demonio. Os ruego, Madre de misericordia, y
os suplico por la preciosísima Sangre que vuestro amado Hijo derramó
por mí, que me recibáis en el número de vuestros hijos y de vuestros más
humildes devotos; asistidme en todas mis necesidades; alcanzadme todas
las gracias y auxilios necesarios, y sobre todo no me desamparéis en la
hora de la muerte; antes bien socorredme entonces, Madre mía, de un modo
particular, como acostumbrais hacerlo con vuestros devotos; libradme de
las tentaciones; alejad de mí a satanás, enviad a mi socorro los santos
Ángeles, inspiradme las virtudes teologales y concededme auxilios para
hacer muchos y fervorosos actos de fe, esperanza y caridad; concededme
una paciencia humilde y una santa resignación a la voluutad de vuestro
Hijo. Acepto desde ahora todos los dolores y trabajos de mi última
enfermedad, hasta la misma muerte en pena de los pecados que he
cometido. Entrego mi cuerpo a la tierra para ser corrompido y comido de
los gusanos, en castigo de haber ofendido a vuestro amado Hijo y a Vos:
muera este cuerpo de pecado; sea consumido y convertido en polvo; viva
eternamente mi alma; por esto la entrego en vuestras manos y en las de
vuestro dignísimo Esposo el glorioso patriarca San José, a quien invoco
desde ahora para entonces, y digo con todo el afecto de mi corazón:
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, amparad el alma mia en mi última agonía.
Jesús, José y María, haced que descanse en paz el alma mía. Amén.
Día DD. del mes MM. del año AA.
N. N.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, amparad el alma mia en mi última agonía.
Jesús, José y María, haced que descanse en paz el alma mía. Amén.
Día DD. del mes MM. del año AA.
N. N.
SAN ANTONIO MARÍA CLARET CMF. La Escala de Jacob y Puerta del Cielo, o sea, Súplicas a María Santísima. Barcelona, Imprenta de la viuda Pla, 1852, págs. 37-39.
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