¡Oh Padre mío San Silvestre! Tú que a todos los hombres de valor y fuerza y toda persona que rezare; cada día esta Santísima Oración les has prometido que serán libres de muerte repentina, de las garras del demonio, de brujos, de brujas, hechiceros, de rayos y centellas y de todo malhechor. Padre mío San Silvestre, ahora es tiempo que baje del cielo a la tierra con todo el gran poder de Dios y de la Santísima Trinidad a favorecerme como devoto, porque me hallo ahora en este trance y peligro, ayúdame en cualquier hora y tribulación, líbrame de cárceles, posas, grillos y cadenas, y aplaca la ira del Juez o cualquier superior contra mí. Pues la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, sea con la que venza cuantos enemigos vengan contra mí: y mis Armas, Fuerzas sean Vencedoras de todos ellos y sea mi cuerpo alimentado con la agradabilísima leche de María Santísima y con su precioso manto sea tapado mi cuerpo consagrado y rociado con la Santísima Sangre de nuestro Señor Jesucristo, oh mi buen Jesús escóndeme para que no me alcancen en fuerzas ni en violencias, y me pierdan de vista que yo salga victorioso y mi alma sin culpa. Guíame Padre mío San Silvestre, guárdame de todo animal ponzoñoso, de todos los caminos malos que transite de tierra, mar o río, oh mi buen Jesús te suplico humildemente, siquiera por vuestra Santísima Encarnación y nacimiento que oigas las plegarias y rogativas de mi corazón y las de María Santísima, Madre de Dios y esposa del Espíritu Santo y Madre de los pecadores rogad a vuestro Santísimo Hijo a que me socorra siquiera por aquella espada de dolor que traspasó su Santísimo Corazón y las once mil Vírgenes me valgan oh Padre mío San Silvestre, yo debo alabar al Señor Sacramentado y a María Santísima, Hija de Padre Eterno, Virgen antes del parto y después del parto siempre Virgen te suplico humildemente me perdones todos mis pecados Y concedas a tu precioso hijo que me de una buena muerte y que lleve m1 alma al cielo a gozar de la dicha perdurable. Amén.
Oración publicada con licencia por Mons. Leandro Rodríguez de la Gala y Enríquez, administrador de la Archidiócesis de Yucatán entre 1863 y 1868.
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