Carta publicada el 12 de Septiembre de 1969. Rescatado de FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PÍO X - DISTRITO DE ESTADOS UNIDOS.
Santísimo Padre,
Luego de un examen atento al Novus Ordo Missæ, que entrará en vigor el próximo 30 de Noviembre, y después de haber orado y reflexionado tan grande asunto, considero que es mi deber, como sacerdote y obispo Católico, dejar anteVuestra Santidad mi angustia de conciencia, y formular, con la piedad y confianza que un hijo debe al Vicario de Cristo, la siguiente petición.
El Novus Ordo Missæ muestra, por sus omisiones, y por los cambios que ha traído al Ordinario de la Misa, como también un buen número de reglas generales que describen el entendimiento y naturaleza un nuevo misal en sus puntos esenciales, lo que no expresa, como debería hacerlo la teología del Santo Sacrificio como lo estableció el Santo Concilio de Trento en su sesión XXII. La enseñanza del simple catecismo no puede superar este hecho. Abajo anexaré las razones que, en mi opinión, justifica esta conclusión.
Las razones pastorales que tal vez pudieran ser invocadas, inicialmente, en favor de la nueva estructura de la Misa, no puede hacernos olvidar los argumentos doctrinales que apuntan en la dirección opuesta. Además, no parece ser razonable. Los cambios que preparó el Novus Ordo no han ayudado a traer un incremento en la Fe y la piedad de los fieles. Al contrario, ellos quedan muy perturbados, con una confusión que ha incrementado el Novus Ordo, porque ha alentado la idea que nada es inmodificable en la Santa Iglesia, ni siquiera el Santísimo Sacrificio de la Misa.
Además, como indico en las razones anexas, el Novus Ordo no solo falla en inspirar fervor, sino que por el contrario, disminuye la Fe en las verdades centrales de la vida Católica, como la Presencia Real de Jesús en el Santísimo Sacramento, la realidad del Sacrificio propiciatorio y el sacerdocio jerárquico.
Por tanto, cumplo un imperioso deber en conciencia demandando, humilde y respetuosamente, queVuestra Santidad pueda dignarse, por un acto positivo que elimine toda duda, para autorizarnos a continuar usando el Ordo Missæ de San Pío V, cuya efectividad en llevar la difusión de la Santa Iglesia y un incremento en el fervor de los sacerdotes y fieles ha sido probada, como Vuestra Santidad nos recordó con tanta unción.
Estoy convencido que la ternura paternal deVuestra Santidad pondrá fin a las perplejidades que han surgido en mi corazón de sacerdote y obispo.
Prostrado a los pies deVuestra Santidad, en humilde obediencia y piedad filial, imploro vuestra Bendición Apostólica.
El Novus Ordo Missæ consiste en normas generales para el texto del Ordinario de la Misa. Tanto el texto y las normas proponen una nueva Misa que no considera suficientemente las definiciones del Concilio de Trento concernientes a esta materia, y constituye, por esta razón, un grave peligro para la integridad y la pureza de la Fe Católica. Solo hemos examinado aquí unos pocos puntos, que, creemos, establecen lo que he afirmado.
I. Definición de la Misa.
En su no.7 el nuevo Ordo da la siguiente definición de la Misa: «Cena domínica sive Missa est sacra synáxis seu congregátio pópuli Dei in unum conveniéntis, sacerdóte prǽside, ad memoriále Dómini celebrándum. Quare de sanctæ Ecclésiæ locáli congregatióne eminénter valet promíssio Christi: “Ubi sunt duo vel tres congregáti in nómine meo, ibi sum in médio eórum”» (Mt. 18, 10) [1].
En esta definición:
Observamos que los dos textos del Vaticano II, citados en las notas, no justifican el concepto de la Misa propuesto en el texto. Notamos también que las pocas expresiones, que son referencias más o menos de paso, en las cuales se hallan expresiones como estas, en el altar: «sacrifícium crucis sub signis sacramentálibus præsens effícitur» (no. 259) no son suficientes para deshacer el concepto ambiguo, ya inculcado en la definición de la Misa (no. 7), y en muchos otros pasajes en las normas generales.
II. El propósito de la Misa
Luego de un examen atento al Novus Ordo Missæ, que entrará en vigor el próximo 30 de Noviembre, y después de haber orado y reflexionado tan grande asunto, considero que es mi deber, como sacerdote y obispo Católico, dejar ante
El Novus Ordo Missæ muestra, por sus omisiones, y por los cambios que ha traído al Ordinario de la Misa, como también un buen número de reglas generales que describen el entendimiento y naturaleza un nuevo misal en sus puntos esenciales, lo que no expresa, como debería hacerlo la teología del Santo Sacrificio como lo estableció el Santo Concilio de Trento en su sesión XXII. La enseñanza del simple catecismo no puede superar este hecho. Abajo anexaré las razones que, en mi opinión, justifica esta conclusión.
Las razones pastorales que tal vez pudieran ser invocadas, inicialmente, en favor de la nueva estructura de la Misa, no puede hacernos olvidar los argumentos doctrinales que apuntan en la dirección opuesta. Además, no parece ser razonable. Los cambios que preparó el Novus Ordo no han ayudado a traer un incremento en la Fe y la piedad de los fieles. Al contrario, ellos quedan muy perturbados, con una confusión que ha incrementado el Novus Ordo, porque ha alentado la idea que nada es inmodificable en la Santa Iglesia, ni siquiera el Santísimo Sacrificio de la Misa.
Además, como indico en las razones anexas, el Novus Ordo no solo falla en inspirar fervor, sino que por el contrario, disminuye la Fe en las verdades centrales de la vida Católica, como la Presencia Real de Jesús en el Santísimo Sacramento, la realidad del Sacrificio propiciatorio y el sacerdocio jerárquico.
Por tanto, cumplo un imperioso deber en conciencia demandando, humilde y respetuosamente, que
Estoy convencido que la ternura paternal de
Prostrado a los pies de
+ Antonio de Castro Mayer
Obispo de Campos, Brasil
Obispo de Campos, Brasil
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COMENTARIOS SOBRE EL NOVUS ORDO MISSÆ
El Novus Ordo Missæ consiste en normas generales para el texto del Ordinario de la Misa. Tanto el texto y las normas proponen una nueva Misa que no considera suficientemente las definiciones del Concilio de Trento concernientes a esta materia, y constituye, por esta razón, un grave peligro para la integridad y la pureza de la Fe Católica. Solo hemos examinado aquí unos pocos puntos, que, creemos, establecen lo que he afirmado.
I. Definición de la Misa.
En su no.7 el nuevo Ordo da la siguiente definición de la Misa: «Cena domínica sive Missa est sacra synáxis seu congregátio pópuli Dei in unum conveniéntis, sacerdóte prǽside, ad memoriále Dómini celebrándum. Quare de sanctæ Ecclésiæ locáli congregatióne eminénter valet promíssio Christi: “Ubi sunt duo vel tres congregáti in nómine meo, ibi sum in médio eórum”» (Mt. 18, 10) [1].
En esta definición:
- Hay insistencia en la Misa entendida como una comida. Además, esta forma de ver la Misa puede ser encontrada frecuentemente, a lo largo de las normas generales (cf. v.g. nros. 8, 48, 55d, 56 etc.). Parece incluso que la intención del nuevo Ordo Missæ es inculcar este aspecto de la Misa, en detrimento del otro, que es esencial, a saber, que la Misa es un sacrificio.
- De hecho, en la cuasi-definición de la Misa dada en el artículo 7, no está significado el carácter sacrificial de la Misa.
- Asimismo, atenúa el carácter sacramental del sacerdote, que lo distingue de los fieles.
- Además, no se dice nada del valor intrínseco de la Misa, independientemente de la presencia de la asamblea. Muy por el contrario, se supone que no hay Misa sin la «congregátio pópuli», porque es la «congregátio» la que define la Misa.
- Finalmente, al texto sigue una confusión existente entre la Presencia Real y la presencia espiritual, porque aplica a la Misa el texto de San Mateo que solo concierne a la presencia espiritual.
Observamos que los dos textos del Vaticano II, citados en las notas, no justifican el concepto de la Misa propuesto en el texto. Notamos también que las pocas expresiones, que son referencias más o menos de paso, en las cuales se hallan expresiones como estas, en el altar: «sacrifícium crucis sub signis sacramentálibus præsens effícitur» (no. 259) no son suficientes para deshacer el concepto ambiguo, ya inculcado en la definición de la Misa (no. 7), y en muchos otros pasajes en las normas generales.
II. El propósito de la Misa
La Misa es un sacrificio de alabanza a la Santísima Trinidad. Tal propósito no aparece explícitamente en el nuevo Ordo. Al contrario, lo que, en la Misa de San Pío V, muestra claramente este fin sacrificial es suprimido en el nuevo Ordo. Los ejemplos incluyen las oraciones «Súscipe, Sancta Trínitas» del Ofertorio y la oración final «Pláceat, tibi, Sancta Trínitas». Asimismo, el Prefacio de la Santísima Trinidad ha cesado de ser el Prefacio para el Domingo, el Día del Señor.
Al tiempo que es el «sacrifícium láudis Sanctíssimæ Trinitátis» [2], la Misa es un sacrificio propiciatorio. El Concilio de Trento insiste grandemente en este aspecto, contra los errores de los protestantes (Capítulo I y Canon 3º). Tal propósito no aparece explícitamente en el nuevo Ordo. Aquí y allá puede encontrarse un recordatorio de una u otra expresión que pudiera entenderse como implicando este concepto. Pero nunca aparece sin la sombra de una duda. También, está ausente cuando las normas declaran el propósito de la Misa (no. 54). De hecho, es insuficiente para expresar la teología de la Misa establecida por el Concilio de Trento para simplemente afirmar que lleva a la «santificación». No es claro que este concepto necesariamente implique el de propiciación. Además que la intención propiciatoria, tan claramente visible en la Misa de San Pío V, desaparece en la Nueva Misa. De hecho, las oraciones del Ofertorio Súscipe Sancte Pater y Offérimus tibi, y la de la bendición del agua Deus qui humánæ substántiæ… reformasti han sido remplazadas por otras que en absoluto no hacen referencia a la propiciación. En cambio, dan la impresión del sentido de un banquete espiritual.
III. La esencia del Sacrificio
La esencia del Sacrificio de la Misa yace en repetir lo que Jesús hizo en la Última Cena, y esto no como una simple recitación, sino acompañada con los gestos. Así, como han dicho los teólogos morales, no es suficiente decir simplemente otra vez en forma histórica lo que Jesús hizo. Las palabras de la consagración deben ser pronunciadas con la intención de repetir lo que Jesús realizó, porque cuando el sacerdote celebra, representa a Jesucristo, y actúa «in persóna Christi» [3]. En el nuevo Ordo no hay tal declaración precisa, aunque es esencial. Al contrario, en el pasaje que habla de la parte narrativa, no dice nada de la parte propiamente sacrificial. Así, cuando explica la Plegaria Eucarística, habla de la «narrátio institutiónis» [4] (no. 54 d.) en tal forma que las expresiones «Ecclésia memóriam ipsíus Christi agit» [5] y otra al final de la consagración: «Hoc fácite in meam commemoratiónem» [6], tienen el significado indicado por la explicación dada en la norma general precedente (no. 54 d.). Remarcamos que la frase final de la consagración (tradicional) «Hæc quotiescúmque fecéritis, in mei memóriam faciétis» [7] era mucho más expresiva de la realidad que en la Misa se repite la acción de Jesucristo.
Además, poner otras expresiones en medio de las palabras esenciales de la consagración, a saber, «Accípite et manducáte omnes» [8] y «Accípite et bíbite ex eo omnes» [9], introduce la parte narrativa en el mismo acto sacrificial. Donde, en la Misa Tridentina el texto y los movimientos guían al sacerdote naturalmente a cumplir la acción propiciatoria sacrificial y casi impone esta intención al sacerdote celebrante. En esta forma la «lex supplicándi» [10] está perfectamente conforme con la «lex credéndi» [11]. No podemos decir esto del Novus Ordo Missæ. Con todo, el Novus Ordo Missæ debería hacer más fácil al celebrante tener ela intención necesaria para realizar válida y dignamente el acto del Santo Sacrificio, especialmente dada la importancia de esta acción, sin mencionar la inestabilidad de los tiempos modernos, ni siquiera las condiciones psicológicas de las nuevas generaciones.
IV. La Presencia Real
El sacrificio de la Misa está atado a la Presencia Real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento de la Santa Eucaristía. La Presencia Real es una consecuencia del sacrificio. Por la transubstanciación se realiza el cambio de la sustancia del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Salvador, y así toma lugar el sacrificio. Como consecuencia, la Víctima perpetua está presente en el altar. El Santísimo Sacramento no es otro que la Víctima del Sacrificio, que permanece una vez se ha realizado el acto sacrificial. Como consecuencia de la nueva definición de la Misa (no. 7), al nuevo Ordo sigue que exista ambigüedad concerniente a la Presencia Real, que es más o menos confundida con la simple presencia espiritual, indicada por la frase «donde se reúnen dos o tres en mi nombre».
Además, la supresión de casi todas las genuflexiones, expresión tradicional de adoración en la Iglesia latina, la acción de gracias sentados, la posibilidad de celebrar sin un ara, sobre una simple mesa, igualar el Banquete Eucarístico con una comida espiritual, todo lleva a oscurecer la Fe en la Presencia Real.
Al tiempo que es el «sacrifícium láudis Sanctíssimæ Trinitátis» [2], la Misa es un sacrificio propiciatorio. El Concilio de Trento insiste grandemente en este aspecto, contra los errores de los protestantes (Capítulo I y Canon 3º). Tal propósito no aparece explícitamente en el nuevo Ordo. Aquí y allá puede encontrarse un recordatorio de una u otra expresión que pudiera entenderse como implicando este concepto. Pero nunca aparece sin la sombra de una duda. También, está ausente cuando las normas declaran el propósito de la Misa (no. 54). De hecho, es insuficiente para expresar la teología de la Misa establecida por el Concilio de Trento para simplemente afirmar que lleva a la «santificación». No es claro que este concepto necesariamente implique el de propiciación. Además que la intención propiciatoria, tan claramente visible en la Misa de San Pío V, desaparece en la Nueva Misa. De hecho, las oraciones del Ofertorio Súscipe Sancte Pater y Offérimus tibi, y la de la bendición del agua Deus qui humánæ substántiæ… reformasti han sido remplazadas por otras que en absoluto no hacen referencia a la propiciación. En cambio, dan la impresión del sentido de un banquete espiritual.
III. La esencia del Sacrificio
La esencia del Sacrificio de la Misa yace en repetir lo que Jesús hizo en la Última Cena, y esto no como una simple recitación, sino acompañada con los gestos. Así, como han dicho los teólogos morales, no es suficiente decir simplemente otra vez en forma histórica lo que Jesús hizo. Las palabras de la consagración deben ser pronunciadas con la intención de repetir lo que Jesús realizó, porque cuando el sacerdote celebra, representa a Jesucristo, y actúa «in persóna Christi» [3]. En el nuevo Ordo no hay tal declaración precisa, aunque es esencial. Al contrario, en el pasaje que habla de la parte narrativa, no dice nada de la parte propiamente sacrificial. Así, cuando explica la Plegaria Eucarística, habla de la «narrátio institutiónis» [4] (no. 54 d.) en tal forma que las expresiones «Ecclésia memóriam ipsíus Christi agit» [5] y otra al final de la consagración: «Hoc fácite in meam commemoratiónem» [6], tienen el significado indicado por la explicación dada en la norma general precedente (no. 54 d.). Remarcamos que la frase final de la consagración (tradicional) «Hæc quotiescúmque fecéritis, in mei memóriam faciétis» [7] era mucho más expresiva de la realidad que en la Misa se repite la acción de Jesucristo.
Además, poner otras expresiones en medio de las palabras esenciales de la consagración, a saber, «Accípite et manducáte omnes» [8] y «Accípite et bíbite ex eo omnes» [9], introduce la parte narrativa en el mismo acto sacrificial. Donde, en la Misa Tridentina el texto y los movimientos guían al sacerdote naturalmente a cumplir la acción propiciatoria sacrificial y casi impone esta intención al sacerdote celebrante. En esta forma la «lex supplicándi» [10] está perfectamente conforme con la «lex credéndi» [11]. No podemos decir esto del Novus Ordo Missæ. Con todo, el Novus Ordo Missæ debería hacer más fácil al celebrante tener ela intención necesaria para realizar válida y dignamente el acto del Santo Sacrificio, especialmente dada la importancia de esta acción, sin mencionar la inestabilidad de los tiempos modernos, ni siquiera las condiciones psicológicas de las nuevas generaciones.
IV. La Presencia Real
El sacrificio de la Misa está atado a la Presencia Real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento de la Santa Eucaristía. La Presencia Real es una consecuencia del sacrificio. Por la transubstanciación se realiza el cambio de la sustancia del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Salvador, y así toma lugar el sacrificio. Como consecuencia, la Víctima perpetua está presente en el altar. El Santísimo Sacramento no es otro que la Víctima del Sacrificio, que permanece una vez se ha realizado el acto sacrificial. Como consecuencia de la nueva definición de la Misa (no. 7), al nuevo Ordo sigue que exista ambigüedad concerniente a la Presencia Real, que es más o menos confundida con la simple presencia espiritual, indicada por la frase «donde se reúnen dos o tres en mi nombre».
Además, la supresión de casi todas las genuflexiones, expresión tradicional de adoración en la Iglesia latina, la acción de gracias sentados, la posibilidad de celebrar sin un ara, sobre una simple mesa, igualar el Banquete Eucarístico con una comida espiritual, todo lleva a oscurecer la Fe en la Presencia Real.
Igualar el Banquete Eucarístico a una comida espiritual deja abierta la idea que la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento está atada a su uso, como su presencia en la palabra de Dios. De esto no es difícil concluir con el error luterano, especialmente en una sociedad que está poco preparada para pensar en un plano superior. La misma conclusión es favorecida por la función del altar: es solamente una mesa, sobre la cual normalmente no hay lugar para el tabernáculo, en donde se acostumbra mantener a la Víctima del sacrificio. Lo mismo puede decirse de la costumbre para el fiel de comulgar con la misma hostia que el celebrante. Por sí mismo, esto da la idea que una vez se completa el sacrificio, ya no hay lugar para reservar el Santísimo Sacramento. Así, ninguno de los cambios en el nuevo Ordo Missæ lleva a un mayor fervor en la Fe hacia la Presencia Real, sino que la disminuye.
V. El sacerdocio jerárquico
El Concilio de Trento definió que Jesús instituyó como sacerdotes a sus apóstoles, en orden a que ellos, y los otros sacerdotes, sus sucesores, pudieran ofrecer Su Cuerpo y Sangre (Sesión XXII, Canon 2). De esta manera, la realización del Sacrificio de la Misa es un acto que requiere la consagración sacerdotal. Por otra parte, el mismo Concilio de Trento condenó la tesis protestante, según la cual todos los cristianos serían sacerdotes del Nuevo Testamento. De ahí es que, según la Fe, el sacerdocio jerárquico es el único capaz de realizar el sacrificio de la Nueva Ley. Esta verdad está diluida en el nuevo Ordo Missæ.
En este misal, la Misa pertenece más al pueblo que al sacerdote. Pertenece también al sacerdote, pero como parte de la asamblea. Él ya no aparece como el mediador «ex homínibus assúmptus in iis quæ sunt ad Deum» [12] inferior a Jesucristo y superior a los fieles, como dice San Roberto Belarmino. Él no es el juez que absuelve. Es simplemente el hermano que preside.
Pudiéramos hacer otras observaciones para confirmar lo que hemos dicho antes. Con todo, pensamos que los puntos que hemos señalado bastan para mostrar que el nuevo Ordo Missæ no es fiel a la teología de la Misa, como fue establecida definitivamente por el Concilio de Trento, y que consecuentemente constituye un serio peligro para la pureza de la Fe.
+ Antonio, Obispo de Campos.
NOTAS
[1] Traducción del artículo 7: «La cena del Señor, o Misa, es el encuentro sagrado o congregación de
la asamblea del pueblo de Dios, con presidencia del sacerdote, para
celebrar el memorial del Señor. Por esta razón, se aplica eminentemente a
tal reunión local de la santa Iglesia la promesa de Cristo: “Donde se
reúnen dos o tres en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”» (Mt. 18, 20).
[2] Esto es, Sacrificio de alabanza a la Santísima Trinidad.
[3] Esto es, en la persona de Cristo
[4] Esto es, la narración de la institución.
[5] Esto es, la Iglesia conmemora la memoria del mismo Cristo
[6] Esto es, Haced esto en conmemoración mía.
[7] Esto es, Cuantas veces hiciéreis esto, hacedlo en memoria de mí.
[8] Esto es, Tomad y comed todos.
[9] Esto es, Tomad y bebed todos de él.
[10] Esto es, la forma de orar.
[11] Esto es, la regla de nuestra fe.
[12] Esto es, tomado de entre los hombres para las cosas que son de Dios.
[2] Esto es, Sacrificio de alabanza a la Santísima Trinidad.
[3] Esto es, en la persona de Cristo
[4] Esto es, la narración de la institución.
[5] Esto es, la Iglesia conmemora la memoria del mismo Cristo
[6] Esto es, Haced esto en conmemoración mía.
[7] Esto es, Cuantas veces hiciéreis esto, hacedlo en memoria de mí.
[8] Esto es, Tomad y comed todos.
[9] Esto es, Tomad y bebed todos de él.
[10] Esto es, la forma de orar.
[11] Esto es, la regla de nuestra fe.
[12] Esto es, tomado de entre los hombres para las cosas que son de Dios.
ADENDA
Su Excelencia el Obispo Antonio de Castro Mayer hizo referencia a la carta anterior alPapa, junto con sus Consideraciones sobre el Novus Ordo Missæ, en la presentación que hizo a su clero de Un Breve Estudio Crítico del Novus Ordo Missæ (conocido también como la Intervención Ottaviani). Este estudio crítico había sido enviado al Papa Pablo VI por los Cardenales Ottaviani y Bacci durante este mismo año 1969. El Obispo De Castro Mayer lo recibió, lo tradujo al portugués y lo envió a sus sacerdotes con este comentario:
Su Excelencia el Obispo Antonio de Castro Mayer hizo referencia a la carta anterior al
«Varios sacerdotes de la diócesis me han pedido alguna explicación del Novus Ordo Missæ. Mientras la lectura de éste me dejó perplejo en varios asuntos, había escrito alSanto Padre, explicándolos, y pidiendo la autorización de continuar con el antiguo Ordo. Puesto que no recibí respuesta, continué, según la legislación que está en vigor, con la Misa Tridentina. Con todo, creo que el folleto de los Cardenales Ottaviani y Bacci es muy útil para el estudio por los Reverendos Padres. Es con esto en mente que estoy enviando una traducción a mis queridos colaboradores. Los sacerdotes entenderán que la materia no es para ser debatida públicamente».
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