viernes, 2 de abril de 2021

EL SUEÑO DE CLAUDIA PRÓCULA, MUJER DE PILATO

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
  
“El sueño de la esposa de Pilato” (grabado de Alphonse François siguiendo a Gustave Doré).
   
San Mateo en su relato de la Pasión nos refiere de una mujer premurosa que se preocupa del empeño del marido:
«Y estando él sentado en su tribunal, le envió a decir su mujer: “No te mezcles en las cosas de ese justo; porque son muchas las congojas que hoy he padecido en sueños por su causa”» (XXVII, 19)
Como todos habréis entendido, el marido es Pilato y la mujer es aquella que la tradicióm ha llamado Claudia Prócula.
   
Sobre esta mujer no sabemos mucho y a tal laguna suplieron en el curso de los siglos los evangelios apócrifos, especialmente el llamado “de Nicodemo”, que la presenta como mujer virtuosa y piadosa. Más allá de la fantasiosidad más que evidente de estos textos tardíos respecto a los Evangelios canónicos, valga la anotación de Cornelio Alápide en su Comentario en Mateo: «Quod licet apócryphum, multa tamen vera probáque cóntinet» (Aunque apócrifos, contienen muchas cosas verdaderas y virtuosas).
   
Los Padres de la Iglesia y los exégetas se concentraron prevalentemente sobre el sueño. Si bien algunos, como San Bernardo y Rabano Mauro, quisieron ver una tentativa del Diablo de impedir la Muerte salvifica del Redentor; la más antigua tradición eclesiástica –autores del calibre de Orígenes, San Hilario, San Ambrosio, San Agustín, San Juan Crisóstomo– no albergan dudas sobre el origen divino del sueño.
   
Dios quiere hacer conocer a esta mujer, prosélita judía, algo sobre aquel Justo que su marido estaba procesando a instancias de los Judíos: esto fue hecho para justificación de ella y para que su ministerio diese en alguna forma inicio a la predicación de Cristo a los Romanos, donde San Jeróniml definió aquel sueño “fídei Gentílis pópuli præságium” (presagio de la fe en los pueblos gentiles).
   
No fue precisamente un præságium feliz para Pilato. Escéptico como trasluce por el mismo Evangelio –Quid est véritas?–, el præféctus Judǽæ era seguramente muy atento a los arcanos signos, a los sueños, a las premoniciones: era una tradición romana y como dice el padre Giuseppe Ricciotti, «sabía muy bien que Julio César habría evitado las 23 puñaladas de los fatales Idus de marzo si hubiese oído a su mujer Calpurnia que le había pedido no acercarse aquel día en la Curia, porque ella en la noche precedente lo había visto en sueños atravesado por muchas heridas». Un buen incentivo para empeñarse por la absolución del Nazareno.
   
¿Pero qué fue de esta mujer después de los hechos narrados? Priva de fundamento la teoria de su presencia en el seno de la Iglesia Romana basada en la identificación de Claudia Prócula con la Claudia que San Pablo (que, para ciertos apócrifos, administró el bautismo a la mujer de Pilato) menciona al fin de la Segunda Carta a Timoteo. Ciertamente abrazó la fe cristiana y la aplicó en su vida: los Griegos y los Etíopes la veneran como Santa.
   
En tiempos recientes, su figura fue presentada al gran público por Mel Gibson en su famosa película La Pasión de Cristo. En el filme Claudia, interpretada por Claudia Gerini, no es un personaje del todo desapercibido (tal como lo presenta San Mateo del resto): al contrario hace presión sobre el marido –“sanctus est!” le dice– y tanto se compadece de los dolores de Jesús y de María que llega a donar a la Virgen paños de lino finísimo. Particulares que hacen parte de las visiones de la extática alemana Ana Catalina Emmerick, a los cuales, sin embargo, se puede dar fe meramente humana.
   
Luego, casi nada sabemos de esta piadosa múlier; casi nada aparte aquel unum necessárium: el haber atestiguado públicamente la inocencia del Redentor procesado Redentor ante la soberbia Roma y la infiel Jerusalén.

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