martes, 20 de abril de 2021

ORACIÓN POR LA IGLESIA BAJO ATAQUE

Bienaventurado Pío Alberto del Corona Bucalossi OP
  
En una carta pastoral de Cuaresma, el Bienaventurado Pío Alberto del Corona Bucalossi OP (Livorno, 5 de Julio de 1837 – Florencia, 15 de Agosto de 1912), Obispo de San Miniato (posteriormente Arzobispo titular de Serdica, actual Sofía, Bulgaria), invita a sus fieles a dirigirse a la Santísima Virgen María por las necesidades de la Iglesia, bajo ataque por sus enemigos externos y los quintacolumnistas que maquinan para estos. Tomado de RADIO SPADA. Traducción propia.
   
«Finalmente, hago apelo a la Santa Madre de Dios, que vive en el Cielo para interceder por nosotros; a Ella vuelvo los ojos, el corazón y la palabra: Conviene bien que todos aquellos a los cuales he apelado se unan en liga y tomen por divisa el nombre de la Madre de Dios, y rueguen de fuerza que Ella haga algo nuevo y grande, de otro modo todos nosotros perdemos la obra y el aliento. Si el demonio es el grande instigador de la blasfemia; si instiga a los cristianos en odio a Ella y a su Hijo divino que redimió al género humano con Sangre desde la Cruz y le quitó a él el imperio del mundo, es claro que conviene hacer apelación a la Virgen. Ella debe capitanear las huestes, ser el alma de la liga, maestra y comandante de los combatientes, y bandera y estrella de los cruzados. Ella pues se arrodilla en el empíreo ante Jesús y le suplica para hacer cesar tanta calamidad en el mundo: extráigase del abismo de su caridad una alabanza tan suave al santo nombre de Dios que baste para deshacer todos los agravios y todos los vilipendios de las blasfemias humanas y diabólicas. La faz de María, espejo de toda belleza, y su voz, eco de todos los amores, enternecerán el divino Corazón de Jesús, de cuyas esplendentes llagas venga luz y fuego de amor a la tierra y en los labios humanos muera el grito blasfemo. A tal fin recomendamos a las Comunidades religiosas que quieran cada mañana decir ante Jesús Sacramentado la siguiente Oración a la Virgen Inmaculada por las necesidades de la Santa Iglesia:
Oh María, levantaos y librad a la nave de la Iglesia que es combatida por vientos tan gallardos; reprended, imperad y gritad, porque vuestro es el poderío. ¿Queréis contener en el seno la misericordia? Alegad a Dios los títulos de vuestro poder de intercesión: vuestra humildad, la virginidad y la maternidad divina y humana. Vuestros ojos, vuestros labios, vuestro vientre que albergó el Verbo, y el pecho que lo nutrió son, dice San Efrén, los argumentos de vuestra elocuencia. Ponedlos en obra, oh Santa Madre de Dios, y Dios se rendirá ante vuestras súplicas, y extenderá su perdón. Renovad las batallas de los días antiguos y aterrando a vuestro enemigo quitad de su yugo a los seducidos hijos de Adán que ejecutan sus deseos; vindicaos como Madre de Dios, tocad el corazón de los blasfemos, conducidlos compungidos y en lágrimas a los pies de Jesucristo. Si os levantáis a pugnar, vos seréis lo que fuisteis siempre; terrible como un ejército formado en batalla, y el formidable enemigo tendrá aplastada la cabeza, y nosotros cantaremos vuestra gloria».

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